viernes, 31 de julio de 2015

Interrogantes que inevitablemente afloran

17 de julio de 2015

Ayer estaba grabando con Trovarroco y tuve que interrumpir la sesión para ir hasta el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde los que viajaremos a Washington a ver izar nuestra bandera tuvimos un encuentro con nuestro Canciller. Fue un contacto informativo general, sobre el itinerario de la ida y el regreso; sobre cómo será el acto y en qué lugar del jardín nos corresponderá estar, tomando en cuenta que el edificio que se transformará en nuestra embajada no tiene mucho espacio, sobre todo afuera, alrededor del mástil donde irá nuestra enseña.

Vi que seré parte de una delegación que abarca prácticamente todos los sectores de la vida nacional: mujeres, hombres y jóvenes destacados en diferentes actividades y períodos de las últimas seis décadas. Hay personalidades históricas como Ricardo Alarcón de Quesada, compañero de José Antonio Echeverría en las luchas estudiantiles contra Batista, y Ramón Pez Ferro, asaltante al cuartel Moncada. Hay representantes de la Asamblea Nacional, de los obreros, de los campesinos, de la ciencia y la salud, de la cultura, de las iglesias, del deporte, y unos muy jóvenes delegados de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media.

Creo poder decir que había un espíritu optimista en el encuentro, y no era para menos. Tener el privilegio de estar en Washington en el momento en que volverá a ondear la bandera cubana será como asistir a un breve acto victorioso, luego de más de medio siglo de ardua resistencia. Y haber sido escogido para integrar ese pequeño grupo es una distinción que, estoy seguro, ninguno de los allí presentes imaginábamos. Quizá cada delegado tenga en mente, como yo, una lista de personas que merecerían estar presentes. Algunos de mi inventario no llegaron vivos a este momento. Otros se lo perdieron por extravíos diversos. Estos años a veces han sido como una larga carrera de fondo en que los corredores por momentos hemos quedado solos con nuestras conjeturas, mientras una presunta meta pasaba de la realidad a la utopía, y viceversa. Yo mismo hasta hace poco pensaba que no me tocaría ver lo que estoy viendo.

Cuando volví a incorporarme al trabajo en el estudio, le conté a mis compañeros que iba a viajar de corre-corre a Washington –donde hicimos un concierto juntos hace un lustro–, y me dijeron que lo habían leído. Después hice silencio, escuchando un tumbao de son, y no sé por qué, de repente, toda la historia de estos años me cayó encima y me aplastó contra la silla, como bajo muchas gravedades, y ante mis ojos desfiló una hilera de acontecimientos en los que me involucré desde muy joven, convencido de estarme jugando la suerte junto a la de mi Nación.

Abrumado por aquel sentimiento de cotidianidad transfigurada en algo inexorable, me pregunté cómo hubiera sido la vida si nuestros vecinos, en vez de hostiles, hubieran sido comprensivos. Me pregunté cómo hubiera sido no sólo la existencia de los que abrazamos la Revolución, entendiendo que así defendíamos a nuestra Patria, sino también la de los que escogieron el camino opuesto. Cuán diferente hubiera resultado la suerte de todos. En qué clase de mundo viviríamos hoy, si aquella vez hubiéramos logrado entendernos.

Fue muy fuerte lo que sentí ayer cuando al fin me senté, creía yo, a continuar mi trabajo. Fue como si toda mi vida, mis padres, mis hijos, los hijos de mis hijos, mis canciones y todo lo que existe fueran el resultado de un albur.

Qué extraño sentimiento. 

Y pensé si acaso estaremos viviendo el comienzo de otra oportunidad. 

¿De qué manera nos condicionará? ¿Para hacernos mañana qué tipo de preguntas?

Interrogantes que inevitablemente afloran.

lunes, 27 de julio de 2015

En torno a la censura

                                     por Guillermo Rodríguez Rivera

Desde hace mucho tiempo he sido un adversario decidido de la censura, lo que no quiere decir que sea ideológicamente indiferente al flujo de ideas que de manera constante se manifiesta en nuestra sociedad. Por el contrario, creo que en las actuales circunstancias de Cuba, las ideas van a hacerse cada vez más importantes, más protagonistas de los escenarios que aguardan al país.

Estamos ante un sistema que está cambiando y aunque oficialmente hayamos circunscrito el cambio a lo que se ha llamado la “actualización del modelo económico” vigente en Cuba, las transformaciones van a ir necesariamente más allá,  porque esa “actualización” va necesariamente a trascender al plano ideológico. Al menos, ese es uno de los fundamentos del marxismo.

En un país como fue la Unión Soviética –desde los años veinte del pasado siglo conformada por Stalin y su particular  lectura del marxismo– los grandes temas ideológicos  se cristalizaban, se congelaban, se dogmatizaban y casi estaban ajenos al pensamiento que se iba moviendo en la existencia cotidiana. Aunque no heredaran el espíritu represivo de Stalin, sus sucesores heredaron ese inmovilismo ideológico.

El que fuera acaso el más importante teórico de la literatura  (y de la ideología)  de la URSS, Mijail Bajtin –no casualmente censurado y reprimido en tiempos de Stalin–, puso en circulación la categoría de “ideología de la vida”,  cuyos modos de discurrir, apoyados en la experiencia cotidiana,  podían y  de hecho debatían con las formas cristalizadas, aceptadas, dogmatizadas de la ideología mayor y contribuían  a  transformarlas. La “ideología de la vida” se manifestaba muy fuertemente en el arte y la literatura.

Los debates ideológicos prácticamente desaparecieron de la URSS stalinista. Había una oficialidad  que tenía  el privilegio de la verdad en la “interpretación” de los textos, y lo hacía con arreglo a las grandes cristalizaciones ideológicas,  sin  preocuparse porque aparecieran modos de pensar que esas cristalizaciones no tuvieron en cuenta. El soviético (y la soviética, desde luego) no acostumbraban  a  debatir el parecer oficial.

Muchos  se  han  preguntado  por qué nadie objetó el fin del socialismo  y  la desaparición de la propia Unión Soviética. Ni  un  stajanovista, ni un komsomol,  ni un obrero de avanzada, ni un cosmonauta objetaron la idea.

¿Saben por qué? Porque esa era una idea consagrada por el que era entonces el parecer oficial, y ese era un pueblo al que acostumbraron a que el parecer oficial no se discute.

La censura es la consagración de ese modo de pensar.

Estoy escribiendo esto, pensando en la retirada de la escena de “El rey se muere”, la obra de Ionesco montada y dirigida por Juan Carlos Cremata.

No alcancé a verla en su mínimas exhibiciones,  pero no me convencen los criterios aparecidos  para justificar el hecho. Lo único adecuado habría sido propiciar un debate en torno a la obra y su puesta en escena, y permitir que los espectadores cubanos  –incluyendo, claro, a los más calificados–,  encontraran su punto de vista, que no tiene por qué resultar unánime.

La censura cancela los problemas, los oculta, no los resuelve: a lo sumo, lo que hace es meter la basura debajo de la alfombra, no limpiar la casa.

viernes, 24 de julio de 2015

Es mi nombre

Por Guillermo Rodríguez Rivera

¿Es mi nombre? ¿Estáis ciertos?
                                                 Nicolás Guillén

Hace unos días leía unas reflexiones de dos jóvenes cubanas negras que meditaban sobre la pertinencia de sus nombres: ¿por qué ellas, dos muchachas afrodescendientes, tienen apellidos de obvio origen europeo – son apellidos españoles – y no ostentan nombres que evidencien su origen africano? Ambas tenían la voluntad de cambiar sus nombres.

Esa miserable institución que fue la esclavitud humana tuvo sus comienzos mucho antes de que, en el siglo XVI, los colonizadores europeos se pusieran tácitamente de acuerdo para establecer en todo el mundo la esclavitud del negro africano y de sus descendientes. En las guerras entre pueblos blancos, mucho antes de eso, los vencedores apresaban a los enemigos derrotados y los convertían en sus esclavos.

La democrática Atenas del siglo de Pericles, había establecido el voto para sus ciudadanos, pero tenía a miles de hombres y mujeres de otras procedencias convertidos en sus esclavos.

Los Estados Unidos de América se jactan de ser la primera democracia moderna, pero su única diferencia con la antigua democracia ateniense son los siglos que separan a una de otra, porque los democráticos Estados Unidos que proclamaban con Jefferson “que todos los hombres han sido creados iguales”, tuvieron esclavos por casi un siglo después de constituirse en república y solo pudieron abolir la esclavitud con una cruenta guerra que asoló al país.

En efecto: los negros de las antiguas colonias tienen apellidos europeos, porque los amos blancos daban su apellido a los esclavos negros que compraban.

Ya en el siglo XX, el dirigente negro norteamericano Malcolm Little decidió prescindir del apellido dado por el amo inglés a su familia. Como no podía desenredar la madeja histórica que lo llevara a encontrar su verdadero apellido, decidió apellidarse con esa X que se hizo famosa entre los luchadores contra la discriminación racial en los Estados Unidos.

Lo mismo haría después el campeón mundial de boxeo llamado Cassius Clay, que resolvió adoptar el nombre árabe de Muhamad Alí.

Por esos mismos años, Nicolás Guillén escribió uno de sus más hondos poemas: el que tituló, justamente, “El apellido”. Como hacía Malcolm X, como podría hacer cada descendiente de africanos en América, Guillén preguntaba:

      ¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene
       de aquella tierra enorme, el apellido
       sangriento y capturado que pasó sobre el mar
       entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?

E imaginaba, especulaba sobre el apellido africano que pudo ser el suyo:

       ¿Seré Yelofe?
       ¿Nicolás Yelofe, acaso?
       ¿O Nicolás Bakongo?
       ¿Tal vez Guillén Banguila?
       ¿O Kumbá?
       ¿Quizá Guillén Kumbá?
       ¿O Kongué?
       ¿Pudiera ser Guillén Kongué?

Y finalmente llegaba la decepción del poeta, ante la imposibilidad de hallar el apellido cierto:

      ¡Oh, quién lo sabe!
      ¡Qué enigma entre las aguas!

Reparemos en que el mulato cubano que era Nicolás, buscaba su “otro” apellido: hay un apellido español y debería haber, también, un apellido africano.  No quiso entonces Guillén adoptar la X que el líder negro norteamericano asumió como desafío a la sociedad blanca racista.  

Acaso Nicolás evocó a otro poeta, a Shakespeare, cuando escribió aquel verso que colocó en la dulce boca de Julieta:

       What’s in a name?

Como Shakespeare confió en la superioridad del amor, nuestro Guillén creyó en lo verdaderamente importante: que los hombres se reconozcan, que sean solidarios y se hermanen. 

Quería advertirlo, recordarlo a estas muchachas cubanas, que acaso quieren ir a recorrer un camino que ya está andado.

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EL APELLIDO
I
Desde la escuela
Y aún antes… Desde el alba, cuando apenas
Era una brizna yo de sueño y llanto,
Desde entonces,
Me dijeron mi nombre. Un santo y seña
Para poder hablar con las estrellas.
Tú te llamas, te llamarás…
Y luego me entregaron
Esto que veis escrito en mi tarjeta,
Esto que pongo al pie de mis poemas:
Las trece letras
Que llevo a cuestas por la calle,
Que siempre van conmigo a todas partes.
¿Es mi nombre, estáis ciertos?
¿Tenéis todas mis señas?
¿Ya conocéis mi sangre navegable,
Mi geografía llena de oscuros montes,
De hondos y amargos valles
Que no están en los mapas?
¿Acaso visitasteis mis abismos,
Mis galerías subterráneas
Con grandes piedras húmedas,
Islas sobresaliendo en negras charcas
Y donde un puro chorro
Siento de antiguas aguas
Caer desde mi alto corazón
Con fresco y hondo estrépito
En un lugar lleno de ardientes árboles,
Monos equilibristas,
Loros legisladores y culebras?
¿Toda mi piel (debí decir),
Toda mi piel viene de aquella estatua
De mármol español? ¿También mi voz de espanto,
El duro grito de mi garganta? ¿Vienen de allá
Todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces
De mis raíces y además
Estas ramas oscuras movidas por los sueños
Y estas flores abiertas en mi frente
Y esta savia que amarga mi corteza?
¿Estáis seguros?
¿No hay nada más que eso que habéis escrito,
Que eso que habéis sellado
Con un sello de cólera?
(¡Oh, debí haber preguntado!)
Y bien, ahora os pregunto:
¿No veis estos tambores en mis ojos?
¿No veis estos tambores tensos y golpeados
Con dos lágrimas secas?
¿No tengo acaso 
Un abuelo nocturno
Con una gran marca negra
(Más negra todavía que la piel),
Una gran marca hecha de un latigazo?
¿No tengo pues
Un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?
¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decidmelo!
¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?
¿Cómo decís Andrés en Congo?
¿Cómo habéis dicho siempre
Francisco en dahomeyano?
En mandiga ¿cómo se dice Amable?
¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres?
¡El apellido, entonces?
¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene
De aquella tierra enorme, el apellido
Sangriento y capturado, que pasó sobre el mar
Entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?
¡Ah, no podéis recordarlo!
Lo habéis disuelto en tinta inmemorial.
Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.
Lo escondisteis, creyendo
Que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza.
¡Gracias!
¡Os lo agradezco!
¡Gentiles gentes, thank you!
Merci!
Merci bien!
Merci beaucoup!
Pero no… ¿Podéis creerlo? No.
Yo estoy limpio.
Brilla mi voz como un metal recién pulido.
Mirad mi escudo: tiene un baobab,
Tiene un rinoceronte y una lanza.
Yo soy también el nieto,
Biznieto,
Tataranieto de un esclavo.
(Que se avergüence el amo)
¿Seré Yelofe?
¿Nicolás Yelofe, acaso?
¿O Nicolás Bakongo?
¿Tal vez Guillén Banguila?
¿O Kumbá?
¿Quizá Guillén Kumbá?
¿O kongué?
¿Pudiera ser Guillén Kongué?
¡Oh, quién lo sabe!
¡Qué enigma entre las aguas!

II
Siento la noche inmensa gravitar
Sobre profundas bestias,
Sobre inocentes almas castigadas;
Pero también sobre voces en punta,
Que despojan al cielo de sus soles,
Los más duros,
Para condecorar la sangre combatiente.
De algún país ardiente, perforado
Por la gran flecha ecuatorial,
Sé que vendrán lejanos primos,
Remota angustia mía disparada en el viento;
Sé que vendrán pedazos de mis venas,
Sangre remota mía,
Con duro pie aplastando las hierbas asustadas;
Sé que vendrán hombres de vidas verdes,
Remota selva mía,
Con su dolor abierto en cruz y el pecho en llamas.
Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre,
En la tuberculosis y en la sífilis,
En el sudor comprado en bolsa negra,
En los fragmentos de cadenas
Adheridos todavía a la piel;
Sin conocernos nos reconoceremos
En los ojos cargados de sueños
Y hasta en los insultos como piedras
Que nos escupen cada día
Los cuadrumanos de la tinta y el papel.
¿Qué ha de importar entonces
(¡Qué ha de importar ahora!)
¡Ay! mi pequeño nombre
De trece letras blancas?
¡Ni el mandinga, bantú,
Yoruba, dahomeyano
Nombre del triste abuelo ahogado
En tinta de notario?
¿Qué importa, amigos puros?
¡Oh, sí, puros amigos,
Venid a ver mi nombre!
Mi nombre interminable,
Hecho de interminables nombres;
El nombre mío, ajeno,
Libre y mío, ajeno y vuestro,
Ajeno y libre como el aire.

Nicolás Guillén

miércoles, 22 de julio de 2015

Cuba y Estados Unidos: que la justicia nos mantenga amigos

René Vázquez Díaz es un narrador y poeta cubano radicado en Suecia. No es la primera vez que su nombre es mencionado en Segunda cita. Hace algún tiempo recomendé La era imaginaria y La isla del cundeamor, novelas que forman parte de una saga apasionante.

Sabiendo que acabo de presenciar como nuestra soberana bandera ascendía al cálido cielo de Washington, me escribe: “…te envío a ti este artículo antes que a nadie. Creo que debe publicarse en Segunda cita…”

Gracias, René. Abrazo de bejucos.

silvio

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Por René Vázquez Díaz

El 20 de mayo de 1902, cuando la República de Cuba nació coja y violentada por Estados Unidos, entre los solemnes discursos pronunciados en La Habana se destacan dos frases de William Jennings Bryan, político populista del Partido demócrata y miembro (junto a Mark Twain) de la entonces llamada Liga Antiimperialista:

“Dios nos hizo vecinos. ¡Que la justicia nos mantenga amigos!”

 Pero, como escribió César Vallejo en un poema famoso, esto no fue posible. Hoy ondea en La Habana la bandera de Estados Unidos y por primera vez en la historia de ambos países se abre la posibilidad real de un futuro de buena vecindad. Tanto en mayo de 1902 como en julio de 2015, la clave del fracaso o el éxito de esas relaciones es la palabra justicia.

Aunque se oculte cuidadosamente en la poderosa prensa occidental, Cuba obligó a Estados Unidos a sentarse a negociar. Ese diálogo a pie de igualdad, alcanzado a un precio tan alto y doloroso para el pueblo cubano, constituye en sí mismo una victoria inédita en la historia de las Américas. Uno de los objetivos del bloqueo había sido evitar justamente lo que ahora sucede: el diálogo en bases soberanas. En el pasado, cuando Estados Unidos y sus aliados hablaban de “diálogo” con Cuba, lo que querían decir, en plata, era imponer las condiciones de una inevitable capitulación cubana. Y esto no fue posible.

Tanto para los compatriotas que no tuvieron fe en la fuerza de su propio pueblo, como para los extranjeros que no creyeron que la diminuta Cuba sería capaz de ganarle el pulso a un país tan agresivo, se trata de una victoria que no parecía alcanzable en el transcurso de sus vidas. Para los enemigos profesionales de la revolución, lo que en efecto está ocurriendo es algo inaudito, casi inconcebible, que los pone en una situación vergonzosa e inestable. ¿Cómo serán financiados a partir de ahora?

En el lenguaje elegido por Obama para esconder esta derrota, no se dice que Cuba ha estado (y sigue estando pese a algunas flexibilizaciones) asediada, cercada, perseguida y agredida. Se dice diplomáticamente que Cuba fue “aislada” y que eso “no funcionó”: a una agresión única en nuestra época, por su encarnizamiento y su duración, se le minimiza llamándola “aislamiento”. Pero el problema es que la agresión sí funcionó perfectamente para empobrecer al cubano de a pie y envilecer a los que eligieron convertirse en aliados del agresor. Otro objetivo esencial del bloqueo ha sido impedir que el Estado cubano disponga de dinero para administrar, con éxito, logros como la educación, la salud pública y el cuidado de la niñez. Un objetivo de la prolongada agresión parcialmente logrado fue generar hastío en el espíritu de los bloqueados. Las víctimas de todo asedio terminan por culpabilizar a su propio gobierno de las salvajadas de que son objeto por parte de una potencia extranjera.

La insistencia del Presidente Obama en no hablar de historia para “no ser prisioneros del pasado” es comprensible en un líder que, para poder avanzar, tiene que aunar voluntades contrarias dentro y fuera de su gobierno. Pero no creo que eso contribuya al entendimiento mutuo. Una tras otra, todas las maquinaciones norteamericanas para desestabilizar a Cuba y arreciar las vicisitudes de sus habitantes han sido descubiertas, denunciadas y derrotadas. La historia del entrometimiento y los abusos de la embajada de Estados Unidos en La Habana debería ser una asignatura obligatoria para los nuevos diplomáticos.

Hasta el momento, cualquier personaje insignificante de la República Checa, España o Suecia, por sólo poner tres ejemplos, se miraban al espejo como héroes de una cruzada contra la revolución cubana. Diplomáticos o no, llegaban a la isla en plan de agentes hinchados, sabedores de cómo resolver los problemas de los guajiros de Mayarí o de los cuentapropistas del Cerro. Todavía el sueco Jonas Modig sigue dormido y sin recordar cómo su compinche Carromero, cancerbero del deplorable PP español, cometió un delito de imprudencia temeraria que mató a dos ciudadanos cubanos. El caso de Allan Gross es triste y elocuente. ¿Se repetirá el espectáculo de un James Cason dirigiendo a sus asalariados cubanos como un ridículo cowboy?

Estados Unidos debe ser sumamente cauteloso y no abrir heridas que están muy lejos de cicatrizar. Cuando elija su forma de actuar, la renovada estación de la CIA en La Habana debería tener pie de plomo. El Departamento de Estado ha anunciado que desde la nueva embajada podrá promover mejor “sus intereses y sus valores”. Los pueblos de Cuba y Estados Unidos anhelan cambios que conduzcan a la paz y al bienestar. En Cuba hay muchas cosas que deben cambiarse y los cubanos las están cambiando a su manera y a su propio ritmo, en ejercicio de su soberanía.

El “compromiso” del Departamento de Estado con el pueblo cubano no puede basarse en instituciones ofensivas como Radio Martí ni en las rebatiñas de dólares de la USAID,  porque todo eso recuerda demasiado a la doctrina de Robert Torricelli, “to wreak havoc on that island.”  En Cuba no es fácil olvidar esa tendencia contraria al derecho internacional y a la decencia, ya que la Ley Helms Burton, vigente aún en su desalmada totalidad, se basa en el espíritu y la obra de Mr Torricelli: devastar esa isla.

Entonces, ¿cuáles son los valores del Departamento de Estado representados por el bloqueo y la Ley de Ajuste? ¿Qué valores defiende Estados Unidos en el atolladero jurídico y humanitario de Guantánamo? Llegó la hora de los cambios. Todo diplomático estadounidense debe saber que la presencia de su gobierno en Cuba tiene una rancia historia con hedor a guajiros desamparados en las guardarrayas, explosiones mercenarias, cubanos de alquiler mendigando en sus jardines y privaciones de todo tipo en lo profundo del pueblo.

No obstante, tratemos de no hablar de historia. Olvidar lo malo, dice Martín Fierro, también es tener memoria. Y lo que todos anhelamos a partir de este 20 de julio no es más intervencionismo ni agresiones que provoquen nuevas luchas de consecuencias imprevisibles, sino más comercio, más cultura y entendimiento; más felicidad y bienestar, de modo que se cumpla la invocación de William Jennings Bryan y la justicia, al fin, nos mantenga amigos para siempre.
Danny Glover saluda a Ricardo Alarcón

Nuestra delegación en nuestra embajada


Traté de conseguir uno, pero enseguida se agotaron


El momento


jueves, 16 de julio de 2015

Cuba Posible otorga el Premio por el servicio a la nación Monseñor Carlos Manuel de Céspedes al proyecto “Gira del colectivo Ojalá por los Barrios”

Cuba Posible convocó el Premio por el servicio a la nación Monseñor Carlos Manuel de Céspedes para honrar con este reconocimiento obras inspiradas en los valores que defendió en vida el padre Carlos Manuel: una ejecutoria de gran calado intelectual y sentida honestidad política, la pasión por Cuba y su pueblo, la capacidad de diálogo y el patriotismo como virtud nacional.

La primera entrega de este premio distingue al colectivo que gestó y simboliza un proyecto de especial significado cultural y social, y subraya tres cualidades de esencial relevancia: la capacidad del proyecto para hacer participar de él a un número amplio de personas e instituciones, la profundidad cultural de su propuesta y la calidad moral con que ha dialogado con sus públicos.

Desde estos valores, Cuba Posible concede la primera edición del Premio por el servicio a la nación Monseñor Carlos Manuel de Céspedes al proyecto “Gira del colectivo Ojalá por los Barrios”, que encabeza el cantautor Silvio Rodríguez Domínguez.
Este proyecto, considerado por sus organizadores como “Gira Interminable”, se ha sostenido por cinco años de manera ininterrumpida, ha convocado a un amplio registro de artistas de la mayor relevancia, ha supuesto una sostenida coordinación con un amplio campo de instituciones de todas las escalas territoriales del país, ha producido un documental de enorme sensibilidad social y un libro notable que circula en diversas geografías. La calidad artística de la propuesta, su compromiso cívico, y la participación de diversos actores, todo lo cual imagina las maneras con que pueden y deben encararse las políticas hacia la cultura y las culturas de la política en el país, son reconocidas por el Premio.



El colectivo Ojalá y Silvio Rodríguez, un artista icónico de la cultura cubana y latinoamericana desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, siguen ofreciendo conciertos de primera magnitud en un vasto mapa global, con una obra que ha sabido experimentar permanentemente desde el punto de vista musical y registrar renovadamente la sensibilidad social de nuestro tiempo. Por lo dicho, este Premio no solo se dirige a la obra artística de Silvio y de Ojalá, sino también a la elección de ponerla a dialogar —compartiéndola entre muchos, y con los mismos formatos con que se presenta en los escenarios más selectivos del mundo— con el tejido popular de la nación: los barrios de Cuba.


Los espacios en los que ha tenido lugar el proyecto “Gira del colectivo Ojalá por los Barrios” muestran una Cuba en toda su magnitud, su diversidad, su sensibilidad y, también, muestran la permanencia de sus desigualdades, de su pobreza, de sus carencias. El Premio celebra la sinceridad con que el proyecto ha afrontado las realidades cubanas y, sobre todo, la pasión que sostiene el proyecto todo: la pasión por el pueblo cubano, conociéndolo y respetándolo en su profundidad y, al mismo tiempo, tratándolo como un pueblo de ciudadanos con iguales derechos a la elaboración de lo público, a la dignidad de la vida y a la creación de la belleza.

Proyectos como este sirven de puente entre los cubanos, y anuncian la posibilidad de vivir y convivir entre todos de mejores maneras. Una fraternidad que es parte sustancial del patriotismo que celebra el Premio por el servicio a la nación Monseñor Carlos Manuel de Céspedes.


Fuente: http://cubaposible.net/articulos/cuba-posible-otorga-el-premio-por-el-servicio-a-la-nacion-monsenor-carlos-manuel-de-cespedes-al-proyecto-gira-del-colectivo-ojala-por-los-barrios-2-aa5-7-aa6-3-7

jueves, 9 de julio de 2015

Memorias de Lugano y su Garganta Poderosa

Hola Silvio, ¿cómo está? Suponemos que ya más tranquilo en su tierra. Le queremos agradecer el encuentro en Lugano. Acá van las preguntas, que las terminamos de armar colectivamente con los compañeros y compañeras de la revista que no pudieron estar el sábado y que también valoran esta entrevista, tan importante para nuestros barrios. Esperamos sus respuestas y le mandamos un abrazo poderoso, revolucionario y de muchos brazos.

- La primera pregunta que le queremos hacer, para nosotros, siempre es la más importante: ¿cómo está, Silvio? ¿En qué momento de su vida se encuentra?

Aún no soy capaz de hacer balances, ni de sacar conclusiones. Siento que me faltan cosas por hacer. Así que, excepto por las apariencias, me encuentro casi donde mismo.

- Usted sostiene que el primer vistazo que echamos al mundo lo hacemos cuando somos niños y esa primera visión es tremendamente importante para todos los que estamos en esta aventura de crear y vivir. ¿Cómo fue su infancia en medio de la dictadura de Batista?  ¿En qué le sirvió para forjar su pensamiento revolucionario?

No tuve una infancia materialmente ventajosa,  más bien de cierta precariedad. Vengo de familias obreras. Eso sin dudas forma parte de mi, aunque no es lo único. También están los compromisos que después incorpora la información que se recibe, las elecciones personales que se hacen. La verdad es que muchas cosas de mi infancia y de la política de mi país terminé de definirlas e interpretarlas años después. Pero conservo en la memoria cosas como la violencia policial, que vi aplicar lo mismo contra estudiantes universitarios que contra un pobre vagabundo. Yo tenía 12 años recién cumplidos cuando triunfó la Revolución. Aquel cambio de realidad en mi país fue para mi, simultáneamente, el tránsito de la niñez a la adolescencia.

- Más allá de que su paso por la Argentina fue breve, viene seguido a nuestra nación. ¿Cómo ve al país? ¿Qué percibe de cómo está la gente, en general?

Hacía tres años que no venía. Ahora volví porque fui invitado a la inauguración del Centro Cultural Kirchner. Como acepté, surgió la idea de hacer un par conciertos, y luego también el de Lugano. La verdad es que siempre vengo a trabajar, no a vivir, y desde mi perspectiva no es fácil darse cuenta de todo. El termómetro que tengo, además de lo visible (que no siempre es objetivo), es la charla con amigos, con personas que me rodean por mi trabajo, y también un poco la memoria…

Por ejemplo, recuerdo que en 1984, la primera vez que estuve aquí, vi un país con cierta opulencia, sobre todo si se le comparaba con el resto de Latinoamérica. En el centro de Buenos Aires, que era por donde yo me movía, se notaba cierto culto a la elegancia. También, paralelamente, era visible el trauma de la reciente dictadura: se hablaba de los desaparecidos, de las torturas. La gente, después de un período de silencio, podía expresarse, estaba movilizada, había una identidad fuerte alrededor de eso, una unidad sentimental que daba una sensación de homogeneidad. Aquellos brillos empezaron a apagarse unos años después, cuando se  introdujeron soluciones neoliberales. Entonces surgieron quejas de que no había dinero, y poco después llegó el corralito. A ojos vistas las diferencias sociales se acentuaron. Fue cuando la clase media pasaba a la pobreza, y la pobreza a extremos dolorosos. La crisis Argentina llegó a primera plana en los diarios del mundo.

De pronto llegó Néstor, con sus medidas de recuperación económica y apoyando que los culpables de desmanes fueran llevados ante la ley. Se reconozca o no, se notó que a partir de ese presidente la dignidad nacional emprendía una recuperación.

Ahora parece estar en juego si gana la memoria o el olvido. Si gana la memoria, tiene lógica pensar que seguirán levantándose, puede que lentamente, aunque algo más parejos, como parece haber estado sucediendo. Si gana el olvido … ver el mundo. Puede que haya un aparente despegue inmediato, pero también habrá una fuerte recaída. A los acaudalados el sube y baja de las economías no les preocupa, ellos tienen los medios para sobrevivirlos. Pero a la mayoría…

- ¿Por qué decidió brindar un espectáculo abierto y gratuito en un barrio como Lugano? ¿Y cómo fue esa experiencia?

Es lo que suelo hacer, cuando me dejan. En Cuba hemos logrado sistematizarlo, pero también lo hice en dos 25 de mayo en Buenos Aires, y en Mar del Plata, en un Encuentro de los Pueblos. También lo hice un par de veces en Venezuela, invitado por el presidente Chávez. También lo hicimos en países donde hay o había leyes que exigen a los artistas extranjeros un concierto gratuito. Gracias a esas leyes, con las que estoy muy de acuerdo, estuve hace años en La Media Torta, de Bogotá, y en el 2010 en una calle de Medellín. Y gracias a una iniciativa parecida que tiene la alcaldía de la ciudad de México, empecé haciéndolo en el distrito Venustiano Carranza de esa ciudad, después en el monumento a la Revolución y varias veces en El Zócalo. En República Dominicana lo hicimos en el estadio Quisqueya, y hace poco en Baní, gracias al actual ministro de cultura, José Antonio Rodríguez, que es trovador. En Asunción lo hice por invitación del presidente Lugo. En Guayaquil y Santa Cruz, gracias a los presidentes Rafael Correa y Evo Morales. Hace unas semanas hicimos un concierto de este tipo en Panamá, durante la última Cumbre de la OEA, donde Cuba fue invitada.

La experiencia en Lugano, donde tuvimos apoyo de la ministra Teresa Parodi, fue hermosísima, con un pueblo entusiasta y muy disciplinado. Hay que ver lo bien que enfrentaron el frío y los problemas de audio. De Lugano me llevo una memoria de ejemplaridad.

- Esta recorrida que empezó hace unos años en Cuba la has rebautizado "Gira Interminable". ¿Qué quiere decir ese título?  ¿Por qué decidió salir a tocar en los "barrios jodidos"?

Así bautizó nuestra gira Antonio Guerrero, uno de Los Cinco, cuando todavía él y sus compañeros sufrían prisión en Norteamérica. A pesar de la distancia física, también hicimos juntos una exposición en el Centro Pablo de la Torriente Brau, que dirige el poeta y cineasta Víctor Casaus; Tony aportó sus cuadros al pastel y yo mis fotos de los barrios.

Me fui metiendo en el trabajo barrial porque Cuba está abocada a un cambio económico. El socialismo nuestro desde hace tiempo viene reajustando el rumbo,  rectificando cosas, entre ellas un error de 1968, que fue estatalizar toda la economía y el mercado interno. Actualmente el Estado, buscando eficiencia, se está desprendiendo de mucho empleo que le sobra y esto, aunque se va despacio para no desamparar a los que necesitan ayuda, se hace sentir especialmente en barrios de infraestructuras deficientes. Un día un oficial de Prevención, que es un departamento de ayuda social, me invitó a su vecindario y allí descubrí lo útil que podía resultar la cultura en las condiciones de esos barrios. No sólo llevamos música, también llevamos unos 300 libros y, en los lugares que no hay, se van creando bibliotecas. Empezamos a hacerlo calladitos, no queríamos que se volviera algo propagandístico sino que fuera un verdadero trabajo de base, pero después de unos años es casi imposible que no se sepa.

- Nosotros elegimos ser La Poderosa, entre otros motivos, porque ese fue el nombre con el que nuestro querido Ernesto y su amigo Alberto Granado bautizaron a la moto con la que recorrieron los primeros kilómetros de su aventura latinoamericana. Más allá del homenaje que intentamos hacerle, la idea es seguir el ejemplo de aquella Poderosa: algo que no pare, que se detenga en cada lugar para hacer escuela y aprender mucho, pero que luego siga viaje hacia nuevos horizontes, para volcar allí todo lo asimilado a lo largo de la travesía.  En ese sentido, ¿podríamos considerarlo un artista “Poderoso”? ¿Por qué?

Cierto que sin aprendizaje no hay progreso. Tampoco sin autoexigencia. Hacer algo, encontrarlo bonito y conformarse, es un desperdicio. Siempre me repito una frase de alerta de Martí, cuando elogiaba a los impresionistas franceses que expusieron en New York, a fines del siglo 19. El decía (y cito de memoria) que “son culpables las almas que se dedican a repetir lo ya descubierto”. Esto me parece semejante a lo que ustedes dicen: “…algo que no pare, que se detenga en cada lugar para hacer escuela y aprender mucho, pero que luego siga viaje hacia nuevos horizontes…” Es una vocación armónica con el progreso, con la ley Universal del movimiento.

- ¿Con qué se encontró durante su gira por los barrios cubanos?

El estudito de grabación que dirijo, que se llama Ojala, hace frontera con un barriecito llamado “El Romerillo”. Hace más de 20 años que estamos allí, así que para nosotros no son nuevos los vecindarios pobres. Pero la búsqueda de esos lugares en los municipios habaneros, y el tiempo visitándolos dos veces al mes, nos dan una perspectiva más cercana. En este recorrido hemos encontrado de todo, desde una pobreza material que no concebíamos que existiera en nuestro país, hasta la evidencia de que, aún en vecindarios así, nuestros niños tienen sus escuelas y su atención médica.

- Usted ha declarado que en los “barrios jodidos” por los que ha tocado en Cuba,  todavía no ha visto a un sólo niño sin escuela, sin zapatos y sin asistencia médica. ¿Qué le genera que en nuestros barrios, que están jodidos, no contemos con cloacas o que las ambulancias se nieguen a ingresar, a pesar de que la vida de un niño esté en riesgo?

Lo de las ambulancias es inconcebible. Pero en La Habana hay barrios sin alcantarillado, y en San Antonio de los Baños, mi pueblo, también. Espero que eso que ustedes cuentan de vuestros barrios sea casuístico y no una norma. En cualquier caso demuestra que queda por hacer en el terreno de la política social.

- Al fundar nuestra revista, hace 4 años, entendimos que más de 200 años sin periodistas de nuestros barrios no podía ser casualidad, ni una consecuencia de una crisis vocacional. Claramente, ese vacío se debía a un sistema que nos silenció desde siempre, hasta que por fin pudimos dar nuestro primer grito. ¿Cuán importante es para usted que exista una revista villera ideada, escrita, fotografiada, ilustrada y distribuida por vecinos? ¿Por qué hay un sistema que nos pretende silenciar e invisibilizar?

Justamente por esto les dije en Lugano que ustedes eran un ejemplo y que estaba aprendiendo. Yo les vi trabajando en equipo, muy coordinados; cada uno sabía lo que tenía que hacer. Significaba una experiencia, un camino andado que acaso les corresponda enseñar a otros.

Y respecto a la pregunta de por qué hay un sistema que les pretende silenciar e invisibilizar, es algo que han tratado de responder muchos libros, muchos pensadores, y hay ejemplos de sobra en la Historia. Pero lo incuestionable es el derecho a usar vuestras gargantas poderosas.

-Si no hubiera sido por la campaña de Cuba, se hubiera creído que los "Cinco" eran terroristas. Acá, a veces pasa algo parecido y cuando matan a alguien en nuestros barrios, lo primero que dicen los medios de comunicación es que se trató de un ladrón o un narcotraficante. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en Cuba? ¿Qué rol deben tener los medios, en general?

Por mi trabajo he aprendido la responsabilidad que se adquiere cuando por cualquier medio se amplifican ideas. Sobre esto hay muchas apreciaciones. Yo simpatizo con principios desmitificadores. Tomando en cuenta también, por supuesto, la relatividad, lo circunstancial a veces de lo que damos por cierto.

En los primeros años, cuando la Revolución fue condenada a muerte por el Imperio, y acosada, desarrollamos un instinto de defensa que nos ha sido imprescindible. Por eso con toda razón el rol de los medios de comunicación en Cuba ha sido el de defender las conquistas de una Revolución que se hizo con y para los humildes. Pero también en eso hay que estar alertas. La burocracia puede convertir un buen papel en dogma, en comodidad conservadora, en resistencia a lo que el desarrollo exige, y ahí ya se deja de ser revolucionario. En los últimos años en Cuba hay mucho debate sobre la prensa y su papel. Y se nota un pensamiento de vanguardia en una blogósfera incisiva y autocrítica, liderada sobre todo por jóvenes.

-Cuando escuchamos historias de los Cinco, tanto de ellos como de los cubanos que les escriben cartas y nunca los abandonaron, nos conmueve ver ese sentimiento de patria. ¿Qué representan los Cinco para su país y personalmente qué le pasa a usted, que sabemos que tiene y tuvo contacto con ellos?

Los Cinco representan nuestro derecho a defendernos, a no ser impunemente avasallados. Por eso el pueblo los quiere, porque los siente como una columna sólida del edificio de su dignidad. Eso aparte de las cualidades personales de cada cual, que supieron crecer con estudio y perseverancia en casi 17 años de prisión. En tiempos en que la desidia y la corrupción pretenden doblegar a la virtud, la integridad moral de Los Cinco significa mucho. Creo que de ahí también viene su trascendencia, más allá de Cuba.

-Cada dos por tres le sacan declaraciones de contexto o quieren mostrar que ya no apoya a la revolución cubana. Los mismos que exigen libertad no entienden que precisamente ser libre es decir lo que uno piensa. Y que eso no significa estar en contra de la revolución, sino todo lo contrario. ¿Cómo se para ante los medios de comunicación a la hora de hablar de Cuba?

Recuerdo que la primera vez que estuve en Venezuela, en 1974, en la Universidad Simón Bolívar me preguntaron si yo era crítico de mi realidad. Y recuerdo haber dicho espontáneamente, casi sin pensarlo, que cuando se levantara el bloqueo y viviéramos sin agresiones podría permitirme ser más autocrítico, de cara al exterior. Ya yo había sufrido incomprensiones y discriminaciones en mi país, por ser rebelde y cantar mis incógnitas. O sea, yo era crítico con mi realidad desde adentro, pero tenía la reserva de mostrarme así mismo fuera de Cuba, temiendo que no se comprendiera.

En la primera década después del triunfo revolucionario, en nuestro país circulaba mucho el pensamiento; incluso había discusiones de dirigentes revolucionarios en la prensa. Aquel momento no podía ser más delicado porque incluso había guerrillas armadas por la CIA en varias regiones. Aún así, lidiar con nuestras contradicciones no nos debilitó, sino que nos hizo más resistentes y creíbles. Los que nos formamos en aquella diversidad compleja, no nos tragamos la planicie de ideas que se pretendió imponer en los 70. Por entonces ser polémico era muy mal visto, y a los que discutíamos se nos llamaba “conflictivos”.

Para algunos lo correcto políticamente era hablar de una Cuba poco menos que paradisíaca, justificarlo todo. Yo creo que aquellos guardianes de un ideal inmaculado le regalaron la crítica a los enemigos de la Revolución, cosa que nos ha hecho mucho daño. Pero en la misma Cuba, corriendo sus riesgos y participando de sus sacrificios, desde el principio hubo voces autocríticas que no sirvieron ni sirven al imperialismo, sino al sentido común, que siempre debiera considerarse revolucionario.

- Cuando Cuba le abre las puertas a la tecnología, algunos medios dicen que “se está abriendo al capitalismo”. Sin embargo, cuando los países capitalistas llevan adelante diversas reivindicaciones a los Derechos Humanos, jamás dicen que se “vuelcan al socialismo”. ¿Por qué ocurre esto?

Es la hipocresía de muchas brutalidades contra Cuba.  Quienes juraron acabar con la Revolución son incapaces de reconocer su derecho a defenderse. Es como los que dicen que no podemos usar teléfonos o televisores porque los inventó el capitalismo. Hay mucho de cavernícola tras toda esa política que ojalá ciertamente esté llegando a su fin.

- ¿Cuál es la mentira que más le duele escuchar sobre su país?

No sé si es dolor o vergüenza ajena, pero pintarnos como demonios suena a leyenda, a medioevo.

- Para muchos, Silvio Rodríguez es considerado un "artista militante", pero usted le escapa a ese calificativo. ¿Por qué ocurre y cómo convive con ese encasillamiento?

Lo curioso es que ese tipo de término quiera decir “bueno” o “malo”, según el contexto en que se diga.

- Le escribió muchas canciones y en el ratito que compartimos en Lugano también nos habló de él. ¿Qué le sigue generando, hoy en día, el Che?

El Che fue un arquetipo para mi generación –una generación que curiosamente no tuvo una infancia que repetía en la escuela “Seremos como el Che”. Sin embargo aún nos inspira su ejemplo y le cantamos.

- Además del Che, ¿qué otros argentinos dejaron una marca en su vida?

José Ingenieros fue el primer filósofo que leí. Lo tuve cerca en la adolescencia y me ayudó. También Bartolomé Mitre, pero no como político sino como hombre de letras: él hizo traducciones progresivas de La Divina Comedia, y yo conocí ese libro por su trabajo.

Por supuesto, admiro a muchos músicos argentinos, desde Ginastera hasta Gardel, Yupanqui, Charly, Les Luthiers, Mercedes, Víctor, León, Fito, Baglietto, el talentoso Pedro Aznar.  Me son muy queridos artistas como Fontanarrosa y Quino. Tuve el privilegio de conocer personalmente a Gelman, a Cortázar, a Sábato. Soy amigo de Jorge Boccanera. Para colmo, la primera vez que estuve en Buenos Aires vivía en un hotel de la calle Maipú y una mañana me crucé con Borges. Fue de película.

-Esta pregunta te la hicieron mil veces, pero los barrios más pobres de Argentina también queremos que nos cuentes algo de Fidel, ese hombre al que admiramos y del que estamos acostumbrados a escuchar tantas mentiras.

Lo he visto menos de lo que pareciera. En esas pocas veces vi que siente curiosidad por los detalles. También por momentos parece ensimismado y de pronto va a lo que tiene en mente, con un poder de persuasión tremendo. Disfruta mucho de la conversación, aprecia al buen interlocutor. Fidel, además de las dotes políticas que le convirtieron en una de las personalidades más trascendentes del siglo XX, es una persona sumamente gentil.

-Y a 56 años del inicio de la revolución cubana, ¿qué le sigue generando a vos Fidel? Y con tanta Latinoamérica recorrida, ¿qué sigue generando su figura?

Pablo Milanés lo dijo:

“Bolívar lanzó una estrella
que junto a Martí brilló.
Fidel la dignificó
para andar por estas tierras”

-A raíz de que se reanudaron las relaciones bilaterales con Estados Unidos, volvieron las noticias de todo tipo sobre los cambios en Cuba. ¿Cómo está viviendo usted, y el pueblo cubano, este momento particular? ¿Realmente hay grandes cambios?

Nuestras rectificaciones empezaron bastante antes que las conversaciones con el gobierno Norteamericano. Nuestros cambios vienen de consultas populares, del análisis crítico de nuestra sociedad, de la evidencia de sistemas fallidos u obsoletos. Cuba necesita avanzar en muchos aspectos y creo que los cambios van a ser importantes. Ocurren lentamente, en parte por la resistencia de una burocracia temerosa de perder ventajas, y también por perjudicar lo menos posible a sectores vulnerables, acostumbrados a depender del Estado. Esto último es uno de los factores que me mantiene en los barrios.

Es una suerte que un dirigente histórico como Raúl encabece esta “actualización del modelo”, como él lo llama, con Fidel también entre nosotros. La perspectiva del acercamiento de los Estados Unidos ha disparado tanta lucha ideológica que sin ellos todo hubiera sido mucho más difícil. Por mi parte espero que las transformaciones respeten al máximo los logros de la Revolución, y sirvan para llevarnos de verdad a “un socialismo próspero y sostenible”, como dice el Gobierno.

- ¿Cuáles son los desafíos de Cuba, frente a esta apertura al diálogo con Estados Unidos? ¿Cómo presagia el futuro?

Yo siempre he creído en la paz (con dignidad, como decimos en Cuba), así que estoy optimista, aunque sigo atento. Si queremos una sociedad más equitativa, lo que nos toca a nosotros como pueblo es producir más, para reducir las importaciones. En la medida que lo hagamos seremos más independientes y podremos dedicar más recursos a los apetitos espirituales.

 -En los primeros años del siglo XXl, de la mano de Chavez, Lula y Evo, entre otros líderes, los países y los gobiernos del sur comenzaron a mostrarse más unidos y también más cercanos a Cuba. ¿Hoy cómo ves ese proceso de América Latina?

Chávez fue decisivo en todo ese proceso, y brillará en nuestra Historia por su entereza y por su generosidad. Se trata de un camino hermoso, porque continúa el de los fundadores de Nuestra América; pero es además inteligente y necesario porque, si nos abrazamos de verdad, el bien que se puede desatar puede ser enorme, de largo aliento. Tenemos países con dirigentes de vanguardia; se han creado organismos de unión y ayuda mutua. Aunque también hay que prever que algunas realidades varíen. Hace poco ganó en Uruguay una visión del Frente Amplio más centrista que Mujica; las próximas elecciones de Argentina pudieran cambiar el aliento gubernamental; otros países son sensibles a cambios de dirección. Ante estos acasos, supongo muy importante que los sectores populares, que han ganado fuerza en estos procesos, no se desmovilicen: primero para que lo ganado no se pierda y también para seguir avanzando.

- Durante la Revolución, usted decidió ser alfabetizador. ¿Qué importancia le da a la educación y hacia dónde cree que debe apuntar la misma? ¿Qué tipo de educación nos debemos en América Latina?

¿Te imaginas a un muchachito de catorce años explicándole a un campesino con ocho hijos por qué La Tierra era redonda? ¿O sosteniendo un farol de madrugada, para que una comadrona trajera un niño al mundo? En 1961 cantábamos una canción que se llamaba “Con las letras, la luz”. La campaña de Alfabetización tuvo uno de los himnos más lindos que se han escrito en Cuba.

El acceso a la educación y a la salud son derechos humanos fundamentales. Supongo que cada país debe hacer sus propios planes, según sus características, necesidades y desarrollo, pero al menos hasta la enseñanza secundaria la educación debiera ser obligatoria.

- Desde La Poderosa hacemos foco en la participación y la organización vecinal,  y una de las actividades que brindamos en nuestros barrios son talleres de fotografía, donde aprendemos cómo responder, con una imagen, a la mierda que nos tiran en mil palabras. ¿A dónde apunta su lente cuando agarra una cámara? ¿Qué rol debe cumplir la fotografía?

Mi lente apunta a cualquier sitio que me lleve el trabajo. También mira a mi familia, o al rincón donde me halle. Lo que tiene de maravilloso la fotografía es que aparentemente detiene el tiempo. Los seres vivos estamos encadenados al presente, y es como una forma de volver. Los adelantos tecnológicos le han dado cámaras a todos y la fotografía juega el rol que cada cual le imprime. Esta colectivización debe dejar constancia de la diversidad que nos une.

- A pesar de que no da notas a menudo, a pesar de que vino a Argentina por pocos días, a pesar de que los buscaron de todos lados para tener su voz o su imagen, usted nos escuchó y pudimos tener un encuentro, para nosotros, soñado. ¿Qué lo llevó a hacer la excepción de hablar con La Garganta Poderosa?

Tenía una deuda con ustedes, desde otra vez que vine y no fue propicio el instante en que nos cruzamos. Lo tenía pendiente en mi cabeza. Por supuesto que todo parte del respeto que siento por el trabajo que hacen.

Abrazos a todos
Silvio
La Habana, 12 de junio, 2015