viernes, 30 de diciembre de 2011

Un libro equivocado

                                       por Guillermo Rodríguez Rivera

Rolando Rodríguez le pidió prestado a Ilya Ehremburg el título de su novela sobre la noble figura de François Noel Babeuf, --llamado Graco, como el romano tribuno de la plebe–, revolucionario que enfrentó en Francia a la llamada reacción termidoriana, defendiendo los postulados de 1789. Fue más allá, al promover un radical programa socialista y querer derrocar el gobierno del Directorio, lo que hizo que la derecha francesa lo guillotinara en 1797.

El libro de Rodríguez es un acercamiento a la protesta armada del Partido Independiente de Color, de la que estarán cumpliéndose cien años el entrante 2012. De la protesta armada, y de la masacre desatada contra negros y mulatos por los políticos blancos, liberales y conservadores, bajo el gobierno del general José Miguel Gómez.

Pero la repetición de aquel titulo –que obviamente pretende acercar los dos movimientos– es un primer error de este libro que, como trataré de hacer ver , no se reduce al título.

La de Graco Babeuf fue una conspiración que pretendió derrocar el gobierno del Directorio. Lo que encabezaron Pedro Ivonnet y Evaristo Estenoz fue el simbólico alzamiento de los integrantes de un partido prohibido, que no tenían armas para constituir un alzamiento verdadero y que no pretendían otra cosa que la derogación de la enmienda Morúa, que impedía su participación en los comicios de noviembre de 1912.

No fue una secreta conspiración como la de los “iguales” franceses ni como la cubana de Aponte. Fue la abierta decisión de las bases del Partido Independiente de Color, de protestar por su ilegalización.

El Partido Independiente de Color fue la respuesta a la política de discriminación racial que, en Cuba, era la lógica consecuencia de la más que tricentenaria esclavitud que mantuvo en la Isla el régimen colonial español, y del racismo que ella engendró. Esa secuencia de la esclavitud, sería reforzada por los gobiernos interventores norteamericanos, entre 1898 y 1902.  Pero sería mantenida en lo esencial, por los gobiernos plattistas cubanos que le suceden.

La esclavitud fue el fruto y la lógica aliada del colonialismo. Los palenques  –las aldeas insurrectas de esclavos cimarrones– proliferaron desde el propio siglo XVI, y eran numerosas cuando Carlos Manuel de Céspedes inició la guerra por la independencia el 10 de octubre de 1868. Según escribe José Luciano Franco, fueron muchos los palenques que se integraron a la lucha independentista. Los líderes e ideólogos de nuestra guerra de 1895, José Martí y Antonio Maceo, fueron inquebrantables enemigos del racismo. La república que debía surgir de esa guerra, al decir de Martí, era una república “con todos y para el bien de todos”. Pero no resultó así.

Martí y Maceo habían caído en la guerra, al igual que los principales líderes del mambisado negro: José Maceo, Flor Crombet, Guillermón Moncada.

La República había sido mutilada por la Enmienda Platt, que fue impuesta a la constitución cubana de 1901 por el gobierno de Washington. El general Leonard Word, gobernador a la hora de aprobarse la constitución cubana, advirtió que, si la Enmienda era rechazada, no se proclamaría la independencia de Cuba. En verdad, mucho peor hubiera sido que se nos diera el destino que ha tenido Puerto Rico.

La imposición de la Enmienda Platt generó un sentimiento de dignidad herida, de humillación, que quedó en el alma de los cubanos. La humillación venía desde un poco más atrás: desde el momento en que el general Shafter prohibe a los mambises, que mandaba el general Calixto García, entrar en Santiago de Cuba a la hora del triunfo sobre España. Los norteamericanos subrayaron que la victoria era únicamente suya.

Pero no puede hablarse aún de una convicción antimperialista generalizada. Lo que generan aquellas humillaciones es apenas el fundamento sentimental del antiimperialismo, que será un pensamiento posterior y claro que mucho más profundo.
       
Rolando Rodríguez no ve la existencia del racismo como una entidad importante en aquella república, condicionada desde sus inicios por la intervención norteamericana. Afirma:

                        Por otra parte, Martí y Maceo, uno blanco y otro negro,
                        los dos más grandes próceres de la independencia cubana,
                        habían luchado contra la diferenciación racial y habían
                        condenado que fuera a ocurrir algún roce entre las razas
                        que la poblaban. Es cierto que había un racismo larvado
                        en muchos de sus habitantes, pero las ideas de estos
                        hombres habían penetrado hasta el tuétano de los huesos
                        de no pocos cubanos.[1]   

Habría que decir que, para entonces, aún era muy poco conocido en Cuba el pensamiento de José Martí, y mucho menos el de Antonio Maceo.

Martí había publicado los trabajos que comprendían su pensamiento, en periódicos inencontrables en Cuba como eran El Partido Liberal, de México, La Opinión Nacional, de Caracas o La Nación, de Buenos Aires. De Martí se conocían apenas sus Versos sencillos y algunos de sus textos de La Edad de Oro La edición de sus Obras completas, en 15 volúmenes (todavía muy incompletas) concluiría en 1919, incluso después de la muerte de su editor, Gonzalo de Quesada y Aróstegui. La primera generación cubana que empieza a conocer a fondo la obra de Martí, es la de Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Juan Marinello y Jorge Mañach. Mucho menos conocido era el pensamiento de Antonio Maceo.

Los negros militaban lógicamente, en las filas del liberalismo, y no en las del aristocrático Partido Conservador. Allí estaban las dos más importantes figuras de la intelectualidad cubana de color: Juan Gualberto Gómez y Martín Morúa Delgado.

Negros y mulatos eran una clara fuerza en la vida política cubana. Lo habían sido desde los días de la guerra de independencia y lo fueron igualmente en esos primeros años de la república, aunque tuvieron que enfrentar el arrinconamiento al que, por regla general, los sometían la prensa hegemónica, los propietarios exesclavistas, los exintegristas y autonomistas, y la clase política republicana e, incluso, la policía.

La cúpula del liberalismo, la tendencia que les era más afín, los utilizaba en tiempos electorales y les hacía promesas que se olvidaban en cuanto los políticos se hacían de la posición a la que aspiraban.

El general José Miguel Gómez había protagonizado la llamada Guerrita de Agosto, contra la reelección de Estrada Palma. Se calcula que el 90% de los hombres que se alzaron con él, eran negros y mulatos.  El alzamiento motiva la segunda intervención yanki en la que gobierna por dos años Charles Magoon. Gómez es electo para el cuatrenio 1909–1913 con el decisivo apoyo del electorado de color. 

Ya desde entonces existía el Partido Independiente de Color, que había sido inscrito como tal dos años antes, por Evaristo Estenoz y Gregorio Surín, en tiempos de la segunda intervención. Charles Magoon, había legalizado su inscripción. Era un partido nuevo y obtuvo escasos triunfos para sus miembros en esas elecciones. Entonces los liberales no hicieron ningún esfuerzo por desaparecerlo.

Arturo Schomburg (1874—1938), portorriqueño radicado en Nueva York a principios del siglo XX y a quien se considera uno de los precursores de las posiciones ideológicas de lo que será años después el movimiento de la negritud, había seguido de cerca la vida del Partido Independiente de Color.  Escribe:

             El Partido Negro Independiente fue despreciado desde sus
            comienzos, asumiéndose que desaparecería pronto, como una
            de las tantas novedades empezadas por los negros. A medida
            que pasó el tiempo atrajo veteranos combatientes de dos y tres
            guerras y se propagó por la isla. Al año había un club en cada
            ciudad y el partido contaba con 60 000 votantes negros –una
            organización capaz de obstruir los planes preconcebidos por los
            blancos--. Vino a ser cuestión de conveniencia política, de primera
            intención menospreciar y finalmente aplastar la tentativa de los
            líderes negros.[2]

Para las elecciones de 1912, las cosas parecían muy diferentes a lo que ocurrió en las de 1908. Los afiliados al PIC habían crecido en todo el país y tenían el más coherente y progresista entre todos los programas de los partidos políticos del momento.

Además de la lucha contra la discriminación racial, defendían el empleo para los cubanos –frente a la llegada de una abundante inmigración española, que era un plan para “blanquear” Cuba–, y la jornada laboral de 8 horas. Tenía militantes blancos en sus filas.

Para apoyar al liberalismo, ya los Independientes no aceptaban promesas que después se olvidaban: aspiraban a pactar ciertos acuerdos que debían fijarse de partido a partido, si es que –y así era– la cúpula del liberalismo quería su apoyo. Realmente, lo necesitaba.

Pero el viejo cacique tramposo que era José Miguel Gómez –no por gusto lo apodaban “Tiburón”–  tenía otros planes, que no le obligarían a compartir el poder con negros y mulatos, o hacerles reales concesiones.

Su asesor y fiel colaborador Martín Morúa Delgado, se encargó de presentar una enmienda a la ley electoral que prohibía la existencia de partidos políticos integrados por ciudadanos de una sola raza. Morúa era uno de los dos senadores mulatos que había en ese cuerpo legislativo: el otro era Nicolás Guillén Urra, el padre del poeta.

Durante la discusión de la enmienda en el senado, el presidente Gómez ordenó detener a los principales líderes de los Independientes. Fueron acusados y se les fijaron muy altas fianzas para que no pudieran salir y actuar contra su aprobación. Inmediatamente después, fueron liberados.

Después de la aprobación de la enmienda que ilegalizó al Partido Independiente de Color, Morúa fue recompensado, convirtiéndose en el primer ministro mulato de la República. Desempeñó las carteras de Agricultura y Comercio. Ese mismo año moriría, y no pudo comprobar las sangrientas consecuencias que derivaron de su enmienda dos años después.

Los militantes del PIC, si no querían que el partido desapareciera, debían cambiarle el nombre: ello era lo más sensato pero, por amplia mayoría, las bases del partido decidieron protagonizar una “protesta armada” para reclamar la abolición de la enmienda Morúa.

Serafín Portuondo Linares, militante comunista y autor de la primera historia del PIC[3], afirma que Evaristo Estenoz no estuvo de acuerdo con la idea de la “protesta armada”, pero decidió apoyar lo que había aprobado la amplia mayoría de las bases del partido.

Los negros y mulatos habían sido mayoría en el Ejército Libertador pero, desde la intervención norteamericana fueron sistemáticamente apartados de los aparatos del estado y el gobierno –específicamente de sus cuerpos militares– y los presidentes plattistas que sucedieron a la intervención norteamericana, mantuvieron en buena medida el esquema racista que habían introducido los gobernadores estadounidenses.

En la propia vida civil, a un hombre de color le era difícil encontrar trabajo, como no fuera manual.

Nicolás Guillén ha contado como, al morir su padre en el alzamiento de La Chambelona, en 1917, quiso buscar un empleo en las oficinas de los ferrocarriles de Camagüey, cargo para el que estaba más calificado que los empleados que allí había. Le fue imposible obtenerlo, pese a que su familia tenía amigos en los ferrocarriles. Para un mulato, allí únicamente había trabajo manual. Lo que había en ciertos ámbitos cubanos, era mucho más que un “racismo larvado”.

Obviamente, el autor de La conspiración de los iguales ha tenido a la vista documentos provenientes de fuentes de difícil acceso para un historiador cubano. El problema está en la interpretación y valoración de la información así obtenida.

La conspiración de los iguales hace una grave acusación a los líderes del PIC. Los acusa de confiar, para la solución de sus problemas, en el gobierno de los Estados Unidos. Al principio pareciera ser únicamente para detener la represión que el gobierno del general Gómez ordena contra ellos, pero el libro va ampliando esa idea. Por ejemplo, inculpa a
             
                            Estenoz, Ivonnet, Batrell, Caballero Tejera y Santos
                            Carrero, y cuantos creyeron que de allí [los Estados
                            Unidos] vendría la solución de la igualdad de los negros
                            cubanos cuando esta sólo podría ser hija de la propia Cuba[4].

En otro momento, señala:
                
                      La confianza [de los Independientes] en el gobierno
                      de Washington se puso de manifiesto en que, el 29
                      de mayo de 1912, el Ministro de Estados Unidos hizo
                      llegar a su gobierno una carta que le había enviado el
                      general Pedro Ivonnet, dirigida a él y al presidente Taft,
                      en la cual declaraba que la guerra no era racista.
                      Manifestaba: “Señor Presidente de la República y Señor
                      Ministro  Plenipotenciario de los Estados Ünidos de Norte
                      América:  queremos hacerle constar al mundo Civilizado
                      que al defender nuestros derechos, con las armas en las
                      manos, no lo hacemos por odio a los blancos y sí porque
                      sentimos toda la desgracia que contra nosotros se ha
                      acumulado,  hace más de trescientos años.[…} Por eso la
                      guerra no es de razas, porque sabemos que todos los
                      cubanos somos hermanos,[5]

Yo no creo que esa carta sea otra cosa que un recurso desesperado para tratar de impedir la brutal represión que se les venía encima, cuando ya el  presidente Gómez había echado sobre los Independientes toda la fuerza pública. Repárese en la fecha de la carta. Tres días antes de que Ivonnet escribiera la carta enviada al gobierno de Estados Unidos, el órgano del Partido Conservador, el periódico El Día, decía editorialmente, con fecha 26 de mayo:

                 Se trata de un alzamiento racista, de un alzamiento de negros, es decir,
                 de un peligro enorme y de un peligro común […] [ A estos movimientos
                 racistas ]. los mueve el odio y sus finalidades son negativas, siniestras            
                 y no se conciben sino concibiéndoles inspirados por cosa tan negra como
                el odio. No tratan de ganar sino de hacer daño, de derribar, de hacer mal,
                no tienen finalidad y se despeñan por la pendiente natural de toda gente
                armada  sin objetivo y animadas de atávicos, brutales instintos y pasiones:
                se dedican al robo, el saqueo, el asesinato y la violación. Esas son en todas
                partes y en todas latitudes las características de las contiendas de raza.[6]

Y, enseguida, los conservadores de El Día, que expresaban las ideas de su cúpula, llegaban a conclusiones y encontraban la sabia solución al problema:

                Los alzamientos de raza son […] el grito, la voz de la  barbarie.
               Y a ellos responde y tiene que responder en todas partes la  voz
                de los  cañones, que es  la voz de la civilización.[7]

La dicotomía civilización y barbarie, que venía desde Sarmiento y había sido ya desacreditada por Martí,  es usada aquí para hacer de la brutal represión desatada por José Miguel Gómez, pero apoyada resueltamente por los conservadores, un acto civilizatorio.

Además de esa carta de Ivonnet, RR comenta otra misiva con fecha 18 de octubre de 1910, que quiere hacerle saber al presidente Taft que el PIC había sido legalmente inscrito como partido bajo el gobierno ”de vuestro ilustre conciudadano el Sr. Magoon”. Al final.se le pedía a Taft que diera al “Honorable Señor Presidente de la República de Cuba, un amistoso alerta de que no sería prudente celebrar las elecciones del PRIMERO DE NOVIEMBRE próximo[8], hasta que el derecho al sufragio sea concedido igualmente y garantizados a todos los CIUDADANOS CUBANOS.

Al final de la obra, RR le impugna a los militantes de PIC que todavía están en prisión en noviembre de 1912, que dirijan una carta al presidente Taft, en la que, sin explicitarlo, demandan su liberación. Le dicen también los encarcelados al presidente de los Estados Unidos:

                       Esta tiene también por objeto, hacerle saber el estado
                            deplorable que atravesamos pues de los dos mil quinientos
                            presos más o menos que existen en las distintas cárceles
                            de la república, duermen en el suelo más de mil quinientos,
                            la comida que se nos da es tan mala como indigna de cárceles
                            a seres civilizados. Ahora por lo aglomerado que nos encontramos
                            en las distintas galeras faltos de higiene, ha dado origen al gran
                            número de enfermos que aquí existen, de los cuales hasta ahora
                            lamentamos nueve desaparecidos.[9]

La carta sigue describiendo maltratos y luego elogiando la civilización norteamericana, lo que es lógico si se le está pidiendo a su presidente que interceda a favor de los presos. El autor de La conspiración de los iguales se indigna no por lo que la carta dice sino por la existencia de la misiva misma. Escribe:

                      Como se observa, los exrebeldes seguían concediéndole
                          el papel de juez supremo de los asuntos cubanos al jefe del
                          imperio. Era obvio que debían desconocer el trato horroroso
                          a que eran sometidos los negros en Estados Unidos.

Pero RR no permitirá ni siquiera debatir lo que afirma. Con airados signos de admiración –que son el grito de la escritura– advierte:
                        
                 ¡Que no venga nadie a decir que la desesperación de su
                     situación los llevó a clamar por la intervención de los
                    Estados Unidos!  Desde los primeros momentos, los más
                    altos líderes del Partido Independiente de Color creyeron
                    ver la solución de los problemas cubanos en el país de
                   Lynch y del Ku Klux Klan. Esa era la verdad y una aberración
                             monstruosa a la vez.[10]
                                         
A pesar de que RR quiere taparle la boca a todo el que pueda disentir de sus afirmaciones, habría que decir que el jefe del imperio era entonces el “juez supremo” de los asuntos cubanos.

Eso lo reconocían no sólo los encarcelados negros y mulatos hambreados y enfermos en las prisiones, sino el presidente de la república cuando lo más que podía hacer era reprocharle suavemente a Taft que mandara sus tropas, pero las iba a aceptar sin chistar, porque Gómez estaba a años luz de Sandino.

Desde los verdaderos “primeros momentos” los líderes de los Independientes de Color habían confiado en su compatriota, hermano de armas en los días de las luchas independentistas y correligionario en el liberalismo, el general José Miguel Gómez. Lo habían apoyado en su insurrección de agosto de 1906, contra la fraudulenta reelección de Estrada Palma. Dos años después habían promocionado su candidatura a la presidencia de la república.
                     
En febrero de 2010, Gregorio Surín publicaba un artículo en Previsión, el órgano de los Independientes, en el que recordaba a Gómez que no hubiera sido presidente sin el voto de los electores negros y mulatos:

                     en su alma debe de estar grabada indeleblemente
                     la gratitud hacia los negros de Cuba, pues sin el
                     concurso directo de ellos y del general Estenoz, que
                     se decidió a trabajar su candidatura cuando el mismo
                     Morúa Delgado confesaba a Juan Gualberto que el
                     General José Miguel  Gómez era hombre muerto para
                     la presidencia de la República, hubiera permanecido
                     en la oscuridad, de donde jamás lo hubiera sacado el
                     voto de sus paisanos blancos.[11]

Con respecto a las cartas de los Independientes al gobierno de Estados Unidos, comenta RR:

                    Por supuesto, el gobierno de  Estados Unidos
                    no les hizo el menor caso a aquellas cartas de
                    “negros”.

José Miguel Gómez tampoco les hacía el menor caso a lo que decían los Independientes, aunque eran cubanos. Pero eran cubanos negros, de los que se había valido en su momento,  pero a los que ya no necesitaba.

Si los Independientes apelaron –inútilmente, como se vio– a la acción del gobierno norteamericano, es porque Gómez los había engañado y les había cerrado todas las puertas, menos la de la total subordinación.

Después de todo, tanto los Independientes como el propio presidente sabían que, en verdad, el jefe del imperio era el juez supremo de los asuntos cubanos: Estábamos en la recién estrenada neocolonia que iba a mostrarnos, en ésta, una de sus más siniestras y trágicas historias.

Al señalar que la protesta armada había comenzado el 20 de mayo de 1912, RR señala que

                 se inició una lucha cruel entre un ejército bien
                armado y unos  pobres campesinos casi desarmados.[12]
               
Mal podría llamarse lucha a lo que fue en verdad una masacre. Las tropas del general Jesús (Chucho) Monteagudo, más los voluntarios que las acompañaron, iniciaron una cacería de negros y mulatos.

Los líderes, obviamente, fueron asesinados al ser capturados, como apunta el libro al describir la muerte del general Pedro Ivonnet, invasor del occidente cubano con las tropas de Antonio Maceo. Ivonnet se dio a la fuga, afirmó el ejército, y murió de un balazo en la frente. El autor prefiere alejar al presidente Gómez de la fea escena del crimen. Apunta: “La falta de imaginación del ejército no daba para más”.

A pesar de que Rodríguez afirma que la existencia del PIC fue bien vista por los conservadores, la reacción del más derechista de los partidos cubanos fue aunar fuerzas con los liberales en el poder para aplastar con toda la violencia posible el movimiento.

La conspiración de los iguales explica e implícitamente justifica la brutal represión, apelando a lo que cabría llamar “motivos de seguridad nacional”. Cito a RR:
                    
                 Theodore Roosevelt había proclamado que Cuba no podía
                 seguir en el juego de las insurrecciones, porque si se producía
                 otra,  ellos tenían el deber de ocuparla y ya no bajarían más
                 su bandera del mástil del morro de La Habana.. [13]

A pesar de que en Estados Unidos siempre hubo quienes quisieron anexarse Cuba, no lo intentaron tras su intervención en 1898.

Después de todo, la Joint Resolution que autorizó la declaración de guerra a España, afirmaba que “Cuba es, y de derecho debe ser, libre e independiente”, y los cubanos habían combatido largamente por su independencia.

Garantizaron, eso sí, convertir a la isla en el protectorado en la que la dejó transformada la Enmienda Platt. Nuestros presidentes iban a ser sus administradores cubanos.
No se puede olvidar que los Estados Unidos son, en ese momento y gracias a la vigencia del apéndice constitucional, un poder efectivo colocado por encima de las autoridades del gobierno cubano. Por algo hemos hablado de una “seudo república”.

Lo que estaba tratando de hacer la carta de Ivonnet era quitarse de encima la bárbara represión que la dirigencia política liberal y sus pariguales conservadores habían organizado para “aleccionar” a unos negros que querían más de lo que los blancos habían decidido darles, y no tenían armas para defenderse.

No es fiel a la verdad histórica la contracubierta del libro, cuando quiere explicar el proceso de los Independientes afirmando:

                 Como no se logró echar abajo la desigualdad de raza,
                     los hombres del partido prohibido (Partido Independiente
                     de Color) comenzaron a conspirar para lograr con las armas
                     en la mano la restauración de la legalidad y, sobre todo,
                     para alcanzar su gran objetivo: la igualdad racial.

Este párrafo es equivocado: tiene razón RR cuando afirma que las ideas sólo pueden combatirse con ideas. Los Independientes protagonizaron una protesta que quería conseguir sólo que el presidente Gómez negociara con ellos,  derogara la enmienda Morúa y les permitiera actuar como un partido político. Es absurdo creer que pensaran que con esa protesta -- que no era ni un verdadero alzamiento ---,  podrían alcanzar la igualdad racial. A pesar de que reconoce que el PIC nunca debió ser ilegalizado y que de ahí parte todo el conflicto, en un clásico blame the victim, La conspiración de los iguales carga la mano contra los martirizados negros y, a la vez, habla de la forma “muy digna y firme” en que el presidente Gómez “le censuraba” en un telegrama, a su homólogo Taft, que “se tomara la medida de enviar tropas a la isla”. El libro alaba una “firmeza” que tiene el cuidadoso detalle de impersonalizar la decisión de Taft, que no tomó él, sino que “se tomó”. José Miguel Gómez no hizo nada para evitar la intervención de 1906 que le beneficiaba ante la reelección de Estrada Palma.

El libro no le atribuye al presidente Gómez – máximo responsable de la represión -- la culpa en los asesinatos del general Ivonnet y de Evaristo Estenoz.

En su libro La masacre de los Independientes de Color en 1912, Silvio Castro cita la siguiente nota de prensa, que publica Diario de la Marina en su edición de 28 de junio de 1912, al recibirse en palacio la noticia de la muerte de Evaristo Estenoz. Está colocada bajo el encabezado “Hubo champagne”.

                      Tan pronto se supo la noticia de la muerte de Estenoz,
                       el general Gómez la celebró tomando champagne con
                       los secretarios de Justicia y la Presidencia, así como con
                       el representante de la Associated Press; únicas personas
                      que se hallaban presentes en el momento[14]

A mí, la actuación de José Miguel Gómez me parece absolutamente indefendible. Su conducta doble, tramposa, fue el fundamento de toda la tragedia. Su brutal represión de los Independientes, para evitar que esa nueva insurrección provocara que “la patria se perdiera”, no tiene ningún asidero, ninguna coherencia con el proceder del tiburón villareño, que había protagonizado la guerrita de 1906, que determinó la segunda intervención norteamericana.

El Gómez “patriota” se lanzó en 1912 a aniquilar a sus connacionales negros para acabar con el “juego de las insurrecciones” que el emperador Roosevelt impugnaba, Pero cinco años después hubo otro alzamiento que no motivó una represión como la que se echó sobre los negros y mulatos en 1912, ni mucho menos motivó la ocupación yanki: fue la guerrita de La Chambelona, convocada por el mismísimo José Miguel Gómez contra la reelección de Menocal. ¿No temía entonces “que se perdiera la patria”? ¿La patria únicamente la perderían los negros? ¿No sale el racismo claramente a la superficie de esa actitud?  

La brutal represión de 1912 acabó con la carrera política de José Miguel Gómez,  quien intentó reelegirse al año siguiente. La victoria fue para el conservador María García Menocal. No creo que los negros y mulatos cubanos votaran por el mayoral del Chaparra, pero seguramente se abstuvieron de apoyar al Tiburón.  Si no hubo un voto de castigo, sin duda hubo una abstención de castigo.

José Miguel fracasó en el alzamiento de La Chambelona, para impedir la reelección de Menocal en 1917 y fue derrotado en las elecciones de 1920 por Alfredo Zayas. Un año después, en 1921, se fue a morir… a  Washington.

En Cuba quedó un espíritu racista dominando en la política y en la cultura. Todavía en la década de los veinte, aparece un libro del maestro Eduardo Sánchez de Fuentes en el que señala que la música en la que se hace evidente la ascendencia africana, nada tiene que ver con nuestra idiosincrasia. Un caso patético, porque Sánchez de Fuentes es el autor de “Tú”, la más famosa de las habaneras, género en el que está la herencia rítmica africana, aunque su autor no lo supiera o no quisiera saberlo.

Una nueva generación estaba saliendo a la palestra.

En julio de 1925, Alejo Carpentier  publica en el diario habanero El País un artículo titulado “La música cubana”, precursor del iluminador trabajo posterior del gran novelista en el estudio de nuestra música. Carpentier reivindica y señala incluso su importancia para la música culta cubana, los mismos ritmos que Sánchez de Fuentes presentaba como  supervivencias bárbaras. En noviembre del mismo año, el joven compositor mulato Amadeo Roldán, escandaliza a la cultura oficial del momento al estrenar su “Obertura sobre ritmos cubanos”, que llevaba al pentagrama lo que Carpentier reclamaba en su artículo. A partir de entonces, y con la ingente obra del sabio Fernando Ortiz, empieza a comprenderse plenamente lo que es Cuba.

No me explico como un estudioso con múltiples trabajos de valor y que ostenta los premios nacionales de historia y de ciencias sociales, haya escrito un libro tan históricamente descontextualizado como La conspiración de los iguales, colmado de una rica documentación que su autor no ha sabido leer bien.

El libro, desde una óptica actual, le reclama a los Independientes una visión que no podían tener y que muy pocos cubanos podían tener entonces.

El alzamiento, ese “juego de las insurrecciones” que RR califica como tal en su libro, era una manera de negociar en esos primeros años de la república. Si alguien lo conocía bien era el propio José Miguel Gómez. Lo que ocurría es que ese juego sólo lo podían jugar los blancos.

Los Independientes de Color no protagonizaron un alzamiento ni una conspiración, sino organizaron una “protesta armada” para negociar, pero los políticos blancos no iban a permitirle algo así a los negros. Sabían que los Independientes no tenían en sus filas más que pobres campesinos sin armas ni pertrechos, y repelieron la protesta como si fuera un auténtico alzamiento… o la “conspiración” de la que escribe Rolando Rodríguez.

Los Independientes apelaron a los Estados Unidos creyendo que sus fuerzas iban a evitar una masacre. Las autoridades norteamericanas nunca iban a intervenir en Cuba para evitar la muerte de negros y mulatos. Si eso era lo que estaba haciendo el gobierno de Gómez, que lo hiciera de una vez.

Pero me parece inusitado en un historiador revolucionario y marxista, que sea capaz de echarle en cara a los Independientes,  entre los que hay hombres asesinados (estoy pensando en Ivonnet y Estenoz) en 1912, unas palabras del poeta Nicolás Guillén, escritas cuarenta años después de su martirologio, sobre el racismo y la discriminación racial en los Estados Unidos.

Los Independientes de Color fueron crédulos, ingenuos por partida doble. Primero, cuando creyeron que el general José Miguel Gómez aceptaría tratarlos como socios políticos y no como subordinados; creyeron que iba a pactar con ellos, que era la inevitable consecuencia de la existencia del PIC; después, cuando al ver que Gómez les había echado encima todo el peso de la fuerza pública, al saber que no podían defenderse, apelaron a los Estados Unidos para salvar sus vidas y conseguir el regreso a la legalidad. Gómez los engañó y los norteamericanos nunca hicieron nada por socorrerlos en los días de la protesta, ni cuando los sobrevivientes guardaban prisión.

Acaso las palabras de Guillén que cita RR, si hubieran podido llegar desde donde todavía no se habían escrito, le hubieran valido a Ivonnet y Estenoz para entender que los yankis no harían nada por ellos si el general José Miguel Gómez había ordenado que los asesinaran. Eso es lo que en ese momento les iba  a dar la plattista Cuba oficial, a través del honorable señor presidente de la república. Y acaso el poeta comprendiera –porque él sí lo pudo ver– que Lynch y Crow tenían excelentes discípulos en Monteagudo y Arsenio Ortiz. Pero fue imposible que las palabras del poeta llegaran desde el porvenir a los oídos de los cadáveres martirizados de Estenoz e Ivonnet.

Es mucho más probable que experiencias como la de los Independientes alimentaran el aliento revolucionario del poeta de “El apellido”. Guillén, marxista de veras, era capaz de pedirle a los hombres lo que podían dar, con arreglo al tiempo en que vivieron.

Aunque Juan Gualberto Gómez fue un liberal ajeno al miguelismo, que era la filiación de su padre, Guillén fue capaz, “cuando pude pensar con cabeza propia”, dice, de remontar aquellos recuerdos de infancia donde Morúa ocupaba el lugar de honor. Guillén, comunista, comprendió a Don Juan, admirador de Thiers, el hombre que ahogó en sangre la Comuna de París. Lo sabía, lo escribió, pero también sabía que a cada hombre hay que juzgarlo dentro del tiempo que le tocó vivir. Juan Gualberto, que no entendió a los comuneros, contribuyó a diseñar la patria, junto a Martí.

Es triste que los Independientes, que varias veces se equivocaron queriendo alzar a sus oprimidos hermanos tengan, a los 100 años de su martirologio, este libro como recuerdo.
                    
                        Pero vosotros,
                        que surgiréis de la corriente
                        en que  nosotros perecimos,
                        cuando habléis de nuestras flaquezas,
                        considerad  también el tiempo oscuro
                        del que habéis escapado.

Son versos de Bertolt Brecht.

No hay otra manera de hacer justicia en la historia.


[1] Rodríguez, Rolando: La conspiración de los iguales, Imagen Contemporánea, La Habana, 2010, p.6
[2]  Schomburg, Arturo: “El general Evaristo Estenoz”, en Del Caribe, Casa del Caribe, Santiago de Cuba,  no. 54, año 2010,  pp. 61-62.
[3]  Portuondo Linares publicó su libro El Partido Independiente de color, en 1950  y se reeditó en 2002. Silvio Castro Fernández  publicó La masacre de los Independientes de Color en 1912, Editorial de Ciencias Sociales, 2002. Un tercer libro es el de María de los Ángeles Meriño Fuentes: Una vuelta a mayo de 1912,, Pinos Nuevos, 2006..
[4]  Rodríguez, Rolando: La conspiración de los iguales, Imagen Contemporánea, La Habana, 2010, p. 18.
[5]  Idem., p. 10.
[6]  El Día, La Habana, 26 de mayo de 1912.
[7]   Idem.
[8]   Las elecciones generales eran en 1912. ¿Eran elecciones parciales estas de 1910?
[9]   Rodríguez, Rolando, ob. cit., pp. 354-355.
[10] Idem., p. 356.
[11] Surín, Gregorio: “Manifiesto al país”, en Poumier, María: La cuestión tabú, p. 177.
[12]  Idem., p. 10
[13]  Idem., p. 5 
[14]  Cf. Castro Fernández, Silvio: ob. cit., pp. 206-207.



Una crítica desafortunada a un libro necesario
Elier Ramírez • La Habana
Hace varios meses que estaba deseoso de escribir acerca de la protesta del Partido Independiente de Color (PIC) en 1912 y de la brutal masacre a que fueron sometidos sus miembros y simpatizantes por las autoridades cubanas de  la época. Después de haber leído prácticamente de un tirón el más reciente libro de Rolando Rodríguez, acerca de esta temática, me sentía impulsado a redactar varias líneas al respecto y hacer al mismo tiempo una valoración de esta obra, como lector permanente que soy de todos los libros de este historiador. Múltiples tareas y responsabilidades me lo habían hecho imposible. Sin embargo, luego de leer la crítica del escritor cubano Guillermo Rodríguez Rivera a este libro, bajo el título “Un libro equivocado” y que apareció en varios blog cubanos,1 me fue imposible evitar dejar todo lo que estaba haciendo y dedicarme a escribir una especie de respuesta al trabajo de Rodríguez Rivera, que me parece muy desajustado en relación con lo que hace muy poco tiempo leí en La conspiración de los iguales. La protesta de los Independientes de Color en 1912.2 Mi mayor preocupación es que algunos lectores se formen un criterio negativo de este libro siguiendo la mala costumbre de no ir a la fuente original de la que se está hablando, para sacar sus propias conclusiones. Mi principal propósito con estas líneas, además de aprovechar para dar mi opinión, es motivar a que se lea el libro y no se conformen los lectores con los juicios de los que ya lo han hecho, incluyendo los míos.
Realmente la crítica que Guillermo Rodríguez Rivera hace al libro de Rolando Rodríguez, la cual transpira, a mi juicio, un sesgo de ataque personal más que de análisis histórico, podría resumirse en una o dos cuartillas. Rodríguez Rivera podía haberse ahorrado las 17 páginas que dedica a describir los infames acontecimientos ocurridos en 1912, los cuales han sido ya tratados por varios investigadores cubanos.
No sé de dónde sacó este crítico que Rolando Rodríguez pretendía hacer una analogía entre el movimiento conspirativo de Francois Noel Babeuf en Francia a fines del siglo XVIII y el alzamiento del Partido Independiente de Color en la Cuba de 1912. El hecho de que el libro del historiador cubano lleve el título La conspiración de los iguales, se debe simplemente a que lo consideró atractivo para su obra. Ciertamente hubiera hecho falta una aclaración del autor en las palabras introductorias, para evitar tan festinadas elucubraciones. Mas, Rolando Rodríguez no es el único escritor que juega con los títulos, Raúl Roa acostumbraba también a esta práctica. Por ejemplo tomó prestado parte del título de un excelente libro de John Reed, Los diez días que estremecieron al mundo, para titular un ensayo suyo: Los diez días que conmovieron a Franco.3Podrían ponerse muchísimos ejemplos más.   
En su texto Guillermo Rodríguez Rivera señala que “la imposición de la Enmienda Platt generó un sentimiento de dignidad herida, de humillación, que quedó en el alma de los cubanos”.4 Sin embargo, cuando cita —de manera incompleta y descontextualizada, para tratar de forzar sus preelaborados juicios—  algunos fragmentos de los documentos utilizados por Rolando Rodríguez en su libro que demuestran las comunicaciones que  establecieron erróneamente los líderes del PIC con el gobierno de los EE.UU. pidiendo que mediara a su favor, obvia que el 18 de octubre de 1910 Francisco Caballero Tejera e Isidoro Santos Carrero y Zamora, presidente y secretario, respectivamente, del comité ejecutivo provincial, de Santiago de Cuba, del PIC, en carta enviada al presidente de los EE.UU., William Taft, se refirieron a la Enmienda Platt como una “visionaria medida” introducida por el “prudente gobierno” de los EE.UU. en la constitución cubana.5 ¿Acaso ese planteamiento no constituía una bofetada en el rostro del sector patriótico más avanzado de la sociedad cubana? ¿No significaba eso ahondar la humillación y la dignidad herida de los cubanos? Tampoco hace referencia Rodríguez Rivera al mensaje que el más distinguido líder del PIC, Evaristo Estenoz, envió al Departamento de Estado de los EE.UU. por conducto del cónsul de ese país en Santiago de Cuba, Holaday, en la que señalaba: “…deseo aclarar que antes de ser gobernados por los cubanos como en el pasado, sería mucho más preferible ser gobernados por extraños”.6 ¿Y no sobraría preguntarse si esos extraños no eran otros que los norteamericanos? Estenoz finalizó el mensaje de una manera deplorable al mostrarse partidario de la intervención del gobierno de los EE.UU. en la Isla: “esperamos que el pueblo de los EE.UU. comprenda nuestra posición y estudie el asunto exhaustivamente antes de convencerse de la necesidad de la intervención”.7 ¿No se sabía que en el lenguaje imperial esta intervención era sinónimo de ocupación? Es cierto, como dice Rodríguez Rivera, que no podía hablarse en aquellos momentos de una convicción antimperialista generalizada —aunque el llamado despertar de la conciencia nacional de la década de los 20 fue un proceso paulatino que empezó desde mucho antes—, pero había muchos cubanos que detestaban la intromisión del gobierno de los EE.UU. en los asuntos insulares. Sépase que ya existía un sector revolucionario mucho más avanzado políticamente. Evidentemente, los líderes del PIC no estaban entre ellos, al menos en lo que respecta a la comprensión de lo que era el imperialismo yanqui y el daño que hacía a la independencia de la Isla, la funesta Enmienda Platt, así como la injerencia de Washington en todos los asuntos cubanos. Resulta además inaudito cómo Evaristo Estenoz, que en 1905 había visitado los EE.UU. en compañía del escritor Rafael Serra, para estudiar la situación de los negros en aquel país,8 no comprendió que del racista gobierno estadounidense nada podía esperarse a favor de los oprimidos y discriminados negros cubanos.    
Guillermo Rodríguez ataca el libro de Rolando Rodríguez por cargar la mano contra los Independientes de Color, pero cualquiera que conozca toda la obra de este historiador y la seriedad y profundidad científica con la que aborda la historia de Cuba, se dará cuenta al leer la Conspiración de los iguales, que Rolando Rodríguez no se ciega ante las pasiones y por mucho que le duela en ocasiones la verdad que se desprende de la copiosa documentación que maneja, no puede eludir ponerla por escrito. Él es fiel a la máxima de Lenin de que “la verdad es siempre revolucionaria”. En libros anteriores de Rolando Rodríguez, se puede ver cómo algunas de las personalidades de nuestra gesta libertaria del XIX —aún vistas por muchos cubanos como patriotas inmaculados—, después de tejer sus historias maléficas y conductas taimadas a través de documentos reveladores, recibieron las más fuertes críticas del autor. En ese caso se encuentran figuras como: Manuel de Jesús Calvar —último presidente de la República en Armas durante la gesta del 68—, Gonzalo de Quesada y el General Julio Sanguily.9
Al parecer, Guillermo Rodríguez Rivera se saltó las numerosas páginas que están dedicadas en la Conspiración de los iguales a exponer el profundo racismo y la discriminación racial que se instauró desde los primeros momentos en la república neocolonial burguesa, pues no se explica cómo puede llegar a señalar que “Rolando Rodríguez no ve la existencia del racismo como una entidad importante en aquella república, condicionada desde sus inicios por la intervención norteamericana”.10 Pareciera también que leímos libros distintos cuando categóricamente asevera: “La conspiración de los iguales explica e implícitamente justifica la brutal represión, apelando a lo que cabría llamar motivos de seguridad nacional”. Y más adelante cuando afirma: “El libro no le atribuye al presidente Gómez —máximo responsable de la represión— la culpa en los asesinatos del general Ivonnet y de Evaristo Estenoz”.11 La falsedad de estos planteamientos se demuestra en varios análisis que el autor hace en el propio libro. En este dice:
“Sin duda, aquella guerrita pudiera calificarse de forma contradictoria. No puede dudarse que desde el punto de vista de frenar la bota yanqui, Gómez merece un reconocimiento por tratar de enfrentar la ocupación de EE.UU., que indudablemente amenazaba con destruir la república de Cuba. Pero desde el punto de vista de la atroz represión de los cubanos negros, aun con el error cometido por los Independientes de Color al sublevarse para exigir un derecho, a Gómez se le olvidaba que aquellos negros eran ante todo cubanos y que cubano era más que blanco y más que negro”.12
“Como se desprende de algunos pasajes de los documentos de la época sobre las relaciones entre Cuba y EE.UU., como es el caso de algunos mensajes cursados durante la sublevación de los Independientes de Color, el gobierno de Gómez no se comportó como un subordinado de los EE.UU. y distó un buen trecho de la actitud a favor del protectorado de la administración de Estrada Palma. Mas, esto no nos hará perdonar su culpa, cuando pudo haber detenido aquella lamentable guerrita y evitado la muerte de tantos dignos cubanos, de tantos hermanos, y no lo hizo”.13 
Guillermo Rodríguez Rivera demuestra poca profundidad en el conocimiento de la historia de la Cuba republicana, especialmente del período presidencial de José Miguel Gómez (1909-1913), cuando para justificar las solicitudes de los líderes del PIC pidiendo la intervención y mediación del gobierno de los EE.UU. manifiesta: habría que decir que el jefe del imperio era entonces el “juez supremo” de los asuntos cubanos.14 Parece el crítico criticado decir que solo a este podían reclamar los Independientes de Color. Esto es un criterio totalmente equivocado, los Independientes de Color podían haber recurrido a sus propios esfuerzos y con una táctica y estrategia suficientemente inteligentes unir a todos los cubanos negros y blancos más progresistas de la nación y luchar por sus derechos y de paso por una Cuba mucho más libre y soberana de los EE.UU., sin pedirle que fueran mucho más allá de las circunstancias históricas que estaban viviendo. Tómese en cuenta que esa posibilidad existió desde 1908, cuando la dirección de la Junta Patriótica: Salvador Cisneros Betancourt, Manuel Sanguily y Carlos García Vélez, visitaron a Estenoz para proponerle una unión de las fuerzas de dicha junta y las que integraban en ese momento la Agrupación Independiente de Color —aún no habían tomado el nombre de PIC—, pero al final no se llegó a nada.15 La Junta Patriótica era un grupo político que propugnaba la lucha contra la ocupación de la Isla y la Enmienda Platt y había sido fundada por Salvador Cisneros Betancourt.
El  programa del Partido Independiente de Color fue el más revolucionario y avanzado desde el punto de vista social que se había presentado por partido político alguno en la República, pero haber puesto su confianza en el mayor enemigo de la independencia cubana, no fue el único error del PIC. Como bien señaló Portuondo Linares: el nombre del partido y las limitaciones que practicaron en lo referente al ingreso y la promoción a cargos dirigentes (…) de ciudadanos blancos y otros sectores de la población cubana a quienes apuntaba su programa y recogía sus reivindicaciones, fueron sectarias, limitadoras y dieron al partido la fisonomía de entidad de una raza y no el carácter ampliamente popular, que era lo que cabía frente al mero electoralismo característico de los partidos Liberal y Conservador”.16 Al respecto, apunta Rolando Rodríguez: “Desde luego, haber cambiado el nombre y admitir más blancos en la dirección hubiera constituido un beneficio neto para Cuba y los cubanos tanto los de piel negra, como los blancos. De esa forma, hubieran conseguido acercar el partido a convertirse en un movimiento popular, con un programa atractivo que, tal vez, hubiera podido desplazar a los partidos tradicionales y atraído a los negros de renombre que les comenzaron a hacer oposición, como Juan Gualberto Gómez y Silverio Sánchez Figueras”.17 
Es cierto que la independencia de Cuba había sufrido profundos y lamentables recortes con la Enmienda Platt y Cuba había sido convertida en una neocolonia yanqui en la cual los presidentes de turno debían ser simples marionetas del imperio, pero de lo que quisieron los yanquis a lo que realmente sucedió en muchos ocasiones hay un buen trecho. José Miguel Gómez y, sobre todo, su secretario de Estado, Manuel Sanguily, se convirtieron en figuras muy incómodas para el gobierno de Washington, pues su actuación en varias oportunidades atentó contra los intereses estadounidenses.18 Por eso los EE.UU. apoyaron abiertamente a Mario García Menocal cuando este se postuló para la presidencia. Sabían sería un presidente mucho más dócil y pro gringo, con intereses económicos muy ligados a los norteamericanos. “Gómez estaba a años luz de Sandino”, pero no era un Estrada Palma o un Menocal, y los reproches que le hizo a Washington —escritos evidentemente por Manuel Sanguily—, no fueron nada suaves a la hora de defender la dignidad cubana, ahí están como constancia de eso los documentos citados en La conspiración de los iguales. “José Miguel Gómez gobernó en lo posible alejado políticamente de los imperialismos”, destacó Julio Antonio Mella en 1925 en su trabajo “Cuba, un pueblo que jamás había sido libre”.19 
Pero además, cómo se puede tratar de justificar la actitud del PIC respecto a Washington, señalando que ese país era el “juez supremo”, cuando por otra parte el pueblo cubano, en su inmensa mayoría, no aceptaba que los EE.UU. fuera quien rigiera los destinos de la Isla y desafiaba constantemente su hegemonía. Acaso se le olvida a Guillermo Rodríguez Rivera que la segunda ocupación de los EE.UU. en la Isla de 1906 a 1909, había lacerado hasta lo más hondo el alma de los cubanos patriotas y que estos no podían ya aguantar otra humillación como esta. Pero, además, ¿sería incierto decir que los dirigentes del PIC, los negros cubanos, se estaban dirigiendo al país más racista del mundo?
No obstante, hay que señalar que si bien el alzamiento de los Independientes de Color fue un error, así como su confianza en el gobierno estadounidense, la represión a la que fueron sometidos los integrantes del PIC por el gobierno deTiburón, más que un error, fue una masacre infame, un crimen horrendo que jamás cubano alguno podrá perdonar. Esta idea también la defiende Rolando Rodríguez en La conspiración de los iguales.
Como mismo Rolando Rodríguez alaba como dignas las cartas enviadas por el gobierno de José Miguel Gómez a Washington rechazando su injerencia en la Isla, no deja de hacer una aguda crítica al seguramente redactor de estas misivas: Manuel Sanguily, cuando en una de ellas, este injuria a los negros cubanos alzados: “La carta a ratos muy digna, en otros resultaba condenable, cuando acudía a denigrar a los negros cubanos; por ejemplo, cuando hablaba de la explosión de barbarie de aquella insurrección de hombres que, aunque de forma equivocada, solo habían acudido a la insurrección para reclamar derechos que les habían sido conculcados por ambiciones de políticos blancos. ¿Por qué se olvidaba que la tozuda obstinación de mantener la Enmienda Morúa había provocado la insurrección de los Independientes de Color? Incluso, injustificadamente, con dejos racistas, el secretario de Estado llegaba a afirmar que los negros habían sentido “rencor de la raza hacia sus compatriotas blancos, que tanto y tan imprevisora como afectuosamente los habían halagado y enaltecido”.
¿Sanguily desconocía que los negros no tenían apenas derechos a ocupar puestos honrosos en la administración y, por ejemplo, en el mismo servicio exterior que manejaba su secretaría no había prácticamente negros, si no era en puestos subalternos? ¿Era esa la forma en que se halagaba y enaltecía a los ciudadanos negros?20
La seriedad de Rolando Rodríguez como investigador histórico y su abnegación por no dejar de la mano ninguno de los matices a la hora de valorar a una personalidad, acontecimiento o proceso histórico, hacía imposible que dejara de hacer ese análisis sobre la postura de Manuel Sanguily, digna por un lado y condenable por racista por el otro.
Según Rodríguez Rivera el libro La conspiración de los iguales, “reclama a los Independientes una visión que no podían tener y que muy pocos cubanos podían tener entonces”.21 Es cierto que no podía buscarse en ellos un Villena, un Mella, un Guiteras, pero lo que Rolando Rodríguez les reclama en La conspiración de los iguales, no es la visión que llegaron a tener estos últimos, sino al menos que estuvieran en sintonía con el pensamiento promedio de los cubanos que se indignaban con la injerencia yanqui en nuestros asuntos22 y que hubieran utilizado medios más clarividentes para unificar al sector patriótico de la sociedad cubana. Si desde hoy se les puede reclamar esta visión es porque en su época otros hombres la tuvieron. No fue nada fortuito que ningún dirigente negro destacado, entre ellos Juan Gualberto Gómez, Rabí, Cebreco, Pedro Díaz, brindara su apoyo al PIC, tampoco que el Club Aponte, de La Habana, después de un fuerte debate sobre la pertenencia de sus integrantes al partido y para evitar se les acusase de racistas, optara por expulsarlos de esa sociedad.23 El Consejo de Veteranos y Patriotas tampoco apoyó la causa de los Independientes de Color y sus gestiones para lograr que el PIC cambiara el nombre del partido para evitar se le condenara de racista, fueron todas infructuosas. No obstante, la participación que algunos veteranos tuvieron en la represión a los alzados me parece execrable, en todo caso debían haberse enfrentado al gobierno para que levantara de una vez la Enmienda Morúa, que había ilegalizado la existencia del PIC y presionar para una salida negociada lo antes posible. Todos estos elementos que negaron el apoyo al PIC consideraban —ya fuera de manera sincera o por puro oportunismo político— que la existencia de un partido de raza dividía a la sociedad cubana.
Claro que es fácil desde la actualidad señalar los errores que cometieron, esa es la ventaja que posee el historiador cuando analiza un acontecimiento o proceso histórico en el devenir del tiempo, pues las consecuencias de los mismos muchas veces no llegan a ser conocidas por los sujetos participantes. No podemos renunciar a esa prerrogativa. La idea de que no se puede juzgar el pasado con criterios del presente fue uno de los axiomas universales establecidos por la historiografía burguesa que por suerte la historiografía marxista ha ido venciendo. Si no conocemos y analizamos los errores cometidos de las generaciones que nos antecedieron, cómo salvarnos de no cometerlos nosotros mismos.
Los medios que emplearon los Independientes de Color para alcanzar sus objetivos, sumado a su ingenuidad política de confiar en los estadounidenses, llevaron a que la causa justa que defendían, la igualdad racial, lejos de avanzar, se retrasara —al menos por un tiempo— y ello lo sufrió la sociedad cubana en su conjunto, blancos y negros. Todavía hoy, a más de 50 años de Revolución Cubana, estamos luchando por eliminar definitivamente el racismo y cualquier forma discriminatoria en nuestro país. Esa lucha debe continuar con ahínco y decisión, estamos en los mejores momentos para ello, pero las columnas históricas para esa batalla trascendental debemos seleccionarlas bien para que no se nos caiga el hermoso edificio que estamos empeñados en construir. 
El destacado investigador cubano Esteban Morales Domínguez, que ha hecho extraordinarios aportes al estudio de la problemática racial en Cuba, escribió un excelente ensayo sobre este tema titulado: Frente a los retos del color como parte del debate por el socialismo, donde distingue dos posiciones enfrentadas entre sí ante el problema racial cubano en la contemporaneidad:
Una posición considera que los problemas raciales en Cuba, son  responsabilidad del gobierno cubano, supuestamente, debido a la ausencia  de una política de derechos humanos, democracia y libertades civiles para los negros. Para esta línea  de pensamiento, los líderes de la Revolución son racistas, particularmente Fidel Castro, que según estos, no ha atendido el problema racial con vistas a solucionarlo. Comparten el tema racial,  dentro de posiciones políticas más generales, llamadas “disidentes”, y como podría observarse con claridad, al leer sus documentos, montan la crítica del tratamiento del racismo en Cuba, sobre los mismos pilares de la crítica de la política norteamericana hacia la Isla. Se observa en ellos, cierta tendencia  a no reconocer la obra de la Revolución con los negros y mestizos y sujetan la solución del problema racial a la posibilidad de un cambio del régimen político en Cuba. Lo cual, esencialmente, los convierte en partidarios de la confrontación  política que EE.UU. despliega, en su búsqueda de un cambio de régimen en la Isla.” 
La otra posición parte de los avances logrados por la Revolución, critica sus errores en el tratamiento del tema: como la falta de un debate más amplio, la ausencia del tema en la educación, el no haber considerado, desde el principio, a la variable ‘Color de la Piel’, como una variable de diferenciación social en Cuba, lo cual habría permitido una política social más ajustada a las desigualdades que aún permanecen; la falta de un sistema estadístico que refleje mejor los problemas sociales y económicos según el color, permitiendo hacer mejores investigaciones. Sin embargo, al  mismo tiempo, los partidarios de esta línea, consideran que los negros han avanzado mucho y que si no hubiera habido una Revolución en Cuba, estos últimos habrían tenido que hacerla para haber alcanzado lo que han logrado hasta hoy. Por lo que consideran que el camino de  las soluciones, está en profundizar el socialismo, desarrollando dentro del mismo un debate, en  el que los problemas de la “raza”, formen parte del proceso de perfeccionamiento de la sociedad cubana actual. No aceptando, bajo ningún principio, que un cambio del régimen político cubano pudiera beneficiar a los negros y mestizos, al no considerar que existan razones, ni un paradigma, que  justifique  una posición  política de esa naturaleza”.24
Los partidarios de la primera posición referida anteriormente, dentro de la cual por suerte no se encuentra incluido el escritor Guillermo Rodríguez Rivera, no le perdonarán jamás a Rolando Rodríguez haber escrito este libro, pues al poner al desnudo la ingenuidad de los Independientes de Color al confiar en el gobierno de los EE.UU. como supuesto defensor de sus intereses, está condenando a los que hoy están haciendo lo mismo, pero en este caso sin ingenuidad política alguna.
Por último, puede decirse que Rolando Rodríguez buscó demostrar que por los caminos de violencia de los Independientes de Color y por el acercamiento a los yanquis, solo se lograría la división de la sociedad cubana. Esa que los agentes del imperialismo, desde su Oficina de Intereses, tienen impuesta como primera tarea para lograr destruir la Revolución Cubana.
 
Notas:
1- Véase Guillermo Rodríguez Rivera, Un libro equivocado, en: http://segundacita.blogspot.com/2011/12/un-libro-equivocado.html

2- Rolando Rodríguez, La Conspiración de los iguales. La protesta de los independientes de Color en 1912, Imagen Contemporánea, La Habana, 2010.
3- Véase Raúl Roa, Diez días que conmovieron a Franco, en: 15 años después, La Habana, 1950, p.524.
4- Guillermo Rodríguez Rivera, Ob. Cit.
5- Rolando Rodríguez, Ob. Cit., pp.10-11.
6- Ibídem, p.13
7- Ibídem.
8- Ibídem, p.100.
9- Véase en obras de este autor como: Bajo la piel de la manigua, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996, La forja de una nación, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005, (tres tomos), Cuba: las máscaras y las sombras. La Primera Ocupación, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007 (dos tomos) y República de Corcho, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010 (dos tomos)
10- Guillermo Rodríguez Rivera, Ob. Cit.
11- Ibídem.
12- Rolando Rodríguez, Ob. Cit., pp.350-351
13- Ibídem, pp.351-352.
14- Guillermo Rodríguez Rivera, Ob. Cit.
15- Rolando Rodríguez, República de Corcho, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010, tomo 1, pp.666-667.
16- Citado por Rolando Rodríguez en Ob. Cit., pp.126-127.
17- Rolando Rodríguez, Ob. Cit., p.166.
18- Para ampliar al respecto véase Rolando Rodríguez, República de Corcho…, Ob. Cit., tomo 2.
19- Ibídem, p.206.
20- Ibídem, pp.287-288.
21- Guillermo Rodríguez Rivera, Ob. Cit.
22- Téngase en cuenta que en agosto de 1912 el joven periodista cubano, reportero de la Lucha, Enrique Mazas, abofeteó y retó a duelo al secretario de la legación de Estados Unidos en La Habana, Hugo Gibson, en el café del hotel Miramar, en Prado y Malecón, porque había proferido injurias contra Cuba. El incidente levantó creo un gran revuelo y provocó una ola de sentimientos antiestadounidenses en el pueblo cubano. También que, al año siguiente, Salvador Cisneros Betancourt al frente de la Junta Patriótica llevó adelante una fuerte campaña contra la Enmienda Platt y la injerencia de los Estados Unidos en los asuntos cubanos.
23- Rolando Rodríguez, Ob. Cit., p.135.
24- Véase Esteban Morales Domínguez, Frente a los retos del color como parte del debate por el socialismo en: http://estebanmoralesdominguez.blogspot.com/2011/05/frente-los-retos-del-color-como-parte.html.

tomado de La Jiribilla: http://www.lajiribilla.cu/2012/n557_01/557_15.html



UN POCO MÁS SOBRE  LA CONSPIRACIÓN DE LOS IGUALES
                                                       
                                                       por Guillermo Rodríguez Rivera

Rolando Rodríguez prefirió declinar la oportunidad de responderme y optó por que fuera uno de sus jóvenes alumnos quien asumiera esa responsabilidad.
Elier Ramírez tuvo que abandonar “todo lo que estaba haciendo” – dice -- y escribir una respuesta a mi comentario sobre La conspiración de los iguales. Si, como afirma el joven historiador, su real objetivo es que los lectores interesados acudan al texto de Rodríguez, convendrá en que los dos, seguramente por distintos caminos, hemos llegado a un punto de encuentro.
Si quería, mejor que rebatir mis argumentos, procurar la lectura del ensayo de RR, debe tener por seguro que mi comentario – que provocó su respuesta – también y sin que yo me lo propusiera, va a conseguir lo mismo que Ramírez quiso. El libro de Rolando (que no son los poemas de Escardó, ni tampoco la chanson de la épica francesa), estoy seguro de que será demandado cuando se presente en la inminente Feria del Libro. Mucho más demandado de lo que lo fue en su lanzamiento de octubre pasado, a pesar de la presentación de Esteban Morales.
Elier Ramírez juzga que mi comentario “transpira un sesgo de ataque personal más que de análisis histórico”. Es lo que más me preocupa de su valoración, y le garantizo a Ramírez que no tengo el menor problema personal con el autor de La conspiración de los iguales. Le conocí hace más de 40 años, cuando fue director del Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana, en la que fui alumno desde 1962 y donde he sido y soy profesor en la Facultad de Artes y Letras desde 1970.
Tuve muchos amigos en el Departamento, y aunque no fui propiamente  amigo de Rolando, no he tenido nunca el menor problema personal con él, a menos que Elier juzgue como tal la opinión sobre un libro.
Ramírez afirma que mi valoración pudo “resumirse a una o dos cuartillas” y que

             Rodríguez Rivera podía haberse ahorrado las 17 cuartillas que
               dedica a describir los infames acontecimientos ocurridos en 1912,
               los cuales han sido ya tratados por varios investigadores cubanos.

Cada uno tiene su propia idea de lo que es una crítica y, francamente no me parece serio dedicar una o dos cuartillas a un ensayo de casi cuatrocientas páginas sobre un tema tan complejo como el que aborda el libro de RR.  Si lo hubiera hecho, con certeza Ramírez “habría dejado todo lo que tenía que hacer” para acudir a presentarme como un analista superficial. No lo hice, y así tenemos la oportunidad de leer su respuesta de 16 cuartillas (8 cuartillas a 1 espacio sobre mis 17 a dos).. Si mi artículo hubiera tenido la extensión del libro de RR, ¿cuántas cuartillas habría escrito Ramírez?
Que la historia de 1912 ha sido tratada “por varios investigadores cubanos” lo sabía y lo digo en mi artículo, pero yo quise dar mi propia opinión en esas 17 cuartillas. Me consuela pensar que RR también quiso contar su versión de la historia que ya abordaron Portuondo Linares, Silvio Castro, María de los Ángeles Meriño, Tomás Fernández Robaina, de Cuba, y la suiza Aline Helg.

Ramírez se pregunta – entre intrigado y molesto – “de dónde he sacado” que Rolando Rodríguez pretendía hacer una analogía entre la conspiración de Graco Babeuf y la protesta armada de los Independientes de Color.
Aquí Ramírez me obliga (sin mucho esfuerzo de mi parte) a entrar en un terreno que es propiamente de mi especialidad, porque yo no soy historiador sino  filólogo.
La intertextualidad, ese diálogo entre dos textos, puede tener varias intenciones y, también, sentidos diversos. Puede ser paródico, irónico, puramente lúdico y, también, una repetición que aspira a ser una analogía, una metáfora.
Analogía no es igualdad sino simplemente una similitud entre dos entidades que, a excepción de algún componente análogo, pueden ser perfectamente diferentes.  Tal vez Rolando Rodríguez no haya pretendido construir esa analogía entre ambos hechos históricos, pero lo ha conseguido aunque no se lo haya propuesto. Durante todo su ensayo, se trata la protesta armada de los Independientes como si hubiera sido un alzamiento verdadero, que no lo era.
Además de la intertextualidad – que aborda inicialmente Bajtin y luego es sistemáticamente tratada por Julia Kristeva  -- Gerard Genette se refiere a lo que llama paratexto: un texto aledaño al texto principal (un prólogo o introducción, una nota de solapa o de contracubierta), que condiciona su lectura. Afirma una nota de contracubierta en La conspiración de los iguales:

                “Como no se logró echar abajo la desigualdad de raza,
                   los hombres del partido prohibido (Partido Independiente
                   de Color) comenzaron a conspirar para lograr con  
                   las armas en la mano la restauración  de la legalidad y,
                   sobre todo, para alcanzar su gran objetivo: la igualdad racial”.
               
Ese entrecomillado indica una cita que, si no especifica otro autor, debe ser un fragmento del propio texto de Rodríguez: conspiración y lucha armada establecen enseguida la analogía con la ciertamente diferente lucha de Graco Babeuf.  Aquí se explicita la analogía que da a entender el título. La palabra, si uno la descuida, puede hacernos decir lo que no pretendemos.
Ramírez dice que abordo de manera sesgada la prolija documentación que RR maneja en su libro. La carta – afirma ER --  que ignoro en mi comentario, es una que envían dos miembros del comité provincial del PIC en Oriente, al presidente Taft. Preferí centrarme en las cartas de líderes nacionales, como el general Pedro Ivonnet, que me parecían las más importantes, o las que escriben los Independientes supervivientes, ya encarcelados. Si hubiera recorrido la amplísima documentación a la que RR ha tenido acceso, las 17 cuartillas que a Elier le parecen excesivas, corrían el riesgo de convertirse en 170.
Ramírez me acusa de tener criterios preelaborados sobre el libro de RR. Le aseguro que no es así, aunque confieso que sí tenía criterios sobre los conflictos raciales en los primeros años de la república, porque acabo de terminar un libro sobre la poesía de Nicolás Guillén, en el que quise estudiar esos conflictos en la Cuba que antecede a la entrada del poeta en nuestra cultura. Creo que Elier, que es un “lector permanente” de RR, sí tiene criterios muy establecidos sobre su obra, hasta el punto de que muchas veces refuta un juicio mío sobre La conspiración de los iguales, esgrimiendo una cita de República de corcho, que yo admito que no he leído, ni tampoco discutido.
Cuando señalo que RR sólo advierte la existencia de lo que llama “un racismo larvado” en muchos cubanos, señalo también que el autor de La conspiración…esgrime, para no dar mucha importancia a los prejuicios raciales en la Cuba de un siglo atrás, el supuesto de que las ideas de Martí y de Maceo habían “penetrado hasta el tuétano de los huesos de no pocos cubanos”. Pero esos son años en que lo más hondo de la obra martiana era ignorado por la inmensa mayoría en nuestro país. Y ni hablar del pensamiento de Maceo. Martí era admirado como el organizador de la guerra de independencia, el héroe de Dos Ríos, el poeta. Y nada más.
Martí empieza a ser verdaderamente conocido después de la primera edición de sus obras completas en 1919. El texto de la famosa “Clave a Martí” (Martí no debió de morir…), lo escribe Alberto Villalón en tiempos de la lucha contra la tiranía de Machado.
Ahí está una de las grandes descontextualizaciones históricas que marcan el libro de Rodríguez y hacen que la laboriosidad del aporte documental del investigador esté bien por encima del análisis que el libro formula.
No lo explicité en mi comentario a La conspiración de los iguales que Ramírez refuta, pero ahora quiero decir que me parece abusivo impugnar la rebeldía y la  resistencia de los Independientes con estas ideas de Martí:

                     Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los
                         especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra
                         la humanidad […] La república no se puede volver
                         atrás; y la República desde el día único de la
                         redención del negro en Cuba, desde la primera
                         constitución de la independencia el 10 de abril
                         en Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros.[1]



Esas ideas fueron absolutamente traicionadas – si las conocían -- por los políticos que hegemonizaban la república, y no por los Independientes de Color.
El Partido Independiente de Color no es la especificación inhumana contra la que escribe Martí, sino la resistencia contra ella. No fueron racistas, ni quisieron otra cosa que la verdadera integración.
La otra gran descontextualizaión es ver el antiimperialismo del pueblo cubano desde una óptica actual o, al menos, muy posterior a 1912.
Si el lector quiere una muestra de erudición, juicio ideológico certero y síntesis, lo remito a las pocas y exactas cuartillas que Fernando Martínez Heredia escribe para presentar el propio número 557 de La Jiribilla (7-13 de enero) en el que aparece mi comentario y la respuesta de Elier Ramírez al mismo.
Finalmente, en su respuesta, Ramírez se apoya en Rodríguez para reclamar que los Independientes, antes de desarrollar una “protesta armada” debieron acudir a otra solución. Hay que decir que no la había. José Miguel había diseñado la encerrona perfecta: por la enmienda Morúa, el PIC no podía concurrir a las elecciones de 1912; pero tampoco podía cambiar su nombre, porque a esas elecciones sólo podían acudir los mismos partidos que postularon en las de 1908 y, si cambiaba el nombre, ya era otro partido. La única alternativa era conseguir la derogación de la enmienda Morúa. De ahí, la “protesta armada”, que no era un alzamiento.
En el propio dossier de La Jiribilla al que me he referido, Esteban Morales me alude sin nombrarme. No le hace falta, porque no “circulan opiniones de que se trata de ‘un libro equivocado’”, sino que yo he titulado así mi comentario crítico, que es el único que circula. Yo no lamentaría, como hace Morales, la existencia de un comentario de ese tipo, sobre todo si está exento de ataques personales y aborda exclusivamente el punto de vista de la obra.
Yo no me eximo de correr riesgos, aunque a veces me tachen de aventurero. Lo he hecho en varias ocasiones, y la vida muchas veces me ha dado la razón. Esteban sabe que a veces hay que correr riesgos. No me parece propio de un hombre de pensamiento el abolir el enjuiciamiento de los libros. Morales afirma que si uno tiene reparos que hacerle a una obra, tiene que escribir otra que la supere, y no “pretender descalificarla con un puñado de cuartillas”.
Me extraña que mi antiguo decano de la otrora Facultad de Humanidades declare abolida la crítica de libros, a menos que se haga para aplaudir. Acaso sea ese rechazo a las valoraciones críticas, lo que conduzca a pensar – pienso en el juicio de Elier Ramírez --  que todo desacuerdo implique un “ataque personal”. Pretender que en lugar de una crítica se escriba otra obra mejor, puede suceder,  pero exigir que ocurra siempre, me parece una suerte de delirio humanístico. Ese puñado de cuartillas críticas siempre ayuda de una manera u otra, aunque la vanidad no nos deje aceptarlas de repente.
Menos mal que Esteban Morales reconoce que los documentos – a pesar de su importancia – “no son la varita mágica ni el tridente de Neptuno”.
No hay documentos que pretendan ser más precisos que las leyes, y las leyes necesitan de quien las interprete.
No voy a insistir en el hecho, pero cualquier lector desprejuiciado notará que se hace mucho más culpables a los masacrados Independientes que al general José Miguel Gómez, menos proyanki que Estrada Palma y menos autoritario que Menocal, pero enteramente responsable de los crímenes de 1912.
No se puede culpar únicamente a Monteagudo y a Arsenio Ortiz que, como esbirros, hicieron lo que la mafia llama el dirty work. Como general, José Miguel Gömez era un hombre intensamente vinculado a ese ejército permanente, que él había fundado. Suya es la máxima responsabilidad. El pueblo cubano lo juzgó bien: nunca más pudo ser presidente.
Además, con el resuelto apoyo de los conservadores, quiso hacer algo más: aplastar por tiempo cualquier intento de los negros y mulatos cubanos de reclamar sus derechos. Ni más ni menos, casi un siglo después, que lo mismo que había hecho Leopoldo O’Donnell con la Conspiración de la Escalera. La Nueva Escalera, acaso sería un mejor titulo para un libro sobre la masacre de 1912.
Y ya estuvo bien. Espero que si no enteramente satisfechos (¿quién lo está?), mi criticado, mis críticos y yo nos merezcamos el beneficio de un descanso reparador. Al menos, hasta el próximo round.
                   



[1] Cf. Rodríguez, Rolando: La conspiración de los iguales, Imagen Contemporánea, La Habana, 2010, p. 19.





PARTIDO INDEPENDIENTE DE COLOR: en la trampa de la fraternidad racial


Autor: Esteban Morales.

UNEAC.

A MODO DE INTRODUCCION.-

Me correspondió presentar  el libro del reconocidísimo historiador Rolando Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Sociales. Fue un honor y lo seguirá siendo,  el que me haya solicitado esa tarea, a mí, que no soy su amigo intimo ni tampoco historiador.

Lamentablemente, circulan opiniones de que se trata de “un libro equivocado”, siendo esta   una calificación   muy seria  y sobre todo excesivamente arriesgada. Yo diría, aventurera, para calificar una obra, que cuenta con un cumulo de documentación original, que no creo posea nadie,  más que el Autor de la obra. Porque tuve acceso a ella, para hacerme  de  mis propias interpretaciones. Y quien desee  superar la obra del Cro, Rolando, deberá, al menos, tener a la mano esa misma documentación.

Más que hablar mucho del libro, con las licencias que  la presentación de una obra nos permite, lo más que hice fue inspirarme en el libro. Pues lo considero ciertamente  inspirador para continuar investigando dentro de un tema en el que no creo que nadie pueda tomarse la atribución o hacerse la ilusión de haber dicho la última palabra.

Quedan muchos espacios oscuros en  nuestra historia y  este, referido a los Independientes de Color, es uno de ellos. Rolando Rodríguez, por su parte, aporto información, de la que es posible haber oído hablar que existía, pero que nadie consulto como  el Autor.

Es cierto que el tema levanta muchas pasiones,  no se quisiera tirar sobre los Independientes la mas mínima critica, al punto de que yo  mismo hubiera deseado, que algunos documentos no existiesen, pero existen y hay que enfrentarse a ellos. Porque la ciencia exige primero que todo  de  honestidad ante los hechos y valentía para enfrentarlos, aun y cuando es posible equivocarse. Y los que me conocen saben muy bien, que no soy dado a las concesiones.

Literatura no es ciencia, aunque pueden hacerse ambas a la vez. Pero si  se quiere que  las cosas vayan más allá de la ficción,  los documentos y su interpretación,  son una condición ineludible para no caer en la subjetividad. Aunque cuando de interpretaciones se trata,  los documentos  tampoco  son la varita mágica, ni el tridente de Neptuno.

Por eso reitero, que el libro de Rolando Rodríguez es una obra inspiradora  y quien desee superar, ese escalón,  que es la forma en que la ciencia avanza, lo que debe hacer es publicar una obra mejor, más fundamentada en la información  y no pretender descalificarla solo en un puñado de cuartillas.



AQUÍ VA MI INTERPRETACION.

Es posible que carente de validas interpretaciones y de subjetividades, como la que mas.

La intervención norteamericana, a partir de 1898,  no solo expulsó al Ejército Español de la Isla, sino que comenzó un intenso proceso de restructuración
(Norteamericanización) de  la vida cubana, dentro del cual, sin dudas,  los no blancos apenas tenían cabida. La definición del cubano, como hombre blanco, dada por José A. Saco, comenzaba a ser aplicada por  los  gringos casi con precisión matemática.

Según el censo de 1907, Cuba tenía 2, 048, 980 habitantes. De ellos 274,272 negros y 334, 695 mulatos. Representando ambos el 29% de la población. A pesar de todos los esfuerzos realizados para  poner requisitos que limitaran la posibilidad de su participación política, la temprana aprobación del sufragio universal masculino, permitía que aproximadamente un 30% de la población no blanca pudiera ejercer el voto. Por lo que, paradójicamente,  los no blancos devenían en un sector  muy  codiciado por  los partidos políticos de la época.[1]

Sin embargo, las condiciones bajo  las cuales  los negros y mestizos debían hacer uso del derecho que les asistía, no les eran nada favorables. Lo cual se expresaba, entre otros fenómenos,  en que  las múltiples promesas de que eran objeto durante los procesos electorales, por parte de los líderes de los partidos tradicionales: Liberal y Conservador,   una vez concluidos los comicios, tales  promesas se diluían y los negros y mestizos retornaban al “cuarto de desahogo”, hasta las próximas elecciones.

Las razones que explicaban ese comportamiento, tienen sus raíces a partir  del lugar que históricamente les correspondió a negros y mestizos dentro de la sociedad colonial cubana. Situación que una  participación en las Guerras de Independencia  les ayudó a superar bastante, pues  una inmensa masa de ellos, mayoría dentro del Ejercito Libertador, ganaron prestigio por su valentía, arrojo y sacrificio, que se hicieron indiscutibles, al finalizar las contiendas por la independencia. Muchos negros y mestizos disfrutaban de una autoestima que nadie se atrevía a discutirles abiertamente.

Sin embargo, las autoridades interventoras  norteamericanas  no tuvieron en cuenta para nada tales méritos y al organizar la república, a los negros y mestizos se les  vieron casi al margen  de la distribución del poder. Los norteamericanos,  para organizar la república a su antojo, prioritariamente  se apoyaron en los generales blancos, los autonomistas (en su inmensa mayoría blancos también),  en los hombres de negocio españoles que se  quedaron en Cuba y en el Ejército Norteamericano de intervención. Los negros y mestizos, prácticamente,  apenas algunos  estaban en   la Guardia Rural que se organizó, el nuevo ejército, la policía,  el cuerpo de marina y de  artillería,  que finalmente organizó el entonces presidente, José Miguel Gómez.[2]

Cientos de hombres fogueados en las guerras, con méritos más que suficientes, cuando lograron ocupar alguna posición lo hacían solo en los puestos más bajos, de los más miserables   salarios y con los grados más bajos, si es que  lograban formar parte de algunos de los cuerpos militares.
El racismo importado por  los interventores yanquis, ligado al ya existente,  se encargó de excluir a los negros  de las posiciones de poder y de los puestos mejor  remunerados. Una principal demanda de los negros era que se les diera más puestos de trabajo en el gobierno.
 Pero,  “Según el censo de 1907 había 205 empleados en el gobierno, de los cuales  solo 11 eran negros” (Fermoselle p.83).[3]

También los negros alegaban ser discriminados en las fuerzas armadas, donde de 8,238, solo 1,718, o sea el 28% eran negros (ob.p.83). Habiendo sido mayoría en el Ejercito Libertador, apenas ocupaban espacio dentro del nuevo ejército y el resto de los cuerpos armados.

Entre la población de más de 10 años, el 54,9% de los negros eran analfabetos, mientras los blancos apenas  llegaban a un 38%.  (Fermoselle p.83).

Otras cifras  sirven para denotar la baja participación de los negros en actividades de prestigio social. Pues el número de profesionales negros también era muy reducido. Tal y como podemos ver en los datos siguientes:

-       De 1,349 abogados, solo 4 eran negros.
-       De 1,343 médicos, solo 9 negros.
-       Negros  había: 40 dentistas, 14 ingenieros, 5 veterinarios y 15 arquitectos.

Excepto para el caso de la industria del tabaco, la queja de los negros estaba justificada, pues de 27,503 trabajadores solo 10,485 eran negros.

La inmensa mayoría de los negros estaban empleados en la agricultura, fábricas de industrias mecánicas, también ocupando masivamente los servicios domésticos. Todas actividades de las más bajas remuneraciones. (Fermoselle, p.83-84)

Junto a  todo ello, había comenzado  a llegar a Cuba una inmigración blanca española, favorecida, que  hacia aun más difícil la situación a los negros y mestizos para encontrar  buenos  empleos.[4]

Entre la frustración acumulada  por muchos  independentistas al finalizar la guerra,   la amañada y desequilibrada distribución de poder llevada a cabo por  los norteamericanos durante la intervención, la traición de algunos viejos independentistas y  el especialmente  discriminatorio  tratamiento dado a la población negra y mestiza, el ambiente social no careció de enrarecimiento,  para que muy pronto comenzaran a aparecer las primeras señales de un descontento, que trajo la emergencia de los atisbos  de que un movimiento negro  nacionalista se estaba organizando. En diciembre de 1906 afloraban los rumores de que  los negros estaban descontentos con el Partido Liberal. El ambiente político  ponía de manifiesto claramente en qué consistían y donde residían  las inconformidades de los negros y mestizos, las que se expresaban atraves de  varios llamamientos que veían la luz en el propio año de  1907.

Entre ellos, el 3 de julio de 1907,  salió el  llamado  “Manifiesto al Pueblo de Cuba y a la Raza de Color” publicado en la ciudad de Santa Clara por Ricardo Batrell. En el mismo se proclamaba fundar  una organización que permitiera ayudarse mutuamente y  trabajar por el progreso de la raza de color.
Ese espíritu de reclamo de los negros y mestizos obedecía a que los mismos  estaban orgullosos de haber contribuido a la formación de la república que había emergido. Aunque ello se contradecía sobremanera con el hecho de no haber visto aun cristalizadas sus aspiraciones.[5]

Otro manifiesto, el de Lajas, del 27 de Agosto del  propio año 1907,  “Al Pueblo de Lajas y a la Raza de Color”,   pedía la unidad de los negros para obtener sus derechos. Al mismo tiempo que expresaba que no volverían  a ser engañados más por lo  líderes que prometían y no cumplían. Este llamamiento  ponía dentro del escenario político temporal  un ingrediente ciertamente explosivo: los negros esgrimían el instrumento de su unidad para alcanzar sus reivindicaciones  y lo hacían  también para “evitar continuar siendo engañados por el liderazgo de los partidos políticos existentes

A diferencia del  denominado llamamiento de Camagüey, el de Lajas,  si pedía la formación de un “partido independiente de negros”. Si se trataba o no de una solución políticamente viable, lo cierto es que no parecía    una mera aventura, sino  algo que emergía de un nivel de madurez de  la  conciencia política, alcanzado  por un gran grupo de ellos. Que buscaban una solución radical a las dificultades para lograr su participación política dentro de la nación No pocas  veces habían insistido en que los partidos tradicionales, en particular, el partido liberal,  no daban a los negros posiciones de consideración, mando y prestigio, acorde con la participación que estos habían tenido  dentro de la república, incluso en la llamada Guerrita de 1906.

Por lo que,  desde 1907,  ya se ponían de manifiesto las contradicciones que  darían  motivos  al surgimiento de un partido independiente de los negros. Sin dudas, una idea extremo compleja y hasta peligrosa, pues, aunque no se quisiera, rompía con los criterios de la llamada “fraternidad Racial”, muy defendida, y que había  caracterizado las relaciones entre negros, mestizos  y blancos por muchos años.[6]


Pero esa conciencia política de negros y mestizos, emergía en medio de  dos  tendencias: la del llamado “Directorio de la raza de Color “a nivel nacional; y una segunda que ya buscaba  la formación de un partido político independiente de los negros.

Una tercera posición, ya  dentro del movimiento político de los negros, buscaba un levantamiento armado, como resultado, al parecer,  del resentimiento acumulado contra los liberales, por sus continuos engaños,  los norteamericanos  y  proveniente de los intereses que deseaban provocar de nuevo una crisis dentro del país.[7]

Pero los negros de más baja condición económica, estaban atrapados entre varios fuegos. Los Directorios de las Razas, fundados en varias regiones, dirigían sus acciones a los negros descontentos. Por su parte, tanto el Partido Liberal de José Miguel Gómez como el Conservador, trataban de atraer el voto de los negros, mientras que otros negros más radicales preparaban  levantamientos para tratar de lograr bajo presión,  lo que no conseguían pacíficamente.

Pero, como bien expresa Aline Helg,  “la concientización de los negros y mulatos cubanos y su desafío autónomo,  incitaron a la elite dominante  a hacer  mas explicita  la ideología de la supremacía blanca”[8]. La idea de construir un partido negro independiente, preocupo sobremanera a la elite blanca, haciéndola tirar a un lado la idea de la “fraternidad  racial”, esgrimiendo abiertamente  de manera explícita lo  que en su mayoría habían defendido: la de la hegemonía blanca. En  1906, durante la insurrección liberal, contra Estrada Palma, la violencia había emergido  como potencial solución para no pocos. Antecedente ineludible para cualquier análisis.


Las fuerzas políticas liberales y conservadoras no querían esta última alternativa,  pues la suya era  que no se produjera  ninguna desviación del proceso  político, de modo  que contradijese  preservar  la formación  y hegemonía de los partidos burgueses. Lógica aspiración de los sectores de poder, de que todas las  fuerzas políticas que emergiesen quedasen agrupadas, encasilladas,  dentro de  una estructura  de  partidos, cuyo rejuego político electoral, era el que en definitiva  les permitía mantener su hegemonía.

De todos modos, alguna claridad existía, sobre cuál era el  trasfondo de las contradicciones políticas  del momento. Pues en particular,  la opinión del gobierno norteamericano de la época  era que las  revueltas de los negros  se debían a que estos no habían recibido una parte adecuada de los puestos en el gobierno. Cínica clarividencia imperial  de su parte. Luego, aunque las contradicciones políticas pudieran adoptar un rostro   racial y así le  convenía a la elite presentarlas, en el trasfondo se trataba de una cuestión de de poder, de clase.

Entre 1898-1902, la intervención  norteamericana, había dejado como lastre, la inmensa cantidad de negros y mestizos, que habiendo combatido, a veces por más de 30 años por la independencia, finalmente no les había tocado nada en   la distribución del poder de  la república.

Razón  por la cual, los intentos de construir un partido negro, ya habían emergido, desde principios del siglo, después de la  llamada  Guerrita de los Liberales en 1906. Por cuanto,  aunque muchos negros habían participado  en ella, nunca lograron ver reivindicados sus intereses .Simplemente, los negros y mestizos fueron utilizados  y después no les tocó nada en la distribución. La elite  blanca  se lo había repartido todo, como “botín de piratería.
Con posterioridad a la aprobación de la Enmienda Morúa, sin dudas el papel desempeñado por Estados Unidos, en el derrocamiento de Tomas Estrada Palma, durante la llamada Guerrita de 1906, es decir, ante la tozudez de este,  su definitiva contribución  para descarrilarlo, a favor de los liberales, quedaría como una señal, que sería interpretada por  la dirección del Partido Independiente de Color,  como que Estados Unidos, en algún momento,  los  ayudaría  a derogar la enmienda.[9]Tampoco es posible trasladar el Estados Unidos de ahora, al de aquellos tiempos, dentro del cual la democracia, los compromisos  y la politiquería tenían un tono más sofisticado.[10]

Sin dudas,  la actitud asumida por Estados Unido,   frente a la incapacidad de  Estrada Palma  de negociar  ante la insurrección de  1906, nos permite colegir, que las esperanzas que los miembros del Partido Independiente de Color pusieron  en que  el gobierno norteamericano  los ayudaría, presionando a su favor para derogar la Enmienda Morúa, no era algo festinado ni pura ilusión.
Por eso, tal vez, Gregorio Surin lanzó en “Previsión”  una proclama, que en realidad era para estremecer a los patriotas  no simpatizantes del PIC. En la misma  se decía: “Si la propuesta de Morúa se convierte en ley irían a dirimir ese asunto  de derecho a Washington, donde nuestra vida política había sido sancionada por un gobierno fuerte que no temía a las manifestaciones del sentimiento popular” (Rolando Rodríguez. República de Corcho, p. 302).
En realidad,  es difícil de creer que personas de una inteligencia normal y golpeada por la experiencia política de la actuación norteamericana,  se creyesen semejante acción de Magoon  como algo repetible. Esto, además de una bofetada  a la gran masa del  pueblo cubano, que no resistía la Enmienda Platt, era reconocer el derecho de Estados Unidos a meterse en los asuntos de Cuba.  Pero creo que se manejaba  por el PIC como una esperanza de algo que en otro momento había sido posible. (Para ampliar ver: ob. Rolando Rodríguez p. 302).

Sin embargo, en realidad, un reconocimiento como ese,  del  poder de la Enmienda Platt, no podía tener  mejor  resultado   que restarle prestigio al  Partido Independiente de Color, ante aquellos en los  que más debía  buscar el  apoyo político. Sin dudas, no era un buen camino para lograr la aceptación  que el Partido necesitaba.


LA FUNDACION DEL PIC.

Entre 1878-1889, se había intentado  construir un partido de negros, al frente del cual  estaría Juan Gualberto Gómez, pero la idea no fructificó,  porque Gómez era enemigo de dividir a blancos y negros. Al contrario estos debían unirse contra  el poder  español en Cuba.[11]

En 1908, Evaristo Estenoz  y  Gregorio Surin, en La Habana, crearon la que llamaron “Agrupación de los Independientes de Color “, la que más tarde cambiaria su nombre por Partido Independiente de Color.[12]

Tal vez ante el temor de una posible sublevación, Charles Magoon, entonces interventor en  la Segunda Ocupación norteamericana, legalizó el Partido. Pretendía, según parece,  apaciguar  a los negros y mestizos  belicosos, porque sabía de la participación de estos en la Guerra del 95 y en la insurrección de 1906. Pero también es posible imaginar, que esa aprobación se debía a que la misma no contradecía  que en los Estados Unidos, a pesar del racismo imperante, los negros y otros grupos (minorías) fundaban sus organizaciones para reclamar  mejoras  para su población.

A finales de agosto de 1908, la agrupación comenzó a publicar su órgano oficial, bajo el nombre de “Previsión”. Este último lanzó campañas que  al parecer causaban el temor de los blancos.
Se  blancos independentistas a los negros que habían luchado contra España. Visión un tanto torcida de traición, porque se partía de un análisis de colores y no de clases. Los blancos en realidad no traicionaban a nadie, simplemente, muchos de ellos con poder, dinero  y  respaldados,   respondían   a  la defensa de sus intereses.

Lamentablemente, aunque no fuese su intención,  en medio de los temores que un posible enfrentamiento racial producía, el PIC,  sin proponérselo, provocaba una  cierta división entre blancos y negros, que asustaba y  no era aceptable para muchos cubanos de ambas “razas”. Cosa  que los principales fundadores de la nación cubana nunca habrían permitido.
 Incluso,  el propio Antonio maceo, el negro más aguerrido y luchador contra la discriminación racial, la sufría, pero nunca se atrevió a decir  ni hacer  nada,  que pudiese dar la impresión de que blancos y negros pudiesen  convivir separados. A pesar de sufrir  no pocas veces la discriminación, Antonio Maceo, era un inclaudicable defensor  de la unidad de todos los cubanos. Lo principal era hacer la guerra contra España  para lograr la independencia  y Maceo ya había vivido  las consecuencias que la división entre los cubanos podía provocar. La república seria otra cosa. José Martí
 La había proclamado “Con todos y para el bien de todos “.Sin embargo, ya estábamos en la república  y el sueño martiano  parecía evidentemente frustrado. Al menos para la inmensa mayoría de  los negros y mestizos.

Cierto, no era lógico hablar de traición a los negros,  aunque realmente, es verdad que los generales blancos, en su inmensa mayoría, fueron evidentemente favorecidos  por una administración interventora racista, a la que ayudaron a convertir en polvo la idea de la república martiana, por la que tantos cubanos, blancos y negros habían  muerto.
A muchos, generales de la Guerra de Independencia, hasta Gerardo Machado y Morales, el último de la lista,  que se beneficiaron sobremanera,  les cabe el lamentable  honor de haber puesto en práctica el modelo neocolonial diseñado para Cuba  por Estados Unidos. Mientras  que generales de  cuatro guerras, como Quintín Banderas, no recibió  más que un miserable puesto de cartero, para finalmente morir vilmente macheteado.

En 1908, la agrupación presentó candidatos legislativos en La Habana, pero solo alcanzó 2,000 votos y ninguno resultó elegido. El mismo  Estenoz, obtuvo solo 95 votos, fallándoles entonces  la idea de que debían ir en lista independiente. (Fermoselle, pp.111-112).

Los Independientes de Color, no buscaban supremacía de raza, sino que no hubiera supremacía. Se unían no como negros y mestizos sino como oprimidos. Tampoco la agrupación era un fin en sí mismo, por lo que impedirles unirse era permitir que continuase la supremacía blanca  y la desigualdad. En sus filas se permitían blancos, habiendo muchos españoles anarquistas. Su programa era nacionalista con base en la búsqueda de la igualdad social y racial, pro obrero y pro campesino, favorable a la educación universal y a una justicia de verdad equitativa. Por lo que es muy posible que  los ataques de racistas  con  que les persiguieron  siempre, no fuera más que un modo también  de tapar, la animadversión y la cobardía que les provocaba  a los sectores blancos de poder el tener que  soslayar  enfrentarse con un programa que ni cínicamente hubieran  podido ser capaces  de  adoptar.

Pero  lamentablemente, también se manifestaba en el Partido Independiente de Color, cierta dualidad   contradictoria respecto a Estados Unidos.

-Reclamaban la aprobación   dada por  Magoon, por lo que de hecho aceptaban así  la Enmienda Platt, al considerar que  era bajo su autoridad debía devolvérsele status legal al partido..[13]

-Apelaron a la autoridad del Presidente de los Estados Unidos, para lograr el reconocimiento de su demanda.

-Parecían reconocer el racismo norteamericano, porque su órgano  “Previsión”, en la práctica, defendía la blandura del racismo  yanqui  ante un racismo más marcado en Cuba.[14]

Sin dudas, el PIC, buscaban  justicia,  apelando  a los mecanismos de poder  tal y como estos funcionaban  en aquellos momentos, pero lamentablemente las claves de ese poder  no estaba en manos de los cubanos, sino bajo el control de   Estados Unidos. Por lo que le quedaban muy pocas alternativas.
Sin embargo, el PIC tenía una postura no solo antirracista, sino que también se pronunciaba contra el expansionismo yanqui y la  propia Enmienda Platt, considerando entonces a Guantánamo y Bahía Honda  como dos heridas en el cuerpo de la nación. No obstante, todo parece indicar, que la obsesión por quitarse de encima a  la Enmienda Morúa, en la práctica, al parecer  los llevó a soslayar un poco  sus propias concepciones patrióticas .Es de destacar de que  no estaban en medio de la guerra, sino en la república, controlada por Estados Unidos  y administrada por sus cancerberos, por lo que se  trataba de un terreno muy resbaladizo, donde no era difícil quedar  envueltos por la politiquería. Que fue lo que finalmente les ocurrió.
 
En las elecciones parciales  de 1910, solo tendrían derechos liberales y conservadores. Para entonces el Partido dejo de llamarse agrupación y adoptó el nombre de Partido Independiente de Color.
 Estenoz, fue detenido por violar la Ley de Imprenta, acusándolo de ser el autor de un violento texto aparecido el 30 de enero de 1910. (Ver: Rolando Rodríguez,  La Conspiración de los Iguales, p. 299). El gobierno confiscó Previsión y Estenoz fue condenado a 120 días de arresto.
Entonces, aprovechando la ocasión, el Senador  Martin Morúa Delgado,  en febrero 10, del propio año, presentó al congreso una Enmienda al artículo 17 de la Ley Electoral.

Supuestamente, Morúa,  con esa acción, defendía así la unidad de los cubanos, puede, tal vez,  que esa haya sido su intención personal,  pero en la práctica no se trató  más que  de una trampa para sacar del juego electoral al Partido Independiente de Color. Comenzando así una larga batalla político-legal, en la que muchos se vieron envueltos dentro de la cámara, destacándose entre ellos, Salvador Cisneros Betancourt, al considerar que “la Enmienda de Morúa traería más problemas de los que trataba  de evitar”,  y así fue.[15]

 Pienso que de no existir la enmienda y  de haberse  podido  evitar    lo  peligroso que  resultaba una partido de filiación racial, sobre la base de  un debate amplio  acerca de  la necesidad de dar espacio político real  a los negros y mestizos,   para que estos no se viesen obligados a constituirse en partido independiente, por sentirse presionados, pues se trataba   de solucionar el asunto por la vía de una imposición como la enmienda, se habría podido avanzar. Pero para ello se requería la  voluntad política de  la mayoría blanca y de los negros que se oponían.  Siendo los blancos  sobre todo,  los que tenían el poder, aunque también  los negros,  exigían una mejor distribución del mismo. Sin embargo,  creo que la sociedad cubana de entonces no estaba preparada para un debate de esa naturaleza y todo solo  podía terminar,  como termino. En una gran masacre, dentro de la cual, los negros no cedieron,  pero los blancos tampoco. Porque en el fondo, el asunto no era un simple  problema racial  sino de clase: de poder, donde la cuestión racial era solo el ingrediente que agravaba la confrontación, pero no su esencia.

Pensamos que el PIC, absolutizo el enfrentamiento a la  Enmienda Morúa, reduciéndolo todo a una batalla electoral  y esa  batalla  llevó al Partido Independiente de Color a cometer un conjunto de errores políticos, que le restarían muchas  fuerzas para  sostener la totalidad de sus  demandas y focalizar  el debate  por  alcanzarlas  de una manera más amplia y positiva Atrayendo hacia ese debate  tanto  a negros  y mestizos, como a blancos, de la población humilde, que podían identificarse con el programa del partido.

Entre tales errores debemos mencionar los siguientes:

- El primer  error fue olvidar que la batalla del PIC no podía ser solo contra la Enmienda Morúa, sino una  lucha  político-social por ganarse a la masa de negros y mestizos, y hasta de blancos, pobres sobre todo,  que  podían encontrar  reflejadas  muchas de sus aspiraciones en el Programa del Partido;  por cierto,  muy progresista para su época.

-Prestar más atención al aspecto organizativo del Partido,  para evitar  lo que de hecho  se produjo en algunas ocasiones, la  emergencia de iniciativas regionales, que no pocas veces pusieron en peligro las intenciones pacificas y  no racistas del partido.

-Haber confiado de manera muy idealista, apoyados en la estrategia de 1906 contra Estrada Palma, en  que el  gobierno norteamericano defendería en Cuba reivindicaciones políticas de negros, cuando dentro de su propio país practicaban el racismo más despiadado. Además, la diferencia con 1906, era que  fueron  blancos los que lideraron  entonces el movimiento.

-Creer que José Miguel Gómez se vería obligado  en algún momento a derogar la Enmienda Morúa.

-No tomar suficientemente en cuenta, los factores de peligro presentes en el ambiente político de la época. Tales como: el interés de algunos sectores por provocar   la intervención norteamericana, el racismo presente en la vida nacional, el peso de la propaganda racista, que magnificaba, tergiversaba  y manipulaba toda actividad  del partido, como una acción dirigida contra los blancos y sus familias; además de   la actitud  paranoica del gobierno norteamericano contra toda actividad  que pudiese afectar sus propiedades  en Cuba.

-Los independientes  confiaron en que conversar con José Miguel Gómez les serviría para adelantar algo en sus aspiraciones de abolir la Enmienda Morúa. Pero no valoraron suficientemente algunos asuntos que tendrían  consecuencias  desastrosas. Entre ellos:

      - Muy pronto, una vez  producido el alzamiento, el Presidente comenzó a sentir la presión proveniente,  directamente,  del gobierno de Estados Unidos, para que protegiera las propiedades  y  los ciudadanos norteamericanos. A lo que se aliaban los cónsules  norteamericanos, ingles y francés.

      - Beaupre, Ministro representante del gobierno norteamericano en Cuba, en coordinación con  el  cónsul  ingles,  francés y otros funcionarios  representantes de los negocios norteamericanos en  la isla, se afanaban continuamente por magnificar el peligro que representaba la insurrección, e  informar al gobierno estadounidense acerca de las incapacidades de la administración  cubana  para proteger  las propiedades norteamericanas.

-Varias personalidades  presionaban  continuamente por la intervención norteamericana.

      - Dentro del Congreso se movían fuerzas dirigidas a poner en manos de José  Miguel Gómez todas las capacidades para terminar la insurrección de la manera más violenta posible.

      - El Presidente  no hizo el menor caso a la realidad de que los insurgentes rehuían los combates, evitando los enfrentamientos con el ejército. Todo, lo contrario, al haberse corrido fuertemente el rumor de que había   algún entendimiento con  los líderes del partido Independiente,  para que lo que tuviera lugar fuese un simulacro de enfrentamiento, Gómez,   movilizo tropas y armamentos suficientes para masacrar  la insurrección. Por lo que, en el congreso,  al triunfar la idea de la suspensión de garantías y definitivamente aprobarse la Enmienda Morúa, el General  Monteagudo, jefe del ejército, se vio protegido para actuar con toda violencia y criminalidad,  como efectivamente  lo hizo.


ACONTECIMIENTOS  PRELIMINARES  DEL ALZAMIENTO ARMADO.

Evaristo Estenoz hizo constar, en más de una ocasión, que el PIC había sido respetado  y considerado por el gobierno de Washington, durante la Segunda Ocupación, en la persona de Magoon.
Por su parte, Pedro Ivonnet, renunciaba  al Partido Conservador  y se les unía para ser presidente del PIC en Oriente.

Pero según se acercaban los momentos definitorios de la contienda contra la Enmienda Morúa, la situación política para el PIC se tornaba más difícil y compleja.

El 3 de marzo de 1910,  apareció en “La Lucha” un manifiesto de las Sociedades de Color,  bajo  la dirección de Juan Gualberto Gómez, que criticaba a los Independientes por rígidos e impacientes. No los apoyaba  y este despegue  hacia un gran daño al Partido, pues se enajenaban al negro más importante de la época.

Los liberales se preocupaban, pues no se acababa de aprobar la enmienda y los miembros del PIC continuaban organizándose y constituyéndose.
En tal caso, José Miguel Gómez tampoco quería ceder  terreno a los Conservadores  y asumiendo un papel de árbitro supremo,  que supuestamente estaba por encima de la disputa,  cortejaba a los Independientes y les prometía interceder  para que la Enmienda no quedara aprobada.
Estenoz como parte de la campaña para evitar la aprobación de la Enmienda ataco fuertemente a Gómez, tildándolo de lechero y a Morúa de negro vendido, llamándole ignorante al coronel Manduley.

El Club Aponte tuvo una fuerte polémica debido a la pertenencia de algunos de sus miembros al PIC, a los que expulso.

Por su parte, Enrique José varona, se pronunciaba contra el “coqueteo con una organización que se basaba en el color”, señalándolos como irresponsables que comprometían el futuro de la patria.
En el órgano  “Discusión” les aconsejaba  no agruparse  por la raza y les sugería aliarse al Partido Conservador.
No eran pocas las manifestaciones de desaprobación que el PIC recibía continuamente. De  miembros  todos los grupos  raciales  y prácticamente de  todos los sectores sociales.

El 22 de abril, el Ministro  norteamericano Jackson le escribió al de Estado Knox, que se había reunido con Estenoz. Este le había asegurado que su partido era legítimo, pues lo había reconocido  Magoon. Que estaba integrado  por negros y blancos y no tenia que provocar acciones para derramar sangre o provocar una intervención de estados Unidos.

Pero la opinión de Knox, era que detrás del PIC había blancos que deseaban crear una causa de intervención y de posible anexión. Estos eran, según él,  los que querían crear una situación similar a la de 1906, que a pesar de su negativa inicial, al final,  había tenido que aceptar la solicitud  de Estrada Palma  de intervenir en la Isla.[16]

No obstante, en realidad, la entrevista con Jackson fue un error del PIC, pues ya la proclama de  Surin, mencionada más arriba, había servido  para levantar la sospecha de que el PIC buscaba la temida injerencia de Estados Unidos. Lo cual contribuía a enajenarle  las simpatías del elemento más patriótico del país. Pues realmente imaginar que Estados Unidos seria fuente de justicia para los negros en Cuba, era algo ciertamente  descabellado. ¿Cómo era posible imaginar que el Gobierno norteamericano apoyara  a negros en su neo colonia,  si prácticamente los masacraba en su propio país? Es una respuesta que no vale la pena encontrar. Sin embargo, el PIC, insistió en semejante asunto casi  hasta el cansancio.


La noche del 22 y 23 hasta  el 25 de abril de 1910, fueron arrestados 59 de los principales dirigentes del PIC.
Para representar al líder se constituyo como defensor el General Freyre de Andrade, dirigente del Partido Conservador. La jugada era clara,  se trataba de atraer al PIC al control de los conservadores.

Además, la prensa reforzaba la idea de que el PIC era el plan de algunos blancos  y extranjeros para buscar  el derrocamiento del gobierno y provocar la intervención de estados Unidos, algo similar a lo que había tenido lugar en 1906.Pero en 1906, Estados Unidos no había intervenido en favor e negros.

La tensión era tal que el Consejo Nacional de Veteranos publico el 23 de abril en “El Veterano” el manifiesto,  “ni blancos ni negros solo cubanos”, donde se acusaba a los Independientes  de color de encabezar  una campaña racista encaminada a destruir la república cubana. Por lo que entonces, el PIC, tampoco  podía contar con los veteranos. Una fuerza que poseía arrastre y prestigio suficiente.

Se creaba así una atmosfera que hizo que las Sociedades de Color  de La habana, condenaran la agitación de los independientes de color. ”Previsión” se vio obligado a declarar que no buscaban la intervención ni se proponían el  levantamiento armado. El periódico  trataba de salir en defensa del partido en medio de la situación tan desfavorable que se les creaba. Pero el desequilibrio entre lo que  un solo  periódico del partido podía hacer  en su defensa y el resto de la prensa era muy grande.[17]

El 29 de abril de 1910 fallece Morúa Delgado y el 2 de mayo, sin dudas influenciadas por el acontecimiento, la Enmienda es aprobada con 42 votos contra 20.Pasando a conocérsele como la Ley Morúa. A partir de entonces, la batalla contra  la Enmienda, prácticamente concentro definitivamente todos los esfuerzos del PIC.

El 20 de junio del propio 1910, diez de los detenidos del PIC decidieron acatar  la Enmienda y declararon disuelto el PIC. A pesar de haber sido excarcelados 57 disidentes, Estenoz continuaba encerrado y expreso que el partido seguiría  luchando.
Los que permanecieron en prisión tomaron la decisión de que o la Enmienda Morúa era derogada,  o por la fuerza la echarían abajo.

Finalmente,  Estenoz es liberado  y en octubre se encarga de hacer  público  de que el PIC continuaba, pues su disolución en la cárcel no había sido reconocida por una parte importante de sus miembros y que el mismo continuaba siendo el jefe del Partido.

Pero, en el mismo octubre de 1910, Isidoro Santos Carrera y  Zamora  Francisco Caballero (Miembros del  Comité Ejecutivo Provincial del PIC en Oriente), dirigen una carta al Presidente de Estados Unidos, reclamando la legalidad del PIC que había hecho Magoon y lamentablemente, en la misiva, califican  de visionaria  a la Enmienda Platt.
Sin lugar a dudas, una carta  como esa, al Presidente norteamericano, halagando la Enmienda Platt, le restaba aun más  prestigio al Partido,  haciéndolo quedar como antipatriótico.[18]

A la misiva mencionada, le siguió una carta a José Miguel Gómez,  de fecha 18 de octubre, pidiéndole aplazar las elecciones. Tan  nada  aceptable como la anterior

En realidad, todas estas reclamaciones carecían de valor, pues Estenoz, se había reunido e invocado el dictamen,  dado por Magoon, de beneplácito con el PIC, lo cual se había basado en la Enmienda Platt, pues bajo su jurisdicción era que había tenido lugar la Intervención de 1906.

Como algo, nuevamente lamentable, en sus reclamaciones, llamaban   Magoon ilustre ciudadano, cuando todos  sabían  de su falta  de prestigio en los Estados Unidos y de sus vínculos corruptos en Cuba.

En las solicitudes del PIC se ponía claramente de manifiesto la mentalidad de subordinación existente  en  casi todos los políticos cubanos de la época .Aunque  los del PIC en su inmensa mayoría eran negros y mestizos, por lo que  entonces, ¿que tenían que hacer estos últimos  pidiéndole clemencia al  Presidente de la nación más racista del hemisferio?  De   ello  salió el desaire esperado, donde el presidente de Estados Unidos,  respondía “… que  no consideraba oportuno formular sugerencias al gobierno cubano”.
Otros de los desvaríos políticos  de varios miembros  del PIC, se expresaba en que  junto a los disidentes de la cárcel, otros también se expresaban de acuerdo en votar por el Partido Conservador, criticando a los liberales por haberlos encarcelado.


Estenoz  trabajaba arduamente para reanimar el PIC. Que en 1912 tendría como tareas, no apoyar a ningún candidato  y derogar la Enmienda Morúa. A la sazón, Fernando Freyre de Andrade y Armando André, habían presentado  un proyecto de Ley para derogar la Enmienda Morúa, pero aun después de  mucho debate  no se logro nada concreto en la dirección defendida, entre otros, por el propio Andrade, Lino Dou y Campos Marquetti. [19]

Como  un  lamentable  error de cálculo, el PIC, no prestaba atención suficiente al contexto político  en que tendría que   moverse   su pronunciamiento de levantamiento armado. Entre otros, seria  grande la alarma que se crearía, que traería  el  recuerdo de las rebeliones de esclavo y en particular del “miedo al negro” que  la Revolución de Haití  había  provocado y que todavía permanecía en la conciencia de muchos blancos y negros también.


EL CAMINO HACIA  LEVANTAMIENTO ARMADO.

En enero de 1912, fue presentado un recurso de inconstitucionalidad contra la Enmienda Morúa. Pero fue declarado sin lugar. Con lo cual, así  se esfumo la última esperanza del Partido Independiente de Color.
Perdida las esperanzas de anular la acción de la Enmienda Morúa, los Independientes de Color, continuaron trabajando en las direcciones siguientes:

-Acentuaron el trabajo en función de preparar  la  protesta armada. Termino que ya de por si  no quedaba muy claro cuál era su significado, su posible  comprensión, aceptación  ni sus   límites. Pero se hablaba en el de protesta  y  de  armas.

-Estenoz programo una visita a Washington para insistir en reclamar la aprobación dada por Magoon.

-A mediados de febrero una comisión encabezada por Estenoz se entrevisto con el Presidente Gómez. Aquí el Presidente hizo algunas promesas de ayuda, pero reclamo que borraran el término “color” de la denominación del Partido. Esto último parecía ser  lo que más preocupaba y molestaba a las elites blancas de  los partidos tradicionales. Aunque también a no pocos  negros.

-Estenoz  finalmente lanzo un ultimátum a Gómez: si la Enmienda  Morúa no se derogaba antes del 22 de abril de 1912, los negros lucharían por preservar su honor. Acto seguido, Estenoz,  en Reivindicación,  publico una circular amenazando al  gobierno con desatar una ola de protestas y una manifestación masiva en Oriente. En realidad se trataba de un peligroso  ultimátum, que no tomaba muy  en cuenta las condiciones bajo las cuales el Partido lo realizaba. (Rolando Rodríguez, pp. 321-323)

El ministro Beaupre, inmediatamente, informo al Secretario de Estado norteamericano, sobre la visita de Estenoz al presidente Gómez. Diciendo que Estenoz  había declarado
A  la  prensa que su Partido era todopoderoso y que ningún partido  podría   ganar sin su ayuda. (Rolando Rodríguez  p. 323).

De  modo  que Beaupre,  informaba que el PIC pretendía lograr sus objetivos por tres vías:

-Presionando a José Miguel  Gómez y al Congreso.

-Por la vía de la intervención de Estados Unidos.

-Por una negociación con las armas en la mano.

Los negros siempre habían sido columna vertebral de los levantamientos armados  en Cuba, pero  bajo el mayoritario  liderazgo de los blancos, nunca solos. Por lo que la prensa, tornando    aun más tensa la situación, insistía,  en que el PIC recibía ayuda de Haití y de Jamaica. Elemento este ultimo  que fue  extensamente manipulado.

Por otro lado, la situación del PIC se tornaba aun más complicada  y peligrosa, al continuar  insistiendo en  apostar a que una decisión de Estados Unidos les beneficiaria. Política que los alejaba cada vez más de las simpatías populares  de que  necesitaban mucho, tanto de parte   de los negros como de los blancos.

El 21 de marzo, Estenoz, enviaba un  cable  al Presidente Taft, en el que pedía protección y acusaba al gobierno de no ofrecer garantías a su partido. Esta acción fue realizada también por decenas de miembros del PIC, por medio de Beaupre para hacerlo llegar a Taft. (Rolando Rodríguez, la Conspiración de los Iguales.  p. 326).

A pesar de los atropellos de que eran objeto, ofensas y hasta prisión, ello no justificaba insistir   por parte de los militantes del PIC .Pues mientras veteranos y patriotas  solicitaban a Estados Unidos no intervenir en Cuba y salvar  la república (maltrecha,  pero república al fin) los independientes solicitaban se les aplicase el articulo III  de la Enmienda Platt, con tal de salvar su partido. Sin dudas, se trataba de un egoísmo que lindaba con  el oportunismo y la falta de patriotismo.

La prensa entonces utilizaba  los documentos emitidos por el PIC para atacarlos  por doblegarse a Washington, considerado como reprobable ante la conciencia nacional. Aunque esta misma prensa no se cansaba de adular a Washington. En realidad,  el patriotismo de la inmensa mayoría de esta prensa cavia en el bolsillo pequeño de cualquiera. Pero con mucha frecuencia la demagogia y el cinismo  no pagan  entrada, se cuelan  por los resquicios más insospechados. Esa misma prensa que exacerbaba el sentimiento racista contra los independientes, los acusaba de antipatrióticos.

Pero, en medio de esta situación, llego  la artimaña de José Miguel Gómez. Sabiendo este último que Estenoz  se entrevistaría con Knox, el 5 de abril, lo convoco a una reunión  a  Palacio, donde le prometió que la circular prohibiendo los mítines seria cancelada y hasta que también, la Enmienda Morúa seria derogada.

El gobierno trataba de hacerle creer así a Estenoz, que Estados  Unidos le demandaba cesar sus actividades,  comentándoles que habían recibido cartas de Washington, procedentes del Presidente Taft. (Rolando Rodríguez p. 329).

Para tratar de captarlo, Gómez llamo a Ivonnet a palacio. Quien llego a la reunión con las aspiraciones del partido y rechazo  su cambio de nombre. Así como con la decisión de apoyar al candidato presidencial que más ventajas les diera.[20]
Ivonnet declaro entonces, que regresaba a Oriente sin haber logrado que el gobierno derogara la Enmienda Morúa.

El mismo día 14 de abril, Gerardo  Machado, derogo la circular que prohibía los mítines al PIC. Se dice entonces, que en reciprocidad, el PIC quito lo del color.

El PIC comprendía que tendrían que lograr  rápido derogar  la Enmienda Morúa. De lo contrario quedarían marginados del proceso electoral. Entonces se estudiaron  algunas opciones. Las más importantes fueron:

-Cambiar el nombre del partido y darle cargos a blancos. Pero entonces habría que reinscribirlo y eso significaba en la práctica  abandonar la batalla.

-Disolver el partido, lo cual  implicaba retirarse de la contienda electoral.

-Organizar una protesta armada, peligrosa variante que  podría  llevar  a la ocupación, como en 1906,  presionando para obligar  al gobierno de José Miguel Gómez  a derogar la Enmienda Morúa. (Silvio castro. p. 129).

A partir de entonces, comenzaron procesos que llevaron al desenlace fatal.   
Pienso, no obstante,  que  la  primera alternativa, habría ayudado a convertir al partido en un  movimiento popular. Con un programa  atractivo, que  podía desplazar a los otros partidos y atraer  masas, también  a los negros de renombre, como lo eran Juan Gualberto Gómez, Silverio Sánchez y otros Que se mostraban  renuentes a brindar su apoyo al PIC.


El 12 de mayo de 1912, se reunió el Ejecutivo nacional   del  PIC, con la presencia de Estenoz  y la participación amplia del resto, 13 en total, en la calle Virtudes  No. 95  (Ver: Silvio Castro.p.90).

Durante la reunión, el debate se centro en ir a la Protesta Armada o cambiar el nombre del Partido y seguir  luchando  dentro de la legalidad. También se consideraba necesario conocer la opinión de José Miguel Gómez sobre la derogación de la Enmienda Morúa y sobre los obstáculos que les oponía Gerardo Machado, Ministro de Gobernación, para la lucha legal.( Ver: Portuondo Linares. P. 148).

Se consulto en clave con los Comités del partido sobre las opciones. Una abrumadora mayoría de las juntas  voto por  tomar las armas. (Portuondo Linares p. 147).

Por su parte, Ivonnet, presentaba el proyecto de  los Independientes de la manera siguiente:
Confiaba en que se haría una asamblea para cambiar el nombre del partido y decidir a quién apoyar como presidente.
Se irían al Campo Las fuerzas comprometidas para alzarse. No habría enfrentamientos de sangre. A los 8 días se derogaría la Enmienda Morúa y después apoyarían la reelección de Gómez.

Después de la  mencionada reunión entre Gómez e Ivonnet, la prensa hablaba de un pacto entre ambos. En realidad el Presidente había tenido un dialogo con el PIC y les había prometido  derogar  la Enmienda Morúa. Pero ello no significaba que hubiera un pacto.

Pero, el 26 de mayo, en una entrevista  de Ivonnet y Estenoz con el periodista Bacardi, para “El Cubano Libre “ de Santiago de Cuba, cuando ya los Independientes   se habían ido  al monte, rechazaron que se hubiera establecido ninguna combinación con el presidente Gómez. Explicando que le habían dado a entender a este ultimo que si no satisfacían sus demandas  se verían obligados a adoptar una actitud violenta. (Rolando Rodriguez.p.332).
Se especulaba mucho sobre un posible arreglo entre el PIC y Gómez, pero ello   es muy difícil de admitir  debido a su peligrosidad. Esto  tampoco está probado.

De todos modos, Gómez, por su parte,  para negar  que hubiera habido algún pacto, tenía que hacer todo lo posible por  manifestar su voluntad  de aplastar la insurrección. A lo cual se sumaban otros asuntos, tales como:

1-    Las fuertes presiones en el congreso para  que no se pudiera derogar  la Enmienda Morúa.

2-    Las  intrigas del Ministro Beuapre, continuamente sobredimensionando todos los peligros, para justificar la ocupación  y una posterior anexión.


3-    El peligro real de que el PIC había aplicado la variante más peligrosa de rebelión: la llamada Protesta Armada.

4-    La actitud cínica del gobierno norteamericano, que nunca mostro la intención de reiterar  la  aprobación que Magoon le había dado  al  PIC.

La tesis de un supuesto acuerdo entre Gómez y el PIC  para el alzamiento, es totalmente cuestionable. Pero que el Presidente hizo promesas de derogar la Enmienda Morúa, es cierto que  las hizo. Por lo que tan cercana las elecciones, e incumplida la promesa de Gómez,  ello llevo  más a los independientes  por el camino de la violencia.

 No era su intención  del PIC derrocar al gobierno, pero la variante seleccionada para lograr sus objetivos era la más peligrosa de  todas. Al  mismo tiempo, debiendo buscar apoyo en los negros, pero también en los oprimidos en general, no  lo lograron, siquiera, parece, que lo hayan intentado con la mayor fuerza  y lo que hicieron fue   moverse dentro de las estructuras del poder interno, el gobierno de Estados Unidos  y se olvidaron del pueblo,  perdiendo todo el carácter social y movilizador que pudo haber desplegado  su movimiento.

Por su parte, el gobierno norteamericano, al producirse el alzamiento, apoyo la masacre a realizar  por el Ejército Nacional y los  voluntarios,   bajo el mando del General Monteagudo.

Sin dudas, aquellos negros, orgullosos de su papel en la Guerra de Independencia,  parecían  no comprender que los enemigos ahora no eran los mismos,  ni ellos tampoco eran los mismos, para quienes se les enfrentaban entonces  ahora  como negros   armados contra   blancos de la elite en el poder.


EL LEVANTAMIENTO ARMADO.

Fue en Oriente donde se focalizo el conflicto. Lógico, si al observar el censo  se ve que de los 609,000 negros y mestizos que se decía entonces había en Cuba, en Oriente había  195,000, concentrándose la mayoría en la franja sur de la provincia. (Rolando Rodríguez, p. 336).Donde también estaban los lideres más importantes del partido.
Al mismo tiempo, se prestaba atención a la composición racial de la zona donde, según el censo de 1907: El caney tenía  53% mestizo, Alto Songo 71,8% y  San Luis 68,9%.

El 17 de mayo, en el parque Crombet,  de Santiago de Cuba, se  llevo a cabo una concentración, en la que Estenoz, se dice,   lanzo una amenaza: “Si la Enmienda Morúa no era derogada pronto  su partido arruinaría  a Cuba” ( Rolando Rodríguez, p. 337 ).[21]

Se cuenta, que al día siguiente del mitin, Estenoz se presento  en la herrería de Buenaventura Parada y  le dijo “ Es preciso nos vayamos al campo, todas las provincias están preparadas ya para el movimiento y el partido comprometido para alzarse…no habría derramamiento de sangre, las tropas no nos encontraran  y si acaso nos encontráramos, sostendremos un pequeño fuego del que nada ha de resultar , a los 8 días se derogara la Enmienda Morúa y después hemos de apoyar la reelección del general Gómez ( La Lucha, 1 de agosto de 1912 ).[22]

Según, Silvio Castro, es de este pasaje sobre el plazo de 8 días y el apoyo a Gómez  de donde se extrae, la supuesta complicidad del Presidente con el alzamiento. (   Silvio Castro, p. 163). Después Parada, que había referido este asunto,  cambia su versión de la conversación, narrada en condiciones muy especiales, estaba preso,  pero de todos modos,  no se puede inferir de lo dicho  que haya habido una confabulación expresa entre Gómez y el PIC.

En realidad la situación política era muy tensa, pero la versión de Estenoz  sobre lo que él consideraba que sería el alzamiento resultaba poco menos que  increíble. Pues era una verdadera idealización  imaginar que con las armas en la mano y en medio del ambiente de desaprobación  que sufrían los independientes, todo terminaría tan fácil y rápido.[23]

Se dice que el alzamiento comenzó el 19 de mayo, en casa de Ivonnet.
Ya el 17 de mayo, el Regimiento No. 2 del Ejército nacional, informaba de una escaramuza entre ellos y 4 hombres.
El 18  hubo alzados del PIC en Sagua La Grande y Cruces y el rumor de alzamientos  de negros se esparcía por  momentos.

Mientras comenzaba el alzamiento en Oriente, Freyre de Andrade en La  Habana, el 19 de mayo, luchaba por introducir un cambio en el orden del día del congreso  para tratar de derogar la Enmienda Morúa. Su insistencia fue continua, pero frente a sus esfuerzos, legisladores negros como Campos Marquetti y Costa Rondón, no dieron el apoyo que se  esperaba.

Freyre de Andrade diría: “…Mis defensas a las reformas no son de la raza de color, sino de las libertades del país…la esclavitud  negra en Cuba  ha costado también sangre de la raza blanca.” (Portuondo Linares p. 143).

Se pensaba entonces que,  el  levantamiento armado, promover el debate en el congreso y la intervención de Estados Unidos presionando a Gómez, podrían  traer  la derogación de la Enmienda Morúa y así, supuestamente podría terminar todo. Pero no se logro nada en el congreso, el levantamiento devendría en una masacre y los yanquis no harían nada  para reiterar la política seguida por Magoon de  aprobar  sus derechos al PIC.Generandose de tal modo una encerrona de la cual fue imposible salir.

Estenoz, por su parte, parecía tener  una visión un poco  irreal de la situación, pues creo   era necesario explotar al máximo  el contenido social del movimiento de los independientes, aunque lo consideraran  como algo eminentemente político.

No obstante,  de todos modos, el PIC, parecía  estar  condenado. Porque si los negros triunfaban en sus empeños políticos, liberales y conservadores sentirían el temor a esta  nueva fuerza, al convertirse en una fuerza para sí. Ello, en realidad  no era imposible, pero los líderes del PIC, con sus errores, situaron tal posibilidad a una distancia inalcanzable. Porque, en particular, el alzamiento, podría provocar  la intervención norteamericana y con ella la ocupación de la república, lo cual preocupaba tanto a negros como a blancos, que habían luchado por ella. (Rolando Rodríguez. p. 340).

Las dos razas habían luchado por la república y  aunque esta última, un poco maltrecha,   resultaría que un segmento de la población, por muy justa que fuera su causa, iba a provocar el fin de los esfuerzos  de 30 años. Aunque los negros  con  sus reivindicaciones  ¿adónde irían a parar? Se trataba de una verdadera trampa que no tenía solución.

Por su parte, Theodore  Roosevelt había dicho: “…si una de estas islas que libertamos no es capaz de gobernarse a sí misma, entonces debemos nosotros gobernar hasta que llegue esa condición” (Rolando Rodríguez. p. 341).
Para dar a entender nexos con el anexionismo, por parte del  PIC, incluso,   se llego a afirmar por la prensa que  Estenoz, se había reunido Con Steinhart, con el fin de recabar dinero para su causa. (Rolando Rodríguez  p. 341).No existe nada que pruebe que Estenoz estaba en  nexos anexionistas con Steinhart. 

En realidad, no se puede decir que hubiese intenciones anexionistas por parte del PIC, pero su aceptación de ser apoyados contra la  Enmienda Morúa,  recuperarando  la autorización dada por Magoon,  los hacía sospechosos y manipulables dentro del  tema., aunque  ello no demostraba nada, salvo la intención  negativa de alguna prensa.  De todos modos, Estenoz, justificaba sus contactos con Steinhart  diciendo que era para conseguir el apoyo de estados Unidos  a sus derechos. Pero sin duda, el PIC se movía dentro de un terreno muy  resbaladizo que podía  acarrearles  serios problemas.

Estenoz y los dirigentes de su partido, no median justamente la correlación existente  entre sus propósitos de lograr la legalidad del partido, destruyendo la Enmienda Morúa u obteniendo la legalización de su  organización y los medios para conseguirlo. Sin al parecer  percatarse de  cómo se perjudicaban con algunos métodos que utilizaban para conseguir  lo que pretendían.

El presidente Gómez, por su parte, ya iniciado el levantamiento armado, aprovechaba muy bien las desventajas del PIC, a quien la prensa atacaba despiadadamente, los veteranos no lo apoyaban y  sufrían la no aceptación  de los negros y mestizos más prominentes.

La,  “declaración de guerra”  de hecho se produce cuándo, el 22 de mayo de 1912, Ivonnet cursa una carta al presidente  Gómez  en que le decía “El PIC ha empuñado las armas para protestar de los errores cometidos contra el expresado partido…a mi mando tengo 4,000 independientes  de color y que no son todos los independientes  ni son todos negros,  pues también hay blancos”.[24]

A partir de entonces, aunque el alzamiento había comenzado antes, empezaron  a moverse las tropas del gobierno. Ya antes, el 21 de mayo, los veteranos negros y blancos, comenzaron  su  apoyo al gobierno. Ni uno solo de los grandes patriotas  como, Juan Gualberto Gómez, Rabí, Cebreco, Pedro  Díaz y otros, respaldaron  a los Independientes. Sin percatarse de ello, el PIC había dividido no solo  a los cubanos, sino también  a los negros y desde el primer día ya perdía  la batalla con la prensa y la opinión pública. (Rolando Rodríguez  p. 345).

No obstante, un individuo como Armando André, enemigo de los Independientes,  decía:

“Por lo pronto hasta ahora, por lo menos no puede decirse…que sea un levantamiento racista…ni la sublevación va contra los blancos, por más que este es un plano muy  inclinado y fácil de recorrer.” [25]

Ya el día 21 de mayo, el ministro  Bauprés, que no esperaba más que una   mínima confirmación de sus deseos o  la  inventaba, telegrafió a Washington que el movimiento negro se había difundido y era alarmante. Intentando trasmitir  la inquietud para provocar la ocupación norteamericana.

Durante todo el tiempo que duro el levantamiento y aun cuando ya se reconocía que había concluido, este señor, antes mencionado,  estuvo sobredimensionando los peligros, combates, saqueos etc. Para mantener activa a  la flota norteamericana contra Cuba. Combinando todo  ello, con la  amañada  apreciación de que el gobierno de Gómez  no estaba en condiciones de sofocar el  levantamiento. También instigando de que otros  financiaban el movimiento de los independientes.   Ello desempeño un papel fundamental en la disposición del Presidente  por  acometer con fiereza contra los alzados y brindarle al  general  Monteagudo todos los recursos y garantías, para convertir   las acciones militares del gobierno en una verdadera carnicería. [26]

La prensa exacerbaba el  problema,  viendo alzados y acciones violentas por todas partes. El miedo, la mala intención de otros y el manejo  político de unos cuantos, deslizaba   el  ambiente por las sendas mas tenebrosas. Aunque no todos se dejaban llevar por la situación creada y los rumores que la  sobredimensionaban. Sobre todo,  en los primeros días, veteranos de Pinar del Rio, reclamaban la posibilidad  de una amnistía que  le propiciara a los alzados regresar al orden. Pero, lamentablemente,  Emilio Núñez,   al frente   del Consejo Nacional de Veteranos,  elimino toda intención de posible negociación con los alzados e  impulso   las acciones necesarias a nivel nacional, para que “…traer a los independientes a la legalidad fuera considerado como algo incompatible con la dignidad   nacional”. (Aline Helg: ob.cit.p.296, Rolando Rodríguez, ob. cit. pp. 349-350).

 Por su parte, Gerardo Machado, alentaba al general negro Agustín Cebreco, líder liberal y representante a la cámara, a emprender una acción  mediadora entre el gobierno y los alzados  que  los trajera al orden. El gobierno negó esta gestión, pero los dirigentes blancos  de importantes clubes de Santiago de Cuba, como San Carlos y  Unión, protestaron drásticamente. (Rolando Rodríguez p. 350. Meriño p. 98).

“En la actitud que tomo finalmente el gobierno de reprimir el alzamiento sin parlamentar, tuvo que ver el rechazo a tal conducta del cónsul estadounidense (Holaday) en Santiago de Cuba. (Rolando Rodríguez .p. 350-351.meriño p. 28).

El idealismo, más bien inocente,  desplegado por  los líderes de los independientes, se  había confirmado  en que,   durante la primera semana, el alzamiento, como habían planeado,  no fue violento y solo se trataba de una demostración de fuerza para presionar  al gobierno y al presidente Gómez. Los independientes se reunían y gritaban “abajo la ley Morúa, viva Gómez”. (Rolando Rodríguez p. 349) (Aline Helg .ob. cit. p.270).
Era evidente  que los independientes,  estaban   lejos   de concebir quienes  podrían ser sus verdugos. Pues se trataba de una consigna que encerraba en si misma todas  las  complicaciones   con que los independientes  se alzaron.

Aunque se trataba de hombre armados, se selecciono la peor alternativa para reducirlos a la obediencia. Matarlos, donde la posibilidad de la legalidad  pierde todo sentido. Había otras variantes posibles de utilizar, pero se trataba de negros en rebeldía, cimarrones, con los que nunca se había  tenido   ningún tipo de contemplaciones. Negros armados,  amenazando al gobierno,  a los blancos, supuestamente a  sus familias  y  a  las propiedades  norteamericanas; alterando la tranquilidad racial. Era bastante más de lo que la elite blanca y  la mentalidad  racista predominante  podían soportar. .Aunque, para no pocos,  se tratar también de ciudadanos que podían votar y hasta antiguos compañeros de armas en  las  guerras por la independencia  contra España.

“De la amenaza de destrucción no hay dudas. El mismo 20 de mayo, Estenoz le había escrito al administrador del central Soledad, de propiedad estadounidense…y  le describió su movimiento como una guerra por los derechos conculcados a la mitad del pueblo de Cuba. Si el administrador no le suministraba a los independientes de color 25 rifles y municiones, en los próximos días, sabotearían las plantaciones y el central.”[27]. Aunque se tratara de una pantomima, resultaba algo sumamente peligroso, amenazar las propiedades norteamericanas de esa manera.

Pero además,  todos los días finales de mayo, Beaupre y el secretario  Knox,  se la pasaron intrigando en varias direcciones.

-       De qué manera ponían en situación comprometida al gobierno de Gómez, hablando de sus incapacidades para reprimir el alzamiento y proteger las propiedades norteamericanas.

-       Mantener a Gómez bajo la presión del gobierno norteamericano era casi su  tarea más importante.


-       Como lograban que los barcos norteamericanos vinieran y desembarcaran tropas.

-       Como sobredimensionaban el alzamiento y los peligros que el mismo representaba  para los intereses norteamericanos en la Isla.

-       Manipular continuamente que el Presidente Gómez  estaba comprometido  con los independientes  y que de ello provenía su  poco interés por    atacarlos fuertemente.


-        El secretario Knox  hacia causa común con Beaupre y ambos empujaban a Gómez hacia la más  drástica solución.[28]


Por otra parte, la experiencia de  1906 pesaba doblemente. Para los Independientes, porque   fue el  momento en que Magoon, representando al gobierno norteamericano, había aprobado la existencia del PIC. Para  Gómez,  porque había sido el momento en que Estados Unidos en   lugar de apoyar a Estrada Palma, ante la tozudez de este último,  había facilitado el terreno  a los liberales. Solo que ahora las cosas eran más complicadas;  para  los independientes, sobre todo,  porque a pesar de que iban solo contra la Enmienda Morúa y  únicamente presionaban al gobierno en esa dirección,  se trataba de negros, a los cuales la prensa, casi de manera total, les tergiversaba su movimiento, convirtiéndolo  todo  en una guerra racial. Lo cual no gozaba de simpatía alguna. Ni entre los liberales, los conservadores e incluso ni entre una buena parte de los negros y mestizos.

Las cosas se complicaron aun mas para Gómez, cuando Menocal, de manera oportunista, trataba de hacer ver que el presidente   era un flojo y  ofrecía  entonces  3,000  hombres para ahogar cuanto antes la insurrección. (Portuondo Linares. p.192)

Por su parte, Washington, siguiendo la idea del Secretario de marina Wintrop, dio instrucciones a Beaupre de comunicar  al gobierno de Gómez, que estaba haciendo movimientos  militares,  y que si Gómez no  lograba   proteger vidas y propiedades, sus tropas desembarcarían. Se trataba de un verdadero ultimátum que Gómez  no estaba en condiciones de  soportar.

De manera que entonces,  Washington, envió además de los anunciados buques, 700 hombres, 5,000 fusiles y 1 millón de proyectiles. Poniendo en alerta a todos sus hombres en el Caribe sobre el 25 de mayo, de  lo que  Beaupre informo a Sanguily. (Rolando Rodríguez. p. 367).

El 25 de mayo de 1912, José M. Gómez,  no aceptaba la  intervención, tildándola de indeseable  para la independencia y por demás, no acordada entre ambos gobiernos. Pidiéndole al presidente de  Estados Unidos, que diera marcha atrás, pues Cuba estaba solucionando el asunto del alzamiento, limpiando de occidente a oriente. Lo contario desprestigiaría al pueblo de Cuba y a su gobierno (Rolando Rodríguez. p.367).

 Por fin, el 3 de  junio de 1912, Gómez propuso al congreso suspender las garantías. Pues el General Monteagudo  había solicitado al Presidente que  adoptara tal medida,  como algo que se necesitaba para proceder contra los negros que adoptaban una actitud pacífica. Era el toque de “a degüello”, que necesitaba Monteagudo para desatar la masacre. Sin contemplaciones de  ningún tipo, el ejército y los voluntarios, se lanzaron contra los independientes, pero también contra los negros en general, asesinando incluso a negros  miembros del cuerpo de voluntarios y hasta del ejército, simplemente por ser negros. Gómez brindó las facilidades que Monteagudo  necesitaba  para convertir  las acciones militares contra el movimiento en un pase de cuentas de carácter totalmente racista. Bastaba  entonces con ser negro o mestizo para ser objeto de la más brutal represión, aunque no se tuviese relación alguna con el Partido Independiente de Color y el alzamiento. Tomando las acciones del ejército nacional  un carácter  totalmente racista.


LA MASACRE.

Hasta última hora emergieron posibles alternativas de negociación con los Independientes. Freyre de Andrade en la cámara, Kholy, Ducasse, algunos sectores de
Veteranos en el interior del  país, los intentos de Marquetti en la cámara,  y otras iniciativas, incluso de personalidades individuales. Pero en definitiva se impuso la densidad agresiva que el contexto histórico imponía, integrado por un conjunto de factores que solo servían para frustrar  el posible camino de las soluciones.

El racismo persistente   arrastraba  a todos los sublevados y no sublevados ,  hacia presentarlos  finalmente  como metidos dentro de  una supuesta guerra de negros contra blancos;  del Gobierno norteamericano era inútil esperar que cediera a las demandas;  la prensa, en su  casi  totalidad  los acogotaba sobredimensionando y exagerando cuanta acción llevaban a cabo; no hay que olvidar que  se trataba de negros en rebeldía,  armados,  exigiendo que les permitieran cambiar el mecanismo partidario modelado por los blancos, por demás poderosos, muchos de ellos anexionistas furibundos, con un gobierno nacional que temblaba ante  las exigencias de Estados Unidos;  sin el apoyo de muchos  de los de su raza, particularmente de los más prominentes. Por lo que todo hacia recordar las rebeliones de esclavos, el “miedo al negro”  y   los supuestos intentos  de fundar una república negra, de lo cual el propio Antonio Maceo había sido acusado en su tiempo. [29]

Toda la situación se deslizaba velozmente hacia la solución más violenta.

Entre las exageraciones  de la prensa    sobre las acciones de los independientes, las intrigas del ministro Beaupre, el miedo de los blancos, los errores estratégicos y tácticos de los independientes, el racismo acumulado,  las presiones de Estados Unidos y el peligro de intervención  norteamericana,  todo se correlaciono  para legitimar la matanza de los negros.
Si un dato de  este proceso aun es desconocido, es cuantos negros fueron asesinados  y masacrados, dentro  de una contienda, que no puede ser calificada como una  guerra, porque en realidad, tanto el numero, como el armamento y la capacidad militar de  que disponían los Independientes de Color, no nos permite decir, que haya habido como tal una guerra, ni siquiera que hayan existido verdaderas batallas, sino casi solo escaramuzas y una ardua, brutal  y sangrienta persecución, contra individuos que apenas podían defenderse, mucho menos atacar.

Más  allá de su  posición política que no compartimos, lo cierto es que al parecer Morúa tenía claridad en como terminaría   el intento de los independientes de color. Más allá de su derechismo, su intelectualismo,  su incoherente carrera política y de que su enmienda respondía a una concepción partidista de derecha, para sacar  del juego al partido Independiente de color;  lo cierto es que detrás de sus  posiciones podía vislumbrarse, que intuía,  lo que podía ocurrirles  a esos negros que se habían propuesto desafiar el poder blanco, cambiando  las reglas  del juego de la política, dentro de  una sociedad racista, al nivel en que  lo era la nación  cubana a principios de siglo XX, por demás bajo el control de Estados Unidos, entonces el país más racista del universo conocido.

No era difícil  para la prensa de derecha vender la idea de que lo que el partido Independiente de Color había iniciado era un movimiento racista para destruir la independencia nacional .Muy mal administrada y sobre todo  peor distribuida, pero defendida a sangre y fuego, sobre todo, por  los que se  beneficiaban de ella. Pues se consideraba que los negros habían violado los frágiles límites de la democracia racial cubana.

Aunque la derrota y la masacre de los Independientes fue ante todo el resultado de la represión blanca, que la lidero, utilizando incluso a los propios negros, ello fue facilitado también  por el limitado apoyo que el PIC tenía entre los negros. Entre los cuales muchos habían incluso condenado  la creación de un partido constituido por negros, aunque  hubiese entre ellos algunos blancos.

El sentimiento extendido entre los blancos, era aplastar el levantamiento y no hacer concesiones de ningún tipo  a los negros alzados.
Por otro lado,  no es posible presentar una foto en que se pudieran  ver marines ahorcando negros, pero la marina norteamericana  movió amenazadoramente  los barcos de guerra, desembarcaron tropas y dieron todo el apoyo logístico necesario al Ejercito Nacional y a los voluntarios, para que estos se pudieran  concentrar  en la tarea de descabezar y aplastar sangrientamente la rebelión.[30]

El 27 de mayo de 1912, el presidente Gómez había enviado  a Oriente al General José de Jesús Monteagudo con 1,200 hombres. Iba acompañado por el Coronel José Martí Zayas-Bazán (el hijo de José Martí y de Carmen Zayas Bazán) como jefe de Estado Mayor; los tenientes  coroneles José M. Guerrero y José Pereda Álvarez; los comandantes Lisandro Torriente y  Rigoberto Fernández; y los capitanes Antonio Torres, Andrés R. Campiña y Federico Patterson.[31]

La carnicería llevada a cabo por el General Monteagudo se extendió hasta el mes de agosto, tratándose de un verdadero paseo militar. Los sublevados, en su mayoría desarmados, fueron masacrados por la artillería y cayeron sobre ellos miles de hombres de  la Guardia Rural, el Ejército y los voluntarios, bien entrenados y perfectamente armados. La desproporción en los enfrentamientos se hizo evidente, cuando se sabe, que todas  las fuerzas oficiales no tuvieron ni 10 bajas y solo aproximadamente una treintena de heridos. Mientras  que entre los independientes, todos hablan de no menos de 3,000 muertos entre  las  escaramuzas, la persecución  y los asesinatos.[32]El propio general Monteagudo declaraba, en cables enviados al presidente Gómez, que  en Oriente,  lo que estaban haciendo era una verdadera carnicería.

Al mismo tiempo, se desplegaba la represión en las ciudades y poblados, donde  se perseguía a los negros, no solo a los Independientes. En la ciudad de La Habana, en los municipios de Regla y Marianao, fue donde la represión se hizo más notable. Persecuciones, detenciones arbitrarias, no solo de miembros del partido, sino también de ciudadanos negros comunes que no tenían vínculos con el alzamiento. Asesinatos, linchamientos incluso (en el municipio de Regla).

Ya en medio de la represión más brutal, el 4 de junio,  el congreso se reunió y le concedió al presidente Gómez suspender las garantías, en la provincia oriental. Sin conceder al Presidente la potestad de extenderla  a otras regiones. Aunque en definitiva, Monteagudo no necesitaba más,   porque el foco de la rebelión era precisamente Oriente Sur. Podía  tranquilamente continuar la matanza.
Poco antes, el 3 de junio (bastante tarde por cierto) en medio de los debates entre las más relevantes personalidades negras sobre el camino a seguir, en busca de una salida para detener la guerra, encabezada por Juan Gualberto Gómez, Lino D!ou, el general Cebreco y el senador Nicolás Guillen, estos  habían lanzado un manifiesto en que condenaban a  los alzados que habían provocado una situación tan grave para el país. Tal llamamiento dirigido a “Nuestro Pueblo “,  negaba que hubiera problemas raciales en Cuba.[33]

Es opinión nuestra, que se trataba de una posición, que además de tardía, no iba al centro del problema: la necesidad de detener la masacre, que ya se desplegaba contra los negros y no solo contra los miembros de Partido Independiente de Color. Además, negar que hubiera un problema racial en Cuba, parecía una actitud casi infantil o de oportunismo político.

No solo estas  personalidades  antes mencionadas  se opusieron a la existencia del Partido Independiente de Color y a su protesta armada,  en lo cual podían tener   la razón,  porque en medio de la situación existente  era  una verdadera temeridad y tal vez una locura pensar que una experiencia como esa pudiera  tener éxito. Pero que en medio ya  de la más brutal masacre y represión contra los negros y el asesinato de sus líderes, Estenoz e Ivonnet, se  apareciesen  con un llamamiento como “A Nuestro Pueblo “, en lugar de oponerse fieramente y con todas las armas políticas a su  disposición,  al horrendo crimen que estaba teniendo lugar, era, como en definitiva ocurrió, dejar que todo terminase sangrientamente  como termino. Como  una masacre de negros, que ha quedado como una imborrable mancha en nuestra historia republicana. Por demás, celebrada con un fastuoso banquete en el Parque Central.
La descomunal fuerza manejada por el Ejercito Nacional  y el apoyo logístico de Estados  Unidos, que pudieron haber sido utilizados para imponer una solución por la fuerza, pero no criminal,  fue utilizada para masacrar a los negros. Como para que  no se atreviesen mas nunca a cuestionar el poder y la hegemonía blanca y ni siquiera  volver a recordarle a esta ultima que también los negros habían luchado por la república y que tenían  derecho a ella.

Sin dudas los  líderes del PIC se equivocaron, cayeron dentro de una turbulencia política que nunca llegaron a dominar y de la que nunca salieron;  cometieron errores tácticos y estratégicos, pero seleccionaron su variante de lucha, sin imponérsela a nadie, la llevaron adelante, luchando  con  dignidad, valentía y murieron por ella. No traicionaron  directamente los ideales por los que antes había luchado en las Guerras de Independencia, aunque provocaron cierto retraso  de la patria y casi una nueva ocupación  que  afectaba  la  igualdad racial.  Se vieron envueltos en una situación, donde el arrojo y la valentía no eran suficientes. Hacía falta suspicacia política, más experiencia, manejo de la situación política tan compleja del momento y sobre todo poder, del cual carecían. Pero murieron defendiendo  una causa justa,  la de la igualdad racial,   causa  que merece  un lugar de honor en nuestra historia. Al ser desacertados en los métodos, en la práctica,  casi sin percatarse de ello, actuaron en  perjuicio  de la causa que  murieron por defender.

Septiembre 25 del 2011.






[1] En principio se trato de hacer valer un conjunto de  requisitos para  tener derecho a votar .Entre ellos: ser hombre, 21 años, nativos o españoles. , residentes al menos 30 días, saber  leer y escribir, propiedad  por 250 oro americano y haber servido en el Ejercito Libertador  con prioridad a julio 18 de 1898.Ver: U: S .Bureau of the Census, Censo de  la República de Cuba, bajo la administración provisional de los Estados Unidos: 1907, Washington, D.C, Bureau of the Census, 1908.
[2] La Intervención Norteamericana remodelo al  Ejercito Libertador,  sobre la base de licenciarlo primero y después variar  totalmente las  reglas para formar parte del Ejército nacional y la Guardia Rural. Muy pocos negros y mestizos formaban parte de estos cuerpos, con grados muy bajos por lo general, siguiendo las posiciones políticas  que les exigía la administración  nacional  de turno.
[3] Rafael Fermoselle, Política y Color en Cuba. La guerrita de 1912.Editorial Colibrí, tomado de Ediciones Géminis, Montevideo, Uruguay, 1974.p. 83.
[4] Ver: María  del Carmen Barcia.”Un Modelo de Emigración Favorecida: traslado  masivo de españoles a Cuba, 1880-1930”.Revista catauro, No.4, 2001, pp. 36-59.
[5] La autoestima de los negros y mestizos era muy alta en esa etapa. Muchos habían combatido por la independencia, alcanzando altos  grados dentro del Ejercito Libertador .Particularmente en la región oriental,  había muchos negros con grados de general, alcanzados a fuerza de valentía y coraje dentro de las  guerras  de independencia.
[6] Se trata de una idea  que era defendida por muchos, tanto negros como blancos, pero que no pocas veces era violada y otras muchas  servía  como  cobertura política para que los negros aceptasen  siempre   una  posición subordinada .No obstante, sobre esa base José Martí, había construido  la unidad que los había llevado a todos, negros y blancos, a la lucha por la independencia. Pero  Martí ya no estaba, ni Maceo,  ni muchos de los que tenían  la capacidad de exigir su cumplimiento;  mientras  que otros se habían apropiado de la república, dejando a los negros y mestizos al margen de la distribución del poder.
[7] Un levantamiento armado no era nada extraordinario para la época. En medio de la Intervención Norteamericana, había quienes dejaron armas guardadas para volver a alzarse; el espíritu de la guerra estaba muy fresco y ya había ocurrido un levantamiento armado contra Estrada Palma en 1906.
[8] Aline Helg, Lo que nos corresponde: la  lucha de los negros y mulatos por la igualdad en Cuba, Imagen Contemporánea,  La habana, 2000, p. 21.
[9] Había en ello algo más de fondo, que impediría que Estados Unidos actuara  en  favor  del PIC. Pero aun era temprano para descubrirlo.
[10] Por mucho que pudiésemos criticar al Estados  que recién energía como potencia imperial, no podemos juzgarlo  entonces, con los ojos de ahora. Entonces era menos antidemocrático y más cuidadoso.
[11] El asunto de la unidad entre blancos y negros, ha resultado muy complejo en toda la historia cubana. Aun hoy, en circunstancias muy diferentes, hay personas que se niegan a tratar el problema. . Al considerarlo siempre como un asunto que divide a la nación. Lo que ha traído como consecuencia  que los negros hayan sufrido durante siglos el racismo blanco  y ellos mismos hayan tenido que  elaborar  una contra ideología, pues no se puede hablar de verdadera  de unidad mientras el racismo exista.
[12] En momentos tan tempranos del  siglo XX  nunca se había logrado  fundar  un partido de negros o por filiación racial,  en toda América. En Brasil en 1931, Uruguay (1938-1944). En Cuba es fundado el 7 de agosto de 1908.El 20 de septiembre del propio año celebro su primera reunión al aire libre en el Parque Cristo de La Habana. Ver: Rafael Fermoselle, Política y  Color  en Cuba: la guerrita de 1912. Editorial Colibrí, Montevideo, Uruguay .p.110.
[13] La Enmienda Platt existía porque había sido aprobada  como parte de la Constitución de 1901.Luego, aunque impopular y dañándose así mismo, el PIC, no hacía  más que acogerse a la legalidad existente, que ni ellos habían inventado ni tampoco aprobado directamente .Quedando como  en  una encerrona.
[14] Tomado de Aline Helg. ob. cit, p.202.
[15] En política  valen las intenciones, pero las practicas  resultantes de ella, son las  que  finalmente se imponen. Además, la personalidad política de  Morúa, signada por su derechismo y total  oposición a la existencia de un partido de los negros, que rompiera con la estructura partidista tradicional, era mucho  más  indicativo de que se trataba de una maniobra  para sacar del juego al PIC.
[16] No es absurdo pensar que alguien estuviese tratando de sacar provecho de tan compleja situación  para provocar la intervención, pero el PIC no la promovía ni la tenía entre sus planes. Y no se trataba de algo que siempre estaba a   las puertas porque los cubanos la provocaran sino si Estados Unidos la necesitaba. Estrada Palma la había pedido en 1906  y en principio Estados Unidos  se negó; poco después intervenía, contra el mismo que la había pedido. Luego ningún acontecimiento en Cuba provocaba la intervención si Estados Unidos no lo consideraba meritorio de ella.
[17] Ver: Aline Helg, cit.  ob, pp.217-260.
[18] Lamentablemente, dirigirse   al Presidente estadounidense reclamando justicia,   calificando de visionaria  la Enmienda Platt  era sacrificar demasiado por obtener la legalización del Partido. Pues era sacrificar al propio partido  y la imagen de patriotismo que este debía dar.
[19] Se trata de un largo debate, imposible de introducir en el breve espacio de este ensayo, pero que puede ser leído en el libro de Rolando Rodríguez La República de Corcho, capitulo XVI al XVIII, Editorial Ciencias Sociales, La habana, 2010, pp. 287-370.
[20] Gómez al parecer no quería la reelección, pero si  el caos que había dentro del Partido Liberal continuaba  y sus amigos le reiteraban su confianza,  tendría que aceptar.
Esta conversación entre Ivonnet y Gómez,  fue muchas veces manipulada en el sentido de que de ella había salido un acuerdo entre el Presidente y el   PIC,  de que ambos manejarían el  levantamiento armado como un simulacro de rebelión, pues Gómez, días después de comenzar el alzamiento  derogaría la Enmienda Morúa. Ver: Rolando Rodríguez, La república de Corcho. p.348.
[21] Otra versión indica que el mitin fue el 18 y no el 17.Que estuvo Estenoz y que había dicho que si en 24 horas no era derogada la Enmienda Morúa, correría la sangre. Otra versión dice que el mitin se celebro el 16  y el 17 en la tarde tomaron  el tren de Guantánamo. (Rolando Rodríguez, p. 338).
[22] En realidad, todo se decía con tal precisión y seguridad, que parecía haber un acuerdo, que aseguraba que todo sería como  se estaba diciendo. Pero ¿de dónde salía ese  plan?  si  se decía que no había tal acuerdo .Si tal acuerdo no esta confirmado por nadie.
[23] En realidad muchos negros y mestizos se fueron al monte Pero era muy fuerte el desnivel  educacional  y político entre los que lideraban el movimiento, lo que se le oponían y los que se habían alzado. Ta l vez ello influyo también en las descoordinaciones y ciertos actos  de bandidismo que restaban prestigio al movimiento Máxime si tenemos en cuenta que la prensa de derecha los magnificaba todo continuamente.  
[24] Silvio castro: ob.cit, pp.236-237.
[25] Serafín  Portuondo :ob.cit.p.208
[26] Ver: República de Corcho, ob.cit.p.348.
[27] De Beaupre a Secretario de Estado, 22 de mayo de 1912, NA-RS, microcopy, 488, rollo6.
[28] Hay que decir que la preocupación de Estados Unidos por el alzamiento respondía también  a que un triunfo de los Independientes de Color en Cuba podía resultar un mal ejemplo para los negros norteamericanos, sobre todo del sur. Pues se sabe que en el 95, participaron en las filas del  Quinto Cuerpo yanqui  alrededor de 3,000 negros norteamericanos, creándose  muchos vínculos con los negros cubanos  del Ejercito Libertador , que publicaciones negras en Estados Unidos dieron a conocer , por lo que el general  Chárter pidió la evacuación  inmediata de esa tropa  ( Ver. Eliades Acosta, Los Colores Secretos del Imperio, .Ediciones Mercie, La Habana, 2002.
[29] Los extremos de la prensa llegaban  hasta  inventar  horrendas    mentiras como  el caso de El Caney, donde supuestamente una maestra blanca, Concepción Ureña,  había sido violada por siete negros, los que a dentelladas  la habían dejado moribunda. Poco después, la propia maestra desmentía la patraña. La Discusión 26 de mayo de 1912.
[30]Ver: Silvio castro. Ob. cit, p.106,  El 26 de mayo, fue acantonada una tropa de 50 marines en el poblado de carrera larga, cerca de   Bayate, dispuesta a participar en lo que fuera necesario.
[31] Ver: Silvio castro: ob.cit, p. 100. De ello prácticamente no se habla, pero lamentablemente el José Martí Zayas –Bazán,  no era otro que el hijo de nuestro Apóstol José Martí. Quien  como coronel del Ejército Nacional, participo en la matanza de los negros del doce. Lamentables  paradojas  de la historia.
José de Jesús Monteagudo, general de Cuarto Cuerpo, fue senador después de la matanza de los independientes y muere a los 53 años, el 14 de diciembre de 1914, en el balneario de Amaro en Santa Clara.  ob. Silvio castro, p. 99.
[32] Ver Silvio Castro.ob.cit.p.88.
[33] Ya estaban asesinando a mansalva a los negros  y estas ilustres personalidades comenzaban por atacarlos, y como si fuera poco, negaban que hubiera un problema racial en Cuba. Conminando a los independientes a deponer las armas y rogando a los blancos  mantener su fidelidad a la doctrina de la fraternidad racial , no confundir a los rebeldes con la inmensa mayoría de los negros y no pronunciar palabras  ni esbozar un gesto  que diera pábulo o recelo a la discordia entre los cubanos. ( Ver: Aline Helg ob. p,289 ) 






La Habana. Año X.

7 al 13 de ENERO de 2012
 Los independientes de color, cien años después
Fernando Martínez Heredia • La Habana


Ante el reclamo fraternal y perentorio de La Jiribilla he decidido utilizar el prólogo que escribí el 8 de octubre de 2011 para Apuntes cronológicos sobre el Partido Independiente de Color, del Archivo Nacional de Cuba, que aparecerá a mediados de este año, por la Editorial Oriente, precedido por una nota que solo pretende añadir algunas otras precisiones:

Ha comenzado el año del centenario de la gran matanza racista de cubanos negros y mulatos del verano de 1912. La posrevolución convertida en república burguesa y neocolonizada mostró aquel verano hasta dónde podía llegar su esencia antipueblo en materia criminal, y el gran retroceso que significó respecto a las transformaciones experimentadas por las personas, sus relaciones y las instituciones en cuanto a las razas y el racismo, como consecuencia de las luchas políticas y sociales del último tercio del siglo XIX. Fue la respuesta brutal del nuevo régimen a un serio intento de organizar la resistencia y las demandas de un sector de la sociedad. En la república, los negros y mulatos seguían sufriendo la situación social muy desventajosa en que los dejaron la esclavitud y el sistema colonialista, más la dura marca del racismo. Antiguos combatientes mambises y una población humilde que había ganado su ciudadanía no podían conformarse con esa situación. En agosto de 1908 se fundó una agrupación política, convertida pronto en Partido Independiente de Color (PIC), que se propuso organizar la lucha por igualdad efectiva y derechos específicos, utilizando las vías legales del sistema político y de la libertad de expresión. Sus dirigentes principales fueron el veterano Evaristo Estenoz, el coronel Pedro Ivonnet —un héroe mambí de la Invasión y la campaña de Pinar del Río—, Gregorio Surín, Eugenio Lacoste y otros. El PIC, que contó con miles de seguidores a lo largo del país, formuló demandas sociales favorables a toda la población humilde y trabajadora de Cuba y mantuvo una posición patriótica y nacionalista. 

El poder burgués neocolonial atacó sin tregua al PIC desde su nacimiento, porque lo amenazaba en el terreno de su hegemonía política bipartidista, liberal-conservadora. Acusados cínicamente de racistas, en 1910 se declaró ilegales a los independientes de color mediante la Enmienda Morúa a la Ley Electoral, y se mantuvo presos durante seis meses a dirigentes y activistas. Hostigados e impedidos de utilizar la vía electoral, optaron finalmente por lanzarse a una protesta armada el 20 de mayo de 1912, décimo aniversario de la instauración de la república, en busca de obtener la legalización del partido. Esa forma de presionar no era insólita en el ámbito político de aquella época. Pero el gobierno de José Miguel Gómez movilizó miles de soldados y paramilitares contra ellos, mientras una sucia campaña de prensa los satanizaba. Durante junio y julio fueron asesinados Estenoz, Ivonnet y unos tres mil cubanos no blancos, la mayoría en la provincia de Oriente, principal teatro del alzamiento. Una ola de represiones, persecuciones y una intensificación del racismo se extendieron por todo el país. La república oficial celebró el gran crimen, y lo sometió de inmediato a un olvido al que se fueron sumando —por la dura necesidad de sobrevivir y labrarse algún ascenso social— la mayoría de los discriminados y dominados en aquella sociedad.

En el año 2007 el Partido Comunista de Cuba creó una Comisión Nacional por el centenario del Partido Independiente de Color. Su primera conmemoración fue la dedicada a la fundación del PIC, el 7 de agosto de 2008. Un gran número de estudiosos y activistas ha aportado conocimientos, eventos e iniciativas desde entonces a hoy, los cuales son en realidad la continuación de las actividades y estudios que desde mucho antes venían realizándose. Nos une a todos la actitud decidida de contribuir al combate contra el racismo y la unión de todos basada en la justicia y la igualdad, que a la vez forma parte de la imprescindible defensa y profundización del socialismo cubano, mediante la divulgación, el debate, el conocimiento y la promoción de medidas e iniciativas. Las conmemoraciones de este año constituirán un paso firme en la recuperación de aquellos eventos históricos, y una expresión clara de la conciencia de la necesidad cubana de asumir la complejidad de nuestra composición nacional y cultural. Ambos logros resultan indispensables para avanzar en el camino de la comprensión de lo esencial de nuestro proceso histórico y, sobre todo, en el camino de la construcción de una sociedad más justa.

Prólogo a los Apuntes cronológicos sobre el Partido Independiente de Color

Esta cronología pone en nuestras manos un instrumento nuevo y un aporte notable en el largo camino de los estudios sobre las cuestiones de raza y racismo en Cuba. Un equipo de investigación del Archivo Nacional de Cuba, dirigido por Bárbara Danzie León, nos ofrece el resultado de un prolongado y difícil trabajo de búsquedas y localizaciones pacientes en 14 de las colecciones que guarda esa institución que atesora fondos de una importancia crucial para los especialistas, pero es casi desconocida a nivel de la sociedad cubana. El equipo utilizó también un fondo del Archivo del Instituto de Historia de Cuba. Seleccionó tres publicaciones periódicas de la época estudiada y las trabajó, con la colaboración de tres hemerotecas principales de esta ciudad. El texto que leerán es el fruto de ese trabajo y de las inferencias, selecciones y comentarios de los investigadores; al mismo tiempo, constituye un buen ejemplo de cómo la tenacidad y la laboriosidad pueden enfrentar y vencer obstáculos e incomprensiones.

El trabajo con fuentes es fundamental en la investigación histórica, pero el análisis y las demás labores intelectuales y de exposición realizadas por el investigador son indispensables para que exista un logro válido. Apuntes cronológicos sobre el Partido Independiente de Color cumple ampliamente ambos requisitos. Su asunto es la organización política fundada en 1908, el intento de un conjunto de activistas sociales y sus seguidores de utilizar el sistema político y la libertad de expresión de la primera república cubana —la que va del 20 de mayo de 1902 a la Revolución del 30— para llevar adelante su lucha contra el racismo antinegro y por demandas de derechos y mejoras de la situación en que vivían los no blancos. Aquella organización fue calumniada, perseguida, aislada y finalmente aniquilada por el gigantesco crimen del verano de 1912. Hace bien la Presentación en resaltar el recurso que utilizó el equipo, de combinar la presentación de fragmentos de documentos y de prensa con los de criterios expresos de los participantes e involucrados en aquellos eventos. Les dan lugar de esa manera a dos tipos de realidades que siempre componen los hechos que después consideramos históricos, y que está obligado a establecer y manejar atinadamente quien quiera ser historiador: las que pueden medirse, datarse, narrarse —“objetivas”, por mal nombre—; y las motivaciones, creencias, criterios e ideologías que vivían los que efectivamente actuaron y protagonizaron el evento, que en modo alguno son secundarias respecto a las primeras.

Por el primer asiento de esta Cronología conocemos que el joven Evaristo Estenoz fue uno de los que respondió al llamado de José Martí y participó el 24 de febrero de 1895 en el alzamiento de Ibarra, provincia de Matanzas, junto con Juan Gualberto Gómez y el estudiante Juan Tranquilino Latapier; eran hombres, como se decía entonces, “de color”. Por el último asiento de Apuntes… conocemos que en 1918 —23 años después— Juan Gualberto y el abogado Latapier se opusieron a otro intento de Abelardo Pacheco, uno de los jefes de los protestantes de 1912 en la provincia de Santa Clara, de constituir un nuevo partido que se decía que iba a continuar la labor del Partido Independiente de Color (PIC). Pacheco había sido uno de los miles de soldados humildes del Ejército Libertador.1 Me impresionó la coincidencia, pero sobre todo que los implicados fueran participantes de la Revolución del 95. Aquella experiencia había formado la conciencia política y las actitudes cívicas de los más jóvenes, y definido el lugar histórico que alcanzó el más maduro, Juan Gualberto Gómez. Y pensé que los protagonistas de los Apuntes… y gran número de los demás que se mencionan en ellos también eran veteranos del 95.

Ese dato nos devela un aspecto que a mi juicio resultó una condicionante decisiva para el desenvolvimiento del PIC y para la tragedia de 1912. La Revolución del 95 —que prácticamente está ausente en esta cronología, porque no forma parte de su asunto— fue el evento mayor y el más trascendente de la época. Ella modificó a fondo y de manera abrupta en Cuba los reacomodos usuales a la posemancipación en la América del siglo XIX, que dejaban en gran medida intacto el complejo de desamparo, graves desventajas materiales e ínfimo crédito social de los africanos y sus descendientes, y mantenían incólume el racismo antinegro. La Revolución de 1868-1878 —aunque no pudo llegar al Occidente, donde vivía y trabajaba la mayoría de los esclavos del país—, tuvo que ser abolicionista radical para ser revolución, y contó con una grande y destacada participación de negros y mulatos, libres y esclavos. Eso le dio un fortísimo tinte revolucionario al fin de la esclavitud y planteó la posibilidad de una Cuba integrada racialmente.2 Pero la colosal conmoción revolucionaria de 1895 a 1898 fue incomparablemente más lejos, a través de una guerra popular anticolonial que creó un gran Ejército Libertador —realmente plurirracial en sus mandos, y no solo en sus filas—, en el que negros y mulatos tuvieron una participación masiva. Entre otros grandes logros de valor permanente de esa Revolución —cuya ideología era expresamente antirracista—, estuvo la conversión efectiva de los negros de Cuba en los cubanos negros.

No intentaré sintetizar aquí lo que he escrito acerca de la Revolución del 95 y sus consecuencias durante la primera república, en lo atinente a los no blancos de Cuba, sus experiencias y cambios, las relaciones interraciales y las ideologías.3 Pero insisto en que es imposible analizar bien y comprender este tema —y una multitud de otros temas históricos cubanos— sin atender e incluir los extraordinarios impactos de aquella Revolución en la vida de las personas, la sociedad, las instituciones, la política y las ideas cubanas de la primera república. Me limito a apuntar cuatro comentarios relativos al asunto de los Apuntes...

La Revolución fue la gigantesca y terrible escuela en la que adquirieron capacidades políticas y actitudes cívicas muchos miles de personas que sobrevivieron a ella. Un nuevo personaje muy prestigioso apareció en Cuba de inmediato y se mantuvo durante décadas: el veterano. A diferencia de los prestigios del siglo XIX, este no venía del nacimiento ni exigía ser blanco, ni posición económica holgada o conocimientos librescos. Venía de la actuación destacada del individuo para propiciar el acontecimiento más importante y primordial de la historia del país: la formación de la nación y el establecimiento del Estado independiente. Por tanto, ese prestigio social reunía tanto a personas cultivadas y con medios materiales, como a personas de condición humilde e iletradas, y no distinguía colores de la piel. Veteranos eran los presidentes de la república y los activistas del PIC. Es necesario representarse cuánta seguridad en sí mismos y legitimidad sentían los luchadores por la igualdad y los derechos de los negros, y qué fácil les resultaba promover confrontaciones o negociaciones, presionar, argüir, organizar, es decir, actuar en movimientos sociales y hacer política.

Eso puso a la orden del día una cuestión que se había planteado por primera vez poco después del final de la Revolución del 68: ¿por qué no hacer un partido político para impulsar los derechos y las demandas de la gente “de color”? Los primeros dirigentes y activistas no blancos de aquel tiempo comprendieron que la política popular tenía que encaminarse hacia una nueva insurrección por la independencia nacional, aunque al mismo tiempo formaron dinámicas organizaciones sociales de identidad racial y demandas de derechos. Veinticinco años después, la república recién nacida del patriotismo y el sacrificio masivo tenía muchas conquistas por satisfacer, y muchos patriotas impacientes que reclamaban que los derechos y los gajes fueran para todos los ciudadanos, sin importar su raza. Lo que en Brasil tardó casi 50 años después del fin de la esclavitud —el Frente Negro de los años 30—, en Cuba se intentó a los seis años del inicio de la república. La vía revolucionaria había creado aquí realidades y condiciones mucho más favorables. En 1908 nació la agrupación política que enseguida se convirtió en el PIC, con una identidad y una actuación muy definidas. Sus organizadores creyeron que ese partido cabría dentro del sistema político.  

Pero el nacionalismo era la ideología más arraigada y poderosa en la sociedad cubana, y su forma de patriotismo popular era la representación más avanzada de los asuntos cívicos. Ese nacionalismo era compartido por los líderes y miembros del PIC, y a él se referían cada vez que venía al caso, sin advertir que algunos de sus rasgos principales se volverían contra su partido. Porque la representación de cubano que vivía y defendía el pueblo era hija de una profunda unificación política que realizó una epopeya y se sometió a un baño de sangre para vencer al colonialismo, y protagonizó colosales jornadas cívicas frente a la intervención extranjera. Esa representación de cubano tendía a ser ciega frente a las cuestiones raciales y laborales, y las rechazaba en cuanto parecieran menoscabar la unión nacional. El nacionalismo popular —que albergó siempre la frustración del ideal mambí, la contradicción con la dominación burguesa y neocolonial y un proyecto de república por alcanzar— pudo ser entonces manipulado contra los movimientos sociales y raciales por los dominantes, que se proclamaban depositarios y guardianes de la nación, y que en su mayoría eran también nacionalistas dentro de su posición de clase. Pero todo eso pudo suceder porque el mundo ideológico y espiritual tenía los rasgos que describo, y porque la posrevolución republicana recortó a fondo la ideología mambisa, mantuvo creencias coloniales acerca de la limitada capacidad del cubano para gobernarse y fomentó un orden social conservador que favoreció la permanencia del racismo.

Como es usual cuando es reciente el final de las revoluciones, era muy fuerte la tendencia a evitar confrontaciones y a ceder o conceder en lo que fuera necesario para lograrlo. La eventualidad de una nueva intervención de EE.UU. —después de la segunda, que se extendió de septiembre de 1906 a enero de 1909— provocaba más temor que rechazo, y se podía invocar para justificar acciones contra las demandas de sectores populares y a favor del mantenimiento a ultranza del orden. En la coyuntura trágica de 1912, el imperialismo amagó con intervenir “en defensa de sus nacionales y sus propiedades”, y los Independientes de Color fueron acusados de antinacionales, de propiciar la intervención extranjera y, naturalmente, de racistas. No hubo solidaridad para ellos, se quedaron solos en los campos de su patria, y así enfrentaron la gran matanza que en Oriente sacrificó a muchos humildes por ser negros, como un gran escarmiento que fijara claramente los límites que no podían trascender los de abajo en la república cubana.

En la Presentación que leerán ustedes a continuación se hace una exposición de calidad relevante y muy detallada acerca de las características de los Apuntes…, el conjunto del cual forma parte y otros datos de interés. Eso me releva de alargar este prólogo. Sin embargo, no quisiera terminar sin destacar la abnegada, perseverante y silenciosa labor que está detrás de trabajos como este, que son puestos al servicio de los investigadores y los estudiosos. En este caso, la cronología constituye un paso firme hacia adelante en el conocimiento de un movimiento y unas ideas que fueron sometidos al más riguroso olvido. Hoy le damos a su rescate, además del homenaje tan merecido a los que no se conformaron con menos que toda la justicia —como le había prometido Martí a Juan Gualberto al borde mismo del 24 de febrero—, una pertenencia y un sentido mayores, sumándolos a los combates actuales contra el racismo en Cuba y por el logro de una sociedad más justa y mejor integrada.
  
Notas:

1- El cabo Abelardo Pacheco ingresó el 26 de noviembre de 1895; era hijo “natural” de Lutgarda. En Índice Alfabético y Defunciones del Ejército Libertador de Cuba. Datos compilados por Carlos Roloff M. y Gerardo Forrest, La Habana, Imprenta de Rambla y Bouza, p. 714.

2- El Convenio del Zanjón, de 1878, por el que se estableció la paz sin independencia, declaraba que los esclavos que habían peleado contra España quedaban libres. En miles de personas del país, el orgullo naciente de ser cubano quedó unido al de ser libre de la esclavitud. José Martí comprendió profundamente estas fuentes integradoras, y las empleó en su estrategia y en su proyecto.

3- Ver, por ejemplo, de F. Martínez Heredia, Andando en la Historia (Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello / Ruth Casa Editorial, La Habana, 2009) e Historias Cubanas (Ediciones Luminaria, Sancti Spíritus, 2011). También “Ricardo Batrell empuña la pluma”, en F. Martínez Heredia, R. J. Scott y O. García Martínez, coordinadores: Espacios, silencios y los sentidos de la libertad. Cuba entre 1878 y 1912, Ediciones UNIÓN, La Habana, 2001, pp. 295-313.


© La Jiribilla. Revista de Cultura Cubana
ISSN 2218-0869. La Habana, Cuba. 2012.



Un round más sobre La Conspiración de los Iguales.



Elier Ramírez Cañedo.


El escritor Guillermo Rodríguez Rivera “respondió” algunos de los planteamientos críticos que le hice a su texto, “Un libro equivocado”, que había sido publicado en varios blogs cubanos. Solo que me quedé esperando una mayor argumentación.

En su reciente réplica, bajo el título Un poco más sobre La conspiración de los iguales, publicada en La Jiribilla, el filólogo pretende cerrar un debate que el mismo provocó y, por supuesto, diciendo él la última palabra: “Y ya estuvo bien. Espero que si no enteramente satisfechos (¿quién lo está?), mi criticado, mis críticos y yo nos merecemos el beneficio de un descanso reparador. Al menos, hasta el próximo round”.[i]

Pero para mí aún no es suficiente, más si se trata de aportar a un debate o polémica sobre una obra de contenido histórico que aborda un tema tan controvertido y poco conocido más allá de los círculos de los especialistas e investigadores.

Rodríguez Rivera afirma que Rolando Rodríguez delegó en mí la responsabilidad de responderle. Debo aclararle que fue una decisión completamente mía, pues me pareció muy injusta la crítica que se le hacía a su libro y desajustada con relación a lo que hace muy poco había leído. Pero lo que más me preocupaba era que muchos lectores se conformaran con esta crítica y no fueran a la fuente original para hacer sus propias lecturas de la obra. Desde el inicio, el autor de La Conspiración de los Iguales, que tiene como subtítulo La Protesta de los Independientes de Color en 1912, con lo cual aclara que no se trata de la conspiración de Graco Babeauf, decidió que no respondería a las consideraciones de Rodríguez Rivera, pues su libro se respondía por sí solo. En eso, no podía estar de acuerdo con Rolando Rodríguez, pues conozco del mal hábito de muchos de quedarse con la primera versión valorativa de un libro y también que el número de ejemplares impresos es imposible que llegue a todos los lectores interesados. En realidad, pensé que no podía quedarme callado ante crítica tan inconsistente e inmerecida.

Lo del sesgo personal que tanto le inquieta a Rodríguez Rivera, no fue un elemento que observé yo solo en varias expresiones de su texto, sino también el comentario de varios compañeros que habían leído la crítica. Y, por supuesto, que no veo las críticas literarias como ataques personales, de hecho, creo que estamos necesitados de este tipo de ejercicio. Claro, que el que realiza una crítica debe hacerlo con responsabilidad y saber que otros no estarán de acuerdo con él y tendrán derecho a rebatir cualquiera de sus asertos.

Concuerdo con Rodríguez Rivera en que cada uno tiene su propia idea de lo que es una crítica. Y como la mía parece ser diferente a la suya, consideré que su trabajo, que llevaba un título tan categórico como Un libro equivocado, debía haberse concentrado en hacer el análisis crítico tan anunciado desde los primeros párrafos -a lo cual solo dedica cuando más dos cuartillas-; ahorrándose las 17 páginas que consagra a describir –no analizar- los sucesos acaecidos en 1912. Además, aunque un libro sea muy voluminoso, si el crítico tiene un buen entrenamiento y capacidad de síntesis puede llegar realizar una excelente disección crítica en dos o tres cuartillas. Por el contrario, hay críticas que pueden pasar de la docena de páginas y resultar superficiales y omisas.

Al libro de Rolando Rodríguez podrán encontrársele errores o imprecisiones, casi ninguna obra escapa de eso, pero de ahí, a decir que es un libro equivocado, va un buen trecho y quien lo diga debe dar argumentos convincentes. La crítica de Guillermo Rodríguez Rivera además de no cumplir en mi opinión esta expectativa, ofrece una serie de juicios totalmente desacertados y otros que tergiversan lo planteado por Rolando Rodríguez en La Conspiración de los Iguales.

Una de esas tergiversaciones es sostenida por el filólogo en su reciente réplica cuando señala que una de las descontextualizaciones de La Conspiración de los Iguales, “es ver el antiimperialismo del pueblo cubano desde la óptica actual o, al menos, muy posterior a 1912”.[ii] Cualquiera que lea el libro de Rolando Rodríguez podrá percatarse sin dificultad que jamás se da esta visión, lo que el autor le reclama a los máximos líderes del PIC es el antiinjerencismo y antiplattismo que sí había ganado fuerza en la población cubana ante los constantes ofensas y desmanes de las autoridades estadounidenses en la Isla, sobre todo, a partir de la segunda ocupación norteamericana de 1906 a 1909. En mi anterior trabajo puse el ejemplo de la Junta Patriótica creada por Salvador Cisneros Betancourt, el 10 de octubre de 1907, con la intención de agrupar a todas las fuerzas patrióticas en un bloque nacional, con independencia de clases sociales o filiación política, dirigido al logro de la “independencia absoluta”, pues se consideraba que la misma había sido frustrada con la Enmienda Platt. La máxima dirección de la Junta Patriótica se entrevistó en 1908 con Estenoz con el objetivo de lograr una alianza estratégica, pero a nada se llegó en concreto. Lo más interesante de dicha Junta, es que pretendía convertirse en el gran Partido Revolucionario Cubano, a semejanza del que había fundado José Martí en 1892, y que uno de sus postulados fundamentales era la derogación de la Enmienda Platt. Formaban parte de la misma, figuras tan destacadas nacionalmente en ese momento como: Manuel Sanguily, Enrique Collazo, Eusebio Hernández, Carlos García Vélez, Fermín Valdés Domínguez, Enrique Loynaz del Castillo, Francisco Arredondo y Miranda, Manuel Piedra Martell y Generoso Campos Marquetti, entre otros.[iii]

Seguramente le sorprenderá a Guillermo Rodríguez Rivera saber que los diplomas acreditativos de la pertenencia a la Junta Patriótica tenían juicios impresos de José Martí, Antonio Maceo y de otras figuras relevantes de la luchas independentistas contra el colonialismo español y que la Junta había asumido como su programa, en tanto vigente, el Manifiesto de Montecristi.[iv]Como olvidar entonces que el Manifiesto de Montecristi, redactado por el Apóstol, señalaba entre otras cosas lo siguiente: “Cubanos hay ya en Cuba de uno y otro color, olvidados para siempre, -con la guerra emancipadora y el trabajo donde unidos se gradúan- del odio, en que los pudo dividir la esclavitud. La novedad y aspereza de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en propio, son menores que la sincera estimación del cubano blanco por el alma igual, la afanosa cultura, el fervor del hombre libre, y el amable carácter de su compatriota negro. Y si a la raza le nacieran demagogos inmundos, o alma.; ávidas cuya impaciencia propia azuzase la de su color, o en quien se convirtiera en injusticia con los demás la piedad por los suyos, -con su agradecimiento y su cordura, y su amor a la patria, con su convicción de la necesidad de desautorizar por la prueba patente de la inteligencia y la virtud del cubano negro la opinión que aún reine de su incapacidad para ellas, y con la posesión de todo lo real del derecho humano, y el consuelo y la fuerza de la estimación de cuanto en los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza extirparía en Cuba el peligro negro, sin que tuviese que alzarse a él una sola mano blanca. La revolución lo sabe, y lo proclama: la emigración lo proclama también. Allí no tiene el cubano negro escuelas de ira como no tuvo en la guerra una sola culpa de ensoberbecimiento indebido o de insubordinación. En sus hombres anduvo segura la república a que no atentó jamás. Sólo los que odian al negro ven en el negro odio; y los que con semejante miedo injusto traficasen, para sujetar, con inapetecible oficio, las manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor”.[v]

Es cierto, como sostiene Guillermo Rodríguez Rivera, que la obra Martiana y el pensamiento de Maceo no eran de conocimiento de la inmensa mayoría en nuestro país, pero no se puede negar que algunas de las ideas de estos hombres habían calado profundamente en no pocos cubanos, aunque al crítico de La Conspiración de los Iguales le parezca eso otra gran descontextualización de esta reciente obra de Rolando Rodríguez. Le remito a que lea los excelente trabajos, sustentados en profundas investigaciones, que viene publicando mi colega, Yoel Cordoví Nuñez, sobre la educación pública en los primeros años de la República neocolonial burguesa. En uno de ellos, titulado José Martí en las escuelas públicas de Cuba, 1899-1920, se afirma: “José Martí no fue redescubierto en la década del veinte, ni el espíritu independentista se retomó después de un supuesto vacío emocional en el alma de los cubanos provocando por la intervención de Estados Unidos en el conflicto colonial y la posterior ocupación. La memoria de las gestas de liberación y sus héroes perduraron a través de múltiples vías. Los pedagogos cubanos y muchos maestros por certificado que empezaron a formarse a inicios del siglo XX, encaminaron sus esfuerzos, con mayor o menor acierto, a no dejar morir la leyenda; a que perduran los ecos del pasado, infiltrándolos en las mentes y los corazones de las generaciones más jóvenes”.[vi]

El Doctor en Ciencias Históricas, Yoel Cordoví Núñez, expone también en otro trabajo relacionado con la enseñanza de la Historia de Cuba en los inicios de la República, un dato muy interesante. A solo dos años de los funestos acontecimientos de 1912, el maestro cubano Arturo Montori, elaboró una encuesta para niños de primaria, donde la primera pregunta que debían responder era la siguiente: “Entre las personas que Vds. conocen por el estudio, por sus lecturas o por su referencia ¿por cuál sienten más admiración de modo que quisieran parecerse a ella?”. Señala Cordoví Nuñez en este trabajo, que el número mayor de votos lo obtuvo José Martí, mientras que en el segundo puesto se ubicaron los nombres de los maestros de los alumnos encuestados, y que del tercer al quinto lugar aparecían por orden, José de la Luz y Caballero, Antonio Maceo y Carlos Manuel de Céspedes. Montori había encuestado a 1 212 niños (584 niños y 628 niñas) de distintas partes de la Isla.[vii]
Rodríguez Rivera comete una pifia histórica al plantear que “Martí empieza a ser verdaderamente conocido después de la primera edición de sus obras completas en 1919”.[viii] La verdad es que Gonzalo de Quesada y Aróstegui ya había publicado entre 1900 y 1915 catorce tomos: dos dedicados a Cuba, dos a los Estados Unidos, La Edad de Oro, otro sobre “Hombres”, dos sobre Nuestra América, dos de Norteamericanos, Amistad Funesta, dos de poesía y teatro, y el último con la traducción de Ramona. De publicación póstuma, en 1919, fue el tomo XV, con parte del epistolario; años más tarde, 1933, apareció, al cuidado de su hijo, Gonzalo de Quesada y Miranda, el último de esta serie, Flores del destierro.
Pero lo que me parece más inconsistente en los más recientes planteamientos de Guillermo Rodríguez Rivera publicados en La Jiribilla, es decir que los independientes de Color no tenían otra solución que encabezar una protesta armada. Olvida el crítico que ante cada situación política, las alternativas son tan disímiles como las que los líderes son capaces de recrear, tal como ocurre en las partidas de ajedrez, y que realmente el PIC no se encontraba totalmente en una situación de jaque mate. Lamentablemente los máximos líderes del PIC, entre su premura y enfado por la existencia de la ley Morúa -contra la cual erróneamente centraron en un momento toda su lucha-, se dejaron provocar y no supieron prever lo que se les vendría encima, escogiendo la variante más arriesgada y valiente, pero también la más desacertada políticamente. Era prácticamente un suicidio, pues como se vio inmediatamente, casi todos los sectores de la sociedad cubana; la prensa; la Asociación Nacional de Veteranos; el gobierno cubano; los más reconocidos líderes negros de la época y el gobierno estadounidense -al que ingenuamente pedían mediara a su favor-, no solo no los apoyaron, sino que los condenaron y en la peor variante participaron directamente en la masacre. Lo peor de todo es que su protesta contra la enmienda Morúa terminó en una masacre brutal del gobierno de José Miguel Gómez contra el alzamiento, en la que perdieron la vida -una buena parte de ellos asesinados salvajemente- miles de valiosos hombres que integraban y simpatizaban con el PIC, y que la propia causa que defendían: la igualdad racial, lejos de avanzar, se retrasó; con efectos nocivos para la sociedad cubana en su conjunto. El propio Rodríguez Rivera reconoce que “en Cuba quedó un espíritu racista dominando en la política y en la cultura”,[ix] pero no hace alusión alguna a lo que muy bien ha destacado Esteban Morales: “Al ser desacertados en sus métodos, en la práctica, casi sin percatarse de ello, actuaron en contra de la causa que debían defender”. [x]

Estos son algunos de los criterios que con sus palabras defiende Rolando Rodríguez en La Conspiración de los Iguales, ¿puede entonces sostenerse la tesis de Rodríguez Rivera, de que la obra constituye de por sí un libro equivocado?

Aunque Rodríguez Rivera no lo quiera ver, La Conspiración de los Iguales refuerza lo ya planteado por Serafín Portando Linares –hijo de uno de los integrantes del PIC sobreviviente de aquella masacre-en su profunda investigación Los independientes de color: “Si su objetivo principal era la integración de un partido en el que estuviesen garantizados la lucha contra la discriminación racial, y por la plenitud de derechos para la población negra, así como los derechos electorales, una vez aprobada la Enmienda Morúa, y declarado el Partido fuera de la ley, debieron no de centrar la lucha por la derogación de la Enmienda, sino juntar sus fuerzas políticas y electorales con otros núcleos progresistas de la población cubana, sin tener en cuenta su raza o color; y haber creado un partido popular con otro nombre y un programa más ampliado. Esto le hubiera permitido lograr sus objetivos programáticos y electorales, así como enfrentarse ventajosamente a sus enemigos y a los partidos Liberal y Conservador. Se aferraron al nombre de su partido y al derecho electoral inmediato, que les concedía el código regulador de esa materia vigente”.[xi]

También en su reciente réplica Guillermo Rodríguez Rivera establece un paralelismo entre la masacre de los independientes de color y la ocurrida casi un siglo antes a raíz de lo que se conoció como la Conspiración de la Escalera. “La Nueva Escalera, acaso sería un mejor título para un libro sobre la masacre de 1912”,[xii] destaca Rodríguez Rivera. Pero al contrario de lo que piensa este crítico, el destacado intelectual cubano Fernando Martínez Heredia, refiriéndose a la masacre de 1912, ha sostenido con juicio docto: “…aquella bárbara represión que asesinó a miles de personas, atropelló y tomó presos en tantos lugares del país, y que nunca brindó excusas o reparaciones por sus desmanes, no puede igualarse en su significación y sus secuelas a la que sucedió en 1844, el famoso “año del cuero”. Esta última tuvo un contexto, unas motivaciones y unos objetivos completamente diferentes”.[xiii]

Rodríguez Rivera dice que me sustento en lo expresado por Rolando Rodríguez en sus libros para señalar los errores tácticos y estratégicos cometidos por los Independientes de Color, pero tengo que responderle que además de los libros de este autor me sirvieron mucho los análisis de Serafín Portuondo Linares,[xiv] Esteban Morales[xv] y otros autores, sobre esta temática. Pero sobre todo, me apoyé en mi propia capacidad de pensar con cabeza propia y de manera desprejuiciada, sin evitar el tan necesario diálogo pasado, presente y futuro. Quede claro que, a pesar de todos los errores cometidos por los independientes de color, nada quita, como bien señaló Portuondo Linares, “su lealtad a los principios que defendieron” y “la honradez que rigió su afán justiciero a favor del negro cubano”.[xvi] Pero la historia hay que contarla en su multiplicidad de matices.

Ahora sí puedo cogerme el descanso reparador que recomienda Guillermo Rodríguez Rivera.


Notas



[i] Guillermo Rodríguez Rivera, Un poco más sobre La conspiración de los iguales, La Jiribilla, no 557, enero de 2012.
[ii] Ibídem.
[iii] Elda Cento Muñoz y Ricardo Muñoz Gutiérrez, Salvador Cisneros Betancourt: Entre la controversia y la fe, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009, pp.123-124.
[iv] Ibídem, p.130.
[v] Véase José Martí, “Manifiesto de Montecristi. El Partido Revolucionario Cubano a Cuba”, en: Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, tomo 4, pp. 96-97.
[vi] Yoel Cordoví Núñez, José Martí en las escuelas públicas de Cuba, 1899-1920, en: Internet: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/jose-marti-en-las-escuelas-publicas-de-cuba-1899-1920/18087.html.
[vii] Yoel Cordoví Núñez, La enseñanza de la Historia de Cuba en las escuelas primarias a inicios de la república, 1899-1920, en: Internet, http://pensarhistoricamente.net/ideher10/sites/default/files/Cordovi_Nuñez.doc
[viii] Guillermo Rodríguez Rivera, Ob.Cit.
[ix] Guillermo Rodríguez Rivera, Un libro equivocado, La Jiribilla, no 557, enero 2012.
[x] Véase Esteban Morales, “Partido Independiente de Color: en la trampa de la fraternidad racial”, La Jiribilla, no 557, enero de 2012
[xi] Serafín Portuondo Linares, Los independientes de color”, Ed.Caminos, La Habana, 2002, p.213.
[xii] Guillermo Rodríguez Rivera, Mas sobre La Conspiración de los Iguales, La Jiribilla, no 557, enero 2012.
[xiii] Fernando Martínez Heredia, “Portuondo Linares y Los independientes de color”, en: Andando en la Historia, Ruth Casa Editorial e Instituto Cubano de Investigación Juan Marinello, La Habana, 2009, pp.291-292.
[xiv] Véase sobre todo “Méritos y errores de los independientes”, último capítulo del libro de Serafín Portuondo Linares, Los independientes de color, Ed.Caminos, La Habana, 2002, pp.214-215.
[xv] Esteban Morales señala como errores cometidos por los independientes de color los siguientes: olvidar que la batalla del PIC no podía ser solo contra la Enmienda Morúa, sino una  lucha  político-social por ganarse a la masa de negros y mestizos, y hasta de blancos, pobres sobre todo,  que  podían encontrar  reflejadas  muchas de sus aspiraciones en el Programa del Partido; no haber prestado más atención al aspecto organizativo del Partido, para evitar  lo que de hecho  se produjo en algunas ocasiones, la  emergencia de iniciativas regionales, que no pocas veces pusieron en peligro las intenciones pacificas y  no racistas del partido; haber confiado de manera muy idealista, apoyados en la estrategia de 1906 contra Estrada Palma, en  que el  gobierno norteamericano defendería en Cuba reivindicaciones políticas de negros, cuando dentro de su propio país practicaban el racismo más despiadado. Además, que la diferencia con 1906, era que  fueron  blancos los que lideraron  entonces el movimiento; creer que José Miguel Gómez se vería obligado  en algún momento a derogar la Enmienda Morúa; no tomar suficientemente en cuenta, los factores de peligro presentes en el ambiente político de la época, tales como: el interés de algunos sectores por provocar   la intervención norteamericana, el racismo presente en la vida nacional, el peso de la propaganda racista, que magnificaba, tergiversaba  y manipulaba toda actividad  del partido, como una acción dirigida contra los blancos y sus familias; además de   la actitud  paranoica del gobierno norteamericano contra toda actividad  que pudiese afectar sus propiedades  en Cuba; y confiar en que conversar con José Miguel Gómez les serviría para adelantar algo en sus aspiraciones de abolir la Enmienda Morúa. Véase Estaban Morales, “Partido Independiente de Color: en la trampa de la fraternidad racial”, La Jiribilla, no 557, enero de 2012. Tenía en mi posesión una copia de este excelente trabajo antes de que saliera publicado en La Jiribilla.
[xvi] Serafín Portuondo Linares, Ob.Cit, p.214.