Entrada divertida

Para El Duende

y para Carmina y Abdulwadud.

Hice Segunda cita por curiosidad, no por divertimento. Pero si no me divirtiera no habría rebasado la primera página.

Me instalé para siempre en la infancia el día que entendí que el juego era lo mío. Muy probable que acabara siendo músico por lo mismo. Fíjense que en inglés  hacer música, o tocarla, se dice play.

Años después supe que el hombre que jugaba, el Homo ludens, fue explicado por el holandés Johan Huizinga de esta forma: “No somos tan razonables como gustaba creer el siglo XVIII (…) Homo faber –hombre trabajador– podría aplicarse igualmente a muchos animales (…) Me parece que Homo ludens, el hombre que juega, explora una función esencial”. Y luego remató: “La poesía en su función original como factor de la cultura primitiva, nace en el juego y como juego.”

También respeto la catarsis. Según Aristóteles, era la purificación emocional, corporal, mental y espiritual en la Tragedia. Los sicoanalistas la entienden emancipadora, como instrumento de una libertad (santa palabra).

Si este sitio sirviera para tanto, quedaría desbordada la simple curiosidad que lo engendró. Si aquí se pudiera jugar y hacer catarsis, me sintiera feliz.

Así que, lejos de molestarme, me regocija que vengan aquí los desahuciados. Los que necesitan de cariño, los que tienen dificultad en conseguir amigos, los gordos, los bizcos, los que no guardan alguna proporción “ideal”, los zombis melancólicos, los días sin sol, los deudores del banco mundial, como ya dije.

Estoy seguro que divertirnos como nos divertimos aquí, que hacer catarsis como las hemos hecho, que encontrar los amigos que hemos hallado en esta casa, son formas nada desdeñables de hacernos –y de hacer– justicia.

Se trata de otro tipo de justicia. No la pomposa ni la histórica ni la ecuestre ni la hierática.  Apenas una pequeña, mínima justicia, pero también muy necesaria, por humana.