martes, 24 de julio de 2018

Cuba y la violencia contra niñas y mujeres


Por Laidi Fernández de Juan

En Cuba no existe una Ley contra la violencia de género, y de hecho, apenas se menciona el término “femicidio” o “feminicidio”. La palabra “feminicidio, incorporada en la 23ª edición del DRAE, y según reportes, surgió en México como una adaptación del término inglés femicide cuya traducción literal sería femicidio. El “feminicidio” representa el extremo del terror anti-femenino que incluye una amplia variedad de abusos verbales y físicos, tales como: violación, tortura, esclavitud sexual, abuso sexual infantil incestuoso o extra-familiar, golpizas físicas y emocionales, acoso sexual, mutilación genital, operaciones ginecológicas innecesarias, heterosexualidad forzada, esterilización involuntaria. Siempre que estas formas de terrorismo resultan en muerte, se convierten en feminicidios. Lo verdaderamente crucial es resaltar la diferencia entre  “homicidio”, vocablo que resulta neutro, y en cambio, utilizar “feminicidio”, que reconoce y visibiliza la discriminación, la desigualdad y la violencia sistemática contra la mujer. 

En nuestro país se han librado meritorias batallas desde hace más de cincuenta años, cuyos resultados saltan a la vista: no existe diferencia salarial entre hombres y mujeres; el aborto libre, gratuito y seguro constituye un derecho legítimo de la mujer; no hay menoscabo en nombre de la condición sexual al nombrar cargos de dirección; no somos víctimas institucionales, ni se nos niegan derechos en cuanto a responsabilidades, ocupaciones, estudios, ni expresiones artísticas. Tampoco podría afirmar que la violencia anti mujer alcance en Cuba  los visos dramáticos que sufren sociedades como la española, la mexicana y la argentina, por solo citar tres ejemplos cercanos. Sin embargo, padecemos del mal, y ocultarlo no hace más que conferirle impunidad permisiva a la monstruosidad. El silencio actúa como resorte complaciente, y ello estimula y agrava la situación, a la vez que minimiza el esfuerzo por alcanzar justicia a través de la ley. 

La escritora Bárbara Kingsolver, cuya fabulosa novela “La biblia envenenada” hemos leído en Cuba, sentenció que todas las mujeres somos hijas de la misma tierra cicatrizada, y también que existe un amplio y cenagoso terreno entre lo que es justo y la justicia. Sabias meditaciones que vienen muy a tono con el tema que abordo: Todas, absolutamente todas las mujeres somos vulnerables, y todas, lastimosamente todas, nos encontramos a la intemperie, en un limbo legal que no acoge nuestros reclamos. Ni los órganos policiales saben cómo actuar en casos de violencia de género (la consabida expresión “entre marido y mujer nadie se debe meter” perpetúa la indiferencia ante situaciones de agresiones intrafamiliares), ni existen suficientes ni eficaces casas de acogida, refugios temporales, abrigos donde una mujer amenazada o agredida pueda resguardarse, evitando, como sucede hasta el presente, regresar justo al sitio donde su torturador la espera. 

Hace dos años, participamos en el lanzamiento de “Sombras nada más” (actualmente disponible en la librería de la UNEAC, Ediciones UNIÓN, con prólogo de Zaida Capote, nota de contracubierta de Helen Hernández, y selección a cargo de quien redacta estas líneas), que es la primera antología cubana sobre la violencia contra la mujer, recoge treinta y seis narraciones referidas al tema. En varios de sus lanzamientos, constatamos dos hechos significativos: interés por parte del público (mucho mayor del que imaginábamos, dado el ocultamiento, como ya he dicho, de tales agresiones), y confesiones dichas en voz baja a quienes encabezábamos las presentaciones. 

No me corresponde hablar en nombre de mis colegas, pero sí me lanzo al ruedo contando que tanto unos pocos hombres como algunas mujeres, sintieron la necesidad de desahogarse, a raíz del conocimiento de dicho libro, ya en sus manos. En el caso de los hombres, uno me dijo que había sido un abusador, pero que la vida lo premiaba (sic) con tres hijas hembras, y que por ellas, arrepentido de sus actos (confieso que no tuve fuerzas para escucharle detalles), estudiaría los cuentos recogidos, como parte de su autocastigo. El otro, arremetió contra la violencia de género de otros países, colocando la que sufren nuestras mujeres en un plano casi descartable. Las mujeres, en cambio, susurraban dolores propios, sufridos en el pasado, o, peor aun, contaban abusos que sus hijas y sus nietas estaban soportando actualmente, sin saber a quién ni adonde acudir. Lejos de satisfacerme por haber logrado la primera antología sobre la violencia contra la mujer en nuestros predios, sentí la abrumadora vergüenza de no tener respuestas, sugerencias, ni siquiera posibles alivios ante la perversidad sufrida, que me confiaban esas representantes de una agonía que muy pocos (y pocas) quieren ventilar. 

Cuba, que es ejemplo de resistencia a nivel mundial, tiene que disponer de una infraestructura capaz de garantizar el pleno derecho de la mujer, no exclusivamente a actividades laborales ni a reconocimiento social, sino, sobre todo, a la seguridad de su vida, de su existencia digna, sin el temor a ser agredidas, y en última instancia asesinadas, mientras el resto de la sociedad contempla impasible dichos atropellos, carentes de una ley que reprenda, desde sus instancias constitucionales, esos hechos repugnantes que ahora mismo se limitan a engrosar la lista de delitos comunes. No seremos un verdadero país admirable mientras el silencio ante tales abusos continúe extendiendo su manto protector sobre los culpables, y las mujeres seamos potenciales víctimas, sepultadas bajo la lápida de la impunidad machista.

jueves, 19 de julio de 2018

La niña en el bote

Por Atilio A. Borón

La dolorosa coyuntura actual en Nicaragua ha precipitado un verdadero aluvión de críticas. La derecha imperial y sus epígonos en América Latina y el Caribe redoblaron su ofensiva con un único y excluyente objetivo: crear el clima de opinión que permita derrocar sin protestas internacionales al gobierno de Daniel Ortega, elegido hace menos de dos años (noviembre del 2016) con el 72 por ciento de los sufragios. Esto era previsible; lo que no lo era fue que en esa arremetida participaran con singular entusiasmo algunos políticos e intelectuales progresistas y de izquierda que unieron sus voces a la de los lenguaraces del imperio. Un notable revolucionario chileno, Manuel Cabieses Donoso, de cuya amistad me honro, escribió en su flamígera crítica al gobierno sandinista que “la reacción internacional, el ‘sicario’ general de la OEA, los medios de desinformación, el empresariado y la Iglesia Católica se han adueñado de la crisis social y política que gatillaron los errores del gobierno. Los reaccionarios se han montado en la ola de la protesta popular.” Descripción correcta de Cabieses Donoso de la cual, sin embargo, se extraen conclusiones equivocadas. Correcta porque es cierto que el gobierno de Daniel Ortega cometió un gravísimo error al sellar pactos “tácticos” con enemigos históricos del FSLN y, más recientemente, tratar de imponer una reforma previsional sin consulta alguna con las bases sandinistas o actuar con incomprensible desaprensión ante la crisis ecológica en la Reserva Biológica Indio-Maíz. Correcta también cuando dice que la derecha vernácula y sus amos extranjeros se adueñaron de la crisis social y política, dato éste de trascendental importancia que no puede ser soslayado o subestimado. Pero radicalmente incorrecta es su conclusión, como son las de Boaventura de Sousa Santos, la del entrañable y enorme poeta Ernesto Cardenal, y Carlos Mejía Godoy, amén de toda una plétora de luchadores sociales que en sus numerosas denuncias y escritos exigen –algunos abiertamente, otros de modo más sutil– la destitución del presidente nicaragüense sin siquiera esbozar una reflexión o arriesgar una conjetura acerca de lo que vendría después. Conocidos los baños de sangre que asolaron Honduras siguiendo la destitución de “Mel” Zelaya; los que hubo en Paraguay luego del derrocamiento “express” de Fernando Lugo en 2012, y antes lo que sucediera en Chile en 1973 y en Guatemala en 1954; o lo que hicieron los golpistas venezolanos después del golpe del 11 de Abril en el interludio de Carmona Estanga “el breve”, o lo que está ocurriendo ahora en Brasil y los centenares de miles de asesinatos que hizo la derecha durante las décadas del “cogobierno FMI-PRIAN” en México, o el genocidio de los pobres practicado por Macri en la Argentina. ¿Alguien en su sano juicio puede suponer que la destitución del gobierno de Daniel Ortega instauraría en Nicaragua una democracia escandinava?

Una debilidad común a todos los críticos es que en ningún momento hacen alusión al marco geopolítico en el que se desenvuelve la crisis. ¿Cómo olvidar que México y Centroamérica es una región de principalísima importancia estratégica para la doctrina de seguridad nacional de Estados Unidos? Toda la historia del siglo veinte está marcada por esta obsesiva preocupación de Washington para someter al rebelde pueblo nicaragüense. A cualquier precio. Si para ello fue necesario instaurar la sangrienta dictadura de Anastasio Somoza a la Casa Blanca no le tembló el pulso y actuó en consecuencia. Criticado por algunos representantes Demócratas en el Congreso de Estados Unidos por el respaldo que Franklin D. Roosevelt le otorgaba al dictador, éste se limitó a responder que “sí, es un hijo de puta pero es NUESTRO hijo de puta.” Y las cosas no cambiaron desde entonces. Cuando el 19 de Julio de 1979 el Frente Sandinista derrotó al régimen somocista, el presidente Ronald Reagan no titubeó un minuto en organizar una operación mafiosa de tráfico ilegal de drogas y armas a los efectos de poder financiar, más allá de lo que autorizaba el Congreso de Estados Unidos, a la “contra” nicaragüense. Se conoció todo esto bajo el nombre de “Operación Irán-Contras”. ¿Podemos ser hoy tan ingenuos para obviar estos antecedentes, o para pensar que esas políticas intervencionistas y criminales son cosas del pasado? Un país, además, que en tiempos recientes ha planeado la construcción de un canal interoceánico –financiado por enigmáticos capitales chinos– que competiría con el de Panamá, controlado de hecho, si no de derecho, por Estados Unidos. Estos no son datos anecdóticos sino de fondo, indispensables para calibrar con precisión el marco geopolítico en que se desenvuelven los trágicos acontecimientos de Nicaragua.

Todo lo anterior no significa obviar los graves errores del gobierno de Daniel Ortega y el enorme precio pagado por un pragmatismo que si estabilizó la situación económica del país y mejoró las condiciones de vida de la población hipotecó la tradición revolucionaria del sandinismo. Pero el pacto con los enemigos siempre es volátil y transitorio. Y ante la menor muestra de debilidad del gobierno, y ante un grosero error basado en el desprecio por la opinión de la base sandinista, aquellos se lanzaron con todo su arsenal a la calle para voltear a Ortega. Trasladaron buena parte de los mercenarios que protagonizaron las “guarimbas” en Venezuela a Nicaragua y están aplicando ahora en Nicaragua la misma receta de violencia y muerte que se enseña en los manuales de la CIA. Conclusión: la caída del sandinismo debilitaría el entorno geopolítico de la brutalmente agredida Venezuela, y aumentaría las chances para la generalización de la violencia en toda la región.

Estando en el Foro de Sao Paulo que tiene lugar en La Habana pude deleitarme en la contemplación del Caribe. Allí divisé, a lo lejos un frágil botecito. Lo manejaba un robusto marinero y, en el otro extremo se encontraba una joven muchachita. El timonel parecía confundido y se esforzaba para mantener el rumbo en medio de una amenazante marejada. Y se me ocurrió pensar que esa imagen podía representar con elocuencia al proceso revolucionario, y no sólo en Nicaragua sino también en Venezuela, Bolivia, donde sea. La revolución es como aquella niña, y el timonel es el gobierno revolucionario. Este se puede equivocar, porque no hay obra humana a salvo del error; y cometer errores que lo dejen a merced del oleaje y pongan en peligro la vida de la niña. Para colmo, no muy lejos se dibujaba la ominosa silueta de una nave de guerra de Estados Unidos, cargada de armas letales, escuadrones de la muerte y soldados mercenarios. ¿Cómo salvar a la niña? ¿Botando el timonel al mar y dejando que se hunda el bote, y con él la niña? ¿Entregándola a la turba de criminales que se agolpan, sedientos de sangre y prestos para saquear el país, robarle sus recursos y violar y luego matar a la jovencita? No veo que eso sea la solución. Más productivo sería que algunos de los otros botes que se encuentren en la zona se acerquen al que está en peligro y hagan que el desastrado timonel enderece el rumbo. Hundir al que lleva a la niña de la revolución, o entregarla al navío norteamericano difícilmente podrían ser consideradas soluciones revolucionarias.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/129111-la-nina-en-el-bote

sábado, 14 de julio de 2018

Acerca del artículo 80

Por Fidel Vascós González
El texto del artículo 80 de la actual Constitución cubana es el siguiente:“Las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular son públicas, excepto en el caso en que la propia Asamblea acuerde celebrarlas a puertas cerradas por razones de Estado.”
Este postulado está directamente vinculado al contenido de los Artículos 3 y 69 de la propia Constitución. El primero mencionado dice en su inicio: “En la República de Cuba la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado.”Y el segundo expresa textualmente: “La Asamblea Nacional del Poder Popular es el órgano supremo del poder del Estado. Representa y expresa la voluntad soberana de todo el pueblo.”
De todo ello se desprende que el pueblo cubano con derecho electoral, que elige mediante el voto libre, directo y secreto a los diputados integrantes de la ANPP, está vivamente interesado en conocer todos y cada uno de los asuntos que se analizan y discuten en las sesiones del parlamento y la posición que adoptan los miembros de esta cámara ante cada uno de esos asuntos.
Se hizo bien al incluir el artículo 80 en el texto constitucional. Es parte del nuevo concepto republicano de la Revolución Cubana, que rompe con el esquema de los tres poderes independientes formulado por el Barón de  Montesquieu: legislativo, ejecutivo y judicial. En Cuba es el parlamento, donde descansa el poder legislativo, el que concentra el poder del pueblo. El órgano ejecutivo y el órgano judicial no son poderes independientes, sino que ejercen funciones específicas del Estado y se subordinan al único poder que representa al pueblo soberano: la Asamblea Nacional del Poder Popular. 
Está claro que en el local donde sesiona la ANPP no puede agruparse todo el pueblo a presenciar los debates parlamentarios. No se puede hacer como en la antigua Grecia, que los ciudadanos se reunían todos en el ágora para analizar y aprobar o no los asuntos de Estado. Allí no había democracia representativa, sino era democracia directa. La reducida población de entonces lo permitía. 
Pero hoy tenemos la posibilidad técnica para que el pueblo siga en vivo y en directo el trabajo de los diputados que están sesionando. Se trata de trasmitirlos directamente por radio y TV. No basta con difundir a posteriori las intervenciones de los diputados aplicando cortes en las ediciones. 
Recordemos que las deliberaciones que tuvieron lugar en la Convención Constituyente de 1940 se transmitían directamente por radio y se difundían mediante altoparlantes ubicados alrededor del Capitolio Nacional, donde sesionaba. Incluso se publicaron las versiones taquigráficas de los debates. 
La sesión de la ANPP del próximo 21 de julio tendrá una especial significación para nuestro pueblo. Allí se presentará el nuevo Consejo de Ministros que preside Miguel Díaz-Canel Bermúdez y se analizará y aprobará el Anteproyecto de la Reforma Constitucional. Este momento tan significativo debiera aprovecharse para difundir, en vivo y en directo por radio y TV, los debates que allí se susciten. El pueblo cubano lo agradecería ampliamente y serviría, además, como un poderoso acicate para avanzar en su formación política y como base de su participación en los asuntos de Estado.

lunes, 9 de julio de 2018

Internet y periodismo

Por Fidel Vascós González

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS), como parte de la revolución digital en marcha, han transformado radicalmente muchos aspectos de la sociedad humana. Su entrada en nuestro mundo ha dado la clásica “patada al tablero de ajedrez”. El periodismo no es ajeno a su influencia. Lo primero que se enseña en las clases de esta disciplina es que el periodista debe encontrar la noticia y luego aplicarle el “lead” con sus seis preguntas: qué, quién, dónde, cuándo, por qué, cómo. Con la World Wide Web (www) o red informática mundial, la noticia se globaliza y millones de personas pueden acceder a ella en tiempo real con solo un click. You Tube la ha puesto en movimiento. Ahora se pueden ver los acontecimientos en el mismo momento que ocurren, incluyendo las guerras. La prensa escrita ha perdido su capacidad de divulgación noticiosa masiva. Casi lo mismo ocurre con la radio y la TV.

El libre acceso a INTERNET generaliza la información a todos y a todas. Cualquiera puede colgar lo que quiera en la red y una vez allí ya es imposible ocultarlo. Se acabaron los secretos y los tabúes. Todo está a la vista. INTERNET suprimió el secretismo. ¿Qué le queda, entonces, al periodista? Le queda identificar la noticia y ponerla en la red. Si la escribe en un periódico, la inmoviliza. Y la demora es el enemigo número uno del periodismo. Pero, sobre todo, le queda el análisis de la noticia, su vinculación con otras, el descubrimiento de su esencia y de sus posibles consecuencias, la prospectiva de su proyección. Adquiere mayor importancia lo que podría denominarse “el valor agregado de la información”. Para ello, el especialista de la profesión necesita tener amplios y profundos conocimientos, cultura, poseer inteligencia, sentido del momento y de lo que necesita y desea saber el lector.

Hay otros aspectos del cambio que se está operando ante nuestros ojos. Si el periodista confecciona una buena información, pero no la cuelga en la red por autocensura, queda fuera de juego, pues otro, aun sin ser periodista, puede hacerlo. Hoy la información no puede esperar a ser aprobada por instancias administrativas superiores. Si tiene que recorrer los escalones de mando, pierde inmediatez y llega tarde. Ya no hace falta esa información pues ya el lector la tiene. Quien no se incorpora con rapidez a la www no alcanza a subirse al tren que se aleja aceleradamente. Pierde en la batalla de ideas.

La INTERNET también ha introducido peligros. Prolifera la mentira, las noticias falsas, las fake news que, según estudios, abarcan la mitad de lo que se mueve en la red. Así las cosas, la red puede utilizarse con aviesos propósitos para influir negativamente en las masas. Hay que estar alertas. Ello determina una característica insoslayable en el periodismo actual: la ética, el compromiso con la verdad, la honradez con el lector. 

Menuda tarea la de los periodistas. Debemos darle todo el apoyo que necesitan.

lunes, 2 de julio de 2018

Como quisiera que la Constitución defina lo que es humano en Cuba (1)

Por Charles Romeo

El primer artículo de la Constitución de 1976 hace una referencia escueta  a que Cuba es un Estado socialista de trabajadores. Esa tajante definición era comprensible en esa fecha cuando aún estábamos obnubilados por la existencia de la URSS y del entonces llamado Campo Socialista, que le daban una expresión concreta y real a lo que se entendía por socialismo. Pero estamos en el año 2018 y desde hace 27 años ya no existe ni la URSS ni el Campo Socialista. Por consiguiente, en la actualidad es válida la pregunta: ¿Qué es el socialismo? En Cuba la única respuesta correcta y concreta posible a esta pregunta es lo que tenemos en Cuba como realidad social, que por lo demás está siendo sometida nuevamente a critica desde el 2011, o sea desde hace siete años, para ser redefinida mediante un nuevo modelo económico y social y por una nueva Constitución de la República.  

Propongo que, sin renunciar a utilizar la teoría de la historia y a la explicación del régimen social de producción capitalista que nos dejaron Marx y Engels, lo sucedido con el socialismo europeo exige  ampliar el campo del enfoque de la realidad social de Cuba, introduciendo como idea central para ello el concepto de su humanismo, tal como Marx lo definió en una de sus tesis:

Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” (2)

Si la historia nos enseña que cada régimen social de producción generó su correspondiente humanismo, el nuevo que se está instrumentando en Cuba desde hace sesenta años, el socialismo a la cubana, tiene también que generar su propio humanismo.

Ser esclavo u hombre libre, artesano o propietario, gladiador o militar en la Roma Imperial, era vivir bajo el humanismo vigente en aquellos tiempos, tal como así lo vivieron siervos, burgueses, artesanos y nobles en el medioevo europeo, bajo el dogmatismo religioso cristiano de la época, y tal como viven hoy en día campesinos, trabajadores asalariados y desempleados, empresarios, profesionales independientes y  artesanos, en las sociedades capitalistas. Así también los cubanos viven su propia manera de ser humanos, resultado del conjunto de las relaciones sociales que han logrado establecer durante los años de  Revolución y que se han propuesto seguir modificando.

¿Cómo queremos que sea el humanismo cubano en el futuro inmediato, o sea como queremos que sean las ideas de como los cubanos consideren que debe ser la vida en su país, a su vez resultado  de las relaciones sociales vigentes en Cuba? Eso es lo que debe ser definido en la nueva Constitución y estas son mis concepciones al respecto, que anticipo al momento en que una propuesta sea discutida y aprobada por todos los cubanos.
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Quisiera que la nueva Constitución defina lo que en Cuba se entiende por humano, mediante la descripción del conjunto de las relaciones sociales que existan en el país.
Quisiera que ante todo se definan e instrumenten los derechos innatos de todo cubano y cubana, que expresen el humanismo vigente en Cuba para todos sus habitantes, considerados iguales ante la ley.

Quisiera que los derechos innatos de todo cubano sean al menos los siguientes:

-       Asegurarle al feto a través de la madre las condiciones necesarias para un buen desarrollo                   y parto
-       Alimentación asegurada durante su vida
-       Vivienda con los servicios básicos necesarios
-       Servicios de salud gratuitos durante toda su vida
-       Educación gratuita hasta el nivel que pueda alcanzar
-       Trabajo en el campo para el cual se preparó y un retiro a cierta edad
-       Derecho a la entretención cultural y deportiva y a una vida segura y a su participación en la vida política
-       Asistencia a toda su familia
-       Asegurar gratuitamente su sepelio al finalizar su vida
-       Defender su Revolución

Quisiera una sociedad en la que no exista el desamparo.

Quisiera que esos derechos estén garantizados por el Estado de todo el Pueblo, cuya dirección esté en manos de un  parlamento unicameral y cuyos miembros sean elegidos por el voto popular.

Quisiera que el Estado planifique los objetivos a lograr por la sociedad cubana, sobre la base de que el logro de los derechos humanos de todos los cubanos es absolutamente prioritario, pero sin coartar la necesaria libertad de interrelación entre las entidades productivas para poder lograr sus respectivos objetivos.

Quisiera una organización política del pueblo cubano que garantice una voluntad unitaria inherente a la necesaria e indiscutida  independencia de Cuba en el mundo del cual forma parte, que se base en el principio de que las minorías acepten las decisiones de la mayoría.

Pero quiero también que los cubanos se rijan por el principio de que patria es también humanidad y que estén dispuestos a compartir con otros pueblos lo que tienen cuando lo consideren necesario.

Quisiera que el Estado posea los recursos naturales y productivos necesarios para garantizar los derechos humanos de todos los cubanos, así como asegurar la infraestructura necesaria y que para lograrlos este facultado para obtener de las actividades no estatales, los recursos financieros adicionales que le hagan falta para ello.

Quisiera que las actividades no estatales queden comprendidas en el campo definido por todo lo que no esté prohibido por la máxima representación política del pueblo cubano.
Quisiera que las actividades no estatales queden abiertas a todo cubano individual o colectivo de cubanos, ya sea mediante una organización cooperativa o de otro tipo de participación colectiva, como también a entidades y personas no cubanas que quieran desarrollarlas bajo las leyes vigentes en   Cuba.

Quisiera que rija en Cuba la libertad de pensamiento, de expresión artística, de convicción religiosa y de orientación sexual y que gracias a las nuevas formas de comunicación puedan ser expresadas también libremente, ateniéndose quien lo haga a sus consecuencias.

Quisiera que sea una constante en la educación y en todas las manifestaciones intelectuales y artísticas, la preservación y desarrollo de las características culturales propias de los cubanos, sin temor a la confrontación con otras expresiones culturales ajenas, toda vez que en Cuba ya existe un “ajiaco cultural”.

Quisiera que todo cubano pueda emigrar a otro país si lo desea, sin que por ello pierda su condición de cubano.

En fin, quiero que los cubanos puedan demostrar en los hechos que otro humanismo más justo para todos es posible.


La Habana, 28 de junio del 2018
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(1) Humanismo: Doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos.
(2) Sexta Tesis de Marx sobre la filosofía de Feuerbach.