martes, 30 de agosto de 2011

Otra vuelta de tuerca al pensamiento burocrático



GRAZIELLA POGOLOTTI

El general de Ejército Raúl Castro, primer secretario del Partido y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, ha criticado acerbamente en más de una ocasión lo que denomina "secretismo". A pesar de ello, el fenómeno parece recrudecerse en todas las instancias, desde la oficina de trámites destinadas al ciudadano común, hasta aquellas de mayor jerarquía, requeridas para dar respuesta a cuanto determina la vida de un centro laboral. Así deja de fluir con la rapidez debida la cadena de eslabones interdependientes indispensable para el funcionamiento de una sociedad compleja como lo son cuantas sucedieron a la estructura primaria de la tribu. Cuando el pequeño funcionario sale de vacaciones, asiste a una entre tantas reuniones o atiende asuntos personales, deja bien guardados bajo llave los documentos rectores de su trabajo. Mientras tanto las exigencias de la realidad seguirán andando sin hallar solución. Porque el monopolio del saber es la primera trinchera defensiva de su sistema de fortificaciones que incluye la rutina del hacer y del pensar.

A otra escala, comienza a edificarse el timbirichismo, un inconsciente actuar posmoderno atomizador que desconoce la finalidad última del "meta-relato" de la construcción del presente y la salvaguarda del porvenir. Cada cual preserva su pequeño espacio. La falta de integralidad en la perspectiva interfiere con el impulso a la necesaria cooperación entre los distintos sectores, tanto como el óptimo empleo del capital humano más calificado. La formalización de los procederes impide jerarquizar lo fenoménico respecto a lo esencial. Conduce a aferrarse a conceptos superados por la vida, descartar lo desechable para preservar, ante todo, los propósitos que constituyen la razón de ser del proceso revolucionario.

Pocos recuerdan una entrevista concedida por Fidel, allá por los ochenta del pasado siglo, a dos visitantes norteamericanos. Fue publicada en aquel entonces por la Editora Política. Aludiendo a Heráclito, afirmaba que, en efecto, no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, no solo porque las aguas son otras, sino también porque el hombre ha cambiado. El sentido profundo de esta lección revela una asunción orgánica de la dialéctica más eficaz que la simple memorización de sus leyes. La idea, con las implicaciones que entraña, es un arma poderosa contra la rutinización del pensamiento burocrático y un estímulo a la incesante creatividad que impone el decursar de la vida.

La conducta del pequeño burócrata entorpece el adecuado funcionamiento de la economía, la aplicación de los Lineamientos aprobados por el Congreso del Partido y constituye una fuente de malestar político en el pueblo, sometido muchas veces a gestiones aberrantes, además de provocar una pérdida de credibilidad en las instituciones.

A otra escala, los daños son aun más irreparables y pueden lacerar la continuidad del proyecto socialista, la pérdida de la soberanía y la caída vertical del nivel de vida de las grandes mayorías, así como la entronización de la violencia por la intromisión de mafias de toda índole. Cuba es un lugar concreto del planeta, con su condición insular y su vecindad geográfica a los Estados Unidos, el mayor mercado de estupefacientes. Durante la ley seca en ese país, en Cuba operó el mayor contrabando de alcoholes de todo tipo. Pero los tiempos eran diferentes. Respecto a la contemporaneidad, los engranajes movidos por Al Capone corresponden a una etapa todavía muy primitiva.

En la coyuntura actual, urge cambiar la mentalidad. Parece lento, pero el modo de redactar los informes se ha convertido en hilo conductor de la manera de estructurar las ideas con olvido del "por qué" y "para qué" de las cosas, de la definición concreta de los propósitos a mediano y largo plazos, la problematización permanente de la realidad, de las prioridades y secuencia de las soluciones y de la valoración específica de la cualidad de los recursos humanos y materiales disponibles. La retórica establecida oscurece la formulación de las preguntas adecuadas. El lenguaje en este, como en otros casos, condiciona el modo de pensar. Se ha convertido en hábito indiscriminado el empleo del impersonal como fórmula verbal aplicable a cualquier circunstancia. "Se" trabaja para... , "hay" que emprender... Las responsabilidades precisas y las vías de ejecución permanecen envueltas en una nebulosa insondable. Las estadísticas llueven abrumadoramente, sin tener en cuenta la necesidad e seleccionar los datos significativos para despejar magnitudes, caracterizar la situación y someterlo todo al análisis correspondiente. Las cifras requieren un correlato cualitativo. El estudio de la realidad tiene que mostrarse en toda su crudeza, pues solo ella indicará el camino a seguir. Poco aclara una fraseología convertida en muletilla: "algo se ha avanzado, pero aún estamos insatisfechos".

Para desarticular la estructura básica del pensamiento burocrático, cada cual tiene que convertir en carne y sangre de su conciencia la verdadera modestia en el dominio del conocimiento. Solo así, nuestros poros permanecerán abiertos al aprendizaje derivado de la confrontación de la cotidianeidad. Lo que siempre se hizo de alguna manera, puede no ser lo requerido hoy. Los errores no se superan con autocríticas formales, ni tirando piedras a quienes ayer se equivocaron. El análisis crítico resulta útil cuando, visto en sus componentes multifactoriales, nos entrega la lección necesaria. En ese sentido, la "cultura del diálogo" —también convertida en muletilla a lo largo de los últimos veinte años— implica un intercambio de saberes procedentes de la empírea, del dominio de técnicas diversas y de entrenamiento para conceptualizar los fenómenos, dirigida a desentrañar problemas y a buscar soluciones.

En tanto personaje, el burócrata ostenta una amplia visibilidad. Aunque parezca inmortal, está sujeto a la crítica y, aun más, al humorismo demoledor. Lo encontramos con frecuencia en las cartas que los lectores dirigen a nuestros diarios. El pensamiento burocrático se manifiesta de manera sutil y puede invadir terrenos muy diversos. Algunos piensan que la reducción radical de los poderes del Estado puede contribuir a erradicar el mal.

Por muchas razones, muchos organismos padecen de hipertrofia de personal y de funciones, derivados de la necesidad de contrarrestar el desempleo y de la excesiva centralización. El fortalecimiento de las estructuras municipales y de los órganos del poder popular no implica un desmantelamiento del Estado, sino una redistribución de recursos y responsabilidades, a fin de adecuar las directrices generales a las particularidades del desarrollo local. Sin embargo, estas instancias de gobierno integran el Estado. Ninguna medida de carácter organizativo logrará sus propósitos si persiste el predominio de un pensamiento burocrático, planta parasitaria que esteriliza la creatividad, la auténtica participación colectiva y el trabajo de formación de las nuevas generaciones.


La lucha contra el pensamiento burocrático no es obra de un día. Hay que ir demoliendo su poderoso sistema de fortificaciones. José Martí no fue un iluso. Pudo ofrecer a Máximo Gómez tan solo la probable ingratitud de los hombres. Y, sin embargo, creía en el mejoramiento humano, en el diálogo necesario para salir adelante.

Recordemos la diferencia entre las contradicciones fecundantes y las antagónicas. Preservemos el respeto, la franqueza y la confianza mutua. Por ahí anda la clave de los cambios de mentalidad que estamos reclamando.

Tomado de Granma: http://www.granma.cubaweb.cu/2011/07/21/nacional/artic01.html

viernes, 26 de agosto de 2011

escaramujo


(en estos días dedicada al pueblo de Chile)

¿Por qué la tierra es mi casa?
¿Por qué la noche es oscura?
¿Por qué la luna es blancura
que engorda como adelgaza?
¿Por qué una estrella se enlaza
con otra, como un dibujo?
Y ¿por qué el escaramujo
es de la rosa y del mar?
Yo vivo de preguntar:
saber no puede ser lujo.

El agua hirviente en puchero
suelta un ánima que sube
a disolverse en la nube
que luego será aguacero.
Niño soy tan preguntero,
tan comilón del acervo,
que marchito si le pierdo
una contesta a mi pecho.
Si saber no es un derecho,
seguro será un izquierdo.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.
  
Soy aria, endecha, tonada,
soy Mahoma, soy Lao-Tsé,
soy Jesucristo y Yahvéh,
soy la serpiente emplumada,
soy la pupila asombrada
que descubre como apunta,
soy todo lo que se junta
para vivir y soñar:
soy el destino del mar:
soy un niño que pregunta.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.






lunes, 22 de agosto de 2011

los motivos del lobo

El varón que tiene corazón de lis, 
alma de querube, lengua celestial, 
el mínimo y dulce Francisco de Asís, 
está con un rudo y torvo animal, 
bestia temerosa, de sangre y de robo, 
las fauces de furia, los ojos de mal: 
el lobo de Gubbia, el terrible lobo, 
rabioso, ha asolado los alrededores; 
cruel ha deshecho todos los rebaños; 
devoró corderos, devoró pastores, 
y son incontables sus muertes y daños. 

Fuertes cazadores armados de hierros 
fueron destrozados. Los duros colmillos 
dieron cuenta de los más bravos perros, 
como de cabritos y de corderillos. 

Francisco salió: 
al lobo buscó 
en su madriguera. 
Cerca de la cueva encontró a la fiera 
enorme, que al verle se lanzó feroz 
contra él. Francisco, con su dulce voz, 
alzando la mano, 
al lobo furioso dijo: ¡Paz, hermano 
lobo! El animal 
contempló al varón de tosco sayal; 
dejó su aire arisco, 
cerró las abiertas fauces agresivas, 
y dijo: ¡Está bien, hermano Francisco! 
¡Cómo!, exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas 
de horror y de muerte? 
¿La sangre que vierte 
tu hocico diabólico, el duelo y espanto 
que esparces, el llanto 
de los campesinos, el grito, el dolor 
de tanta criatura de Nuestro Señor, 
no han de contener tu encono infernal? 
¿Vienes del infierno? 
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno 
Luzbel o Belial? 
Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno, 
y es horrible el hambre! En el bosque helado 
no hallé qué comer; y busqué el ganado, 
y en veces comí ganado y pastor. 
¿La sangre? Yo vi más de un cazador 
sobre su caballo, llevando el azor 
al puño; o correr tras el jabalí, 
el oso o el ciervo; y a más de uno vi 
mancharse de sangre, herir, torturar, 
de las roncas trompas al sordo clamor, 
a los animales de Nuestro Señor. 
Y no era por hambre, que iban a cazar. 
Francisco responde: En el hombre existe 
mala levadura. 
Cuando nace viene con pecado. Es triste. 
Mas el alma simple de la bestia es pura. 
Tú vas a tener 
desde hoy qué comer. 
Dejarás en paz 
rebaños y gente en este país. 
¡Que Dios melifique tu ser montaraz! 
--Está bien, hermano Francisco de Asís. 
--Ante el Señor, que todo ata y desata, 
en fe de promesa, tiéndeme la pata. 
El lobo tendió la pata al hermano 
de Asís, que a su vez le alargó la mano. 
Fueron a la aldea. La gente veía 
y lo que miraba casi no creía. 
Tras el religioso iba el lobo fiero, 
y, baja la testa, quieto le seguía 
como un can de casa, o como un cordero. 

Francisco llamó la gente a la plaza 
y allí predicó. 
Y dijo: He aquí una amable caza. 
El hermano lobo se viene conmigo; 
me juró no ser ya vuestro enemigo, 
y no repetir su ataque sangriento. 
Vosotros, en cambio, daréis su alimento 
a la pobre bestia de Dios. ¡Así sea!, 
contestó la gente toda de la aldea. 
Y luego, en señal 
de contentamiento, 
movió testa y cola el buen animal, 
y entró con Francisco de Asís al convento. 

* 

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo 
en el santo asilo. 
Sus bastas orejas los salmos oían 
y los claros ojos se le humedecían. 
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos 
cuando a la cocina iba con los legos. 
Y cuando Francisco su oración hacía, 
el lobo las pobres sandalias lamía. 
Salía a la calle, 
iba por el monte, descendía al valle, 
entraba en las casas y le daban algo 
de comer. Mirábanle como a un manso galgo. 
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo 
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo, 
desapareció, tornó a la montaña, 
y recomenzaron su aullido y su saña. 
Otra vez sintióse el temor, la alarma, 
entre los vecinos y entre los pastores; 
colmaba el espanto los alrededores, 
de nada servían el valor y el arma, 
pues la bestia fiera 
no dio treguas a su furor jamás, 
como si tuviera 
fuegos de Moloch y de Satanás. 

Cuando volvió al pueblo el divino santo, 
todos lo buscaron con quejas y llanto, 
y con mil querellas dieron testimonio 
de lo que sufrían y perdían tanto 
por aquel infame lobo del demonio. 

Francisco de Asís se puso severo. 
Se fue a la montaña 
a buscar al falso lobo carnicero. 
Y junto a su cueva halló a la alimaña. 
¡En nombre del Padre del sacro universo, 
conjúrote! dijo, ¡oh lobo perverso!, 
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal? 
Contesta. Te escucho. 
Como en sorda lucha, habló el animal, 
la boca espumosa y el ojo fatal: 
--Hermano Francisco, no te acerques mucho... 
Yo estaba tranquilo allá en el convento; 
al pueblo salía, 
y si algo me daban estaba contento 
y manso comía. 
Mas empecé a ver que en todas las casas 
estaban la Envidia, la Saña, la Ira, 
y en todos los rostros ardían las brasas 
de odio, de lujuria, de infamia y mentira. 
Hermanos a hermanos hacían la guerra, 
perdían los débiles, ganaban los malos, 
hembra y macho eran como perro y perra, 
y un buen día todos me dieron de palos. 
Me vieron humilde, lamía las manos 
y los pies. Seguía tus sagradas leyes, 
todas las criaturas eran mis hermanos: 
los hermanos hombres, los hermanos bueyes, 
hermanas estrellas y hermanos gusanos. 
Y así, me apalearon y me echaron fuera. 
Y su risa fue como un agua hirviente, 
y entre mis entrañas revivió la fiera, 
y me sentí lobo malo de repente; 
mas siempre mejor que esa mala gente. 
y recomencé a luchar aquí, 
a me defender y a me alimentar. 
Como el oso hace, como el jabalí, 
que para vivir tienen que matar. 
Déjame en el monte, déjame en el risco, 
déjame existir en mi libertad, 
vete a tu convento, hermano Francisco, 
sigue tu camino y tu santidad. 

El santo de Asís no le dijo nada. 
Le miró con una profunda mirada, 
y partió con lágrimas y con desconsuelos, 
y habló al Dios eterno con su corazón. 
El viento del bosque llevó su oración, 
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...


Rubén Darío