lunes, 30 de diciembre de 2013

Apuntes para una canción a Yeyé

Quien indague por qué Casa de las Américas nos abrió sus puertas para que cantáramos
en febrero de 1968, debe saber que aquel ademán solidario no salió del vacío, y menos porque abundaran noticias felices sobre los jóvenes trovadores. Por entonces era habitual que nos precediera una aureola de conflictivos, palabrita que solía usarse como sinónimo de “ten cuidado con ese”. Quizá por ello, antes de la primera invitación a cantar, Haydeé Santamaría en persona se reunió con nosotros y se informó de primera mano de nuestras procedencias y correrías, así como de nuestra forma de entender temas universales y del patio.

¿Qué determinó el interés inicial? Alguien dijo que quien primero le habló a Haydeé de aquel grupo de trovadores fue Santiago Álvarez. Lo creo, porque conocí bien a Santiago. ¿Cómo fue la comunicación inicial con ella? Aunque parezca raro, en cierta medida por nuestro repertorio. Digo que puede parecer extraño porque llegamos por un auspicio del Centro de la Canción Protesta y nuestro arsenal no era pródigo en el tipo de canción que solía clasificarse como tal. Es decir, cuando llegamos frente a Haydeé habíamos escrito escasos temas sobre la guerra en Viet-Nam, la discriminación racial y el antimperialismo. Por su parte, el cantor de la reafirmación revolucionaria era ―y es para siempre― Carlos Puebla. Nosotros desde el inicio fuimos otra cosa. Mezclábamos lo cotidiano con lo trascendente y no eludíamos hablar de los contratiempos de la sociedad en revolución. Lo hacíamos así porque así era nuestra vida, y la vida real es quien suele poner las mejores palabras en una canción. Esto no era conflicto para Haydeé, que siempre nos escuchaba respetuosamente, cantáramos lo que cantáramos. Sólo una vez me preguntó qué quería decir yo con aquello de “me iré a soñar al trueno / de un país desconocido”. Fue entonces cuando, obligado a profundizar, le confesé mi secreta aspiración de convertirme en combatiente internacionalista.

Quizá la materia que más fluidamente dejó correr nuestra afinidad fue el Ché y la lucha armada. A ella le gustaba hablar de cuando se habían hecho amigos en la Sierra Maestra y a mi me encantaba escucharla, lamentando en silencio no haber tenido edad suficiente para alzarme. En la Sierra él le había prometido que ella lo acompañaría a la hora de la liberación Latinoamericana (ella se apagaba un poco cuando explicaba por qué no habían podido correr la misma suerte). También más de una vez me contó que el argentino decía que lo que más le gustaba de ella era verla “disparando a la redonda”, como una rebelde en el seno de los rebeldes. Y supongo que ése debe haber sido otro punto cardinal de nuestra identidad: la convicción de que era necesario seguir siendo insurrectos, para darle continuidad al mejor espíritu revolucionario. Ella era, por derecho histórico, una semejante del Ché. Yo, por vocación y edad, émulo del “Gigante” de Martínez Villena. Con tan especial identidad, rápidamente nos volvimos amigos.

Haydeé, como ya he dicho, puso la épica revolucionaria a nuestro alcance, al narrarnos algunos hechos como ella los recordaba y no como parecía pintarlos cierta mitología castradora. Su visión realista y a la vez poética era la anunciación de que el sacrificio era una forma de ascenso en la escala humana. Así que sintiéndonos cada vez más comprometidos, aunque sin ataduras, nos fuimos hermanando y ella dejó de ser Haydeé y se convirtió en Yeyé, como le decían doña Joaquina y sus hermanas Aida y Adita, de las que también nos volvimos familia.

Puede que ahora yo sea algo más cuidadoso que en aquellos tiempos, cuando todo ―yo incluso― era más joven. Por entonces, y aunque mis bríos a veces se pasaran de rosca, no entrar en contradicciones me parecía una cobardía y no ser impetuoso lo consideraba un defecto. Ante tales arranques, Haydeé tenía una capacidad de comprensión y compasión enormes. Sabía leer, donde está escrito, el por qué cada cual es como es. Su dolor de alma, lo trágico de su vida le fueron refinando la ternura hasta lo sublime. Así mismo era capaz de sentarse a discutir con quien fuera y de cantarle las cuarenta al más pinto. Maravillosamente, también tenía la admirable costumbre de no dejar que se hiciera leña del árbol caído. Si tronaban(*) a un compañero, o algo así, Haydeé no admitía que se hablara mal de él, todo lo contrario. Por eso cuando uno la escuchaba resaltar insistentemente las virtudes de alguien, podía casi asegurarse que ese alguien estaba en “capilla ardiente”. Ella era como una gran academia de humanidad en un cuerpo pequeño y con voz de flauta. Pero nadie podía equivocarse respecto al carácter que residía en aquel ser que hablaba cantando. Para mi Yeyé fue una argamasa que pegó y contribuyó a que tomaran forma algunas cosas importantes que por entonces todavía me bailaban adentro.

Jamás podré olvidar que cuando en 1980 los trovadores Vicente Feliú, Lázaro García, Augusto Blanca y Saresquita Escalona fueron secuestrados y torturados durante un golpe de estado en Bolivia, Yeyé transformó su oficina de Casa de las Américas en un centro de movilización internacional. Desde allí ideó y ejecutó el rescate de nuestros compañeros y no fue a descansar hasta saber que ya venían de regreso.

La fascinación que ejercía me hizo escribir cientos de palabras con música, con las que intenté un tributo a la proeza de su generación, en la que había brillado su hermano Abel. O sea que de no existir nuestra amistad posiblemente no  hubiera escrito algunas canciones, entre ellas “Canción del Elegido”. Durante los años en que nos conocimos, en cambio conseguí que me redactara una dedicatoria para el libro “Haydeé habla del Moncada”, donde puso: “Silvio, compréndeme y quiéreme”.

Puede que esas sean las palabras clave para la canción que le debo. Mas, como se ve, trato de transcribir algo de su memoria al lenguaje común, sin conseguir revelar la magnitud de su presencia.

No quiero dejar de decir que con ella también nos reíamos mucho. A ella le encantaba reír y hacer reír. Si se piensa que los sentidos son tributarios de la personalidad, uno de los esenciales en Yeyé era el del humor, a veces matizado por su maternidad expansiva. No se me olvida un día en que me invitó a comer y que mientras al resto de los comensales se les servía una cena criolla, me puso delante una descomunal tortilla de plátanos maduros. Fue que una vez me oyó decir que me gustaba mucho ese plato.

Un 31 de diciembre, fecha que ella había escogido como su cumpleaños, la vi empolvarse la cara, echarse una sábana por la cabeza y alumbrarse la barbilla con una linterna. Así, después de apagar todas las luces de la casa, se le apareció a Noel Nicola, que roncaba en un sofá. Noel saltó del sueño echando chispas y palabrotas, y al día siguiente estaba apenadísimo por las expresiones que se le habían escapado. Yeyé, cada vez que lo veía, le pinchaba las costillas con un dedo y le soltaba una risita.

La última vez que Julio Cortázar estuvo en Cuba, desayunamos juntos. Habíamos coincidido en algún evento, pero buscando intercambiar otras palabras quedamos en vernos un domingo temprano, en el Hotel Riviera. Yendo para la cita, Haydeé ―que también estaría en el desayuno―, me iba explicando la situación: Cortázar tenía una nueva compañera, a la que quería mostrar La Habana. Para que pudiera moverse con comodidad durante su visita, inicialmente se le había brindado un vehículo con chofer, pero Julio, cronopio por antonomasia y enemigo de resultar el más mínimo estorbo, había declinado el carro y a cambio había pedido un par de bicicletas, para recorrer la ciudad.

―Así que, Silvio, en algún momento del desayuno tú tienes que decir que no tienes cómo ir a tus actividades y que necesitas una bicicleta ―me iba instruyendo la heroína del Moncada, mientras conducía por el Malecón.

―Y ¿eso para qué, Yeyé?

―Para ver qué dice Julio, chico ―y me miraba con los ojitos brillantes.

Torpe como soy, me pasé aquel desayuno desaprovechando los “pies” que Yeyé me ponía en las narices, retrasando el momento acordado. Yo me sentía en conflicto, porque por una parte me daba pena la candidez de Julio y por otra no quería defraudar a mi cómplice, dejando de hacer mi papel. Para no hacer más largo el cuento: cuando por fin logré decir que necesitaba una bicicleta, Julio reaccionó con su bondad proverbial, diciendo que casualmente él tenía dos y que con gusto me prestaba una. Aquel momento fue la eclosión de la mañana: la carcajada de Yeyé, mi cara de tomate y el rostro primero desconcertado de Cortázar, tratando de llegar al entendimiento, hasta que por fin arqueó las cejas y empezó a menear la cabeza, escuchando decir a nuestra amiga:

―¡Oye eso, Julio! ¡Con la escasez de bicicletas que tenemos…!

  

28 de enero, 2003.

(*): Tronar, en lenguaje callejero: destituir del cargo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Hacia el porvenir

Hacia el porvenir partieron sombras.
Rumbo a mañana algo de oscuridad
fue a sobrevivir, porque el sol de hoy
no pudo más.


No estarán completas las auroras.
Quejas de mí lucirá la claridad,
porque lo que yo tanto pretendí,
demorará.


Por más que quise bendecirme
y más purificarme,
yo era carne,
yo era yo.


Lo que con amor hacía una mano,
lo rompía con otra el desamor.
Yo no creo que haya sido en vano,
pero pudo ser mucho mejor.


Hacia el porvenir partieron sombras.
Cuando no alcance, sólo podré alertar.
Si alguien me oye allí, no se olvide pues
de iluminar.


1993

lunes, 23 de diciembre de 2013

¡Ho..Ho..Ho...!

Viñeta de El Roto:  http://elpais.com/elpais/2013/12/22/vinetas/1387729239_128316.html

jueves, 19 de diciembre de 2013

Yo soy de donde hubo un río

Yo soy de donde hubo un río
que le dio nombre a su valle,
fundó un pueblo con sus calles
y fue de muchos, y mío.
Hoy corre viejo, y ansío
consolarle la salud,
porque si alguna virtud,
sombra y pisada poseo
es por sus aguas que creo
dieron voz a mi laúd.

Desde que tengo razón
vi al pobre sacando peces
y al niño gozar con creces
de mi manantial dulzón.
Se dieron el corazón
en sus márgenes los novios;
todo nombrado episodio,
fuera de carne o leyenda,
pagó la útil ofrenda
al río, por su custodio.

Todos le debemos algo:
yo mismo, más que bastante:
por él fui enano y gigante;
por él valgo, si es que valgo.
Yo no conozco un hidalgo
ausente del pueblo mío
que no sienta escalofríos
cuando, en lejanos confines,
un coterráneo le gime:
“¿y cómo está nuestro río?”

Hace años que no fluye
porque le falta tutela,
pero pocos se desvelan
por tanto que se destruye.
El político lo incluye
en su discurso consciente
y, sin embargo, la gente
ve como el río agoniza
cada día, con la prisa
de quien no tiene parientes.

Sin el río Arigüanabo
nuestro pobre San Antonio,
sin baños ni patrimonio,
apenas será un lavabo.
¿Dónde beberá el guayabo,
el jagüey y la yagruma?
¿Qué paraje será espuma
de la niñez de mañana?
...Y en la neblina temprana
¿dónde dormirá la luna?

Yo soy de donde hubo un río
que le dio nombre a su valle,
fundó un pueblo con sus calles
y fue de muchos, y mío.
Hoy corre viejo, y ansío
consolarle la salud,
porque si alguna virtud,
sombra y pisada poseo
es por sus aguas que creo
dieron voz a mi laúd.

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Giraldo Alayón, notable entomólogo e incansable luchador ecológico, ha escrito unas rápidas pero sabias palabras que incorporo a mis décimas ariguanabenses.
srd

Tenía siete años cuando me llevó mi padre, por primera vez, a ver el Río; salimos temprano en la mañana, con dos varas y una latica de calandracas.., a pescar…, nos encaminamos, a pie, por todo el Palenque hasta las piedras del Novillo; pasamos un día delicioso, a la sombra en la orilla, yo jugando a pescar y mi padre con una buena ensarta de carpos y biajacas; ese mismo año, en el verano, volvimos al lugar y comencé a aprender a nadar….

Muchos ariguanabenses de mi época y muy anteriores tienen anécdotas como la mía e incluso mucho más ricas en detalles y experiencias. Nuestro Río Ariguanabo, ha sido la razón misma de la existencia de nuestra ciudad y de nuestra identidad, “el río del guanal” en su propia etimología entraña cubanía, historia, pasiones, romances y grandes vocaciones.

Viejo cauce, y viejo paisaje serpentean por una elevada llanura, otrora canal marino, cruce de enormes tiburones blancos y de todo tipo de plantas y organismos que yacen incrustados en sus históricas rocas.

Continuando con mi historia personal, mi vocación por la ciencia y la naturaleza comenzaron en sus orillas y en su bosque, acá colecté mis primeras arañas e insectos e incluso en tiempos de exámenes, en la universidad, íbamos al río a estudiar..; muchos colegas y amigos de La Habana venían los fines de semana a bañarse y divertirnos en sus aguas.., cuando nos graduamos vinimos a celebrarlo en nuestro Río..!!

Que tenemos hoy…, paisajísticamente sigue siendo un río con grandes meandros, horadando un valle cársico, flanqueado por una exigua vegetación; pero su ecología no responde a su nombre geográfico, se comporta como un largo lago de 11 kms desde la malhadada presa de la boca hasta la presita de la parte urbana (otrora hidroeléctrica...) soportando todos los procesos de eutrofización concebidos y un alto índice de contaminación en sus aguas, quizás, como nunca antes.., pero, ¿es importante nuestro río?

Pienso que sí; sigue siendo “el pulmón de la ciudad” y el elemento paisajístico, mas notorio, del este de la nueva provincia de Artemisa, con números en su diversidad biológica que deben ser mencionados: 200 especies de plantas en su bosque marginal; 106 especies de aves registradas; 103 especies de arañas; 50 especies de mariposas diurnas; 21 especies de moluscos terrestres; 15 especies de mamíferos, 30 especies de reptiles y la combinación de un bosque siempre verde y de galería que sirve de refugio a todo este emporio de diversidad.

No quisiera pecar de chovinista pero una buena parte de los más ilustres viajeros y naturalistas vinieron a conocerlo y admirarlo: Humboldt, Bonpland, Poey, Gundlach, Carlos de la Torre, la condesa de Merlín, Barbour, Arango, Alain y León.., El gran autodidacta y sabio pinareño Tranquilino Sandalio de Noda, vivió, escribió y murió en su regazo e incluso realizó interesantes estudios de su subsuelo; los Dres.  Pazos y Hernández, junto con Rosas, en su histórico recorrido de principios de 1880 lo retratan y lo admiran..

¿Será el sino de nuestro río languidecer en la suciedad y la desidia?, ¿estará condenado a vertedero de nuestros desechos?

Espero que no, debemos aunar voluntades y esfuerzos y salvarlo a tiempo…, pero estamos cerca del límite…

Giraldo Alayón García
San Antonio de los Baños
Diciembre 20, 2013.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Canción de Navidad

El fin de  año huele a compras,
enhorabuenas y postales
con votos de renovación.
Y yo, que sé del otro mundo
que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción.

La gente luce estar de acuerdo,
maravillosamente todo
parece afín al celebrar.
Unos festejan sus millones,
otros la camisita limpia
y hay quien no sabe qué es brindar.

Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego
que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.

Tener no es signo de malvado
y no tener tampoco es prueba
de que acompañe la virtud.
Pero el que nace bien parado,
en procurarse lo que anhela
no tiene que invertir salud.

Por eso canto a quien no escucha,
a quien no dejan escucharme,
a quien ya nunca me escuchó,
al que en su cotidiana lucha
me da razones para amarle,
a aquel que nadie le cantó.

Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego
que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.

1988

viernes, 13 de diciembre de 2013

Dos poemas a drogas

HASCHISCH

                             José Martí Pérez (1853-1895)

Arabia:—tierra altiva
Solo del sol y del harem cautiva.
 
___________

Cuando la infame Tierra abre su seno
Al árabe, engendrado
De ardiente arena y sol enamorado,
Y el seno, de miserias viles lleno,
Fango sangriento al árabe ha mostrado,
Lo eterno anhela, el árabe suspira,
Los ojos cierra a la verdad, y llora
Dulce llanto de amor a la mentira,
Y el alma ardiente de la tierra mora
Duerme para vivir, pues—viva—la ira
En su pecho más loca se levanta
Que la idea de amor en sus mujeres
Y el canto de pasión en su garganta. 
____________

¡Amor de mujer árabe!— La ardiente
Sed del mismo Don Juan, se apagaría
En un árabe amor, en una frente
De que el negro cabello se desvía,
Como que ansia de amor eterno siente,
Y a saciarnos de amor nos desafía!— 
_____________

¡Oh! viven en aquellas
Magníficas doncellas,
Las trovas no escuchadas,
Las horas no sentidas,
Y lágrimas de amor aún no lloradas,
Y fuentes de hondo amor aún no sabidas;—
En ellas, las huríes,
Por cada rayo de su sol un beso
Con sabor de azahar y de alelíes;—
Y en ellas, lo imposible
De una hoguera de luz nunca extinguible!
 
_____________

La vida es el amor—donde la tierra
Por los solares besos fecundada,
Pensiles ha por hijos en que encierra
La fragancia y la luz de una alborada;—
La vida es el amor—donde de amores
Del libio sol y arábigas arenas,
Hasta el desierto mismo nacen flores
Con palmas leves de murmullo llenas;—
Y allí donde si el sol desapareciera,
Del beso de una hurí renacería,
Prendida dejo el alma pasajera
Y la vida es amor:—
¡Oh! quién pudiera
De una mora el amor gozar un día! 
___________

No es estatua de lánguida figura
El alma de un poeta:
Es un sol de dolor: alma sin cura
De universal enfermedad secreta:—
En sí tiene el hervor, en sí esta fiera
Ansia que un beso incomparable invoca
Que, dado en una vez, arda en su boca
Mas allá de las horas en que muera:—

¡Oh! pobre alma dormida
Sin este beso eterno sacudida!

Una árabe que besa
Es labio de mujer, donde nos cumple
La eternidad al fin una promesa:—

¡Oh! si mis labios pálidos rozara
una arábiga boca, donde arde
Cuando se imprime, el fuego del Sahara,
Mientras no es ida, el fuego de la tarde;—

Si esta mejilla sin color,—hundida
Al espantoso beso
Que con los huesos de su boca, impreso
En cara y corazón deja la vida,—

Si este espíritu luz enamorado
Del armónico amor, en mí sintiera
Ese beso de una árabe, engendrado
Al fecundo calor de una quimera;—

Si el alma de una mora, al hierro impío
Del tiránico afán encadenada,
Viniera a calentar el pecho mío,
Y dejara en mi boca fatigada
Un beso como el fuego del estío,
Largo como el dolor de esta jornada,—

Yo no sé qué dulcísima ternura
Este árido cerebro llenaría;
Yo no sé qué colores esta oscura
Virgen de mi alma casta vestiría;
Qué luz como esta luz—¡oh, qué ventura
De una mora el amor gozar un día!

___________

Chimenea encendida
Al frío corporal vuelve la vida:
¡También de un beso al fuego,
El muerto de vivir, renace luego! 
__________

Nadie sabe el secreto misterioso
De un beso de mujer: yo lo he sabido
En un arrobamiento luminoso
Extra-tierra, extra-humano, extra-vivido. 
___________

Cuando todo lo férvido dormita,
Cuando todo lo imbécil gigantea,
Cuando la languidez solo se agita
Y por nuestra alma mísera pasea,—
Hay algo más hermoso que una noche
De enero de mi patria en las llanuras;—
Más dulce que un dulcísimo reproche
Lleno de confusión y de locuras,
Con que un trémulo labio
Culpa y perdona su amoroso agravio;—
Hay algo como en sueños
Nos pareció escuchar, algo que ha sido
Verdad, aunque fue sueño, porque deja
Partida la verdad, cierto el sonido,—
Un rayo que refleja
Muy suave claridad,—una dulzura
Que todos nuestros átomos orea,
Y una especie de aroma de ternura
Que sobre nuestros labios titubea!—

Un beso de mujer!—Pues ¿cómo ha sido?
Todo lo venturoso ha renacido,
La redención espléndida amanece,
Esénciase el cadáver, y en el punto
Hermano siglo y siglo de un difunto,
O me engaño—¡oh ventura!—o me parece
Que do el difunto fue, la yerba crece! 
___________

Un beso de mujer!—Yo lo he sabido
En un muy dulce instante extra-vivido.—

El árabe, si llora,
Al fantástico haschisch consuelo implora,
El haschisch es la planta misteriosa,
Fantástica poetisa de la tierra:
Sabe las sombras de una noche hermosa
Y canta y pinta cuanto en ella encierra.—

El ido trovador toma su lira:
El árabe indolente haschisch aspira.

Y el árabe hace bien, porque esta planta
Se aspira, aroma, narcotiza, y canta.

Y el moro está dormido,
Y el haschisch va cantando,
Y el sueño va dejando,
Armonías celestes en su oído.

Muchos cielos ha el árabe, y en todos,
En todos hay amor,—pues sin amores,
¿Qué azul diafanidad tuviera un cielo?
¿Qué espléndido color las tristes flores?

Y el buen haschisch lo sabe,
Y no entona jamás cántico grave.

Fiesta hace en el cerebro,
Despierta en él imágenes galanas;
Él pinta de un arroyo el blando quiebra,
Él conoce el cantar de las mañanas,
Y esta arábiga planta trovadora
No gime, no entristece, nunca llora:
Sabe el misterio del azul del cielo,
Sabe el murmullo del inquieto río,
Sabe estrellas y luz, sabe consuelo,
Sabe la eternidad, corazón mío!

El árabe es un sabio:
Cobra a la tierra el terrenal agravio.

Y en tanto,—el encendido
Vigor de este mi espíritu potente,
Me quema en mí y esclavo y oprimido
Tormenta rompe en la rebelde frente:—

Y en tanto—de mi espíritu el deseo
De aquello lo invisible se enamora,
Y se abrasa en mí mismo, y me devora
Buitre a la vez que altivo Prometeo!—

Amor de mujer árabe! despierta
Esta mi cárcel miserable muerta:
Tu frente por sobre mi frente loca:
¡Oh beso de mujer, llama a mi puerta!
¡Haschisch de mi dolor, ven a mi boca!


Revista Universal. México, 1º de junio de 1875



PÁGINA DE LA DROGA CELESTE

                              Rubén Martínez Villena (1899-1934)

Semilla del Ensueño, la gota milagrosa
en una falsa muerte la Paz nos anticipa,
y orna la paz de imágenes. El alma, que reposa
la secular fatiga, ve como se disipa

su gran Dolor en una voluta caprichosa,
Humo que de la torpe materia la emancipa:
ensaya el vuelo ansiado la triste mariposa
a la crepitación caliente de la pipa…

¡Oh, la espiritualísima sensualidad del opio!
En el laboratorio del universo propio
se duerme al fin la vieja demencia del análisis,

y el fumador, que a ratos su embriaguez desintegra,
hace brotar, luchando con la dulce parálisis,
un vasto ensueño rosa de la píldora negra.


La pupila insomne, 1924

martes, 10 de diciembre de 2013

Zapateo provinciano

Cuidado con el paisaje de la provincia
De la provincia
Cuidado con la fauna de la provincia
De la provincia
Cuidado con el melodrama
La comedia, los extras y la farsa
De la provincia
Cuidado con el panorama
El tiempo libre, la mala entraña
De la provincia.

Cuidado con ciertos presidentes de la provincia
De la provincia
Cuidado con las secretarias de ciertos dirigentes
De la provincia
Cuidado con los fulanos, los reprimidos,
 los olvidados de la provincia
Cuidado con los equivocados
Algunos funcionarios de la provincia.

Cuidado con los confundidos de la provincia
Cuidado con los incomprendidos de la provincia
Cuidado con esos intelectuales, los entendidos
Los que más saben de la provincia
Cuidado con los asexuales, los hetero, los bi…
Los plurales de la provincia.

Lien Rodríguez  y  Rey Pantoja


Casa del barrio El Fundador (Matanzas) de frente

La misma casa de espaldas (fotos de a. ramírez)