Aurelio
Alonso
Muchas gracias a ustedes por estar aquí. Muchas gracias a
la Asociación Hermanos Saíz por invitarme. Me hacen un honor. Pocas cosas
aprecio tanto como esto: la posibilidad de intercambiar con un grupo de
jóvenes, sobre todo un grupo tan importante como lo son ustedes en nuestro país
y para nuestro futuro.
Para definir desafíos
Al formularme esta invitación, los compañeros que
organizan el ciclo me pidieron que hablara de desafíos, y desde entonces me
pusieron a pensar en desafíos. Comienzo por advertir que no voy a dirigirles
una conferencia magistral, ni esperen de mí respuestas acabadas. Les pido,
además, que me escuchen con un poco de paciencia. Con permiso de ustedes, voy a
comenzar por descargar aquí una agenda de provocaciones que tiene que ver con
mi mirada al presente cubano y con mi apreciación de los desafíos. No voy a
hacer historia; quizás, o con seguridad, en algunos momentos me tenga que
remontar un poco, porque estos cincuenta años son claves, pero la perspectiva
histórica no centrará mi presentación, sino la mirada al presente.
En estos cincuenta años, en los cuales nuestros enemigos
critican siempre el inmovilismo cubano, en este país ha habido una dinámica
social, política y económica mucho más movida que en el resto del mundo que nos
rodea. Desgraciadamente, no siempre movida, o casi nunca movida a nuestro favor;
quiero decir, movida mayormente, con un acento muy fuerte, a través de
adversidades; las que nos han venido de afuera y las que nos han venido de
adentro. Pero si me detengo en el curso de esta historia no acabaríamos nunca de
llegar al tema de los desafíos de hoy. Solo subrayo que queda mucha tela por
donde cortar y mucho por decir y por escribir a pesar de lo que ya se ha venido
estudiando, discutiendo y escribiendo.
Cuando hablamos de desafíos hay que entender que no nos
referimos a resultados históricos, logros o fracasos evaluados. No estamos hablando
de una realidad consumada: estamos hablando en presente, de propuestas, que son
normalmente propuestas de cambio y, en general, de lo que tenemos por delante;
la inmovilidad no es un desafío, salvo en circunstancias excepcionales, cuando
la única alternativa sea peor. En un sentido amplio, quedarte como estás y
seguir haciendo lo que hacías no implica desafío, como no sea el de la
inmovilidad misma; un contrasentido, porque ¿cuál puede ser el desafío de algo
que no nos rete, que no nos provoque, que no constituya un factor que movilice
la imaginación humana?
De modo que al referirnos al «socialismo del siglo XXI»
aludimos a un desafío, no a una realidad histórica, pues de este siglo nos
faltan cerca de ochenta y siete años, y no podemos presumir que sean
suficientes los trece vividos para arribar a caracterizaciones precisas. Claro
que no podemos saber hoy con precisión
como será el resultado. Se hace imprescindible operar en la esfera de
las hipótesis, a diferencia de la connotación de los conceptos de «socialismo
soviético», «socialismo cubano», «socialismo real» o «socialismo del siglo XX»,
que usamos con frecuencia, cuya connotación abarca una historia transcurrida.
Desafíos en tiempo de revolución: los sesenta
Los desafíos se dan en distintos tiempos. La historia cubana
de los sesenta planteó sus desafíos, y los que afrontamos hoy no son los de entonces,
porque las opciones, como se nos presentan hoy, no repiten las de los sesenta. Cada
tiempo tiene sus condicionamientos. No obstante, hay que reconocer que, en
buena medida, hay desafíos que se retienen, o se retorna a ellos, en tanto los
resultados se hayan visto frustrados. Hay aspectos de nuestra realidad en el
momento actual en los cuales el desarme de la economía y el estancamiento nos
lleva a un punto de desafío que nos acerca a los sesenta. Aun si la Cuba de entonces
y la del año 2000 son dos momentos claramente distintos de nuestra sociedad. En
los sesenta había tres mil médicos y hoy hay más de setenta mil; el número de
universitarios –no solamente de médicos– era muy bajo. El capital profesional con que contaba el
país era mínimo. Casi nunca recordamos lo suficiente aquellas carencias al
analizar nuestras limitaciones internas y, con frecuencia, se lo cargamos todo
al bloqueo. Hay que cargarle al bloqueo el daño que el bloqueo nos ha causado,
pero tenemos que aprender a cargarnos más a nosotros mismos, la culpa de
nuestras limitaciones y de nuestros errores, que fueron y son muchos.
Los sesenta fueron años maravillosos, pero los errores
entonces también fueron significativos. En este país no había economistas de
carrera, no se formaban economistas en la universidad antes de la Revolución y
los que se hicieron economistas eran normalmente abogados, o formados en otras
carreras. Algunos muy capaces, como Carlos Rafael Rodríguez, a quien la
Revolución debe mucho, y como Jacinto Torras, Raúl Cepero Bonilla, Oscar Pino
Santos, Luis Álvarez Ron, Raúl León Torras, Regino Boti, fallecidos ya todos. Tenían
otra formación y estudiaron y entendieron la economía. Llegaron a saber mucho
de economía. El Che no era economista, era médico y no le tocó dedicarse a la
medicina. Pero se reveló como una cabeza brillante que, en el breve lapso de cuatro
o cinco años de su vida, logró desarrollar la mirada cubana más lúcida y
crítica del modelo socialista del siglo XX, que al cabo fracasó. Miren si tenía
razón en sus prevenciones.
No me atrevo a afirmar que tenía razón en sus propuestas
económicas: puede que la tuviera en unas y en otras no. Pero no se trata de
volver a mirar al Che pensando que las respuestas económicas de hoy las vamos a
hallar en lo que él proponía, ¡no! Se trata de comprender que tuvo la enorme
lucidez de darse cuenta de que aquel socialismo no funcionaba en clave
socialista, y que estaba llamado al fracaso, cuando nadie creía que estaba
llamado al fracaso; ni el resto de nuestra dirigencia. Seamos justos: no nos
consta que el resto de nuestros dirigentes estuvieran tan convencidos como él
de que aquel modelo estaba llamado al fracaso, porque nos involucramos y lo reconocimos
como el único válido, después que la zafra del setenta certificó la bancarrota
económica. En todo caso, estudiar al Che reviste, en Cuba, la mayor actualidad
porque su pensamiento es el único que, desde la Revolución Cubana, nos pudo
prevenir en cuanto a que el camino no debe ser el rescate del socialismo
delineado por el modelo soviético. Y para Cuba, hoy, el único peligro no es el
de errar el camino en la incorporación del mercado sino también en de errarlo
en la salvación del socialismo.
También es cierto que difícilmente hubiéramos contado en los sesenta con todos los elementos
de la mirada retrospectiva, la cultura política y la madurez suficiente para formular
las críticas que hacemos ahora. Una cosa es criticar con una visión histórica y
otra es hacerlo al momento de asumir el desafío. Es algo que no podemos perder
de vista: no podemos tener una visión de las opciones que tomamos hoy con la
misma riqueza de elementos que las que sometemos retrospectivamente a la
crítica. Y debe ser de la agudeza crítica sobre los fracasos y los errores
cometidos por nosotros de donde partamos. Digo nosotros, por esta, mi
generación, y por otras que les anteceden a ustedes, e incluyo especialmente a
quienes han participado, de manera directa o indirecta, en la responsabilidad
de decidir.
Pienso en ustedes, que van a tener que formar parte muy
pronto de ese aparato decisional, deben tener
en cuenta cuando tomen decisiones, con nuevas opciones ante nuevos cambios, nuevos
pasos, un desafío, que no estarán realmente haciéndolo a partir del panorama
completo –no es posible–, pues la visión completa solo se adquiere cuando las
decisiones que fueron desafío en un momento se convierten en éxito o en fracaso,
para poner los extremos. Normalmente nunca el éxito es absoluto ni el fracaso
tampoco: la realidad siempre se mueve entre el éxito y el fracaso, pero la
virtud y el aporte que el análisis del pasado nos puede hacer al presente es
ponernos en condiciones de acoplar los desafíos con la comprensión de nuestros
fracasos y la capacidad de ponderar con mesura nuestros éxitos. Con mesura y
sin triunfalismo; no pensar que esos éxitos lo son todo en nuestra historia. Nuestros
éxitos están ahí, pero no lo son todo; tenemos que aprender a evaluar también
nuestros fracasos. El llamado de Fidel Castro a «convertir el revés en
victoria» ante el fracaso de la emblemática zafra de 1970 se inspiraba
precisamente en la comprensión de que no hay fracaso absoluto y que se imponía
darle la cara sin derrotismo.
A las generaciones que vivimos los sesenta nos tocó afrontar
el enorme desafío de cambiar radicalmente, en un plazo muy corto, la sociedad capitalista
dependiente de la cual salimos, y eso no lo va a vivir a ninguna otra
generación en Cuba. Fue en esa turbulencia del cambio cuando parte de esa
generación también se opuso radicalmente al curso revolucionario, cuando cobró
forma en la contrarrevolución. Podemos afirmar que la contrarrevolución también
es un producto de la radicalidad revolucionaria, ante el cambio completo de un
sistema periférico de explotación capitalista para ordenarse como otro de propiedad
centralizada estatal (el cual identificamos como acumulación socialista, según
los cánones del siglo XX). En aquel desafío irrepetible de demoler el sistema
en que nos habíamos formado para hacer otro sistema distinto mostramos una
radicalidad extrema, que se rebelaba a unos dogmas tratando de imponer otros, a
veces de unos excesos que hoy nos alarmarían. Siempre convencidos de que
teníamos la razón. Y aun en las ocasiones en que no la tuviéramos, aquella
generación hizo cosas heroicas, que nunca podrán ser erosionadas ni por sus
errores más graves. Pero heroísmos y errores no entran en el tema de hoy, que
es el de los desafíos, y todavía no logro salir de la parte introductoria.
Para buscar los desafíos de hoy
La cuestión sería, para mí, la de plantearnos una mirada
realista de nuestros desafíos actuales,
que ya sabemos que no son los de los sesenta, independientemente de cuánto
veamos repetirse, por reiteración de opciones frustradas o por efectos de
retorno. Para aterrizar por completo en la realidad cubana de hoy quisiera
hacer tres observaciones que calificaría de metodológicas:
- La primera tiene que ver con la relación entre lo
universal y lo particular: debemos diferenciar entre los desafíos
propiamente cubanos y los que nos plantea la opción socialista en el plano
más general. No se trata de que nos hallemos ante dos inventarios
distintos, sino de la necesidad de tener en cuenta que nuestros cambios no
solo responden a fracasos domésticos, sino también a fracasos sistémicos, atribuibles
al modelo socialista, o para usar una expresión que me satisface más que
la de modelo, al experimento socialista del siglo XX.
- La segunda observación se vincula a la necesidad de
ponderar la presencia de los factores externos y los internos cuando
analizamos el socialismo como propuesta, nuestro experimento, sus
fracasos, sus logros, el laberinto presente, y cuando volvemos a repensar
proyectos y a diseñar salidas. La búsqueda de una inserción en el
sistema-mundo desde las condiciones de sitio económico-financiero que nos
imponen los Estados Unidos se han convertido, para decirlo de algún modo,
en el esqueleto sobre el cual Cuba tiene que generar el cambio interior y
la construcción de un socialismo sustentable.
- El corto y el largo plazo imponen también
distinciones metodológicas, que incluyen la diversidad, que nos obliga a
hablar del desafío en sentido integral y de los desafíos que supone, como inmediatos, el reto mayor.
Se impone pensar en la relación entre desafío y utopía, expresión extrema
del largo plazo. Este dimensionamiento temporal obliga a pensar igualmente
en rectificaciones: no todas las opciones que tomemos hoy serán las acertadas
y hay que estar preparado, previsoramente, para el revés y para la
rectificación. Crítica y rectificación son dos conceptos que merecerían
unirse como una consigna, y sobre todo como una práctica habitual.
Hechas estas observaciones preliminares, me propongo
aterrizar en lo que estimo es el interés real de ustedes: cuáles son hoy
nuestros desafíos como cubanos. Comienzo por anotar que descarto considerar
como alternativa, en términos equivalentes, un desafío en sentido contrario: el
que parte de plantearse que lo que hay que hacer en Cuba es mercantilizar por
completo la economía y poner la política en manos de un régimen pluripartidista
democrático. Dicho esto queda claro que hablo pensando de desafíos del
socialismo. Técnicamente, la claudicación al proyecto socialista representaría
la salida más fácil; ni siquiera entraña la complejidad del diseño. Basta con poner a la sociedad completa a
merced de la privatización. Todo se subasta al mejor postor. Venderíamos las plantas
de níquel a quien esté en condiciones de comprarlas, e igualmente los centrales
azucareros, y la empresa eléctrica, y el Instituto de Ingeniería Genética y Biotecnología,
e igualmente todo lo que resulte rentable o que el capital privado se sienta en
condiciones de hacer rentable. La sociedad, la de los hombres y mujeres de a
pie, que se encarame en el carro del mercado como pueda, y quede la población colocada
atendiendo a la «supervivencia del más apto». Se acude entonces al Fondo
Monetario Internacional y los demás árbitros de las finanzas mundiales y se
pasa, de un tirón o de varios, por mecanismos que funcionan solos, del dominio
de lo público en la economía, al de lo privado, y de la austeridad en
condiciones de independencia a la austeridad dependiente, de la escasez con
esperanzas a la escasez desesperada.
Como se experimentó en los sistemas de Europa del Este, y
funcionó con rapidez, y además con el beneplácito del mundo occidental. Y hasta
se modelizó por la academia norteamericana de los 90 como «transición
democrática» ejemplar. Aunque se pase por alto, claro está, que la economía
soviética declinaba del segundo lugar en la economía mundial al octavo o noveno
que ocupa hoy Rusia. Sigue siendo una economía grande, pero atravesó un lapso
de decadencia lamentable en el plano macroeconómico. Más lamentable aun, su
recuperación se produce sobre un reordenamiento distributivo interno
considerablemente desigual, con franjas de pobreza y desamparo propias de la
lógica del capital. Y con presiones tercermundizadoras desde los centros
occidentales. Todavía más lamentable, son reducidas las posibilidades de que
una vocación rectificadora, que parece renacer ahora, implique una recuperación
plausible, y mucho menos una reorientación estructural. En 1991 el sistema
nacido de la revolución bolchevique perdió para siempre la posibilidad de
liderar la alternativa al capitalismo mundial.
Este es un proceso que nos afecta, no solo por la caída
sufrida por la economía, sino también porque nuestro desafío incluye definir, o
descubrir, dónde y cómo nos insertamos en el mundo.
Desafío cubano – desafío del socialismo
Tenemos entonces que pensar en desafíos cubanos y desafíos
del socialismo, sin que se trate, como dije antes, de dos inventarios
separados. Debemos percatarnos de en qué medida encaramos problemas, carencias,
limitaciones, fracasos locales, condicionados por nuestra situación de país
periférico subdesarrollado urgido de una articulación mundial, precario en
recursos naturales, etc., y en qué medida son desafíos que tocan al sistema que
hizo crisis en el siglo XX, cuyos defectos nosotros hemos reproducido, y que
tiene que ser renovado. O sea, que afrontamos cambios que no responden
solamente a fracasos locales sino a fracasos del modelo socialista; es decir,
de la experiencia socialista del siglo XX. Experimento que se cifró en una
serie de equívocos, generados en su mayoría en el estalinismo. No solo en el
dogma estaliniano sino en el sistema político institucional que Stalin
estableció y los patrones de cultura política que generó su conducción.
Recientemente leí un largo ensayo sobre El capital que dedicaba sus doscientas
primeras páginas a la necesidad de salvar a Marx del marxismo. Pareciera a
veces que los economistas de la academia
burguesa hubieran comprendido mejor a Marx que los economistas marxistas, y que
mucho de la comprensión y de la implantación del esquema neoliberal haya tenido
que ver con lo que Marx caracterizó como «vocación universal» del capital; del
predominio, en su destino, de la ganancia a toda costa, anunciado desde el tomo
I de El capital y que reitera en un
plano demostrativo en el tercero. Lo puesto en práctica finalmente desde la década
de los ochenta como modelo neoliberal: dejar que el capital se forme, crezca,
se empodere, caiga quien caiga y empobrezca quien empobrezca. Que se derrumbe
la humanidad si tiene que derrumbarse en aras de que la lógica de la ganancia
siga su proceso de acumulación. Ellos han aplicado con éxito lo que Marx
denunció como desgracia previsible, en tanto sus seguidores no hemos sido
capaces de encauzar sus propuestas de solución.
Por nuestra parte, comencemos por no engañarnos cuando
criticamos: no se trata de que estemos frente al despropósito soviético visto desde
la virtud cubana. En primer lugar, nunca llegamos a arraigar del todo una
lectura propia, crítica, nacional, diferenciada, y orgánica del marxismo,
aunque esta necesidad haya estado tan impregnada, subyacente, en la mirada de
los líderes, como para frenar el dogma. La visión marxista dominante, la que se
mostró incapaz de sortear sus reveses, sirvió también para rechazar y castigar
la herejía en Cuba, y esa visión reaparece en cada contexto renovado. Podemos
percibir, incluso ahora, cómo nos movemos entre la reticencia con que nos
lastra esa visión restando audacia e ingenio en las medidas que se sabe que
tenemos que tomar; y al propio tiempo en el triunfalismo cuando se ha puesto de
manifiesto un avance.
Reitero que nos hallamos ante un desafío cubano y, a la
vez, un desafío del socialismo, que nos toca completo si queremos que nos
toque. Si queremos atrevernos; si queremos tener incluso la audacia de pensar
que podemos aportarle algo a la concepción de un socialismo sustentable. No la
vanidad de creernos paradigmáticos, sino como un desafío. Y yo creo que tenemos
derecho a aspirar a ello, porque está el Che en los comienzos de nuestra
historia reciente, que hizo críticas profundas ya en los años sesenta, marcando
una ruta revolucionaria de disenso. Y porque Martí nos iluminó desde temprano
el horizonte y nos legó los instrumentos más agudos de la reflexión crítica, la
resistencia coherente y la fe en las ideas.
Sobre el bloqueo
El segundo aspecto metodológico a tener en cuenta es que
los desafíos incluyen lo externo y lo interno, que el país ha sufrido una política
muy compleja de exclusión, no solamente bloqueado económicamente durante medio
siglo, sino que hasta su manera de construir el socialismo se ha visto siempre
bajo coyunturas de presión externa. Me atrevo afirmar que lo que ha significado
el bloqueo para Cuba es distinto de lo que ha significado cualquier otro
bloqueo económico en la historia.
En el preciso instante en que se pusieron esperanzas en
la exploración de petróleo off shore iniciada por la
plataforma Scarabeo 9, las posibilidades de resultados positivos también se nos
presentaron como desafío. Es evidente que una producción significativa de crudo
inyectaría seguridad al proyecto de desarrollo nacional, pero también incidiría
en la política de Washington hacia Cuba. Hasta ahora la contención de la
variante militar de los halcones ha contado con el dato de que invadir a Cuba
no reportaba ningún beneficio sensible, pero una producción importante de
petróleo pone en la agenda dos opciones: o proveer facilidades de negocio a las
transnacionales petroleras, flexibilizando el bloqueo, o implementar una
coartada para una intervención militar (e incluso la combinación de ambas, si
no tenemos la ingenuidad de pasar por alto la última década en el Oriente Medio).
Apocalíptico, como puedo parecer, hablo de un riesgo real, aunque me gustaría creer
que la salida sería buscada por la mejor vía.
Pero también el éxito petrolero puede entrañar, al interior,
el desafío del triunfalismo: en la
política cubana subsiste la idea de que el derrumbe socialista del
pasado siglo fue coyuntural, producto de una conspiración, o de debilidades en
la jefatura del Estado soviético de la época, y la reticencia a reconocer un
problema estructural en el modelo mismo. Ignoro hasta qué punto es influyente
esta visión. Probablemente sea cierto que el derrumbe pudo haberse evitado,
dado que la pérdida de competitividad en la economía de la Unión Soviética no reportaba
los sesgos de una crisis insalvable. Pero lo que la hizo estallar fue la falta
de democracia con la cual había sido construido el sistema, por Stalin y por
sus seguidores, incapaces de levantar un régimen de participación comprometida
de todo el pueblo en lugar de un poder elitista, centrado en su autoridad, y en
una deformación de las instituciones políticas.
El desafío político: la democracia
Una enseñanza que no debemos olvidar en nuestro proyecto:
es el socialismo, y no el capitalismo, el que no podrá existir sin democracia. El
poder del capital procura el sistema político que le sea más funcional, como lo
demuestra el mapa político del mundo. El desafío de la democracia es el desafío
definitivo del socialismo, que supone, para nosotros, un camino paralelo, o más
bien correlativo, de cambios. Lo que
hundió al sistema soviético fue el fracaso político, al no ser capaz de
generar la institucionalidad ni la cultura democrática socialista desde donde
tenía que ser afrontado y resuelto el retroceso de la economía y el anacronismo
del «socialismo real».
El componente esencial de participación, que el modelo
liberal de democracia representativa reduce al acontecimiento electoral, solo
puede diseñarse y ejercitarse como democracia socialista. Por eso no me canso
de repetir que el derrumbe del socialismo soviético se debió, sobre todo, al
fracaso en generar una cultura democrática participativa, sin la cual la
institucionalidad política se convierte en un andamiaje sin contenido. Poco
significa hablar de «propiedad de todo el pueblo», una entelequia que acaba por
enmascarar el dominio total del Estado y la desconexión completa de las masas
del acceso a las decisiones, cuando no existen dispositivos que aseguren una
participación sistemática efectiva.
Para Cuba, en el espíritu que prevaleció desde los
sesenta, la desigualdad social fue condenada como anomia mayor, y se le hizo
frente con medidas igualitarias que aseguraron por la vía administrativa el
pleno empleo, invirtieron las proporciones entre la población rural y la urbana
(despoblando el campo), y redujeron sensiblemente la brecha en la distribución
de los ingresos. Podríamos calificarla como una política de igualdad
subsidiada. Pero ni la propiedad estatal ni la igualdad subsidiada aseguran el
socialismo. Los ingresos más altos llegaron a promediar cuatro veces los más
bajos hacia los ochenta, lo cual representaba uno de los indicadores de equidad
más logrados en su tiempo. Sin una formación ética madurada ni dispositivos de
estimulación efectivos, este logro social se tradujo en un proceso de
desincentivación sistémica del trabajo que desde entonces hasta nuestros días
ha perdurado con diversas manifestaciones. La introducción del concepto de
«hombre nuevo» había sido, en aquel escenario de los sesenta, un detonante
ético para la utopía: el Che nos proponía otro ideal humano frente al hombre
del mundo real, y yo diría que este ideal debe prevalecer en el horizonte de la
cultura socialista.
Es evidente, sin embargo, que la urgencia de soluciones
económicas se ha hecho tan apremiante en nuestro país que lleva al error de
relegar la necesidad de la transformación política. El desafío de la democracia
socialista se hace mucho menos visible en el VI Congreso del PCC, en la
Conferencia del Partido y en el programa de nuestras instituciones políticas,
que el de la economía. Corremos incluso el riesgo del espejismo de creer que
con el petróleo –si apareciera en abundancia– tendríamos asegurado el apuntalamiento
de nuestro socialismo, sin tocar otros resortes que los de seguir buscando la
eficiencia económica.
El hecho es que, en todo caso, tenemos que tratar de
desarrollar el país y asumir los cambios que tengamos que asumir, en una
sociedad que va a seguir bloqueada. Incluso el día que deje de estarlo, si es
que llega a no estar bloqueada, va a estar superdeterminada por la presencia de
los Estados Unidos, que no dejará de ser significativa. Noventa millas no solo
significan peligros, podrían significar también oportunidades: el mercado natural
de Cuba está allí; allí habrá que tratar de comprar y vender lo que, de lo
contrario, tiene que comprarse y venderse a miles de millas. Desde el punto de
vista económico la distancia es un mal negocio, pues los costos encarecen la
inserción económica para nuestra Isla.
La rectificación en la legalidad
Un tercer aspecto metodológico en los desafíos lo
constituye la diferencia y la relación entre el corto y el largo plazo: es
decir, tenemos que reconocer en su especificidad los desafíos a corto plazo,
sin perder de vista el desafío estratégico, que se nos plantea en el largo
plazo. Los riesgos son de varios géneros: confundir la naturaleza de los
desafíos, confundir los plazos, descuidar la conexión de unos con otros. La
tendencia al cortoplacismo ha sido tal vez la trampa más frecuente. Tampoco vamos
a pensar que la mayoría de las medidas que estamos tomando ahora van a ser
medidas para siempre. Tenemos que aprender a vivir en una dinámica de opciones,
de asumir opciones ante los desafíos que tenemos que plantearnos ahora, y la
posibilidad de rectificar en lo que hagamos cuando comprobemos las
equivocaciones o los reveses. Y sobre todo la posibilidad de rectificar
estructuralmente, y también legalmente. Subrayo la necesidad de dar forma legal
a los cambios, porque en estos cincuenta años no siempre ha habido una
correspondencia entre las decisiones de cambio y las modificaciones de
legalidad que esos cambios suponen. Nuestra legalidad puede ser muy caprichosa,
porque ingeniar una legalidad auténticamente socialista también es un reto.
Existe una diferencia entre leyes que legitiman la visión oficial y las que
aseguran la justicia, la equidad y el bien común de la sociedad.
En el año 1992 hicimos una reforma constitucional seria,
con un proceso deliberativo y de amplia participación; tan seria que provocó
una cantidad tal de cambios mayores que nuestros dirigentes pusieron un tope al
abanico propositivo. Prevaleció la idea de que el cambio del 92, que era
profundo, era suficiente entonces. Era profundo en verdad, como cambio legal,
constitucional; y se argumentó que después podrían continuar haciéndose otros
cambios y otras reformas. En realidad no hubo más cambios fundamentales en la
legalidad después de 1992: ¿en veinte años no hubiera requerido la Constitución
nuevos ajustes? Solo hubo otra reforma constitucional para adoptar una palabra,
la expresión de un desideratum, una
convicción retórica: que la revolución es irrevocable, como respuesta a
demandas puntuales no deseadas. Como si al convertir una convicción en ley se
le asegurara realidad; lo real no se materializa automáticamente al aparecer en
la Ley.
Nuestra Constitución todavía tiene amparo para
posibilidades de cambio estructural, pero también contiene prescripciones que
han sido pasadas por alto, y normativas que ya son anacrónicas. Es de esperar
que lo que se está haciendo a partir del sexto Congreso del PCC conduzca también
hacia una gran reforma constitucional o hacia una Constitución nueva, pues el
desafío a corto y a largo plazo, en tanto incluye cambios estructurales, va a
requerir rectificaciones de la legalidad. Crítica y rectificación, repito,
debiera ser una base permanente de nuestro pensamiento revolucionario.
Lo que tiene que ser cambiado
Comenzamos esta presentación por recordar que el proyecto
socialista cubano tiene cincuenta años, y ahora destaco que de ese medio siglo
cuenta ya veintidós años sumido en una situación de crisis; lo que llamamos
«período especial» ha generado una sociedad en estado crítico crónico, con una
serie de anomalías que se han vuelto permanentes y hacen parte del escenario
del desafío. Y los desafíos no pueden obviar el escenario del cual parten.
Nuestros dirigentes han reconocido que «hay que cambiar todo lo que tiene que
ser cambiado», pero ¿quién puede cuantificar lo que tiene que ser cambiado y cómo
identificarlo? Porque hasta donde alcanzo a ver, lo que tiene que ser cambiado
no está cuantificado ni muy bien identificado siquiera. No lo cuantificó ni lo
identificó el VI Congreso, el cual se limitó a asumir una dinámica de discusión
de lineamientos y lanzó (y yo lo creo un paso realmente importante) propuestas
de cambio en los lineamientos. Pero,
¡ojo!: ahí no figura todo lo que tiene que ser cambiado. Además, sería iluso
pensar que pudiera ser de otro modo. Ni el Congreso, ni la Conferencia, ni el
Pleno del Comité Central pueden ir más
lejos. No mucho más. No creo que un Congreso del Partido pueda definir en un
momento todo lo que tiene que ser cambiado.
«Lo que tiene que ser cambiado» ha atravesado veintidós
años de una sociedad de anomalías, en estado crítico, pero además no se limita
a esos años sino que tiene que ver con toda nuestra historia socialista.
Construimos nuestra historia socialista desde los sesenta con modelos,
instituciones, marcos teóricos y concepciones que dominaban en los sesenta y
que hoy podemos ponderar en qué medida son parte de una mala versión del
socialismo. Voy a limitarme a citar dos concepciones como ejemplo: una, la de identificar
socialización de la economía con estatización de la economía; pensar que el
socialismo estatal define la radicalidad socialista en la economía y mientras
mayor sea la sujeción de la empresa al Estado, mejor, cualquiera que sea su talla.
La historia muestra que la empresa estatal no es la única socializada, y que la
organización unificada de la economía en manos del Estado no contribuye, por sí
misma, a consolidar la eficiencia de la economía socialista.
El otro ejemplo que quiero aludir es el de la confusión
de la idea leninista de partido-vanguardia con la de partido-poder, la
cual considero una construcción claramente estalinista, amparada en la
sombrilla teórica de Lenin. La temprana muerte de Lenin permitió a Stalin implantar
el principio que adoptó de dirección política del Partido sobre el Estado, como
instancia de poder. No como la fuerza que forma, que educa, que le da cuadros,
sino que manda y solo puede ser obedecida (disciplina partidaria).
De haber leído antes a Hobbes o a Maquiavelo algún
delegado a un congreso del Partido tendría que haberse preguntado cómo es que
el Partido dirige al Estado. O desde las notas sobre Maquiavelo, de Antonio
Gramsci, para no salirnos de lo más riguroso de la tradición marxista, preguntarse: ¿es que el partido está por
encima, y en consecuencia, fuera del Estado? ¿Puede existir algo fuera del
Estado? Si la respuesta es que lo dirige desde dentro, habría que identificar
al Partido como órgano supremo del Estado. Al final, el problema es que si
nuestro destino es que el Estado sea dirigido por el Partido, nuestro Estado
nunca va a ser un Estado democrático. Porque democrático no significa solamente
que se gobierne para el pueblo, sino por el pueblo. Y, de no ser así, se me
hace difícil entender que se pueda consumar como socialista. Puede ser más
justo, más equitativo, más soberano, más solidario, expresivo incluso de
atributos propios del socialismo, pero sin los mecanismos que aseguren al
pueblo una participación competente y efectiva en la toma de decisiones, es
decir, en el ejercicio del poder, no será socialista.
Es más, considero que esta deformación histórica sobre la
naturaleza de la conducción partidaria, ingeniada por Stalin y mantenida por
sus sucesores, está en el centro del fracaso socialista. Podría equivocarme, no
lo excluyo en un asunto tan delicado. Pero a estas alturas no me quedan dudas
de que Estado socialista consolidado será el que haya logrado encontrar los
mecanismos que hagan que el poder emane efectivamente del pueblo, y no de un
Buró Político, un Comité Central o un Congreso. Un Estado en que pueda
afirmarse que el pueblo decide y el Partido –partido de vanguardia; ni
formación electoral ni órgano de poder– retiene y concentra la misión de
preparar al pueblo para dirigir. De conducir al pueblo –no por encima, sino
como parte del pueblo;
no en el sentido de dar órdenes sino en el de ir delante–, capacitarlo,
apoyarlo para que dirija el Estado. Y que ese sea el tono que marque sus
congresos, sus órganos y su quehacer.
¿Cuál modelo?
Lo que afirmo se refiere a toda nuestra historia
socialista y a la que nos antecede. Nosotros tenemos que adoptar cambios, no
simplemente para arreglar unas cosas que se pusieron malas después que se cayó
Moscú. Nuestro desafío va más allá; nuestro desafío se orienta a cambiar componentes
de toda nuestra historia socialista.
Acudo a otra frase de nuestros dirigentes, que se
proponen «actualizar el modelo». Personalmente estimo que si actualizar el
modelo no implica abordar el desafío del cambio con esta profundidad no habrá
solución socialista. Si queremos «actualizar» a fondo, creo que nosotros
podemos, que Cuba puede, que las nuevas generaciones pueden asumir la
profundidad de los cambios. Creo que la realidad cubana lo admite, que la
conciencia nacional lo admite, que la formación de nuestros jóvenes los prepara
para eso; creo que la ética revolucionaria, a pesar de más de dos décadas
confrontando situaciones críticas, se mantiene. Aunque no sea el mismo el
consenso en esta etapa que el de los sesenta, que estaba motivado por un heroísmo
temprano de lucha contra la vieja sociedad. A pesar de todo eso, pienso que en
muchos aspectos puede ser más fuerte hoy que en aquel entonces. Y que nuestra
sociedad tiene la posibilidad de asumir ese desafío, de ensayar ese desafío. Y
la necesidad, diría yo, pero ya eso sería otro tema.
Por eso me resisto a admitir que exista en Cuba, en el
momento actual, un modelo socialista; percibo en las esferas de conducción un
lastre conformista y una inclinación triunfalista, excesivos ambos. Pienso que los
cubanos nos encontramos envueltos en un proceso transicional desde una economía
muy desordenada, con rasgos estructurales dominantes del modelo socialista
soviético, con un índice de riesgos enorme, externos e internos, y con una
mezcla de perspectivas complejas y de virtudes explicables solamente en el
contexto cubano. Pero todo esto dentro de una transición socialista, ahora
hacia un socialismo que pueda sostenerse dentro de las adversidades y los
reveses. Diría también que no reconozco la consecución segura del modelo
socialista que Marx buscaba en ninguna latitud, ni en los saldos del siglo
pasado ni en el momento actual. Ni en China, ni en Viet Nam, ni en Corea del
Norte donde, como en Cuba, reconocerse como socialista responde más bien a una
orientación que a la adopción de un
modelo.
En transición
La palabra que con mayor precisión define lo que existe
en Cuba hoy no es bienvenida en las esferas políticas, pero es la que considero
acertada y no puedo dejar de usarla. Lo que existe en Cuba es un proceso de
transición. Estimo que caemos en un pecado, una debilidad muy fuerte, al dejar
que el enemigo nos manipule los conceptos. Durante muchos años el concepto de «transición»
era un pecado para el capitalismo porque era el concepto que había introducido Marx,
en su crítica al programa del Partido Socialdemócrata Alemán, con la intención
de hacer entender a sus compatriotas que esa creencia de que podían remontar el
capitalismo y hacer la sociedad nueva de golpe, no funcionaba. Introduce así la
teoría de las dos etapas, caracterizando como transición a la inicial. Para Lenin,
que afronta el desafío de la revolución socialista en el «eslabón más débil» de
las potencias de su época, donde el 95% de la población eran campesinos que roturaban
la tierra todavía con el arado de madera, se hace necesario introducir una
nueva variante, más compleja y difícil de la idea de la transición. Todas estas
respuestas que dieron lugar a una teoría socialista de la transición fueron polémicas
y geniales y tienen un valor permanente. «Transición» es un concepto decisivo
para la teoría y la praxis del socialismo y no un engendro de los defensores
del carril neoliberal.
Si las estrategias de transición que siguieron en el
experimento soviético fueron brutales y reportaron las deformaciones que lo
hicieron desintegrarse (al margen de que lograran desarrollar al país de los mujik en la segunda potencia mundial),
no implica que haya perdido el sentido. Si la politología norteamericana y
euroccidental se apropió del concepto de transición para identificar el
tránsito de los sistemas de Europa del Este al capitalismo, no es motivo
suficiente para
regalarlo. Es tan universal como concepto que admite muchos usos legítimos:
transición del capitalismo al socialismo, del socialismo al capitalismo, de una
modalidad de socialismo a otra; transiciones socioeconómicas, transiciones
políticas y otros usos más específicos.
Entonces,
nosotros estamos en una transición: una etapa nueva dentro de nuestra
transición socialista; no en una transición al capitalismo; no como las
transiciones vividas en Europa del Este. En esta transición hay rescate
económico, ideológico, político, sociológico, permanentes, que no se han
desarrollado aún. Estamos buscando el camino– seguimos buscándolo, nos está costando mucho trabajo encontrarlo– de
un socialismo fracasado, de un modelo de socialismo fracasado, a un modelo de
socialismo viable. Tenemos que encontrar un modelo de socialismo viable,
sustentable, realizable. Un camino en el cual tenemos que aprender muchas cosas.
Todavía nosotros no hemos superado suficientemente los criterios de desarrollo
que el socialismo del siglo xx nos
impuso.
En Cuba vivimos hoy un dilema; pienso que lo vive nuestra
clase política, lo vive la academia, lo vivimos nosotros, lo tienen por delante
ustedes, lo tiene por delante la juventud: un dilema entre la conciencia de una
urgencia de cambio, la conciencia de una urgencia de encontrar en estos cambios
el camino de nuestra transición hacia un sistema socialista viable y, por otra
parte, el freno de la incertidumbre, de la cautela, de la duda, del letargo de
la audacia revolucionaria impuesto por
el rezago del dogma del socialismo del siglo xx
como el modelo a buscar en el plano estratégico. Acompañado de la sensación
subcutánea de que cuando se abra un poco a la iniciativa privada se va a
derrumbar el sistema: el tema de la sospecha inmanente que va frenando y
frenando. Y me aventuro a decirles que esto no es solamente una opinión, esto
es lo que pasa.
Recapitulemos: después que las reformas de los noventa
mostraron efectos de nivelación frente a la caída, pasamos el resto de esa
década estancados. Ahora el cambio económico se nos presenta como una urgencia.
Yo pienso que esto hay que encararlo, los desafíos de este cambio socialista
hay que encararlos, en primer lugar, desde el punto de vista económico, que
nosotros mismos lo hemos vuelto más urgente, y desde el punto de vista político
–institucional y cultural– con pasos orientados al mediano y al largo plazo.
Nuestras instituciones tendrían que proporcionar, mejor que la Asamblea
Nacional, las asambleas provinciales y las municipales, el dispositivo de
participación popular en la toma de decisiones. Cuando hablo de una cultura
democrática, de participación, quiero decir una cultura de rendición de
cuentas, efectiva y a todos los niveles. El idioma inglés tiene una palabra
para llamar a este principio, la cual no tiene equivalente en español: accountability. Es una pena que las Academias de la Lengua no
se hayan propuesto buscar un equivalente en lugar de invertir su tiempo en
tanto formalismo convencional.
Tiene
que ver con lo que hacen los delegados municipales: rendir cuentas a sus
electores; nadie más lo hace en este país. Los pobres delegados municipales no
tienen ningún poder efectivo y, sin embargo, se someten a todo el embate de los
CDR, de la base, de la circunscripción, por los desastres que hay y que ellos
no pueden resolver. Incluso han consagrado la clasificación diferenciada de «soluciones»
y «respuestas». De modo que lo que no tenga solución debe tener respuesta.
Bueno, en fin, que con respuestas no se resuelve nada. Se convierte la gestión
en una quimera.
Pero
el concepto de rendición de cuentas no lo podemos subestimar por eso, no lo
podemos desechar, no podemos hacer con «rendición de cuentas» lo que hemos
hecho con «transición». No podemos dejarla en el limbo lingüístico que permita
al enemigo monopolizarla. Rendición de cuentas es un concepto clave para la
democracia socialista, pero rendición de cuentas de verdad. Rendición de
cuentas de todo el mundo. Si el jefe del organismo central que es separado por
problemas de corrupción tuviese que pasar periódicamente por un mecanismo efectivo
de rendición de cuentas ante los trabajadores de ese organismo (trabajadores
con participación en la toma de decisiones), posiblemente no hubiera llegado a
corromperse.
Otro
tanto sucede con la «revocación de mandatos», único principio que hasta ahora
condiciona el tiempo y que nunca, que yo recuerde, ha sido aplicado. O, al
menos, se ha seguido la mala política informativa de callar las revocaciones. Ha
sido esperanzador que el presidente Raúl Castro proclamara la reducción de todo
cargo de dirección a cinco años, renovables por una sola vez, aunque no se haya
observado aún movimiento alguno para implementarlo.
La
corrupción: un desafío
Si hablamos de los desafíos no podemos dejar de
referirnos a la corrupción, señalado por el propio Fidel como el de
implicaciones más graves. ¿Dónde se produce y se reproduce el efecto de la
corrupción? ¿Es en la cabeza de los dirigentes y de los funcionarios que se
corrompen? No lo veo tan simple: estimo que se genera y se reproduce en los
desbalances que crea el sistema, y este sistema, este modelo, o esta deformación
modélica, ha generado severos desbalances. Si tengo razón, la solución de la
corrupción no radica solamente en castigar a los corruptos, porque en tanto
subsistan las causas, los corruptos de hoy serán sustituidos por los corruptos
de mañana. Va a ser así porque sigue
existiendo la fuente de recreación de la corrupción.
Por eso debo añadir que creo poco en la eficacia del «llamado»
para producir soluciones estables. No creo que resuelva el problema que un
dirigente se pare ante las cámaras –por mucho prestigio que tenga, y por hondo
que sea el impacto que nos haga– y diga hay que acabar con la corrupción. Si no
acabamos con los mecanismos que la crean, no acabamos con la corrupción. Como
cuando aparece un dirigente en la
televisión visitando una fábrica, exhorta a producir más, felicita a los
trabajadores, o señala deficiencias a superar y metas a cumplir. Todavía no he sabido
de un modo de producción que logre crecimiento productivo ni desarrollo a
partir del llamado de sus líderes, por indispensable y justo que sea este. La
sociedad tiene que crear los mecanismos que generen la incentivación de la
producción, el compromiso consciente de los que participan. Si esos mecanismos
no se crean, difícilmente tendremos resultados estables. El dirigente visita la
fábrica hoy, sale en la televisión, y los dirigentes de la fábrica se esfuerzan
por complacer a los dirigentes que van a visitarlos. Se alimenta así una
ideología de la complacencia. Si usted trata de evaluar la economía del país
por las visitas de nuestros líderes, de nuestros dirigentes a las fábricas, a los
municipios, a los centros económicos; si trata de evaluarla por los premios y
reconocimientos, y por la imagen que los medios masivos nos devuelven, el país
no tiene problemas. Estamos en el mejor de los mundos posibles. Terminamos, sin
proponérnoslo, engañándonos los unos a los otros.
Revolución agraria
Visto de manera sectorial, es posible que el mayor
fracaso de la Revolución cubana haya sido el fracaso en alcanzar una revolución
en la agricultura. A pesar de que la primera transformación radical fue la
reforma agraria de 1959, de una segunda reforma en 1963, y de todos los
impulsos organizativos implementados desde entonces, hasta la creación de las
UBPC en 1993, estos no desembocaron en una revolución agraria, porque no
propiciaron seguridad alimentaria para la población. Al margen de los cambios
en la estructura de la propiedad, la organización de la producción, la
mecanización y otros, al cabo de cincuenta años el país tiene que importar más
del 70% de los alimentos que consume –un 20% más de lo que importaba en 1958–
con el agravante de que cerca del 25% de la tierra agraria se mantiene
improductiva. Quizá no comprendimos que en las condiciones específicas de
subdesarrollo y dependencia en que la Isla vivió la revolución socialista, tenía
que comenzar por asegurarse como una revolución agraria. O, tal vez sea más
exacto decir que lo comprendimos pero no supimos como hacerlo. Alcanzar un
nivel cualitativamente elevado de suficiencia alimentaria para toda la
población es ahora una tarea pendiente en lo inmediato, un desafío de primer
orden en la agenda de cambio. Y significa la disponibilidad de millones en
recursos que hoy se tienen que emplear en comprar alimentos.
Descentralización y socialismo
Las
ciento setenta y ocho variantes aprobadas de cuentapropismo se muestran como un
avance porque en los años noventa fueron ciento cuarenta y pico, o ciento
cincuenta. Pienso que lo que correspondía al cambio en marcha no era ampliar
variantes de oficios por cuenta propia, sino legitimar, autorizar la iniciativa
privada en sentido genérico, a condición de que no viole la legalidad, y a
partir de ahí regularla. Que se atenga, por supuesto, al sistema fiscal, que es
un elemento esencial de esa legalidad. De manera que se le deje a cada cual
pensar qué es lo que puede inventar para sobrevivir por su cuenta y no tener
que buscar en una lista para ver si va a elaborar comida para vender, va a
forrar botones, o va a proponer sus servicios como «dandy». Me parece que subsiste
una falta de confianza en el ingenio de la población para encontrar respuesta a
las urgencias que vive.
Es evidente que las nuevas reformas tienen sus propias
trabas, sus propias rémoras, aun si
quieren cambiar esta sociedad y constituyen el paso más importante que
se ha dado para reinventar el camino cubano al socialismo. No de transitar
hacia el capitalismo en un torbellino mercantil, sino hacia una sociedad que
logre articular, en un esquema eficiente, la economía estatal socialista, la
economía socializada no estatal y la economía privada, y logre avanzar
progresivamente. Todo esto no se logra con una ley, un decreto, una
constitución, pero requiere transformar marcos legales. Hay eslabones
ineludibles, como el de lograr reducción racional del sector estatal en la
economía. Tenemos un sector estatal disparatadamente cargado. Cuando se calculó
que sobraban millón y medio de puestos de trabajo, lo que significaba en
realidad es que sobra un 40% de sector estatal en la economía. Quizá debimos
comenzar por anunciarlo así. Es necesario descentralizar por diversas vías: descentralizar
hacia cooperativas, descentralizar hacia la iniciativa privada, descentralizar
hacia una mayor autonomía económica territorial.
La cooperativa no la inventamos los comunistas, ni la inventa
el capital para acumular. La inventan los trabajadores y los pequeños
empresarios en las sociedades capitalistas para defenderse del peso del gran
capital. «Yo no puedo solo porque me hundo, tú no puedes solo porque te hundes,
el otro no puede solo porque se hunde; vamos a asociarnos si hacemos más o
menos lo mismo, y formamos una cooperativa». La economía estatal tampoco es por
naturaleza un desastre. Puede ser un desastre y puede ser muy efectiva. Creo
poder afirmar que nuestra economía estatal ha mostrado eficiencia para
administrar algunos sectores productivos, otros no. Incluso el sistema de
inversiones del turismo me parece que ha sido en más de un aspecto un sistema
inteligente, porque ha garantizado un reciclaje de inversiones que crean un
colchón para el crecimiento del sector estatal. Pienso que podría ser incluso
modélico para otras experiencias de socialización. La economía estatal puede
ser eficiente, y el mundo capitalista –el capitalismo de Estado– también tiene
muchos ejemplos.
La fórmula para un proyecto socialista eficaz no existe.
No hay receta común para todas las sociedades, ni pueden todos los países
avanzar por el mismo camino. De ahí las limitantes del concepto de modelo. No
es que desechemos el concepto sino que seamos capaces de evitar la tentación de
dogmatizarlo. Hoy nosotros tenemos que liberalizar en tanto los venezolanos, o
los ecuatorianos, necesitan nacionalizar. Es decir, en el caso de sus proyectos,
y de cualquier otra sociedad que se plantee un curso de soberanía económica
sostenible, habría que fortalecer progresivamente el sector público, a nivel
nacional y local. Y paralelamente a la economía, el comprometimiento
participativo popular en la toma de decisiones. En el caso de Cuba, no cabe
duda de que tenemos que aligerar progresivamente el sector estatal, dentro de
una lógica integral en la cual el Estado mantenga el dominio de la economía, en
sectores descentralizados mediante los controles fiscales, y en las ramas
estratégicas de la economía como el inversor principal. La concentración del
poder económico en manos del Estado es lo único que puede asegurar que los
recursos básicos no caigan bajo el dominio de transnacionales ni queden sujetos
a la lógica de la ganancia, y se garantice la prioridad del bien común de la
sociedad. Pero más allá de estas ramas lo que necesita la economía socialista
es funcionalidad.
Hay que prepararse para la asociación con
transnacionales, que ya se ha dado en Cuba en el sector de la producción de
níquel, y en el turismo con resultados positivos. No abrir las puertas a las
transnacionales no puede ser una consigna: lo que importa es que su
participación no adquiera el control de la empresa o del sector en el cual se
asocia.
Otro tema sería el de la economía informal, la cual
aporta al cambio porque presiona, y la respuesta no siempre puede ser el
castigo. Hay actividades que posiblemente tengan que ser castigadas, pero el
grueso de la economía informal tiene que ser analizada con vistas a
formalizarla en la medida posible. Incluso en los noventa hubo dos casos muy
característicos en que se hizo así. El «paladar» no estaba en las ciento y pico
de formas de cuentapropismo codificadas a mediados de los noventa; el «paladar»
surgió porque familias que tenían las condiciones hicieron «paladares». Lo
mismo sucedió con el alquiler de habitaciones, que se legalizó y se sometió a
impuestos cuando la sociedad habanera encontró un modo de vida en alquilar una
habitación de la casa que le sobraba. O no le sobraba, pero la familia se iba a
dormir a la sala y alquilaba el cuarto. Cuando eso se generalizó y el Estado se
percató de que no podía pararlo, lo legalizó. Observar los designios de la
economía informal debiera servir siempre como indicio para un buen olfato
formalizador.
Pero además tendremos que pensar en una descentralización
aplicable en toda la Isla. Los municipios requieren una gestión económica mucho
más autónoma. Desarrollar la propiedad comunal, aplicar impuestos municipales y
crear una economía local propia. No pueden mantenerse dependiendo de un
presupuesto nacional, todo eso ha resultado contraproducente. Hay que
flexibilizar, descentralizar, sin dejar de mantener socializada la economía del
país y aumentar la democracia, que es también democracia económica.
Paralelamente, hacer que las formas de participación popular vayan aumentando
en esta vía.
Más vale tarde
Para terminar –porque tenemos que terminar–, quiero decir
que estos no son problemas nuevos. El de hoy es un desafío que asumimos con dos
décadas de atraso, y eso lo vieron muchos ojos en Cuba y fuera de Cuba.
Recuerdo que a principios del 2000, en una entrevista de la cual fui testigo,
Danielle Mitterrand nos comentó con pesar que Fidel había perdido la
oportunidad de hacer una segunda revolución en Cuba. Tenía razón y no la tenía.
Pienso que la oportunidad no se ha perdido, pero también pienso que la agenda
de cambio que hemos emprendido ahora – comenzando por este nivel de debate abierto–
y las acciones que se inician, tenían que haber surgido desde el mismo año 1990.
El desafío de hoy no es ya el mismo porque no partimos de la Cuba que entraba
en la última década del siglo sino con las incidencias de veinte años de
efectos críticos en la economía. Tampoco voy a decir que todo es peor ahora
para emprenderlo. No es exactamente así. Pero salta a la vista que el punto de
partida es distinto.
En cierta medida hubo una esperanza a principios de los
noventa, cuando el cuarto Congreso del Partido fue convocado con un llamamiento
para el cual el Congreso mismo resultó ya un retroceso, porque predominaron las
reticencias, los temores a la pérdida del control, a la pérdida del socialismo,
a que la reversibilidad soviética nos contagiara. Y ya después, las reformas de
los años 1993 y 1994 no fueron parte integral de una propuesta. La principal
diferencia de las reformas actuales es decisiva porque se han adoptado
articuladas dentro de la convicción de la necesidad de un cambio integral, lo
cual es por lo menos un gran paso de avance. Las precedentes fueron reformas adoptadas
para confrontar problemas concretos. Fueron reformas realizadas con vistas a
afrontar anomias, irregularidades concretas, como si estas fueran manifestaciones
inconexas y no parte de una misma crisis. Por tal motivo, las reformas no
estaban integradas en un propósito total, no había una visión de cambio dentro
del sistema socialista, de «cambiar todo lo que tenga que ser cambiado». Eso,
que no estaba en la visión de entonces, ahora parece estar.
Finalmente, no hay que olvidar que, como para cualquier
país pequeño, para nosotros es clave la inserción en el mercado mundial. Los
Estados Unidos lo saben y por eso han mantenido, sin escrúpulos de tipo alguno,
el bloqueo. Washington nunca ha mostrado disposición a flexibilizar su política
y no hay motivo sólido para esperar señales de cambio. Para nosotros es
esencial esa comprensión. La esperanza de un crecimiento significativo en la
producción de hidrocarburos se incorpora al desafío, porque de producirse
podría elevar rápidamente los recursos para un despegue de la economía cubana. Tengan
en cuenta que a finales de los ochenta, cuando Cuba cayó en un bache de
disposición de divisas y se nos cerraron los créditos occidentales –es decir,
en divisa convertible– la Unión Soviética autorizó a Cuba a vender sus ahorros
petroleros en el mercado occidental, y estas ventas se convirtieron, en esos
años, difíciles ya (aunque no críticos aún) para nuestra economía, en los
principales ingresos en divisa.
No es un exceso afirmar que el petróleo podría
transformar la realidad económica cubana. Pero esto que ahora digo y que ustedes conocen
también –o al menos lo deben inferir– se sabe en la Casa Blanca perfectamente. El
petróleo, tan deseado, significaría para nuestra economía un aporte sustantivo, como subrayé antes, aunque
no podemos pasar por alto que planteará nuevos desafíos al proyecto nacional.
Me detengo aquí, y dejo en el tintero todavía varios
temas, pero el tiempo obliga.
Muchas gracias.
* Versión escrita de la conferencia inaugural del III Encuentro de Crítica e
Investigación Joven «Pensamos Cuba», convocado por la Asociación Hermanos Saíz,
el 9 de marzo de 2012, en La Habana.
225 comentarios:
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 225 de 225En Chilito existe una ciudad en el norte llamada Freirina en la cual una gran empresa instaló una faenadora de cerdos. No tiene normas medioambientales y producen olores y desechos que afectan la salud de todos los habitantes del pueblo. Los cuales no les importan a nadie, ya que son pobres. (como Narciso el mocho)
Hoy peleaban con piedras y golpes en medio del desierto los pobladores con los trabajadores de la empresa y carabineros...era un espectáculo demasiado extraño, insólito, "sudaca"... típico nuestro, tristemente real.
Silvine, un muy feliz cumpleaños.
Cumples el mismo día que mi mamá, así que te puedo adivinar un poquito.
¡Un abrazo!
Aqui un enlace para la pelicula "Y sin embargo"
http://www.youtube.com/watch?v=1-xohMC-3ZM
Y de paso como vi que empieza con la cancion "cosmonautas", una version casera que grabamos hace años mi hija Arianna y yo. (disculpa Silvio el error en la letra)
https://soundcloud.com/ricardo-seir/02-cosmonautas
Egunon Silvio.
Egunon segundaciteras.
Rápidito. Hoy montaje de feria.
Zorionak zuri
Zorionak zuri
Zorionak Silvine
Zorionak betiiiiiii!!!!!
Muxutxu eta atxutxoi erraldoia biotzez.
Ondo pasa zure egunean eta zaindu belarriak!!!!!
(Muxutxu y atxutxón gigante de corazón.
Pásalo bién en tu día y cuida tus orejas!!!!!)
Carmina, me encantó tu villancico laico gitano.
Tiene música?
Nos leemos el lunes.
gaston ... lo mejor posible ... por cierto ... imaginate tu para mi que es imposible escucharlo en vivo ... te lo agradezco mucho ... abrazos
gracias gaston lo estoy bajando ya ... y muy lindo el logo ese con la s de silvio en forma de guitarra ... gracias
Buenos días Silvio,
Lebis: ¡Sí tiene música, claro, linda! Ayer no fui capaz de encontrarla en el tubo. Hoy ha habido mejor suerte:
Villancico laico-gitano, con Chicho haciendo los coros gracias a las maravillas de la técnica.
Silvio
Siguen apareciendo, a no olvidar ni bajar los brazos
http://www.elobservador.com.uy/noticia/238762/identifican-a-una-ciudadana-argentina-desaparecida-en-1976/
Gracias Silvio por tu concierto de este miércoles. Recojo la reflexión de esa noche, no perder de vista al enemigo central que es el capitalismo, en nuestro Chile tan saqueado, no olvidar nuestra historia y los sueños de tantos que lucharon por un futuro mejor. (Aunque al verte serio tanto rato me sentí como tirada de orejas!)Y gracias por la dulzura también, de esas otras canciones...volver a la ternura, al amor...Fue un concierto sanador, así lo hemos comentado con muchos amigos que estuvimos ahí. Gracias también por cantar Paula y La flor y el colibrí, jamás pensé que las escucharía en vivo. Gracias a Niurka y Trovarroco por sus esmerados arreglos. Abrazos. Loreto
Hola a tod@s, como extraño en estos días no poder entrar a menudo; pero sigo complicada con muchas cosas que hacer.
Cuando se acerca el fin de año me vuelvo un lío para no dejar nada pendiente...
Ahora entré rápido y leo para ponerme al tanto.
Ayer estuve por Cárdenas, la llamada Ciudad Bandera de Cuba, en una marcha de mujeres por Los Cinco. Fue un bonito día. Conversé con Alicia Jrapko, la Coordinadora del Comité Internacional por la Liberación de Los Cinco en Estados Unidos. Me contó de la segunda jornada de cinco días que tendrán en mayo en la capital norteamericana. Ella es una excelente mujer que va con todo en esta lucha por la verdad.
Vi los dibujos de Tony Guerrero, Los Guacamayos de América. Qué sensibilidad!!!
Hoy es obligado dedicar unos minutos a Antonio Maceo, el Titán de Bronce y a los cubanos que dejaron su sangre en Africa, en aquella contienda memorable.
Silvio, ya se fue la gripe??
Un abrazo trovador
Mis alumnos me preguntan "Profesor, usted es Comunista" (y más de alguno le pone ese tono socarrón o despectivo... así están algunos jóvenes)
Yo, por supuesto, les digo que no pertenezco al Partido, pero que "si algo me han enseñado los dibujos animados que vi durante mi infancia, es que los buenos LUCHAN por la verdad, el bien y la justicia".
Por eso mismo, la cita de mañana es ineludible...
¡Nos vemos mañana en el Aniversario, un abrazo!
Silvio, no te juntaste con Juan Manuel y Joaquín?? hoy dan un concierto acá en Santiago, ahí estaré presente!
Un Abrazo Compañero!!
Roberto
Pd. El miércoles faltó "Cuentan" y "La balada de Elpidio Valdés", ojalá mañana salga alguna de ellas.
Ricardo Seir,
Muchas gracias por ese enlace,
Vi la película así como corriendo, y creo que es la cosa más dulce que he visto...
Qué niños tan brillantes, y qué bonito lo que se busca promover en la infancia con filmes como éste...
no se de cine, de lo que sí sé es de la cantidad de mensajes que van en detrimento de la inocencia, dulzura e imaginación de los niños, y esta película y el proceso de La Colmenita me parece replicable a la hora de promover el arte como modo de vida y como herramienta para promover los valores humanos, los más bellos, los más necesarios...
Por supuesto que con la música de Silvio de fondo todo se hace más sublime...
De nuevo gracias, en días como hoy quiero creer que soy parte de esta hermandad, de esos sujetos raros a los que les gusta la música con contenido social, la poesía, el amor, el arte y sobre todo a los que les gusta pensar que es posible mejorar el mundo y que hay que trabajar por ello...en días como estos donde la música guapachosa (y sin sentido, que no siempre es lo mismo)y el consumismo nos invaden, me aferro a lo que he compartido con ustedes, me aferro a las canciones de Silvio y me aferro a mi lado bueno, a mi lado del amor!!!!
Los quiero, mucho!!!
Y Silvio, tu respuesta en mi casita, me ha iluminado el corazón...espero que estés muy bien, muy felíz por todo lo que estás viviendo en el sur!!!
Silvio:
7 de diciembre caida del "Titan de Bronce" Antonio Maceo.
Tenia tanta fuerza en el brazo como como en la mente. "Honor a quien honor merece" dijo Marti.
Sea senora:
..."pero dejenme el brazo de Maceo y,
para conducirlo, su razon".
Si, Silvio, con esta imagen de Maceo vamos a realizar todos, toditos los cambios que sean necesarios para mejorar nuestro proyecto social.
Saludos
Sergio
Silvio:
Edmundo Garcia "Se burlan de victimas del terrorismo, adivina donde.
Que otra cosa se puede esperar de "TN3" del canal 41 America Teve de Miami.
La pupila insomne 7 de diciembre.
Saludos
Sergio
Silvio:
Continuan las manipulaciones de cualquier tema se refiera a Cuba.
Ahora le toco al regueton, clara o no las declaraciones que hiciera el presidente del Instituto Cubano de la Musica, Osvaldo Vistel",lo cierto es que en ningun momento dijo que el regueton se prohibe en Cuba o se va a prohibir, como ningun otro genero musical, aunque si al pais le asiste el derecho de no propagar el mal gusto o lo que sea ofensivo a cualquier persona ( hombre, mujer, blanco o negro).
Jose Manzaneda en su articulo ? Cuba prohibe el regueton? en La pupila insomne nos ilustra bien sobre esa manipulacion de los mismos de siempre.
Saludos.
Sergio
Ya habrá entrada nueva, pero sabía yo que faltaría algún gracias...
Santiago, no sé si creer en Astrología para conocerse, pero si me podés adivinar por tu mamá, ¡que sea por lo bueno, que seguro es mucho (sí que estoy de egoísmos)! Un saludo a ella el día después de cumpleaños, entonces. Abrazo para vos.
Coincido con Loreto (Loremimo) en su llamado a recobrar la memoria y recordar que el adversario es el capitalismo. Puede que la seriedad haya sido un tirón de orejas, puede que la solemnidad haya sido un acto de sanación, lo cierto es que todos nos vimos traspasados por el momento.
Yo tampoco me esperaba canciones como "Paula". Eso si, me hubiese gustado escuchar "Canción contra la indecisión". Hace un tiempo pasaba por una feria y en medio había una foto de Miguel Enríquez. Uno que iba conmigo me preguntó quién era ese señor, que le era cara conocida. Quise reprenderlo, pero muchos jóvenes desconocen absolutamente la figura de Miguel. Como dijo Loreto, lo importante es "no olvidar nuestra historia y los sueños de tantos que lucharon por un futuro mejor."
Silvio, dicen que en pedir no hay engaño, solo espero que no sea muy tarde para pedir algo que se salga del libreto.
¡Un abrazo!
Va de nuevo este mensaje, que salió con la cuenta de quien comparte conmigo computadora... MIL PERDONES SILVIO. ¿Cómo adivinaron que era yo? ¿O no pero era confiable? GRACIAS Y DISCULPAS.
Buen día Silvio querido y tod@s.
No pude ver ni escuchar mucho del concierto en Chile el 5. Ya estaba con problemas de luz y esas cosas. Pero me van llegando noticias y tu palabra siempre. Silvio, te reclaman todos y ¿cuándo, cuándo viene?, imprescindible trovador.
Pero me olvido que he de pasar lo más rápido posible, no porque quiera huir,sino porque pesco señal y aprovecho para enviar este mensaje con un enorme ¡muchas gracias! a tod@s los que me han deseado cosas buenas y han dejado palabras que me llevo en el corazón. No quiero olvidarme de nadie, especialmente porque cada un@ ha tocado un momento, una manera de encuentro, una emoción, pasión, afecto, ideas compartidos. Así que
(Con tu permiso, Silvio)
Stella, en esta casita nos encontramos y creo conjuramos miedo por no llegar al día feliz. ¿Me equivoco? Siempre te quiero.
Lebis, qué buena esta primera vez de felizcumple en euskera; otro gracias; hablo castellano del Río de la Plata, no español, así que esperame para respuesta cuando me vaya aprendiendo alguito. Y la seguimos, que hay tela para cortar en esta casa sobre tantos temas.
Lorena, se agradece el buen deseo y tu joven compromiso que da aire puro a las ideas. Un abrazo.
Carmina, ya sabés que muchas veces suscribo lo que escribís como propio, pero no para apropiarlo, es que me representás con tus ideas y sentimientos. ¡Besazo!
Hans, hermano allá en Chilito que está de fiesta (¡llegó Silvio y sigue estando, y están tantod jóvenes haciendo camino) pero con el saberse en la lucha. Gracias por pasar a dejar tu saludo. Se aprecia. Chile debe salir a andar. Nos necesitamos todos en este momento crucial.
Sergio, qué bueno leerte, qué bueno tu regresar para seguir vieniendo. Gracias por tu saludo y por transmitir el mensaje de
Lien, guajira bella de tropa picariñosa que finalmente empujó y empujó hasta que Internet tuvo que rendirse a su fuerza. Con la ternura de la tropa picariñosa. Espero los dibujos, pero con paciencia de saber que hay ganas de hacerlos.
Pato, gracias por poner el enlace a Escenario, por tu regalo allí, donde Arlen ha abierto puertas para el encuentro, para festejarse la existencia.
Tucu, Graciela de sonrisa de niña, tan sabia. Miro la imagen que diseñaste,y no podía haber arquitectura de mi vida más significativa. Me veo reflejada y lo que era nostalgia ha ganado presencia en este hoy. ¿Se entiende? Un abrazo fuerte.
Y ya me voy, con la impresión de que me faltó mencionar a alguien. No se me enojen. Vuelvo en un rato, que no sé cuándo será.
¡Hay tanto para comentar! Pero tendrá que esperar. He estado un poquitín egoísta...
Silvio, cuidate mucho. Buenas jornadas que faltan en Chile. Sospecho mucho joven alborozado el 8 esperándote, y también generaciones que vienen de combates diario por ideas cuyas banderas pueden y quieren todavía poner en lo alto.
Salud y saludos a tod@s.
Y fueron dos, más disculpas. Prometo no entrar hasta disponer de luz y agua y, por ende, conexión apropiada. Es que también se usa esto para trabajar (suspiro sin queja).
Ya habrá entrada nueva, pero sabía yo que faltaría algún gracias...
Santiago, no sé si creer en Astrología para conocerse, pero si me podés adivinar por tu mamá, ¡que sea por lo bueno, que seguro es mucho (sí que estoy de egoísmos)! Un saludo a ella el día después de cumpleaños, entonces. Abrazo para vos.
Silvio, aunque no hemos podido asistir al concieto por mi avanzado estado de embarazo, hoy nos hemos empapado gracias a los video subidos a internet por las personas que fueron a verte. Con mi hijo hemos disfrutado mucho esta noche, desde casa, mirando piezas de un concierto en el que hubieramos amado estar.
Mientras escuchabamos nos topamos con un joven cantante de la sexta región de no mas de 15 años, y nos hemos quedado soprendidos con su voz, como vez eres una gran inspiración para muchos, te dejo un link con su video, esperando que puedas oirle. Un gran abrazo y como siempre muchas gracias por lo que nos entregas.
http://www.youtube.com/watch?v=aBESZ5v12uY&feature=player_embedded
Estimado Silvio: Dejé pasar unos días para volver a escribirte. Tu recital fue precioso, tantos recuerdos de mi infancia pasaron por mi cabeza, con el papalote y muchas otras. Gracias por tocar unicornio . Sé que no lo hiciste piropos mí , pero efectivamente me encuentro entre esas personas que nos identificamos con esa canción y en mi caso es por lo que te relate. Es una pena que mi papá haya muerto sin verte en vivo yo creo que sí mi madre lo hubiera sabido no se habría opuesto a que fuéramos a verte el año noventa. Ahora ella ya no escucha tu música por que le recuerda a mi padre. yo sin embargo crecí con ella y es parte de mi vida. Hoy iremos al centenario del PC con mi hermana y mi marido, a verte nuevamente entre otras cosas, pues este será un evento mucho más político. Bueno, antes dejarte te cuento que mi padre vivía en la comuna de la Reina a una cuadra de la carpa de Violeta Parra, el era un niño y cuando llegaba del colegio la iba a ver y conversaba con ella. quién le regaló varios discos autografiado. Un día al llegar la carpa ya no estaba y la policía le dijo que se había suicidado. El corrió a su casa llorando, ese fue su primer encuentro con la muerte. Después en lsu adolescencia aún en dictadura venía de la universidad y en el mismo lugar donde estuvo la carpa de Violeta, habían unas trescientas personas protestando. El se sumó a la protesta y comenzaron a cantar el himno nacional sacando una parte a favor del golpe militar que agregó Pinochet . Ahí la CNI comenzó a disparar a la multitud . mi padre corrió nuevamente asustado a su casa. así son las cosas de la vida. Gracias por venir, ojalá algún día pueda conocerte personalmente a ti y a Cuba. Por ahora lucho por que Chile sea un pais diferente .Trabajando por los Derechos Humanos. Tu música me marcó para ser quién soy hoy y te estoy agradecida. Hasta más tarde compañero!
quiero felicitar a silvine aunque sea con retraso, felicidades compañera !!
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