domingo, 28 de junio de 2020

Se acercan los 60 de la Campaña de Alfabetización

30 de mayo de 2020 
Silvio:
Por estos días, hace 59 años, las escuelas cubanas estaban desiertas. Y no era por pandemia alguna, como ahora. Las clases y exámenes habían terminado anticipadamente para permitir que todos los estudiantes que lo desearan se convirtieran en maestros de los cientos de miles de analfabetos que existían en el país.

Se daban los primeros pasos masivos para lo que sería una epopeya educacional inédita, no solo en Cuba. Tras las “brigadas piloto”, creadas para probar métodos y experiencias, y luego del ataque mercenario por Playa Girón, oleadas de muchachas y muchachos eran adiestrados en el arte de enseñar en el Campamento Granma, de la playa de Varadero, para desde allí ir a donde se les asignara la misión de alfabetizar, Yo era uno de ellos, con 13 años, y pasé de las capitalinas comodidades hogareñas a la cruda vida del monte del Escambray villareño.

Pero estas líneas no van destinadas a mi historia en La Campaña de Alfabetización, ya recogida en mi libro Episodios para el relevo (Ed. Pueblo y Educación): sirvan para convocar a aquellos, que parte de los cien mil alfabetizadores de entonces, se animen a hacer breves relatos (de 20 a 60 líneas) de lo que representó para sus vidas haberle reclamado a Fidel “dinos que otra cosa tenemos que hacer” cuando festejábamos la victoria sobre el analfabetismo en la Plaza de la Revolución, el 22 de diciembre de 1961. Al menos para mi fue clave para ser quien soy.


La idea no es propia. Nace de la incitación de uno de mis compañeros de aquella aventura, Eladio, a celebrar el 60 aniversario de la Campaña entre alfabetizadores, y hoy cobra impulso definitivo tras la llamada de Débora, otra de las que el “encierro voluntario” no impide generar ideas creativas como ésta que yo formulo ahora, y que es entusiasta de esa historia que entre todos ayudamos a construir.

Tengo otro libro (Hasta el último grano, Ed. Pueblo y Educación), referido a la primera recogida de café de los estudiantes en tiempo de vacaciones (1962) que lo armé en una combinación testimonial personal con las de dos decenas de otros participantes. Tribuna de La Habana, entonces, sirvió de vehículo para aquella convocatoria que ahora, aprovechando las redes sociales, me atrevo a lanzar y que confío aparecerán respaldos para que no quede solo como ejercicio intelectual en tiempos de la coronavirus.

Brigadistas, desde los Conrado Benítez (estudiantes) a los Patria o Muerte (obreros), anímense a sumar historias de vida que ayudarán a complementar, con experiencias personales, la Historia Mayor de un proceso singular, único, enriquecedor en el plano humano, del que el pueblo cubano ha sido y es protagonista definitorio.

Los que así lo deseen, mi correo jdsantos@enet.cu está a vuestra disposición.

Podría darse de plazo de cierre hasta el 22 de diciembre del 2021, cuando se cumplirán los 60 años, en la pretensión de que sea un homenaje de todo el año a la gesta principal, aunque no única, del interés por enseñar-educar a los más humildes. 

Le he propuesto a Bohemia que coauspicie la iniciativa, publicando en sus diferentes emisiones los mejores testimonios, pero aún no he tenido respuesta. 

Igualmente le pedí su respaldo al Museo Nacional de la Alfabetización (a su directora, Luisa Campos), aunque tampoco aún tengo reacción. 

Quizás consideren que falta algún tiempo para la fecha, pero la inserción de la convocatoria en la Segunda cita quizás impulse las respuestas. 

Podría añadirse tu blog --y mi facebook-- como escenarios también para la difusión segmentada de algo que bien podría después integrarse en un libro, si alguien se animara a editarlo. Veremos.

Afectos de
José Dos Santos.

sábado, 27 de junio de 2020

miércoles, 24 de junio de 2020

En El Mirador todo fue diferente

1961-2021, aniversario 60 de la Campaña de Alfabetización

Por David Rodríguez

Noviembre de 1961. El Mirador, uno de los sitios más hermosos que he visto en mi vida, está ubicado en las profundidades de la Sierra Maestra, perteneciente al municipio de Buey Arriba, en la provincia de Granma.

A ese lugar había llegado siete meses antes, como integrante del Ejército de Alfabetizadores Conrado Benítez García, un maestro que fue asesinado en enero de ese año.

La misión encomendada era alfabetizar a un matrimonio de campesinos, Mario y Juana Montero, quienes vivían en la pequeña comunidad montañosa, junto a otros familiares y vecinos.

Nunca me había separado de mis padres por tanto tiempo, pero el objetivo de la labor que desempeñaría resultaba atractivo y lo comprendía a pesar de contar con solo 14 años de edad.

El cambio era duro, pues pasaba de la ciudad al campo, a las montañas donde no había electricidad y la temperatura se presentaba demasiado fría en muchas ocasiones.

Conocí allí a muchas personas, todas amables, decentes y honestas, sellos del campesinado cubano, y se forjó entonces la amistad, consideración y la ayuda para aquel que había dejado su casa atrás.

En ese tiempo asumí la tarea de enseñar a Mario y a Juana en el horario nocturno, auxiliado por aquel farol chino que tantas veces utilizamos para los quehaceres de aquel bohío, pobre pero muy limpio.

El matrimonio me tomó tanto cariño que teniendo en cuenta mi endeble cuerpo de entonces me dejaban dormir con ellos en su cama, como lo hacen los padres con sus hijos en determinados momentos de su vida.

Mario me enseñó a montar en mulo, el animal más preciado de la montaña por su resistencia y capacidad de sortear los caminos de la serranía, muchas veces intransitables para los vehículos.

También me propició el primer encuentro con las plantaciones de café que quedaban justo detrás de su casa, explicándome todo lo relacionado con ese grano del que se extrae la famosa infusión que tanto gusta.

Todos los días en la mañana me iba al campo con Mario a atender los cafetos, mientras Juana preparaba los alimentos como la malanga, el plátano, la carne de cerdo o de ave y el necesario arroz.

En la noche, encendido el farol chino, comenzaba la clase destinada a alfabetizarlos y ponerlos en condiciones de ser más útiles a la sociedad y a ellos mismos.

En realidad esa estancia en El Mirador me puso en contacto directo con unas personas maravillosas, muy unidas y que siempre estaban prestas a ayudar a quien pasara por el frente de su humilde vivienda.

Las paredes de la casa eran de yagua, el techo era de zinc, y en los tiempos de calor se tornaba insoportable y en el invierno también, pero esos detalles no hicieron mella en mi disposición de seguir y terminar la obra iniciada.

La estabilidad en esa casa marchaba de forma estupenda hasta un día en que llegó una noticia desgarradora, inesperada y preocupante: habían asesinado en El Escambray a un alfabetizar y a su alumno.

Como en toda casa donde estaba un alfabetizador, en la de Mario y Juana, yo izaba todas las mañanas la bandera de la campaña, que servía además a los supervisores para orientarse.

Al llegar la noticia, aquel matrimonio entró en shock, me quitaron el uniforme y me pusieron ropas que me identificaban como un campesino mas, bajaron la bandera y desaparecieron el asta,.

Habían asesinado a Manuel Ascunce Domenech y al campesino Pedro Lantigua en horrenda acción terrorista para amedrentar a los que seguíamos laborando en la campaña.

Ascunce solo tenía ¡!!!16 AÑOS!!!, siendo su delito enseñar a leer y a escribir a los campesinos en Limones de Cantero, en la Sierra del Escambray en el centro del país.

Aquel hecho no logró el objetivo de los asesinos, pues los que nos mantuvimos alfabetizando recibimos refuerzos de otros jóvenes que no se habían incorporado a ese noble empeño.

Allí en El Mirador todo se volvió diferente aunque el amor de aquellos campesinos no varió, solo que desde entonces me protegieron más ante cualquier extraño que se acercara a su casa.

El 22 de diciembre de 1961, cuando Cuba proclamó ante el mundo que era territorio libre de analfabetismo, el nombre y la imagen de Manuel Ascunce Domenech quedó para siempre sembrado en nuestros corazones.

domingo, 21 de junio de 2020

Un cernícalo hizo nido

Un cernícalo hizo nido
en el tocón de una palma
y fue dejando su alma
en su amor recién nacido.
Pájaro comprometido
entrega su libertad,
porque el amor es verdad
que desata y encarcela:
un día es como una vela
y otro es una oscuridad.

Ahí tienen al pichón de cernícalo...


sábado, 20 de junio de 2020

Para la revista Mella en enero de 1960

Por Rolando López del Amo
 
Mi primera contribución escrita para la revista sería un reportaje sobre una exposición soviética que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes. Era mi primer reportaje y salió en el número de Febrero de 1960. El reportaje se titulaba “URSS: Ciencia, Técnica y Cultura” y se ilustraba con cinco fotos. Creo que vale la pena reproducirlo como testimonio de lo que fue aquella exposición a la que siguieron convenios comerciales entre Cuba y la URSS:

La ciudad de La Habana ha recibido la visita de la Exposición Soviética de Ciencia, Técnica y Cultura. Esta exposición permaneció durante cuarenta días en la ciudad de Nueva York y durante veinte días en México y estará en La Habana hasta el día 25 de este mes. Conjuntamente, se han proyectado en nuestros cines algunas películas filmadas en la URSS, así como también una delegación de músicos eminentes, entre los que se encuentra el famoso compositor Aram Jachaturian, han actuado en nuestra capital.

La Exposición es presentada por el Ministerio de Comercio Exterior de la Unión Soviética. De su instalación en Cuba se encargó el Ministerio de Obras Públicas, y en la preparación y montaje de la misma intervinieron cerca de 50 técnicos y especialistas soviéticos y más de 200 técnicos y obreros cubanos. La Exposición se encuentra en el Palacio de Bellas Artes. Las horas de visita son de 2p.m. a 11 p.m. y los sábados y domingos hasta las 12 p.m. La entrada cuesta solamente 10 centavos.

La Exposición fue inaugurada por el Vicepremier de la Unión Soviética, Anastas Mikoyan. A dicho acto asistieron las figuras más representativas del Gobierno Revolucionario, encabezadas por el Primer Ministro, Comandante Fidel Castro, y el ciudadano Presidente, Dr. Osvaldo Dorticós, así como de distintas organizaciones revolucionarias y una enorme cantidad de público.

En la Exposición pueden verse gran variedad de aparatos científicos y maquetas muy interesantes. Por ejemplo, la del Estadio Central de Moscú, con capacidad para 103,000 espectadores y sus numerosos campos deportivos y su Palacio de Deportes. Otras maquetas que llaman poderosamente la atención de los visitantes son las de la Universidad Central Lomonosov y la de una instalación petrolífera en el Mar Caspio que originalmente es como una isla artificial de 93 kilómetros de longitud que se encuentra a 100 kilómetros de la costa, en la cual hay instaladas viviendas, clubes, cines, etc. , como en cualquier ciudad edificada en tierra, y el proyecto de un nuevo aeropuerto.

También se exhiben modelos de aviones y helicópteros y el del rompehielos atómico Lenin, y réplicas, en su tamaño natural, de los sputniks y luniks lanzados al espacio por los científicos soviéticos. Además hay en la Exposición automóviles, camiones, motocicletas, maquinaria agrícola e industrial, aparatos eléctricos y ópticos, relojes, objetos de cerámica, orfebrería, cristal, marfil y madera; telas, pieles, productos alimenticios y documentales, fotografías y estadísticas dando a conocer cómo se desarrolla la vida en la URSS.

Especialistas soviéticos, ayudados por 20 intérpretes, explican a los asistentes todo lo relacionado con la exposición. En algunas de las muestras, como en las maquetas del aeropuerto y la isla petrolera, el visitante puede escuchar por un teléfono especial su descripción y funcionamiento. En ella pueden adquirirse libros, discos, sellos, relojes, cámaras fotográficas y otros objetos de manufactura soviética como recuerdo de la misma.

La Exposición nos permite conocer cómo vive el pueblo soviético y servirá para derribar los muros de mentiras y calumnias levantados por las agencias cablegráficas yanquis a través de largos años, y facilitará que las relaciones amistosas entre nuestros pueblos se reanuden, para beneficio mutuo.

Todos los pueblos del mundo anhelan vivir en un ambiente de paz y de amistad, sin preocupaciones de guerras que destruyan lo que se ha edificado con el trabajo de millones de seres humanos. La Exposición es una contribución al entendimiento pacífico entre los pueblos del mundo y un rudo golpe a los elementos guerreristas  y reaccionarios que se oponen a su progreso.

Los cubanos tenemos una formidable oportunidad, que no debemos desaprovechar, de conocer lo que ha logrado el socialismo; y esto podemos conseguirlo visitando la Exposición de Ciencia, Técnica y Cultura de la URSS.

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Rincón de Ernesto... 

miércoles, 17 de junio de 2020

La marcha a contracorriente del pensamiento crítico: comentarios desde Cuba


Todo espectador es un cobarde o un traidor. 
Franz Fanon.

Como muchos de los que nacimos o comenzamos a ir a la escuela en los años 60, he buscado con arqueológica pasión cuanto testimonio o reflexión se ha publicado en Cuba sobre los conflictos y debates de nuestra segunda Década Crítica, que lo fue también para buena parte del mundo. Encuentro siempre inspiración en las polémicas que sustentaron las ofensivas y repliegues de esa década, cuyo límite histórico muchos fijan en 1968 y otros, desde Cuba, identificamos más con el mítico fervor de 1970 y sus imposibles diez millones. Fueron años de ascenso revolucionario, en que la acción política de los pueblos –representados en sus obreros, estudiantes, mujeres, jóvenes y grupos sociales marginados– muchas veces rebasó las posibilidades de la izquierda organizada para encabezar y radicalizar esos procesos.

Había una crisis de liderazgo y hasta cierto punto de credibilidad de los partidos de la izquierda tradicional, incluidas las formaciones comunistas de Europa del Este; crisis que “el socialismo real” evidenciaba en la creciente burocratización del trabajo político y el progresivo aburguesamiento mental de sus clases industriosas que tanto preocuparon al Che. Se pagó un alto precio por un ejercicio de convivencia política y coexistencia pacífica, que

[…] de tanto respetar las estructuras del sistema –económicas, sociales, culturales y políticas– se había convertido en un mecanismo más de éste, e incluso, en medida nada despreciable, en una de sus más importantes válvulas de seguridad.[1]

La sincronía de las transformaciones radicales desatadas por la Revolución Cubana; el proceso de descolonización de África; las primeras denuncias sobre la subversión cultural llevada a cabo por las elites de poder en EE.UU. y otras potencias neocoloniales, a través de fundaciones, publicaciones periódicas, instituciones culturales y académicas; la escalada imperialista contra el pueblo vietnamita; y la creciente visibilidad de nuevas propuestas teóricas anti capitalistas –ya fuese el marxismo europeo occidental o la trasatlántica cooperación intelectual del panafricanismo–, dotó de inéditas dimensiones y texturas al debate que tenía lugar en el seno de las fuerzas revolucionarias.

Como ha significado Graziella Pogolotti, “Cuba se convirtió en espacio propicio para todas las controversias que movilizaban a los partidos comunistas y los dirigentes de los movimientos de liberación nacional”.[2] Porque en ella la realidad social continuaba forzando los diques de las ciencias parceladas y las lecturas encartonadas del marxismo. La Filosofía, la Historia, la Economía, la Sociología y la Ciencia Política tuvieron que ampliar sus cauces y desembocar en una amplia gama de saberes, que eran patrimonio cultural del campesino, ahora dueño de la tierra; de las mujeres, amnistiadas tras una milenaria condena patriarcal; de los estudiantes insurrectos contra el autoritarismo y de los obreros que se comportaban como dueños. Coincido con Fernando Martínez Heredia en que la marcha unida del espíritu libertario y el poder revolucionario durante poco más de una década, produjo efectos muy significativos en la cultura política de dos generaciones de cubanos.[3]

Decenas de miles de brigadistas Conrado Benítez desfilaron por la antigua Plaza Cívica, en representación de 300 mil alfabetizadores y activistas, para informar a Fidel el cumplimiento de la tarea asignada. La derrota de los mercenarios en Girón amplió la grieta de la hegemonía imperial en América Latina. Las tres maratónicas sesiones de la Biblioteca Nacional construyeron, sobre los sueños y las angustias de una época, el consenso necesario para que la Revolución lo trascendiera todo. El Che alentaba las búsquedas de un modelo de gestión empresarial libre de trampas capitalistas. Y el otro Guevara, desde el ICAIC, develaba las múltiples capas que puede tener la ideología. El ejercicio de la política se expandió en cuanto espacio social podía albergar una asamblea; la gente se reunía sin otro propósito que leer, comentar o discutir; fundaba revistas y suplementos culturales; demandaba libros; sintonizaba la radio y, los que podían, la televisión para recibir las orientaciones de Fidel en vivo y en directo.

La revolución es una práctica política trascendente de la teoría que la precede y está obligada –para ejercer la hegemonía en el campo de las ideas y no solo de la acción política– a construir su propia teoría. El nacimiento de Pensamiento Crítico debía contribuir a la satisfacción de esa necesidad. Una exigencia cuyas insólitas dimensiones fueron esbozadas, en lenguaje poético, por un combatiente revolucionario que ejercía con singular modestia la presidencia de la República. Según Osvaldo Dorticós, aquellos jóvenes debían “incendiar el océano”,[4] aunque no supieran todavía cómo ni con qué.

En febrero de 1967, cuando sale a la calle el primer número, el promedio de edad del equipo fundador de Pensamiento Crítico era de 26 años y medio. La joven Thalía, con 32 años, era la más veterana y los 19 de Rostgaard* le convertían en el más bisoño del grupo. Pero no podía decirse que fueran “primerizos” pues los currículos de la mayoría exhibían ya honrosos galardones: alfabetizadores, milicianos, macheteros, y graduados del curso emergente de profesores de Filosofía. Pero pertenecían, en primer lugar y sobre todas las cosas, a esa casta de trabajadores políticos que denominamos ideólogos.

Ninguno de ellos tenía algo que perder ni lamentaba demasiado haber carecido de edad u oportunidad para escalar la Sierra. Estaban persuadidos –Fidel los convenció– de que aquella era su trinchera desde que junto a él fundaran Ediciones Revolucionarias, la noche del 7 de diciembre de 1965. No habían olvidado que “[…] la revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella […]”, [5] por lo que estaban dispuestos, como propuso el Che, a construir una teoría revolucionaria “sobre la base de algunos conocimientos teóricos y el conocimiento de la realidad”.[6]

Siendo tan jóvenes, ya habían tenido algunos “problemas ideológicos”, según el inflexible parecer de compañeros responsables pero poco dialécticos. En enero de 1964 renunciaron a enseñar con HISMAT y DIAMAT, los manuales cuya codificación hoy nos recuerda ciertos jarabes difíciles de tragar. En el periodo lectivo 1964–1965 ensayaron un curso experimental con textos de Marx, Engels, Fidel, el Che, Ho Chi Min, Gramsci y José Carlos Mariátegui, el mismo a quien la Internacional Comunista había tildado de revisionista en 1934. Entre marzo y abril de 1965, reprodujeron con un mimeógrafo el discurso del Che en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, celebrado en Argel y lo distribuyeron en la universidad, acción que les hizo merecer el calificativo de “revisionistas de izquierda”. [7] Para colmo, en 1966 uno de ellos participó en la fundación de El Caimán Barbudo y otro se enzarzó en una polémica con Lionel Soto, Félix de la Uz y Humberto Pérez sobre la utilidad de emplear o no manuales en la enseñanza del marxismo. Con tales antecedentes, resulta lógico que el artículo “El ejercicio de pensar”, escrito por Fernando Martínez Heredia en diciembre de 1966 y publicado en febrero del año siguiente, en el número 11 de El Caimán Barbudo, fuera traducido por los soviéticos para uso de sus altos funcionarios.[8]

Desde la trinchera de la revista, se acrecentaron las posibilidades de cumplir el encargo de Fidel, quien los alienta con su presencia, su juicio crítico e implicación personal en los proyectos más importantes. Genera mucho compromiso el empleo que Fidel hace del Departamento de Filosofía, Ediciones Revolucionarias y Pensamiento Crítico como engranajes de una misma maquinaria que ha de aportar lo suyo a la construcción y difusión de la Ideología de la Revolución Cubana que el Che reclamara en 1960.

La sustitución del curso de Filosofía Marxista por el de Historia del Pensamiento Marxista, no fue un pedante ajuste semántico, sino muestra de la voluntad de los miembros del Departamento de repensar y difundir una ciencia social que, partiendo de la Historia, empleara como brújula la práctica revolucionaria. La decisión estaba en sintonía con la revista, en la cual Fidel y el Che fueron los autores más publicados, mientras Carlos Fonseca Amador y Roque Dalton eran, además de asiduos lectores, entusiastas colaboradores.

Estudios específicos merecen las sinergias e interinfluencias que establecieron la labor profesoral en el Departamento de Filosofía, la gestión editorial emprendida desde Ediciones R y el trabajo ideológico a gran escala, empleando como instrumento una publicación mensual que tuvo como promedio 218 páginas y, tras comenzar con una tirada de 4000 ejemplares, alcanzó en pocos meses la cifra de 15 000. Hoy, en que los hábitos lectores de la población cubana aconsejan tiradas mucho más modestas, es más fácil aquilatar el potencial subversivo de 15 000 ejemplares de radicales y heterodoxas ideas circulando entre la gente durante casi cinco años.

Conviene no olvidar que el marxismo de manual se planteaba la lucha ideológica solo como enfrentamiento inevitable y decisivo al sistema capitalista y sus formas materiales e ideales de reproducción, tanto en la esfera internacional como al interior de cada sociedad. Las proyecciones heterodoxas sobre los derroteros del socialismo y las discrepancias con las estrategias sacralizadas en la plataforma programática del PCUS, eran percibidas como “revisionismo” y no como estación, también inevitable y necesaria, en el proceso de construcción de ideologías revolucionarias y estrategias de toma o preservación del poder ajustadas a las acumulaciones, densidades y realidades de cada país.

Uno de los capítulos más aleccionadores de la historia del socialismo es, precisamente, el de los últimos años de Lenin como conductor del naciente y acosado Estado soviético y las formas en que evaluó, negoció y dio respuesta a la apremiante disyuntiva de ahondar la democracia en el partido bolchevique permitiendo las facciones y las tendencias de opinión, o fortalecer la unidad a costa de un desbalance favorecedor del centralismo. La prohibición de las facciones que a propuesta de Lenin se estableció como política partidaria en 1921 tuvo, como sabemos, una interpretación represiva que legitimó el aplastamiento de las opiniones discordantes y liquidó la democracia al interior del partido tras el ascenso de Stalin.

El periodo de mayor radicalización de la Revolución cubana coincide con el ocaso y posterior deposición de Nikita Jrushchov. La inconsecuente liberalidad de Jrushchov, su sesgado balance de la obra de Stalin y su tendencia a actuar precipitadamente tras una apreciación superficial de los procesos y fenómenos, justificó la puesta en orden del ala más conservadora del partido que representaba Leonid Brezhnev; recortó los límites de los cuestionamientos teóricos que podían hacerse en nombre del marxismo; y legitimó la mirada suspicaz hacia las relecturas –históricas, filosóficas e ideológicas– que proponían intelectuales como los de Pensamiento Crítico.

A diferencia de los soviéticos, que se extraviaron en los vericuetos de la coexistencia pacífica, los editores de la revista fustigaban duramente la inacción que hacía concesiones al imperialismo:

“Individuos que piensen la revolución que hacen y hagan la revolución que piensen son el germen, ya desde el combate, del hombre nuevo. En esa actitud está implícita la ambición de· totalidad científica del verdadero marxismo. A partir de ella no tenía sentido la “mala conciencia” que en Europa había generado la guerra de Vietnam, la Revolución cubana, o el movimiento revolucionario latinoamericano, realizaciones de la práctica revolucionaria y, hoy lo sabemos, precisamente por ello notables realizaciones teóricas”.[9]

El Consejo de Redacción también critica el dogmatismo de la izquierda latinoamericana, a la que califica como “integrada” por su connivencia con el poder burgués, empleando en ocasiones el humor sarcástico de la juventud:

“[…] si las izquierdas tradicionales se han convertido en estatuas de sal mirando alucinadas a un pasado que no son capaces de entender en la medida en que no entienden el presente; las fuerzas nuevas de la Revolución bien pueden morir amarradas al castaño bíblico de Macondo mientras pretenden, otra vez, descubrir el hielo”.[10]

He escuchado opiniones que simplifican, quizás con propósitos didácticos, las circunstancias en que Pensamiento Crítico se desenvolvió, identificando como causa del cierre “su línea editorial antisoviética”, una afirmación que considero necesario contextualizar porque en esa época tal calificativo podía generar interpretaciones polares. Cierto es que la revista estableció premeditada lejanía de la plataforma ideológica del PCUS; no publicó a ningún filósofo ni dirigente soviético posterior a Lenin y, en ocasiones, ejerció una crítica radical, casi ríspida, si estaban en juego cuestiones de principios.

Por ejemplo, pocos días después de que medio millón de personas marcharan en Nueva York y San Francisco para denunciar la agresión imperialista a Vietnam y que activistas estadounidenses irrumpieran en la bolsa arrojando puñados de dólares –verdaderos y falsos– para protestar contra la guerra y la opresión capitalista, un editorial de la revista denunciaba:

“Allí, la aviación de EE. UU. bombardea salvajemente a un país socialista sin que se produzca una crisis mundial entre imperialistas y socialistas. Síntesis del heroísmo, la barbarie y las miserias de nuestro tiempo, en Vietnam se libra un encuentro trascendental entre la reacción y la Revolución”. [11]

El distanciamiento de las posturas soviéticas es muy evidente en los textos que critican insolidaridades amparadas en intereses de política exterior; valoran las consecuencias de la falta de realismo y audacia en la labor ideológica; enjuician los estilos paternalistas y autoritarios en el trabajo con las masas; o argumentan la contribución que a las batallas anticapitalistas realizan movimientos ajenos al marxismo catequizante, como las guerrillas latinoamericanas, los Panteras Negras y las insurrecciones estudiantiles. Pero los editores de Pensamiento Crítico secundaban la herejía de un país, la absoluta independencia de un pueblo cuyo partido comunista, en un editorial dedicado al cincuenta aniversario de la Revolución de Octubre, afirmó en su órgano oficial: “[…] hoy los bolcheviques de Lenin son los guerrilleros de América Latina que están peleando en Venezuela”.[12]

En un libro aún inédito de Rebeca Chávez, que combina con efectividad el discurso historiográfico y la prosa testimonial, Aurelio Alonso rememora con dolor: “[…] los dirigentes aceptaron el marxismo que defendía el PSP y no el que defendíamos (nosotros) los jóvenes, a pesar de que nos habían impulsado a pensar con cabeza propia […]”. [13]

Lo cierto es que el repliegue, quizás pensado como táctica, en 1971 se había convertido en retroceso que comenzaba a afectar la ideología y la práctica política. Para esa fecha, la estrategia para fundar la autonomía económica ha fracasado; no se logra el acompañamiento político de proyectos revolucionarios nacidos de la insurrección armada, el Che ya no está y América Latina, asolada por dictaduras que se prolongarían por más de dos décadas, se resiente su ausencia. La soledad de Cuba la obliga a repensar el ejercicio del poder revolucionario, valorizar alianzas, definir los cauces por los que ha de transitar la ideología y proveer nuevas texturas al discurso político. Una poderosa señal del cambio es el Congreso Nacional de Educación y Cultura, ejemplarmente democrático en su gestación desde las bases y notoriamente verticalista en su resolución final.

Revisitar Pensamiento Crítico, cincuenta años después, permite justipreciar la capacidad emancipadora de la historia cuando es bien aprendida, bien enseñada y bien difundida; y ayuda a combatir lo que parece ser una malformación congénita de los socialismos del siglo XX: la tendencia a represar los conocimientos sobre un pasado tormentoso o trágico, en la creencia de que puede resultar desalentador para la construcción del futuro; a manejar la historia como un secreto de Estado, al decir del historiador polaco Moshé Lewin.[14]

La memoria histórica está en la base del patriotismo pues nadie puede amar o sentirse orgulloso de lo que no conoce. Conocer las pequeñeces, cobardías y miserias que hubo que vencer; las traiciones que hubo que enfrentar; los enormes obstáculos que hubo que salvar, confiere a la unidad su valor máximo. Y enseña, sobre todo, que la unidad es una construcción en la que fraguan amores, compromisos y renuncias.

Repensar las circunstancias que hicieron nacer y desaparecer esta revista, releer sus textos, que no han perdido la densidad ni la pasión de esos días –a su manera, también luminosos y tristes–, ayuda a sopesar nuestras opciones ante una tarea que aún no hemos cumplido cabalmente, y que me permito sintetizar acudiendo a otro editorial de Pensamiento Crítico: “En un país verdaderamente liberado se exige, entre muchas cosas, liberar también la historia”.[15]

21 de febrero de 2017.
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Notas
[1] Editorial de Pensamiento Crítico, núm. 25–26, febrero-marzo de 1969.
[2] Graziella Pogolotti: “Otra década crítica”. La gaceta de Cuba núm. 1, 2013, p. 4.
[3] Testimonio recogido en el libro “Habitaciones oscuras”, de Rebeca Chávez (Inédito).
[4] Rebeca Chávez: Ob. Cit.
[5] Ernesto Che Guevara: “Notas para el estudio de la Ideología de la Revolución cubana”. Obras escogidas 1957–1967. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p.83.
[6] Ibídem.
[7] Es esta la alocución en la que el Che afirma: “[…] el desarrollo de los países que empiezan ahora el camino de la liberación debe costar a los países socialistas […] No puede existir socialismo si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una actitud fraternal frente a la humanidad tanto de índole mundial en relación a todos los pueblos a que sufren opresión imperialista […] Si establecemos este tipo de relación [comercial, de beneficio mutuo] entre los dos grupos de naciones, debemos convenir en que los países socialistas son, en cierta medida, cómplices de la explotación imperial […] Los países socialistas tienen el deber moral de liquidar su complicidad táctica con los países explotadores de occidente”. Ver: Ernesto Che Guevara: Ob. Cit., pp. 544–545.
[8] Rebeca Chávez: Ob. Cit.
[9] Editorial de Pensamiento Crítico núm. 25–26, febrero-marzo de 1969, p. 5.
[10] Ibídem.
[11] Editorial de Pensamiento Crítico, núm.4, mayo de 1967, p. 3.
[12] Granma, 7 de noviembre de 1967, p.1.
[13] Ibídem.
[14] Ver Moshé Lewin: La última lucha de Lenin. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2013.
[15] Editorial de Pensamiento Crítico núm. 39, abril de 1970, p. 8.

Fuente: https://medium.com/la-tiza/la-marcha-a-contracorriente-del-pensamiento-cr%C3%ADtico-comentarios-desde-cuba-d3f35cd0818c
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* En 1967 Alfredo Rostgaard tenía 24 años, ya que nació en 1943 [nota de: srd]

domingo, 14 de junio de 2020

Segundaciter@s del mundo...

Por Víctor Casaus

En los soleados veranos londinenses, la familia Marx hacía las tardes más entretenidas contando cuentos, realizando juegos y recitando poemas románticos alemanes y sonetos shakespearianos, todo esto intercalado con alguna broma de Carlos Marx.

Dentro de estos entretenimientos, se encontraba un juego cultural de la época que consistía en un cuestionario que las niñas realizaban a los mayores de casa. Laura y Jenny, las hijas del Moro, fueron apasionadas de las Confesiones, el pasatiempo de salón muy popular en la Inglaterra victoriana.

En 1865, las jóvenes estimularon a su padre a responder las interrogantes del juego, conocido después con el nombre de Cuestionario de Proust. De estos sólo se conservan dos; los que Jenny le hiciera a su padre, y a su tío postizo “el General”, sobrenombre de Federico Engels, llamado cariñosamente de esta forma por las niñas.

Ambos cuestionarios fueron realizados por Jenny en 1865, y anotados por Laura Marx en inglés; y traducidos posteriormente al francés por su marido el mulato cubano Pablo Lafargue.

En ambos se encuentra la humanidad de los dos amigos y sobre todo hay una exposición sintética y sincera de los valores de los fundadores del marxismo.

Parece un pasatiempo de estos días actuales de aislamiento voluntario para combatir la pandemia. Y puede tomarse, si ustedes quieren, como tal. Pero hay mucho más. Recuerdo la influencia inquietante de estas confesiones en la formación humana, intelectual, ideológica de mi generación cuando aparecieron en una antología publicada en Cuba en la década del 60 –de la cual no conservo, lamentablemente, ningún ejemplar: los avatares de las mudadas y las penetraciones habaneras del mar.

Aquí les dejamos, entonces, las respuestas sugerentes –muchas de ellas todavía vivas y actuales– de aquellos dos camaradas eternos.

Y, recordando ahora también aquella convocatoria histórica ejemplar, les decimos a ustedes: “Segundaciter@s del mundo, uníos!”  Y, también, si lo desean: “Confesad!”


Cuestionario realizado a Carlos Marx

Virtud favorita: La sencillez.
Virtud favorita en el hombre: La fortaleza.
Virtud favorita en la mujer: La debilidad.
Su principal característica: La unidad de propósito
Idea de la felicidad: La lucha.
Idea de la desgracia: La sumisión.
El defecto que más disculpas: La credulidad.
El defecto que más detestas: El servilismo.
Tu principal antipatía: Martin Tupper (escritor de la Inglaterra victoriana, autor de
Filosofía Proverbial, obra muy popular sobre enseñanzas morales).
Ocupación favorita: Ratón de biblioteca.
Poeta favorito: Shakespeare, Esquilo, Goethe.
Escritor favorito: Diderot.
Héroe favorito: Espartaco, Kepler.
Heroína favorita: Gretchen (personaje del Fausto de Goethe, es el amor de Fausto).
Flor favorita: Dafne (laurel).
Color favorito: Rojo.
Nombre favorito: Laura, Jenny (los nombres de sus hijas, y también de su esposa).
Plato favorito: Pescado.
Máxima favorita: Nihil humani a me alienum puto (Nada humano me es ajeno).
Lema favorito: De omnibus dubitandum (Hay que dudarlo todo).


Cuestionario realizado a Federico Engels

Virtud favorita: Alegría.
Virtud favorita en el hombre: Que se ocupe de sus propios asuntos.
Virtud favorita en la mujer: Que no extravíe nada.
Atributo personal más destacado: Saber de todo a medias.
Idea de felicidad: Château Margaux (vino) cosecha 1848.
Idea de la desgracia: Ir al dentista.
El defecto que más disculpas: Inmoderación.
El defecto que más detestas: Hipocresía.
Manía: Tomarle el pelo a los demás y que me lo tomen.
Persona que le resulta más antipática: Ch. Spurgeon.
Poeta preferido: Reineke de Vos, Shakespeare, Ariosto.
Escritor preferido: Goethe, Lessing, dr. Samelson.
Héroe preferido: Ninguno.
Heroína preferida: Demasiadas para nombrar sólo una.
Flor favorita: Campánula azul.
Color favorito: Rojo.
Plato preferido: Ensalada y estofado irlandés.
Máxima favorita: No tener ninguna.
Lema favorito: Immer ruhig (Siempre con calma).

sábado, 13 de junio de 2020

Armando

Hoy, 13 de junio de 2020, Armando Hart Dávalos hubiera cumplido 90 años. 

Oí hablar de él por primera vez cuando fue ministro de Educación y le tocó impulsar la Campaña de Alfabetización de 1961, una proeza que pocos países han emprendido con la profundidad y la eficacia que consiguió la Revolución victoriosa de Cuba. Aquella primera vez que vi a Fidel en vivo, desde debajo de la tribuna, cuando fue a despedir al enjambre de alfabetizadores a Varadero, también estaba Armando con su cara lampiña, tan joven que parecía uno de nosotros. Ni en lo más remoto de mis fantasías de mis 14 años cabía la posibilidad de que le iba a conocer, mucho menos que hasta compartiríamos vivencias.

La primera vez que intercambiamos unas palabras fue una tarde de 1968 en que llegó a su casa y encontró a su primera esposa, Haydee Santamaría, conversando con dos o tres jóvenes trovadores. Armando, ya canoso, dio las buenas tardes y siguió escaleras arriba, pero después de doblar el primer tramo se asomó un instante y dijo: “Yo me dedico al arte más difícil que hay, que es la política”. Además de para terminar de presentarse y expresar lo bien que se sentía con su profesión, tras aquel gesto también había un: “Yo sé quienes son ustedes”.

Después nos vimos y conversamos muchas veces, en muy diversas circunstancias. Recuerdo especialmente un 31 de diciembre, en casa de Adita, la más joven de los Santamaría, en que un compañero se quedó dormido en un sofá, y que a las 12 de la noche Yeyé se le apareció envuelta en una sábana, con la cara entalcada y con la luz de una linterna en la barbilla. El exabrupto del compañero, que abrió los ojos en una casa a oscuras y con aquel fantasma delante, le arrancó a Hart carcajadas y hasta lágrimas que yo no sospechaba. Y es que Armando tenía una parte infantil completamente intacta; una especie de inocencia o despiste que le daban un toque de pureza. Sin embargo, no era nada ingenuo. Una vez que me encontró abatido, me dijo: “Silvio, en los grandes movimientos de masas, cuando alguien recibe un golpe y cae, lo aconsejable es ponerse de pie enseguida, porque la próxima patada te la dan donde tú sabes.”

Su célebre fuga de la Audiencia de La Habana fue más casual que otra cosa, y ocurrió porque la vigilancia era tan arbitraria que cuando lo iban a trasladar de una sala a otra siguió a la persona incorrecta y sin darse cuenta llegó afuera. Así, desorientado, deambuló varias calles, hasta que alguien del 26 lo metió en un carro y se lo llevó.

Cuando se fundó el Ministerio de Cultura, con Hart como ministro, empezó una era de comprensión y flexibilidad que contrastó con las prácticas extremistas del tristemente célebre Quinquenio Gris. También hubo una mejora notable en el ambiente subjetivo del mundo artístico porque Armando era una figura respetada, un intelectual con vocación de resolver problemas, no de crearlos. Frente a posiciones estatalistas en su propio ministerio, defendió la iniciativa e independencia de diversos proyectos, entre ellos la creación de estudios de grabación con tecnologías de punta. Gracias a eso me embullé a seguir haciendo conciertos en el exterior, para crear un fondo inicial. Músicos como Frank Fernández tuvieron iniciativas y llegaron a Cuba instrumentos de mucha calidad.

Armando era tan ensimismado que una vez me pidió que le cantara una canción unas 10 veces, hasta aprendérsela. Nunca podré olvidar cuando en 1973, días después del acto por el centenario de la caída de Agramonte, me lo encontré y me preguntó si me había puesto de acuerdo con Fidel para que mi canción El Mayor fuera acorde con el discurso. Cuando le dije que yo no conocía personalmente a Fidel, me soltó: “Pues él se la sabe. Y yo también”.

Años después coincidimos en algunos viajes; uno de ellos fue la toma de posesión del primer gobierno democrático, tras la dictadura en Uruguay. En la FIL de Guadalajara lo recuerdo en primera fila, aplaudiendo y riendo entusiasmado, cuando Retamar, Eusebio y yo tuvimos la suerte de participar en un memorable encuentro con jóvenes, en una sala abarrotada. 

Hoy cumple 90 años un gran hijo de Cuba, padre de la tremenda Celia Hart; alguien capaz de despertar lealtades como la de Chela, su eterna jefa de despacho; un intelectual revolucionario, un martiano, un marxista, un compañero de Fidel, pero sobre todo un hombre bueno del que fui amigo.

jueves, 11 de junio de 2020

Título: Silvio Rodríguez sin zapatos

Bajante: Una charla-making of de los trece temas que conforman Para la espera, el nuevo disco del trovador; donde retorna al ícono de sí mismo volviendo a ser hombre solo con guitarra.

Crédito: Mónica Rivero

También Silvio Rodríguez va enmascarado estos días. Es lo único distinto que resalta en él cuando llega a la puerta de los estudios Ojalá, en La Habana. Por lo demás, podría tratarse de un momento cualquiera. Tiene el pelo tan corto como suele llevarlo. Ahora que la pandemia mantiene a tantos alejados de las tijeras de barbero, su costumbre de pelarse él mismo con máquina lo ha librado de una posible melena involuntaria mientras dura el aislamiento por la Covid-19. 
Tomada de Granma (tomada del clip "Danzón para la espera")

Entra al estudio y saluda chocando nudillos. Veo de cerca la calavera y la flor tatuadas en su mano derecha, su marca. Como dicen, "con el puño cerrado no se puede dar la mano", pero el saludo tiene algo fraternal, algo de rapero. Detrás del cristal de sus espejuelos creo ver que lo divierte.  

Con los puños cerrados también se puede jugar. Esconder algo pequeño en una mano, cerrar las dos y entrecruzarlas para que alguien pruebe suerte y escoja, tratando de adivinar cuál guarda la prenda, a veces aun sin saber qué es. La expectativa, la promesa de una sorpresa posible, crean fascinación. A eso le canta Silvio en "La adivinanza", el primer sencillo en ver la luz de cuatro que se presentarán como adelanto de su nuevo disco, Para la espera

Como manda el protocolo vigente, nos separan casi dos metros durante esta entrevista, que se propone ser algo parecido al making of de las doce canciones y una pieza instrumental que conforman el disco. Su único autor e intérprete conversa cómodamente y se saca los zapatos, dejando ver unas medias rojas a rayas. 

Después de Amoríos (2015) donde lo acompañó un formato al estilo jazz band, Silvio ha vuelto a ser trovador con guitarra. Regresa al ícono de sí mismo. Escribió y compuso los temas, primeras versiones todos; los toca y canta solo él. 

"A veces uno no sabe bien de dónde salen las canciones. Creo que esta es de una foto. Siempre que la canto, esa foto es lo que veo", cuenta sobre la canción "La adivinanza". 

Con dirección de Eduardo Tito Delgado, Silvio fue con Diákara a un monte a filmar un video clip para "El Güije". Allí los rodeó un grupo de niños. "Y quedó esa imagen donde Tito, una persona maravillosa, les tiene las manos puestas así –dice Silvio cruzando las suyas. Quedó esa cara de los niños...".

En el disco Silvio también interpreta el bajo, la percusión y hace las segundas voces. Es suyo el silbido mitad alegre mitad melancólico que suena en "Aunque no quiero, veo que me alejo", "una canción medio esotérica: es un tipo que se muere y le deja un mensaje a la amada en el espejo", dice. 

"Conteo atrás" es la historia sobre alguien que debía coger un tren y se le fue, "lleno de gente más puntual". 

"Llegó tarde, pero no se quiere excusar", explica Silvio. "Él dice 'ya aprendí, no me pasa más'. Pretende ser una especie de 'No me justifico'. 'No quiero exceso de bondad'... No quiero que sean blandos conmigo cuando me juzguen". 

Veintiocho años después de "yo me muero como viví", el necio parece insistir, como recordando que se asume a sí mismo, no pide que le cedan un lugar ni le perdonen nada. Especialmente ahora que "nos rodea ‘la cosa’", tema de otra canción.

- ¿Es una declaración?

- Es una metáfora de muchas cosas, tanto personales como colectivas. Pero lo que repito en esta canción es la necesidad, la voluntad de aprender y de ser autocrítico en cualquier circunstancia adversa, sea momentánea o trascendente; por eso dice y repite el compromiso de no equivocarse al día siguiente, aunque con esto no pretende justificarse ni un “exceso de bondad al hacer (el) conteo atrás”. Es algo que le puede haber pasado a cualquiera.
- ¿Qué es “la cosa”?

- Es algo que está ahí, pendiendo. Yo no quisiera que llegara. Ojalá nunca llegue; pero por momentos parece que viniera. “La cosa” que reescribe el pasado. 

- ¿No es necesario reescribir el pasado?

- De cierta manera el pasado constantemente lo escriben y lo reescriben, pero siempre hay una versión que se impone, la noción de lo que se acepta y se divulga del pasado. "La cosa" te va a querer convencer acerca de dónde viniste, y a lo mejor no fue de ahí sino de otro lado. El problema es ese: que te pongan un pasado que no era el tuyo, que no es el que te tocaba sino el que te va a querer poner "la cosa". 

***

Solo tres canciones del disco no son inéditas. "Viene la cosa" es una de ellas, cantada varias veces  en los conciertos en los barrios, que ya suman 109 a lo largo de más de diez años. "Jugábamos a Dios" es otra.

"La hice para Afinidades –cuenta–, una película de Pichy [Jorge Perugorría] y Vladimir Cruz sobre la corrupción. Entonces yo quise compensar ese tema con algo de la inocencia original, de que llegamos a esto pero antes fuimos de otra manera, tuvimos otro pasado". 

"Si Lucifer volviera al paraíso" también trata sobre el desvío, el destino que no fue, lo que pudo ser otra cosa o tomar un camino diferente.

"A mí siempre me fascinó esa historia de que Lucifer había sido un ángel. Tú me dices que lo más malo que hay... había sido un ángel, ¡¿fue ángel?!”, dice Silvio con la intensidad de quien pronuncia una mala palabra. 

-¿Por qué te fascinó? 

-Descubrir que el símbolo del mal, Lucifer (portador de la luz), fue primero uno de los arcángeles de Dios; esto, y el hecho de que después adoptara el nombre de Satán (oponente o adversario), me hizo pensar que este tema crucial de la cultura cristiana –que en diversos sentidos heredamos– viene de una diferencia de opiniones, de un hijo que se rebela a los preceptos paternos, de un hecho generacional. Ese es un tema. Que no se detiene ahí, porque continúa con la posibilidad de que el supuesto diablo de tiempos gloriosos ya no sea tal sino más bien “un pobre diablo” del que algunos hacen mofa. Pasa en la vida en muy diferentes direcciones, sobre todo a quienes tienen la costumbre de alardear (de lo que sea).

"Noche sin fin y mar", escrita en 2017, está dedicada a Luis Eduardo Aute porque su amigo, cantautor español fallecido en abril, tiene una historia propia con la canción. “Yo estaba tocando su guitarra cuenta Silvio porque Miguel, su hijo, la llevaba al hospital para tocarle mientras estuvo en coma. Cuando llegué con el Dr. Calixto Machado, neurólogo cubano que fue decisivo en su recuperación, me puse a cantarle ‘Noche sin fin y mar’, y en ese momento despertó”. 

“Modo frigio” la soñó. “Hay canciones que sueño. Y cuando la estaba escribiendo me pareció que podía haber sido una canción de Alberto Cortez. Estuve esperando a verlo para mostrársela pero no me dio tiempo, de pronto se había ido”. 

"Pues a veces –retoma– me pasa eso: pensar 'Esta pudo ser una idea de Fulano, o de Mengano' y lo siento como una presencia en ese momento. Esta me lo recordó porque es dramática. ¿Nunca viste a Alberto Cortez en escena? Fascinaba, se convertía en otra cosa, era un perfecto animal de escena. Yo quería verlo para decirle: 'Coño, hice una canción como las tuyas', pero murió y no pude decírselo, no la pudo conocer. A lo mejor tampoco le gustaba. Eso también puede pasar". 

- ¿Con quién más te ha ocurrido?

- Con Augusto Blanca me ha pasado, porque Augusto es guajiro y yo también. Esa referencia cultural del campo es muy fuerte. Con Chico [Buarque] me ha pasado. Son dos que recuerdo ahora mismo...

- ¿Extrañas mucho el campo?

- Sí, por suerte vivo rodeado de verde; pero yo soy de ahí, "de donde hay un río".

Es la primera vez que Silvio Rodríguez lanzará un disco solamente en plataformas digitales; pero quiere "que la gente aquí en Cuba lo tenga, que lo copien, que lo graben. Quiero regalarles este disco a los cubanos".

“En general –resume– el disco está hecho de canciones que, aunque haya sentimientos afines, son muy distintas entre sí, y eso es algo que me complace. Eso y que no hay violencia. Son canciones introspectivas, suavecitas; aunque nunca me gustaron las canciones bonitas”.

- ¿Cuáles son las canciones bonitas?

- Esas que son así, melódicas... No las persigo, ni las odio tampoco, pero desconfío un poco de lo bonito, por principio.

- ¿En qué confías?

- En lo que no desconfío. Desconfío de los periodistas, por ejemplo. Vienen, anotan y anotan todo --ríe. Pero siempre los defiendo.

“En el disco también hay canciones un poco raras, y hay hasta algo lúdico como 'Los aliviadores', que es una canción familiar para mi hija Malva y mi nieto Diego. Ellos nacieron al mismo tiempo y se criaron con una relación más de hermanos que de tía y sobrino. Siempre pensé que el doctor Schweitzer, de quien se decía que caminaba mucho como médico misionero en África, debió tener unos dolores de pies y de espalda terribles, y juego con eso en la canción”. 

"Danzón para la espera", de donde viene el título del disco, "es una de esas canciones –cuenta– que uno empieza a hacer, pero se demora en ella, y luego por lo que la empezó ya pierde sentido". 

- ¿Por qué la empezaste?

- Empecé a hacerla cuando los Cinco todavía estaban presos. Yo quería hacer una canción sobre eso; pero a veces a esos temas tan obviamente políticos es difícil acercarse de una manera que no sea... vulgar. Pero siempre le quedó esa aureola de esperanza; así que la retomé ahora con lo que estamos viviendo y el hecho de que todo el mundo esté esperando y esperando.

- ¿Estás componiendo algo en estos días de cuarentena?

- No he tocado la guitarra –lo confirman unas uñas muy cortas. La paso escribiendo, pintando, atendiendo el blog y disfrutando de mi familia. 

- ¿Qué estás escribiendo?

- Boberías.

- ¿Publicables?

- No, para mí.

- ¿Y pintando?

- Ja, ya esto me recuerda a Facebook con su "Silvio, ¿qué estás pensando?", y lo veo y digo “¡coño!”.

***

"'Después de vivir' es de esas canciones misteriosas... misteriosa hasta para mí, porque habla de después de vivir. Se me ocurrió un día y lo grabé: eso de que hubiera un tiempo entre salir de la vida y entrar en la muerte". 

El ambiente solitario de ese umbral lo tiene el disco. Se puede “escuchar la escena” de Silvio grabando solo en el estudio. O tener la visión de la portada de Rodríguez, donde aparece su sombra proyectada sobre el fondo del escenario. Trovador en su elemento, limpio, sin filtros ni más compañía que la guitarra.  

“Hablando objetivamente explica es más cómodo tocar con músicos, porque puedes concentrarte más en la interpretación vocal. Autoacompañarse, aunque obtiene un resultado más personal, multiplica la responsabilidad, son más funciones simultáneas, es más complejo. Suelo trabajar mucho con los músicos por esa razón. Porque intento que el ensamble llegue al grado de compenetración que alcanzo con la guitarra. Si se trabaja adecuadamente puede haber muy buenos resultados. Mis compañeros músicos a menudo sufren esa obsesión que tengo, pero lo cierto es que lo entienden y trabajan conmigo en ese sentido”.

- ¿Ha cambiado en algo tu manera de componer en comparación con diez años atrás, o veinte?

- No, compongo igual que cuando cogí la guitarra la primera vez. 

- Leí una vez que decías que primero llegaba la música.

- Si no siempre, el 99.99 por ciento de las veces es así. 

- ¿Incluso cuando tienes un pie forzado para la letra?¿Buscas primero la música?

- Yo no la busco, ella aparece, la encuentro. Después le pongo letra, y la composición no sé si para otras personas es fácil pero para mí requiere de un esfuerzo tremendo, aunque también hay cosas que salen así, de una vez. 

***

Silvio ha detenido la producción de dos discos por las medidas impuestas para prevenir la propagación de la Covid-19. Espera retomar el trabajo cuando pase el aislamiento en vigor. ¿Seguirá igual la vida? ¿Cómo es el mundo que está por venir?

"Hay muchos pensadores de distinto calibre y tendencias reflexionando sobre lo que estamos viviendo. Yo personalmente no creo que el mundo vaya a cambiar mucho. Vamos a tratar de volver a ser nosotros, para bien y para mal. Ya estamos mal acostumbrados y mal hechos, y hay muchos intereses con poder. Sí creo que es posible que todo esto nos ayude a reflexionar sobre la libertad y la transparencia", dice quien tiene a su cargo hace diez años la pequeña república democrática que es un blog personal, foro de comentarios incluido.

- Hay muchos debates sobre lo central y fuerte que se ha hecho en este momento la conexión a través de la red. ¿Le tienes ahora más fe a Internet que antes?

- Internet es una herramienta que lo ha cambiado todo, y también ha surgido en un mundo con muchas frustraciones. Yo creo que en efecto estamos viviendo el inicio de otra cosa.

- ¿Sigues sintiéndote en control de tu blog?

- No, yo ahora soy un servidor público –se ríe. Empecé siendo el dueño y ahora estoy en función del colectivo. No me desagrada eso, pero me recuerda por qué nunca me atrajo la política. No tengo lo que hay que tener para estar 24 horas dedicado al público. Me necesito, necesito tener rinconcitos propios para hacer lo que tenga ganas de hacer. Con los años uno cada vez más quiere hacer solamente lo que tiene ganas de hacer. 

- ¿Cómo entra el público en eso?

- Nunca me gustó el público, los escenarios. Yo salí porque entendí que debía y porque quise hacerlo, y sí, puede que haya cogido algún vicio de eso. Uno era más joven y necesitaba probar cosas, probarse cosas, y eso está bien si uno tiene algo interesante que decir; pero tampoco es lo más grande: hay cosas mucho más grandes.

- Sin embargo, es una afirmación instalada en la cultura que el público es lo más grande que tiene un artista.

- Bueno, el público es el que hace al artista; pero a la vez también hay grandes artistas sin mucho público, y personas que no son ni artistas y sí lo tienen. La escena y la relación con el público tiene mucho extra artístico que influye. En los conciertos en los barrios por ejemplo eso es distinto, porque no es propiamente "un público" sino personas que están en sus casas, y somos nosotros los que vamos. Yo quiero ir allí a compartir, nadie pagó para vernos. En ese sentido los barrios rompen esa dinámica de espectáculo, y es lo apasionante. 

- ¿Lo extrañas, ahora que no es posible?

- Lo extraño, sí. El siguiente concierto en los barrios iba a ser cerca de Guanahacabibes; ya habíamos estado allí para coordinarlo. A mí se me había olvidado que existían las mariposas; y allí caminas y te van dando las alas en la cara. ¿Te acuerdas de Remedios la Bella que a dondequiera que iba la seguía una nube de mariposas? Bueno, en ese lugar todos somos Remedios la Bella. 

- ¿Qué música estás escuchando en estos días?

- Emerson, Lake & Palmer, un trío británico de los 70 que después se hizo cuarteto. Oigo música antigua, de cámara, sinfónica... para distintos instrumentos, canciones antiguas. Rara vez escucho trovadores. Aprovecho porque cuando estoy trabajando escucho menos música. En ese momento estoy enfocado en lo que esté grabando. Y después de tanto trabajo, cuando lo termino no lo oigo más nunca. 

- ¿Y cómo funciona ese –vamos a decir– cansancio de escuchar lo mismo tantas veces cuando se trata de tus canciones propias preferidas, o las que cantas en concierto?

- No hay canciones preferidas, yo escojo mi repertorio. Nunca canté canciones con las que no estuviera de acuerdo, ese ha sido el criterio. Siempre que me pueda conciliar con ella, la canto. Uno se puede llegar a aburrir un poco, es verdad; pero vuelve a ellas si cree en ellas. A algunas, cuando les pasan por arriba los años, empiezas a encontrarles ángulos que no veías antes. 

- ¿Con cuál, por ejemplo?

- Me pasó con una canción que hice para un documental. Yo... no es que no esté de acuerdo, pero es que hablaba de cosas que después no pasaron. Es donde canto: "Te convido a creerme cuando digo futuro".

Silvio tenía 25 o 26 años cuando la escribió, y suponía "que después de cincuenta años el futuro iba a ser otro. Lo dije muy convencido, es una canción muy sincera en ese sentido”.

- ¿El futuro de Cuba?

- No solo el futuro de los cubanos, sino el del mundo. En los 60 y los 70 parecía que lo que vendría iba a ser distinto. Había un Tercer Mundo buscando, y parecía que llegaríamos a un lugar donde habría menos prejuicios, menos guerra, que se iban a aprovechar los recursos en cosas más nobles. ¿Por cuántas guerras hemos pasado en los últimos cincuenta años? ¿Cuánto ha sido el gasto en armas y aparatos para destruir a la gente? ¡Y no hay para dónde irse! Me costaría trabajo cantarla ahora. Ahora hay que cantar otra cosa.

- ¿Y "Venga la esperanza", "el 2000 sonaba como puerta abierta"?

- Bueno, la esperanza siempre queda. Lo que pasa es que, cuando la hice, el año 2000 parecía muy lejano. Y no llegó tan lento al final, y ya han pasado 20 años desde que llegó. El tiempo pasa muy rápido, sobre todo después de los 40, en que de pronto te dices "¡¿pero ya pasó una semana?!" Cuando uno es niño el tiempo no pasa.

- ”Preguntándome aún cuál será la absoluta, profunda y rotunda verdad” se escucha en “Modo frigio”. ¿Con el paso de los años sientes que has ido acercándote a “la verdad”? 

- Estamos siempre buscando verdades. Tampoco soy un obseso de la verdad, me basta que haya algunas verdades básicas, que son útiles. La solidaridad es una verdad, ser capaz de ponerte al lado del otro. La compasión, que nos hace verdaderamente humanos. Pero la verdad se parece a lo que escribió Eduardo Galeano sobre la utopía, citando a Fernando Birri: sirve para caminar. La verdad es ir, es caminar, la intranquilidad, no conformarse. En Cuba no somos nada perfectos, y uno de nuestros grandes problemas fue la idea de "ya llegamos". Para algunos ahora lo único que hay que hacer es defender el poder. Ha sido espantoso porque nos ha enquistado. Todo lo que cristaliza es muerte.

***

"Tic y tac, tic y tac, tic y tac del reloj", dice "Modo frigio". Es recurrente el tema del tiempo en el disco: devenir, ciclos, preguntas sin contestar, lo inalcanzable –"quién estuviera", "quién pudiera"–, añoranza de la inocencia, una sombra al acecho. Y cierra con una "Página final", instrumental. Jugando a lo simbólico: ¿Para la espera... de una página final? 

- "Para la espera" es simplemente una frase que extraje de la canción "Danzón para la espera", y que tiene que ver con el presente, nada más. Esa sencillez es la explicación. La portada la diseñé yo, con una fotografía de Daniel Mordzinski y tampoco tiene ningún significado especial. Los pies están ahí porque no me cupieron abajo. Existen cosas que parecen muy bien pensadas, que en realidad son accidentales.

El disco mismo ha sido algo casual, agrega. "Yo no me propuse hacerlo, son canciones que han nacido tomando nota en el estudio, como ensayos que yo hago, y estos eran los temas que tenía grabados y más terminados como concepto”. Silvio estaba trabajando en un disco “más grande, más complejo”, pero las circunstancias obligaron a hacer una pausa.

"Y tengo otro disco por ahí que se llama Pendientes, y otro que es todo lo que grabé con Diákara hace treinta años y todavía no ha salido. De cierta forma son otros Descartes, "la diferencia con Para la espera es que los descartes van a salir primero que el disco de donde serían descartados”. 

Silvio ha dedicado Para la espera a siete amigos que murieron entre marzo y abril de 2020, a distintas edades, por distintas razones y en distintos lugares del planeta: Tupac Pinilla, Juan Padrón, el propio Luis Eduardo Aute, César López, Luis Sepúlveda, Marcos Mundstock y Óscar Chávez. “Excelentes creadores que el mundo ha perdido”, describe en la nota del disco.

“Ha sido tremendo –lamenta. Y todos así: uno detrás del otro, los dos últimos meses. Tupac y Padroncito, los primeros en partir, fueron inmensos para mí. Tupac además era mi editor, una mente brillante, y Padroncito era mi amigo desde principios de los 60, en los tiempos del semanario Mella”. César López, un referente de nuestra poesía y patriotismo; Luís Sepúlveda, un gran escritor y una persona maravillosa; Marcos Mundstock, un imprescindible de ese monumento a la inteligencia que es Les Luthiers; Óscar Chávez, un juglar mexicano, compañero de tantas buenas causas”.

- ¿Es también un disco sobre la muerte?

- El disco es anterior, pero sí tiene que ver con la muerte. No es que sea el tema central, pero por ahí pasa... de vez en cuando. Te vas a dar cuenta. Lo que sí te garantizo... es que el que hizo el disco está vivo.